Pocos lo saben pero el sábado 29 de setiembre de 1973, a las 8:10 p. m., la historia del rock en Costa Rica cambió. No fue el jueves 26 de febrero del 2008, cuando vino Iron Maiden, sino décadas antes.
“¡Santana en el Gimnasio! ¿Quién iba a decirlo, hace algunos meses?”, escribió el crítico José Antonio Cordero, en La Nación , dos días después de un magnífico concierto en el Gimnasio Nacional, La Sabana.
Una fotografía de un joven Carlos Santana con su guitarra fue incluida entre los temas principales de la portada del diario el 1.° de octubre de ese año y una crónica y la reseña abarcaron casi toda la página siguiente.
Cordero y posiblemente el director del diario –Guido Fernández– sabían que el país nunca había presenciado un concierto como aquel. En la crónica hay especial énfasis en la calidad de músicos, en la cantidad de equipo técnico requerido y en la poca gente que había (por los precios de los boletos, según se sugirió).
Lo que no sabían es que Santana fue el primero de muchos grandes del rock que desfilarían por Costa Rica a partir de ese punto, ese momento crucial en la historia en la que una guitarra bastó para sacudir a dos mil almas durante dos horas.
En los escenarios ticos –especialmente josefinos– han puesto pie algunas de las leyendas del rock moderno. Tiene la razón el crítico Cordero “¡¿Quién iba a decirlo?!”.
En el 2016, Iron Maiden nos hizo su tercera visita y Metallica dio su segundo recital acá, pero aunque se rompió el cántaro y ahora es más viable ver este tipo de agrupaciones acá, la emoción que se siente los anuncios de sus giras en el país siempre es enorme.
Clandestinos
En la historia reciente hay un hito compartido por los más rockeros: la llegada de Iron Maiden en el 2008. Muchos creen que ese fue el momento en el que grupos grandes empezaron a venir al país, pero los periódicos cuentan otra historia.
“Antes de Maiden, vinieron bandas muy relevantes como Deep Purple o Yes, grupos reconocidos en todo el mundo”, explicó Arturo Pardo, crítico de música de La Nación .
La visita de estos grandes se inició con Santana en los 70, pero no tuvo otro gran momento, otra marca en el calendario hasta el mítico concierto Derechos Humanos Ya! en el antiguo Estadio Nacional, en 1988. El siguiente hito fue el concierto de Aerosmith en el mismo recinto, en 1994.
Sin embargo, ser rockero o metalero no era especialmente fácil o bien visto en la época. La redada en La Fosforera Continental en 1992 –en la que se detuvo a 32 jóvenes en un concierto del metal– generó una reacción fuerte contra los fanáticos de la música pesada.
El rock con tintes pop no sufrió tanto en los años 90 (en esa década nos visitaron Sting, INXS, Bon Jovi, Depeche Mode, Soda Stéreo). Pero los cuentos de que los metaleros eran satánicos dejaron a ese público en la clandestinidad por muchos años.
Las visitas de grupos como Deep Purple y Yes –dos miembros del Salón de la Fama del Rock and Roll– no tuvieron la misma clase de cobertura que recibió Santana en los años 70, aunque la historia muestra que su relevancia es equiparable.
Hacia lo mejor
Deep Purple visitó el país en 1998 y se presentó en el Anfiteatro del Hotel Herradura. En el mismo recinto, se organizó la primera visita de Jethro Tull dos años antes; ambos corrieron a cargo de Aries Producciones.
Yes visitó el país en setiembre de 1999. Se presentó en Planet Mall, un espacio que luego albergó a otras leyendas como el grupo neoyorkino Blondie, el 8 de noviembre del 2004.
En el 2002 ocurrió otro hito, otra marca importante en el calendario. Desacostumbrados a ver grupos de rock en lo mejor de su carrera, los ticos recibieron con los brazos abiertos a Red Hot Chili Peppers, que vinieron de la mano de la productora Evenpro (hoy Move Concerts).
“Fue para el tour del álbum By the Way y recién habían pegado el disco Californication . Recuerdo que el Estadio Rosabal Cordero estaba llenísimo, fue algo impresionante”, comentó Adriana Palma, una de las asistentes y actual gerente digital de Sony Music Centroamérica.
La apertura del país, a estas alturas, era un hecho. La portada de La Nación del jueves 3 de octubre del 2002 (un día después del concierto) mostraba a los Peppers y titulaba “Noche picante”.
“Después de días de lluvia ininterrumpida, ese miércoles el cielo fue misericordioso y los Red Hot pudieron tocar ante unas 8.000 personas que no pararon de brincar, corear sus éxitos y aplaudir el amor declarado del bajista Flea hacia Costa Rica”.
Público, productores y prensa quedaron convencidos de que había espacio para rock y género más pesados. El despertar fue evidente cuando en el 2003, varios productores se animaron a traer grupos de metal y rock en español como Mago de Oz (27 de marzo), Rata Blanca (13 de abril) y Kreator (5 de noviembre).
“Esto se despertó hace un año (en el 2002), pues se le dio más seguridad a la gente, los conciertos (de metal) son tranquilos, multitudinarios y para disfrutar”, aseguró a La Nación el productor Willy Bosso, 14 años atrás. Él trajo grupos como A.N.I.M.A.L. y Ángeles del Infierno.
“Aún no hay sitios para hacer conciertos masivos, ni el equipo de audio requerido, pero poco a poco se va mejorando”, comentó el productor Darren Mora en esa misma nota del 2003. Él trajo a Sepultura, Misfits, Tierra Santa, Helloween y otros 60 grupos.
En el 2005, Santana regresó para promocionar su álbum Shaman y se robó dos días seguidos la portada del suplemento Viva . El 6 de abril del 2005 llenó buena parte del estadio Ricardo Saprissa y dio un amable recordatorio de que el rock tenía más de 20 años de llenar estadios en otros lugares y ya era hora de que Costa Rica se sumara a la tendencia.
Llenar un estadio
Es mentira, entonces, que antes del concierto de Iron Maiden solo hubo silencio. Nos visitaron la leyenda Ronnie James Dio (en el Tenis Club) y Anthrax (en Planet Mall). Pero Maiden fue el grupo que vio a la cara a los productores y les dijo: “así se llena un estadio”.
Evenpro, la misma empresa que produjo a Santana, se animó a traer a los británicos al país y la reacción fue impensable: los localidades se agotaron rápidamente, la llegada del avión de Iron Maiden fue portada de La Nación y se instauró la tradición de hacer fila días antes del concierto, ahora inevitable en las citas.
“Solo palabras dulces tuvo el duro Bruce para Costa Rica; confesó que en México fueron 60.000 personas a verlos pero que aquí, siendo unas 30.000 almas, todo había estado mejor que el otro país”, escribió la periodista Ana María Parra en las páginas de Viva .
Maiden superó toda expectativa y dos años después, el interés del público metal quedó patente. El 7 de marzo del 2010, en el mismo estadio Saprissa (y de nuevo bajo la tutela de Evenpro) Metallica visitó el país por primera vez y otras 30.000 personas cantaron con ellos.
Quedaron tan convidados con el público tico que regresaron en noviembre del 2016 (al igual que Maiden, que volvió en el 2009 y a inicios del 2016).
El 2010 vio a Green Day hacer un concierto potente de casi tres horas en el Saprissa, aunque con una asistencia más limitada. Lo mismo sufrieron Judas Priest (27 de setiembre 2011), Pearl Jam (20 de noviembre 2011), Aerosmith (1.° de octubre 2013) y Black Sabbath (22 de octubre 2013), quienes se enfrentaron a la ardua tarea de llenar el nuevo Estadio Nacional, algo que no se ha logrado hasta el momento.
La culpa no la tienen los músicos ni el público, sino el espacioso estadio mismo, que ni con sus mejores invitados (conciertos de Guns N' Roses y Metallica en el 2016), ni cuando ha tenido al invitado con más historia (Paul McCartney), ha lucido abarrotado.
Impensables
Guns N’ Roses, Black Sabbath y Paul McCartney comparten el título de los conciertos más impensables e imposibles.
El primero, rompió 23 años de separación del grupo estadounidense. No se suponía que Axl Rose y compañía se volvieran a ver las caras y muchos menos en Costa Rica. Pero en noviembre del 2016 la productora RPM cumplió un sueño tan cursi como imposible para los fanáticos ticos: oír November Rain debajo de un aguacero josefino.
El caso de Black Sabbath es similar: el grupo se había separado en 1979. Pero vinieron a Costa Rica en el 2013 y reventaron un arsenal de éxitos.
“Quedé impresionado del baterista de Black Sabbath, pero algo desilusionado de Ozzy Osborne, quien ya no cantaba tan bien”, declaró Arturo Pardo.
“Igual había que ir, fue uno de esos conciertos que uno sabe que no se va a repetir, sobre todo porque vinieron con Megadeth”, agregó.
La visita de Paul McCartney fue otra marca de oro en la historia de los conciertos de rock . Antes de su llegada, lo más cerca que había estado el país de un beatle fue cuando vino Ravi Shankar, el mentor del sitar de George Harrison, en 1972.
Paul vino a promocionar su álbum New , pero también bañó de éxitos a los asistentes. Escuchamos Yesterday, Blackbird y los tres temas que cierran el álbum Abbey Road íntegros, en la voz de quien los compuso.
“Nadie se imaginaba que íbamos a oír a Paul McCartney diciendo ‘pura vida’, al lado de nuestros familiares”, comentó José Eduardo Jiménez, un fanático que ha asistido a la mayoría de los conciertos de la era de los estadios.
“Los conciertos han sonado muy bien pero lo más sorprendente es la gente. Un chivo es lo opuesto a una presa: nadie pelea, nadie discute, ni reclama. En Costa Rica se viven distinto los conciertos”, agregó.
Algo debe tener el público tico, porque productores como Andrés Guanipa, cabeza de Move Concerts –y quien también dirigió Evenpro– explica que bandas como Maiden y Metallica creen que somos un público fenomenal.
Con mejores espacios, productores consolidados y un público anuente, se vale soñar.
“Ahora que no suena tan descabellado ver a un Radiohead o un Foo Fighters en Costa Rica”, señaló Arturo Pardo. “Después de todo lo que ha venido en la década del 2010, se siente como que todo puede pasar”.