“Hay que casar a Marcela... no es cualquiera…”.
Si tiene más de 40 años y lee esta frase, de seguro lo hará entonando la canción que caracterizó la primera telenovela costarricense, allá por 1979.
Hasta ese momento, cuando la transmisión comenzaba a las 6:30 de la mañana y terminaba a las 12:30 de la noche, las opciones para ver telenovelas eran las mexicanas o las venezolanas y, en medio, noticieros y algunos programas importados.
Si bien los “culebrones” lograban conectar con sus televidentes (al final, el mal de amores es universal) ninguna tenía acento nacional. Justo eso fue lo que aportó esta primera apuesta que puso al público tico cada semana frente al espejo de la pantalla chica.
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La conexión con el televidente fue tal que algunos hasta se convirtieron en una especie de coautores de cada episodio.
Los actores contaban orgullosos a los periodistas de Viva que al caminar por la calle la gente los reconocía y, con total confianza, se les acercaba a hacer sugerencias y aportes de chistes o anécdotas que podrían servir para alimentar el capítulo de la siguiente semana, como si fueran los dueños del libreto. O participaban de manera activa (¡a través de cartas!) en los concursos que hacían para seleccionar extras en las escenas exteriores. Una gran señal de que la producción nacional tenía oportunidad para más.
“Hay que casar a Marcela” fue precedida por San Buenaventura, Marcos Ramírez y otras producciones en un formato de teleserie, donde mantienen personajes fijos semana a semana pero sus historias empiezan y terminan en el mismo capítulo. Así recordamos la segunda parte de San Buenaventura, El Barrio, La Pensión.
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El interés por retratar al tico también encontró espacio en la comedia, en programas memorables como La Lucha de lucho, El Fogón de doña Chinda, La Pulpería, Caras Vemos, La Media Docena , entre otros.
Para la familia tica
En 1978, el productor Ramón Moncho Coll le encargó al reconocido actor Lucho Barahona una producción positiva. “No quiero drama, quiero risas”. Y así surgió “Hay que casar a Marcela” , escrita y dirigida por Alejandro Sieveking y realizada por el Teatro del Ángel.
El reparto incluía a actores que esa época estaban haciendo historia con sus presentaciones de martes a domingo: Lucho Barahona, Arabella Salaverry, Carlos Catania y Jorge Arroyo. Se transmitió en 1979, los miércoles, a las 7 p. m., en canal 7.
La protagonista era una joven de 25 años que hoy se ha convertido en uno de los personajes más queridos en la actualidad, conocida por ser actriz, comediante y jueza de un programa de entretenimiento nacional: Eugenia Fuscaldo. Ella recuerda que el título original de la telenovela era “Hay que casar a Marielos” pero ella sugirió Marcela.
Fuscaldo le guarda mucho cariño a su personaje y la describe como una jovencita “juiciosa, estudiosa” a quien su mamá y su tía la querían casar “con un buen partido”. Estaban “preocupadísimas”, dijo, porque tanto a ella como a su prima las iba a dejar el tren.
Lucho Barahona era su principal pretendiente pero tenía un gran problema: no podía controlar sus emociones ante Marcela y como era actor, en vez de hablarle de otras cosas se ponía a interpretar sus personajes de teatro. Entonces recurre al psiquiatra, que era su suegro. A Marcela le presentaron varios candidatos “gua-pí-simos”, en palabras de Fuscaldo, pero ella quedó fascinada con el actor.
“A los 40 capítulos se les acabó la plata y tuvieron que casar a Marcela a la carrera, no por torta, sino porque debía terminar la producción”, contó Fuscaldo.
De esta novela solo queda el recuerdo porque las cintas se perdieron.
Otro hito en la producción nacional fue Marcos Ramírez , basada en la obra del escritor Carlos Luis Fallas. Su valor principal fue retomar una gran obra de la literatura tica y mostrar paisajes de Alajuela, Cartago y Puntarenas donde fue filmada.
Y la de mayor audiencia: San Buenaventura, uno de los programas más vistos de la televisión de los 90, filmada en el bosque lluvioso del país, sin sexo ni violencia, que con los años consolidó el espíritu ambientalista de los costarricenses.