Con su nariz prominente que sobresale en su expresivo rostro y un enorme cuerpo sostenido por delgadas piernas, Erasmus es un maestro de la transformación en otros seres, maestro del oficio de conquistar sobre el escenario dondequiera se presente y maestro en sortear la muerte. Asistimos al Teatro Vargas Calvo para presenciar el final de su historia y también para participar en un emotivo homenaje a todos aquellos que se transforman en otros, sin perder nunca ni la mística ni la persistencia, a pesar de que los lugares y las circunstancias nunca son los mejores.
De eso trata Erasmus, la obra de teatro que se presenta en la íntima sala detrás del Teatro Nacional hasta el próximo 10 de marzo y en la que Luis Carlos Vásquez, director de la puesta en escena, y el elenco juegan con anacronismos, luces, técnicas y movimientos para llevarnos en un viaje singular que, al fin y al cabo, es el de todo teatrero.
Erasmus llegó a escena con un doble respaldo: este texto de José Fernando Álvarez, uno de los fundadores del Teatro Contraluz, no solo ganó el Concurso de Dramaturgia Inédita 2023, sino que también fue anunciado hace unos días como el Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría en Dramaturgia.
En medio de una gira por escuelas de la zona sur, conversamos con este dramaturgo colombo-costarricense de 60 años sobre este trabajo que actualmente está en el Teatro Vargas Calvo:
¿Cómo se toma el premio nacional a Erasmus, que ya había sido ganadora del Concurso de Dramaturgia Inédita? ¿De qué le sirven estos reconocimientos a un dramaturgo como usted?
Con mucho entusiasmo, pero con tranquilidad, pues no cabe duda de que estas cosas traen siempre un período de alegría que tiene un tiempo efímero. Uno debe disfrutar lo poquito que eso dura y ser consciente de que hay que seguir trabajando. Tampoco es que uno toca el cielo con las manos.
Un premio así sirve para que la obra, lo que uno escribe, vaya un poco más allá. Esto es un oficio un poquito silencioso, a veces un poco ingrato. Cuando se tiene un buen resultado con una obra como Erasmus sirve para que, en primera instancia, sea premiada doblemente y eso se convierta en un libro publicado por la Editorial Costa Rica y luego en una obra montada con el apoyo del Teatro Nacional, con un elenco importante y un director de mucha trayectoria como Luis Carlos Vásquez. Esas cosas también traen consigo mucha alegría.
¿Cómo nació Erasmus?
Erasmus es una obra que se empezó a escribir hace unos 10 años aproximadamente, bajo la necesidad de hablar un poco de este oficio nuestro ambulante. Este es un teatro que Contraluz y algunos otros grupos de títeres y teatro costarricenses, latinoamericanos y mundiales solemos hacer; es un oficio que también pasa muy desapercibido en el ambiente cultural y artístico del país. Como te contaba, justo en este momento, estoy en una gira haciendo títeres por varias escuelas de muy bajos recursos con el apoyo del Ministerio de Educación Pública y de la Red Pea, que tiene apoyo directo de la UNESCO. Es muy gratificante ese contacto directo con el público, en este caso con los niños.
”Erasmus nació de un cuentecito que había leído de Javier Villafañe, titiritero argentino muy importante, que narraba su eventual encuentro con la muerte.
”Si mal no recuerdo, ese fue el primer disparador de Erasmus; dije: ‘¿Por qué no agrandar este cuento y narrar también muchas de nuestras vicisitudes, que son muy parecidas a las que vivió él en ese momento’. Son las vicisitudes que vivimos todos los que hacemos este oficio de la itinerancia teatral”.
Usted hace teatro; es actor, titiritero y dramaturgo. ¿De qué forma se identifica o se aleja de esos dos actores que son personajes en la obra?
Sí, la identificación con Erasmus y el ayudante es bastante estrecha; obviamente, todos en este oficio siempre tenemos como un referente, una suerte de Erasmus que a veces nos enamora del oficio. Tuve, por supuesto, en mis inicios del teatro en Colombia alguien que fue muy importante, que, como una suerte de encantador, de prestidigitador, me mostró las veleidades de hacer teatro y las vanidades también; eso a mí me maravilló desde el principio. Empecé desde abajo, sin saber hacer nada, y, poco a poco, fui entendiendo el oficio más a profundidad. Con el tiempo, he pasado de ser un ayudante a hacer ya con los años casi que una suerte de Erasmus.
¿Quiso también hacer un homenaje al teatro de esos grupos que giran por diferentes partes en situaciones difíciles, pero sin perder la mística?
Exactamente, sí. Esto es un homenaje ni siquiera implícito, sino explícito. Desde tiempos muy antiguos, el teatro siempre ha tenido la característica ambulante y de eso me he nutrido yo. Así han sido el 95% de las funciones que hemos hecho en Teatro Contraluz, que es con el que yo he crecido, a lo largo de la historia, desde que creamos nuestra agrupación en Costa Rica. Y aún antes, con el grupo al que pertenecí en Colombia, un alto porcentaje fueron funciones que se hacen bajo condiciones atípicas, normales para nosotros, en el sentido de que llegamos a un lugar y en ese espacio, por muy incómodo que sea, creamos la magia del escenario. Allí tenemos que encantar al espectador y hacer que olvide la exterioridad y se concentre en los eventos de la obra teatral que lo van llevando desde un principio hasta el fin. Eso es lo maravilloso de hacer este tipo de actividades. Es un homenaje; definitivamente sí.
¿Cuán satisfecho quedó del montaje en el Teatro Vargas Calvo?
Hicieron un gran trabajo, tanto Luis Carlos como el equipo que lo acompañó, el equipo de producción, el elenco. Valoro mucho ese esfuerzo. Lo que vi fue un elenco que se batió a muerte con la obra por dar lo mejor de sí. Siento que no se guardaron nada ni Luis Carlos ni los muchachos sobre el escenario; creo que dieron lo mejor y yo eso lo valoro muchísimo. Como creador, uno siempre va a tener sus pequeñas diferencias: esto tal vez se hubiera resuelto de esta manera o tal vez de aquella; sin embargo, no es así: lo que está sobre el escenario es lo que es; es la única puesta en escena y la que aplaudo, y agradezco mucho ese esfuerzo y esa entrega de todos.
¿Por qué escribe teatro? ¿Qué vacío encontró?
No, lo del vacío no fue tanto. Está relacionado a la historia nuestra, la del Teatro Contraluz, que ya es una historia que está cercana a los 30 años de creación y de hacer teatro de manera permanente en Costa Rica, y a veces salimos un poquito fuera del país. Los creadores somos Gladys Alzate y yo. Desde que pensamos en esta idea de hacer teatro y la infundamos en Contraluz, tuvimos muy claro que yo escribía y actuaba cuando se pudiera, y ella dirigía y actuaba cuando se pudiera. Eso ya estaba un poco estructurado. Y sí, desde hace mucho tiempo atrás, desde antes incluso de hacer teatro, desde muchacho, ya tenía la inquietud por escribir. En un periódico del colegio donde terminé la secundaria, hice algunos artículos y escribí algunos poemas; en fin, ya tenía esa pequeña inquietud que, poco a poco, se fue canalizando hacia el teatro.
”Comencé a escribir primero obras de carácter infantil; luego, hice algunas adaptaciones de obras importantes como Don Quijote de la Mancha y en el camino fueron apareciendo otros textos y, poco a poco, se fue cualificando esta destreza que hoy me tiene aquí”.
¿Cómo van surgiendo sus textos teatrales? ¿Cómo es su proceso creativo?
Sinceramente, no tengo una fórmula y me niego bastante a encasillarme en esas fórmulas, que las considero un poco tramposas; son importantes y hay cosas que se van a asentando en uno, se van mejorando y uno aprende, sobre todo, a no cometer cierto tipo de errores. A medida que va pasando el tiempo y va afilando el lápiz, uno va entendiendo cómo se puede escribir un poco mejor ciertas cosas, a diferencia de otros momentos en el que se cometieron ciertos errores. En mi carrera como dramaturgo, los ha habido y muchos, y algunos muy evidentes; eso yo no lo puedo desconocer. Esto es un camino, así que se va construyendo también con cosas positivas y algunas otras negativas. En mi camino, han aparecido mucho las adaptaciones de la narrativa al teatro, eso se perfila de una manera, y la creación mía como autor primigenio de obras son de otra índole.
”También, tengo que confesarlo, a veces son cosas que nacen de ideas de Gladys como directora o del Teatro Contraluz cuando tiene alguna necesidad particular. Así fue como nació una obra como Círculo vicioso. Las adaptaciones de algunos libros, como han sido Las mil y una noches, Una niña llamada Ana y Heidi, han sido por pedido.
¿Qué temas son los que más le interesan a la hora de escribir teatro?
No privilegio un tema por encima de otro, depende de la necesidad del momento. Personalmente, no creo que exista un tema mejor que otro, así como no existe una idea para desarrollar mejor que otras; lo importante siempre es el tratamiento, que tanta profundidad se le puede dar a esa idea, a ese a ese tema, porque también puede ser que finalmente terminó naciendo una cosa bastante simplista muy llana y no tenga ningún eco, ninguna resonancia y es lo que no me gustaría realmente que me ocurriera como autor. Aunque, a veces, uno comete ese tipo de imprudencias, pero hay que tener una suerte de sensor propio que le ayude a uno mismo a decantarse y saber que hay algo que no va bien.
”Es importante trabajar las cosas a profundidad porque mientras más profundamente se trabaje un tema, más partido se le puede sacar, más profundo, más humanamente y sensiblemente se puede llegar al espectador”.
¿Cómo ha cambiado su estilo desde la primera obra?
Sí, ha cambiado, claro que ha cambiado. Al principio, uno escribe con muchos estereotipos; eso se va transformando. Uno va captando con cierta sabiduría para entender que hay cosas que necesitan un mejor tratamiento y siempre, siempre, va a haber un mejor tratamiento a medida de que uno profundice más en las cosas.
¿Qué posibilidades le ha dado escribir y hacer teatro a la vez?
Escribir y hacer teatro a la vez es bonito, es bonito. La obra con la que ando ahorita se llama La isla rota, yo hago el papel de una abuela. Es muy satisfactorio porque te permite sentir de primera mano la respuesta de los espectadores, los niños y los adultos que los acompañan, llámese sus maestros, maestras o sus papás o mamás. Es bonito que, con la obra fresca, con todo lo que le ha sucedido al espectador en su imaginario, inmediatamente te retroalimentan. Cuando sentís que la obra ha tocado fibras en el corazón de los espectadores, eso es una cosa que no tiene precio.
No se pierda Erasmus en el Teatro Vargas Calvo
¿Qué? Obra Erasmus, de José Fernando Álvarez.
¿Dónde? Teatro Vargas Calvo, ubicado detrás del Teatro Nacional en San José.
¿Cuándo? El montaje se presenta los viernes y sábados, a las 8 p.m., y los domingos, a las 5 p.m.
¿Cuántos cuestan las entradas? La entrada general tiene un costo de ¢8.000; y los boletos para estudiantes con carné y adultos mayores vale ¢5.500.
¿Dónde se compran los boletos? Se adquieren por medio del sitio web del Teatro Nacional y en su boletería física.