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Miércoles 11 de diciembre de 1963. Un grupo de vecinos de El Tejar de El Guarco le dicen a un redactor de este periódico que el pueblo hace “rogativas” para que no se produzca una nueva cabeza de agua. (ARCHIVO.)
La madrugada ya es de por sí, incertidumbre. La oscuridad está a medias y el sueño se torna leve, porque pronto, muy pronto amanece. De madrugada somos vulnerables.
El martes 10 de diciembre de 1963, la naturaleza atacó la zona de Taras y Cartago cuando la furia del río Reventado lanzó dos cabezas de agua, llevando entre sus entrañas, barro, palos, y piedras que arrasaron con el puente del ferrocarril, el llamado Northern. A partir de ahí, Cartago quedó aislado de San José por la vía ferrea.
Casas y postes fueron destruidos, y la oscuridad se apoderó de los pueblos.
Esa madrugada, las radiopatrulladas enviadas reportaron que "hay muertos, posiblemente niños".
La Nación, a pesar de que en aquellos tiempos los recursos eran más limitados, logró comunicarle al resto del pueblo lo que acontecía, y de esta forma la ayuda se hizo sentir.
Los evacuados fueron trasladados al Hospital Max Peralta; y los miembros de Salubridad Pública rotaron enfermaras para que asistieran a los damnificados.
Al día siguiente, y después de que distintas instituciones evacuaran a más de 5.000 personas, el clima mejoró, y el sol salió.
Sin embargo, la luz no causó alivió. Una vez que los aguaceros se detuvieron, se develó el resultado de la tragedia: 400 casas afectadas, y siete personas fallecidas.