Era 1970. Una familia costarricense promedio disfrutaba de su tarde cualquiera: algunos hermanos se encontraban en la sala, la madre ocupaba la cocina y el padre probablemente estaba trabajando. Fue hasta que llegó William, uno de los 11 hijos de la familia Esquivel Mayorga, que se percataron de que algo andaba mal.
Ingresó por la puerta y recorrió el pasillo, hasta que se detuvo en uno de los sillones. Permaneció inmóvil, con la mirada perdida en la pared. No observó a sus familiares, ni mucho menos dijo una palabra. Aunque fue momentáneo, el episodio generó suficiente preocupación como para que los padres buscaran ayuda de donde pudieran.
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Este fue el inicio del amargo calvario de una familia profundamente religiosa, que por más de una década depositó su confianza en Dios para ayudar a William. No fueron uno, ni dos, ni tres, sino siete exorcismos que el joven de 15 años experimentó.
¿Qué es y quiénes practican un exorcismo?
Un exorcismo, a grandes rasgos, puede describirse como el proceso de expulsar a un demonio o una fuerza maligna de una persona poseída. Esta práctica se lleva a cabo tanto en el catolicismo como en otras doctrinas, ya que ante la manifestación del mal, las personas suelen acudir a individuos con conocimientos espirituales en busca de ayuda.
Si bien las historias en el cine o la literatura han sugerido que estas prácticas son exclusivas de la religión católica, lo cierto es que se llevan a cabo en distintas creencias y culturas. Cada una de ellas puede emplear diversos métodos para tratar de expulsar o apartar al demonio de un cuerpo poseído, acordes con su espiritualidad.
Jafet Peytrequín Ugalde, sacerdote y encargado de organizar los cursos de exorcismos en Costa Rica, que son autorizados por la Conferencia Episcopal, explicó que dentro de la Iglesia católica la única autoridad facultada para realizar un exorcismo es el obispo. Por lo tanto, en el país, solo nueve personas tienen esa capacidad dentro del catolicismo.
Sin embargo, el obispo puede delegar de manera temporal el servicio de realizar exorcismos a un sacerdote particular. Estos permisos se otorgan por un período específico o para un caso particular, pero no son una práctica abierta. En la actualidad, solo un sacerdote en Tilarán cuenta con tal autorización. Peytrequín, por su parte, no tiene intención de participar en los ritos, sino que aborda el tema desde un enfoque académico.
La Nación contactó a la oficina de prensa de la Conferencia Episcopal para obtener información sobre el número de exorcismos católicos realizados en Costa Rica; sin embargo, no existe registro sobre este dato. Aun así, a pesar de la falta de estadísticas, los exorcismos católicos siguen siendo una realidad y trascienden en la memoria de los costarricenses, como es el caso de la familia de William Esquivel Mayorga.
Por otra parte, desde la perspectiva de la neurociencia, los exorcismos no existen. De acuerdo con Francisco Golcher, psiquiatra y presidente de la Asociación Costarricense de Psiquiatras, las personas pueden experimentar cuadros psicóticos, tener alucinaciones o sufrir delirios paranoicos, por lo que se rechaza la idea que una persona esté poseída. En cambio, la medicina clasifica estos episodios como trastornos mentales.
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El origen de los siete exorcismos
La historia de William, el joven que experimentó siete exorcismos, es narrada por su hermano menor Arcadio Esquivel Mayorga, quien hoy tiene 65 años. Detrás de su profesión como uno de los caricaturistas más prominentes del país, carga consigo esta etapa oscura que marcó para siempre a su familia.
William y Arcadio crecieron junto a sus otros nueve hermanos y sus dos padres en Cebadilla de Turrúcares, Alajuela. Llevaban una vida apacible, eran unidos y frecuentaban ir a misa; como una devota familia católica. Fue hasta que, en un episodio de ira sumamente disruptivo, William decidió abandonar el hogar para comenzar su vida por aparte.
Con apenas 15 años, dejó atrás a sus seres queridos por más de un año. Fue un período oscuro y espantoso, en los ojos de Arcadio, porque nada volvió a ser igual. Ni en aquel entonces ni ahora lograron comprender qué fue lo que le sucedió durante la ausencia de su hermano, pero lo cierto es que regresó con un comportamiento que jamás se habrían imaginado.
“Ocurrió en medio de un gran pleito. Él sale y abre una puerta corrediza que había en la casa, muy grande, y se interna en la oscuridad. Era julio del 69, no llovía y estábamos en verano. Lo único que vimos de él fue que andaba con una camisa que ya no se veía. Se perdió completamente en la oscuridad”.
— Arcadio Esquivel Mayorga.
Cuando regresó, su familia residía en Colima de Tibás, San José. Para ese momento vivían siete hermanos en el hogar, puesto a que los otros cuatro se habían casado y formado sus propias familias. Fue en esta casa donde ocurrió el primer episodio de algún tipo de posesión, que aunque no tuvo la intervención de alguna persona o medium, sí desencadenó una serie de siete exorcismos que culminó hasta 10 años después.
Desde que William ingresó por la puerta principal, su mirada se perdía. No saludó ni dijo una sola palabra, sino que se sentó abruptamente y colocó sus brazos como si fueran dos rocas ancladas al sillón.
Un rato después, empezó a agitarse y se levantó. Su madre, alarmada por su comportamiento inusual, lo llevó a una habitación al final de la casa. Comenzó a gritar, mientras expresaba que se sentía atrapado en algún lugar extraño y suplicaba que lo sacaran de allí.
El muchacho seguía sin dirigir la mirada a sus familiares cuando empezó a retorcerse en la cama. El movimiento era tan intenso que todos tuvieron que sujetarlo entre sí, agarrándolo por sus brazos y manos, para que pudiera soportar la situación.
Toda la familia pasó la noche en vela, esperando que el joven se calmara. Finalmente se levantó, ya en la madrugada, y ya miraba a las personas a su alrededor; William volvió a ser el de siempre.
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La secuencia de un exorcismo
Los siete exorcismos ocurrieron en otra casa céntrica en Tibás, construida por el padre de los hermanos Esquivel Mayorga. En cada uno de estos episodios se repitió el patrón: William entraba a la casa sin hablar o saludar a nadie, por lo que su familia ya sabía lo que venía. Arcadio estuvo presente en todos los exorcismos.
Desde la primera ocasión, llevaron a William a una habitación ubicada casi al final de la casa, la cual nombraron con normalidad como el “cuarto de los exorcismos”. Este episodio tuvo lugar una noche de agosto de 1975, cuando una persona ajena se presentó al hogar con la esperanza de exorcizar a William de una vez por todas.
Arcadio solo recuerda que esta persona no estaba asociada con ninguna religión, y desconoce quién era o de dónde vino. Fue quien primero sugirió que, aparentemente, William estaba poseído. Se le permitió participar por su voluntad de cooperar a punta de fe.
La batalla se intensificó durante dos noches. William veía cosas extrañas, según les decía en medio de un escándalo. Sobre todo, soltaba terribles insultos que sacudían a aquel hogar profundamente católico.
Aun así, quienes presenciaron los exorcismos lo veían como una persona que estaba poseída por un demonio, y no como una extensión de su personalidad. Mientras esto sucedía en el cuarto de los exorcismos, el resto de la familia acudía a la iglesia para rezar intensamente, pidiéndole a Dios que lo liberara.
“Todos recurrimos a nuestra fe católica para luchar, desde nuestra posición, contra eso. El señor que llegó esa vez intentó hacer el exorcismo, pero lo único que hizo fue lograr calmarlo por un momento, por un tiempo, hasta que llegó el tercero, el cuarto y los demás”, agregó Arcadio.
Durante el segundo, tercer y cuarto exorcismo participó una mujer, a quien Arcadio recuerda como una persona de gran fuerza espiritual. Manejó la situación con destreza, ya que cada vez que terminaba uno de los exorcismos, William volvía a su estado habitual como un joven amable y de buenas intenciones.
Estos episodios eran extensos, debido a que duraban una o más noches. Algunos iniciaban a las cuatro de la tarde o al filo de la noche, pero independientemente de la hora, todos los familiares estaban dispuestos a ayudar de alguna u otra manera. Aunque no eran completamente como lo que se muestra en una película, había ciertas similitudes.
William se curvaba, con su cabeza apoyada en el respaldar de la cama y los talones en el borde, de manera que el resto de su cuerpo quedaba suspendido en el aire. Esto no significa que estuviera flotando o levitando, pero sí implicaba que sus hermanos debieran sostenerlo con muchísima fuerza de sus extremidades.
Luego llegaron el cuarto, quinto y sexto exorcismo, con otro hombre distinto a cargo de la operación. Este individuo empleó métodos más inusuales de los que la familia estaba acostumbrada y, a pesar de reiterados intentos, no logró que el demonio revelara su nombre.
Se cree que este aspecto, tal como se muestra en la ficción, es necesario para liberar al demonio del cuerpo. Sin embargo, el sacerdote Peytrequín comentó a La Nación que, para efectos del ritual católico, obtener el nombre no es un elemento constituyente porque el demonio puede engañar.
Ahora bien, lo que comparten los primeros seis exorcismos de William es el uso de hierbas y agua bendita. Los exorcistas las aplicaban rociándolo, de manera que William reaccionaba a su contacto como si le estuvieran prendiendo fuego.
“Después de entender, a través de la misma Iglesia Católica, que los demonios buscan decepcionar tanto a Dios como a los familiares o a las personas cercanas o amigos de un individuo durante una posesión, se sabe que mi hermano no tenía culpa, era una buena persona (…). Fue una transformación muy grande, penosa y además de eso desgarradora, porque ver a un hermano en esa situación es bastante complicado”.
— Arcadio Esquivel Mayorga
El cierre de una posesión demoníaca
10 años después de que William empezara a experimentar aquellos episodios, la familia tuvo paz. Una paz que fue asegurada única y exclusivamente por un sacerdote, quien realizó el sétimo y último exorcismo.
Ya era principios de 1980 cuando la esposa de William, quien para entonces ya estaba casado y tenía alrededor de 26 años, contactó al cura. Ninguno de los familiares recuerda el nombre del clérigo, pero sí tienen claro que entró a la casa con una fuerza que parecía divina.
Peytrequín explicó que una persona poseída está en un estado permanente, pero este no es necesariamente continuo. Es decir, las posesiones no se manifiestan en todo momento, sino que hay periodos más intensos que otros. Además, durante los lapsos en los que no hay manifestaciones, la persona puede llevar una vida normal.
Volviendo a la historia. El sacerdote que actuó como exorcista saludó a todos los familiares de William y les advirtió que sería una lucha intensa; debían expulsar al demonio cuanto antes. A pesar de ello, les aseguró que no debían preocuparse, ya que la protección de Dios estaría a su alrededor. Estaba tan ceñido en realizar el exorcismo, que no esperó al permiso de la iglesia para hacerlo, el cual solo se puede recibir a través de un obispo.
Con una seguridad inquebrantable, el sacerdote avanzó por el pasillo hasta llegar al cuarto de los exorcismos donde se encontraba William. Eso sí, antes de ingresar, se vistió con las piezas esenciales de su indumentaria: una estola alrededor de su cuello, colocada sobre su sotana larga y negra, y una casulla sobre los hombros que caía por todo su cuerpo.
Una vez dentro de la habitación, el cura se apoyaba en una Biblia y, durante horas, se dedicó a rezar. También portaba agua bendita y un crucifijo en su pecho, el cual quedaba al frente de la mirada de William, quien prefería observar al techo o cualquier otra parte de la habitación para evitarlo.
Horas más tarde, mientras el sacerdote continuaba “desalojando al demonio”, William dejó de estar rígido. Incluso llegó a hablar, por momentos, con sus hermanos. La intensidad de sus movimientos se fue reduciendo hasta que finalmente quedó completamente calmado.
Aunque estaba en un estado de relajación, el sacerdote continuó rezando. No confiaba en que el demonio se hubiera ido por completo de su cuerpo, hasta que media hora después, cuando ya era el amanecer, se dirigió a la sala y anunció a su familia: “El demonio ya no habita en él”.
Desde entonces, William empezó a comportarse como su personalidad usual. Se sentaba en cualquier parte de la casa, acompañaba a su madre en la cocina y participaba en las conversaciones con sus hermanos.
La vida después de siete exorcismos
Después de vivir los siete exorcismos, surgió un tipo de pacto de silencio entre la familia Esquivel Mayorga. No fue necesario discutirlo para darse cuenta de que nadie volvería a hablar sobre lo sucedido, hasta que Arcadio retomó el tema para su tesis en escritura creativa en la Universidad Internacional de la Rioja, de España. La tituló La Casa de los Exorcismos y la defendió en diciembre del 2023.
Es comprensible el silencio, puesto que fueron momentos de suma angustia que les marcó para siempre. Los días se convirtieron en noches, y las noches se transformaron en años de agotamiento físico y emocional.
“Cuando llegaban esos capítulos todo se arruinaba por completo. Pero la cosa volvía aflorar un tiempo después. Al final todo comenzó a florecer y nosotros nos convertimos en personas más comprensivas hacia muchos males”, añadió Arcadio.
William continuó con una vida tranquila y pacífica. Aunque sus problemas de ira persistieron, una consulta con un especialista en el hospital psiquiátrico determinó que nunca sufrió de esquizofrenia u otro trastorno mental. Años después, en el 2011, falleció por causas no relacionadas con su ira o los exorcismos. Tenía 57 años y sufrió un ataque al corazón mientras dormía.
La historia que acaba de leer se la compartimos con el visto bueno de su esposa y familiares.
“Fue como una especie de muerte silenciosa, cómoda. Como quien dice, si él tenía que sufrir algo, ya lo había sufrido y se fue muy tranquilo (...). Él era una gran persona, generosa. Un hombre bastante creyente, pero algo le pasó en la vida que tuvo que pasar por esos capítulos negros y que nos envolvió a todos nosotros”.
— Arcadio Esquivel Mayorga
En caso de que usted conozca a alguien en una situación similar, la recomendación del psiquiatra Golcher es acudir al centro médico de urgencias más cercano, ya que podría tratarse de un episodio psicótico. Por otro lado, según lo expresado por el sacerdote Peytrequín, si usted es católico y busca apoyo espiritual, puede acudir a una iglesia para recibir acompañamiento dentro de la institución.