La madrugada ya es de por sí, incertidumbre. La oscuridad está a medias y el sueño se torna leve, porque pronto, muy pronto amanece. De madrugada somos vulnerables.
El martes 10 de diciembre de 1963, la naturaleza atacó la zona de Taras y Cartago cuando la furia del río Reventado lanzó dos cabezas de agua, llevando entre sus entrañas, barro, palos, y piedras que arrasaron con el puente del ferrocarril, el llamado Northern. A partir de ahí, Cartago quedó aislado de San José por la vía ferrea.
Casas y postes fueron destruidos, y la oscuridad se apoderó de los pueblos.
Esa madrugada, las radiopatrulladas enviadas reportaron que "hay muertos, posiblemente niños".
La Nación, a pesar de que en aquellos tiempos los recursos eran más limitados, logró comunicarle al resto del pueblo lo que acontecía, y de esta forma la ayuda se hizo sentir.
Los evacuados fueron trasladados al Hospital Max Peralta; y los miembros de Salubridad Pública rotaron enfermaras para que asistieran a los damnificados.
Al día siguiente, y después de que distintas instituciones evacuaran a más de 5.000 personas, el clima mejoró, y el sol salió.
Sin embargo, la luz no causó alivió. Una vez que los aguaceros se detuvieron, se develó el resultado de la tragedia: 400 casas afectadas, y siete personas fallecidas.