
De repente un fornido futbolista se sube en el palo largo del marco, saca un pedazo de sandía y tranquilamente se la come en medio de un estadio ahogado en festejo. ¿A qué loco se le ocurriría a semejante celebración?
Quien reacciona de esta peculiar manera es Essam El-Hadary, el jugador que este lunes se convirtió en el jugador más ‘viejo’ en la historia de los mundiales.
Con 45 años de edad, El-Hadary debutó en la Copa Mundial de Rusia 2018. Nunca nadie, en la cita futbolística más importante del orbe, había saltado a la cancha con tantas primaveras.
En la misma calidad de portero, El Hadary arrebató el título del ‘abuelo de los mundiales’ a Faryd Mondragón, el arquero colombiano que en Brasil 2014 mereció ese honor con 43 años.
Pero el caso de El-Hadary es distinto. Mondragón fue a tres mundiales con Colombia y El-Hadary apenas estaría debutando en Rusia 2018, tras una larga carrera de alegrías y frustraciones.
Durante 20 años El-Hadary fue el guardameta de su país. Sin embargo fue en la cima de su veteranía, tras varias eliminatorias perdidas, que llegó a las tierras de Putin con la esperanza de defender el arco de los faraones.
En el juego de Egipto contra Arabia Saudita, que arrancó a las 8 a.m., el sueño de Essam al fin se tornó realidad. Así, en medio de la magia mundialista y las ovaciones de sus fans, una historia viviente coronó con oro una carrera de perseverancia pura.

Hombre de pueblo.
Lo de comer sandía no es una payasada de Essam.
Su pintoresco ritual es en honor a su pueblo natal, Kafr Al Bateekh, nombre que quiere decir “la aldea de las sandías”. La ciudad está ubicada en la provincia de Damietta, donde vino al mundo un 15 de enero de 1973.
Kafr Al Bateekh, además de las sandías, es un pueblo famoso por la fabricación de muebles. El papá de Essam, precisamente, fue un esforzado artesano de la zona.
“Le dio un ultimátum a su hijo: trabaja duro en la escuela o trabaja duro en la fábrica. Su hijo consideró las dos opciones pero las ignoró: jugó fútbol en su lugar”, reseñó The Guardian.
“Esto tenía que hacerlo en secreto. Llevando sus libros de texto a las canchas para que sus padres creyeran que estaba estudiando y lavando su ropa sucia en un río para que no lo descubrieran”, agregó el diario inglés.
A sus 17 años el equipo local de Kafr Al Bateekh fue su primera escuadra. Luego pasó al equipo de segunda división de Damietta y allí comenzó a forjarse su carácter.

“Tiene una actitud imponente y atribuye su fuerza y valentía a sus comienzos incómodos. Antes de llegar a Damietta nunca había usado guantes de portero y en su primer día le entregaron un par. En su segundo día apareció sin ellos, diciendo que quería seguir entrenando sin ellos, como siempre lo había hecho”, narró The Guardian.
El caso es que Essam debutó en 1993 en primera plantilla del club Damietta y en la temporada 94-95 consiguió el ascenso a la primera división de Egipto. Hizo tan buena temporada que el poderoso club egipcio, Al-Ahly, se fijó en él y lo fichó en 1996. Allí lucho con todo por la titularidad y cuando la consiguió no paró de ganar títulos.
Desde entonces fue nueve veces campeón de la liga de su país. Ganó además varios títulos internacionales: cuatro Ligas de Campeones y cuatro Supercopas de la Confederación Africana de Futbol (CAF). Lucía tan bien en el arco que comenzaron a llamarlo La gran presa (High Dam), pues por sus portentosas paradas sus fans lo comparan con la presa de Aswan en el Nilo, cuyo objetivo es proteger a Egipto de las inundaciones y generar energía hidroeléctrica.
En 1997 Essam debutó con la selección egipcia durante un partido contra Liberia. Desde entonces y hasta que llegó Rusia 2018, participó en todas las eliminatorias mundialistas pero sin ningún éxito. Durante 38 años los faraones lucharon por lograr la meta máxima, pero el resultado siempre fue frustrante.
De hecho, antes de la era Essam, Egipto solo había clasificado a dos mundiales: Italia 1934 e Italia 1990. Para Essam, que vio el Mundial del 90 por ‘tele’, le faltaba algo para sentirse realizado.

Sí, es cierto, La gran presa ganó dos veces la Copa Africana de Naciones, campeonizó con el FC Sion de Suiza –su primer y único club internacional– e incluso Didier Drogba llegó a llamarle “ su mayor oponente”.
Con tales atestados parecería que la carrera de Essam es una maravilla, pero el sueño de ir a un Mundial nunca lo dejó descansar.
“Establecer objetivos es clave en mi vida. Siempre sentí que faltaba algo y eso era un Mundial”, confesó emocionado el jugador.
Por la meta.
En Rusia 2018, Essam El Hadary no ha podido comer ni un pedacito de sandía. Ni su selección ha ganado un partido ni hasta él, hasta hoy, ha jugado un minuto de juego. Pero en su corazón nunca pereció la ilusión.
Hoy es un día de victoria para Essam.
Así se lo anunció a The Guardian: “Vencer un récord como el jugador más veterano es un logro para mi país antes de para mí. Sin embargo, me haría muy feliz”, dijo la muralla humana.