Revista Dominical

Anatomía de una noche atroz: reconstrucción minuto a minuto del doble asesinato de primos en el corazón de Heredia

Las vidas de seis personas sufrieron un giro súbito una noche de febrero en el bar Dude’s de Heredia. Fue una noche que pudo evitarse. Esta es la historia completa.

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Carlos Alberto y Jorge Humberto murieron al participar en una riña que originó un tercero que les acompañaba y escapó del bar. Foto: Cortesía.
Carlos Alberto y Jorge Humberto se toparon con un destino fatal al entrar al bar Dude's en Heredia. Foto: Cortesía. (Cortesía/Cortesía)

No se sabe con exactitud en qué momento Jorge Humberto Barboza Abarca quedó en salir a una noche de tragos con un amigo suyo, de apellido Madrigal, el jueves 6 de febrero.

Jorge, conocido como Bam Bam, pasó ese día entre fletes y entregas en su camión. Llegó agotado a la casa de su madre, Xinia Abarca Sánchez, en La Zamora de Santo Domingo de Heredia. Conversaron mientras él disfrutaba la cena. A las 8 p. m., ella le avisó que se iría a dormir. “Voy a ir a descansar y a ver qué hago”, le respondió Jorge.

A seis kilómetros, en San Francisco de Heredia, su primo Carlos Barboza Chacón visitó en la tarde a su mamá para recoger una silla de carro para llevar a su hija de 4 años al kínder. Le preguntó a ella si ya había preparado el almuerzo, pero aún no estaba listo, por lo que se fue a la casa de su pareja y la madre de la niña, en esa misma comunidad herediana.

La juerga empezó desde mediados de la tarde para Carlos, quien a las 6 p. m. se encontró con su amigo, Linares.

Después de pasar por dos bares en San Isidro de Heredia, la salida de Jorge y Madrigal convergió con la de Carlos y Linares, luego de que no se consolidaran los planes de salir con unas amigas en San José. Ese fue el inicio de una cadena de sucesos desafortunados que dejó a los cuatro hombres en un destino fatídico: el bar Dude’s, en el corazón de Heredia, a 75 metros al oeste de la Universidad Nacional. Los primos no salieron vivos de allí, víctimas de un crimen atroz que cualquiera tildaría como un acto más del narcotráfico, no como el desenlace de una salida de amigos.

Los cuatro llegaron en el viejo vehículo de Carlos, un Honda Accord gris modelo 91. Parquearon a unos 25 metros de la entrada; Linares ya se sentía tocado por el alcohol y se quedó durmiendo en el carro. Los otros tres cruzaron la puerta del bar a las 10:38 p. m. momento en que Madrigal se alteró. Allí estaba su exnovia, una joven de 26 años de apellido Gutiérrez.

La muchacha, empleada de un tienda, estaba acompañada de una amiga de apellido Córdoba y de su nueva pareja sentimental, un hombre mestizo, fornido, de casi 1,90 m, de apellidos Guzmán Arias, quien laboraba como guarda en el local, y que ese día estaba libre. Madrigal le recordó que tienen una hija juntos, por quien se disputan la custodia, y le recriminó su presencia en el sitio: “¿Eso es lo que usted quiere para su vida y para nuestra hija, pasar la vida metida en un bar?”. Esa protesta motivó la intervención de los guardas del bar y hasta del dueño, Jean Franco Segura Gómez.

“Él estaba gritándome para que me fuera con él, me jalaba de la mano”, testificó Gutiérrez días después en la Fiscalía de Heredia. Aseguró que Madrigal era violento con ella, la buscaba en el trabajo y por eso le impusieron una orden de alejamiento.

Así empezó la disputa esa noche. “¿Cuál es el problema?”, le respondieron Jean Franco y sus empleados a Madrigal. Lo acorralaron, no podía salir hasta que se peleara con Guzmán, le dijeron. Madrigal hacía lo posible por salirse del embrollo, pero los primos Barboza le incitaron a pelear mientras se tomaban unas cervezas, y decidieron que no se irían hasta terminarlas. Madrigal intentó calmar los ánimos con su exnovia y Guzmán, pero nadie se calmó.

Más bien, los guardas bajaron las cortinas metálicas. “Pelee y se quita la cólera con ese mae”, le recomendó Jorge.

Madrigal testificó que los mismos hombres que lo arrinconaron, luego lo terminaron sacando a empujones. Desde la acera, el hombre le pidió a un guarda apellidado Palacios García que llamara a Carlos y a Jorge, pero este último insistió en que querían acabarse las cervezas.

Al lado de Madrigal, Jean Franco hablaba por teléfono. Solo lo escuchó decir “es que llegaron unos maes aquí”, y luego de colgar, le alertó que iba a llamar a unos “saiyajines”. “Vea, mae, yo llamé a una gente, si aquí somos varios ya viene más gente para acá, toda mi familia son peleadores y tenemos hasta gatilleros, usted no sabe con quién se está metiendo”, le advirtió. Jean Franco lo empujó, y del bar salió un hombre de pelo largo que le dijo “váyase o sabe lo que le espera”.

Madrigal estaba tenso, la situación escalaba. Llegó al carro de Carlos y Linares se había ido a un restaurante de comida rápida cercano. Otra vez le pidió a Palacios que llamara a los primos, hasta que el guarda le pasó el recado de que Bam Bam “le iba a meter unos pichazos” si no se iba. Dejó de insistir, caminó hasta la UNA y tomó un taxi rojo para su casa en San Isidro.

Unos minutos después, las cámaras de seguridad captaron a Jorge saliendo del bar para orinar en la calle, y luego regresó. Esa fue la última vez que se le vio afuera del local. El pleito con Madrigal dejó una ira acumulada en el ambiente, y en su ausencia, la bronca se trasladó hacia Carlos y Jorge, al punto de que este último le alertó por mensajes a una amiga que él estaba en riesgo.

A las 11:43 p. m. un hombre con chaleco de seguridad salió de Dude’s, se montó al carro de Carlos y lo movió al frente del bar, que ya tenía las cortinas cerradas, según se registró en las cámaras de seguridad secuestradas por el Organismo de Investigación Judicial (OIJ). Poco después, tres personas salieron del bar, se montaron en tres motocicletas estacionadas al frente y las metieron al edificio.

A la 1:23 a. m., Gutiérrez y Guzmán tomaron un Uber. A los dos minutos, llegó un Hyundai Tucson, se bajaron cuatro personas y una quedó afuera del bar. Era la “cuadrilla” convocada por Jean Franco (calificada así por Palacios). “Fue cuando Jean le dijo a los que llegaron que alguien saldría muerto”, relató el guarda de apellido Palacios a los investigadores.

El guarda recordó que Bam Bam empezó a amenazar a Jean Franco, tomó a uno de sus amigos de la camisa y empezó una pelea. Entre “la cuadrilla” agarraron a Bam Bam a golpes, mientras uno de ellos, desconocido para Palacios, apuñaló en el cuello a Carlos, quien era ajeno a toda la trifulca, pues de la borrachera se había quedado dormido en la barra. Palacios no se metió porque estaba asustado y en shock, aseguró.

A las 3:04 a. m., salieron dos sujetos, “de los cuales ninguno cumple con las contexturas físicas ni del ofendido Carlos ni de Jorge”, detalla el expediente. Uno de ellos entró al Honda Accord de Carlos, y otro en el Hyundai Tucson. Ambos vehículos se movieron al oeste, al parecer, en dirección hacia San Joaquín de Flores. El Honda no ha sido visto desde entonces.

La entrada y salida de personas persistió a lo largo de la noche, una de ellas salió con un bulto y lo metió a un automóvil. Durante el ajetreo, Jean Franco llamó a su hermano, alias Pelón, por “algo urgente” que no podía decirle por teléfono.

“Yo entré al bar y noté que había mucho desorden, inmediatamente noté que habían (sic) dos cuerpos tirados en el piso, uno se encontraba cerca de los baños y el otro se encontraba por la barra, en ese momento no identifiqué de quiénes eran esos cuerpos, yo vi a mi hermano Jean y le pregunté ‘¿qué pasó aquí?, ¿qué hizo?’, y mi hermano me contó que estas dos personas lo habían amenazado a muerte”, señaló Pelón en su testimonio.

El informe judicial detalla que tres personas metieron los dos cuerpos en un congelador horizontal al lado de la cocina y lo cubrieron con cajas de cervezas, agregó el hermano, quien describió que el piso del bar estaba mojado, con botellas, sillas y mesas tiradas. Al suelo lo cubría el polvo de los extintores, y observó, entre la barra y el cuerpo tendido allí, un cutter y un cuchillo de 30 centímetros ensangrentado.

Pelón le pidió el baño a su hermano, pero él dijo que no funcionaba, y Pelón no quiso preguntar más. “Sinceramente tenía mucho miedo de que mi hermano también me matara a mí”, contó a los investigadores.

El hombre declaró que Jean Franco había adquirido el bar hace un mes aproximadamente, en apariencia porque a él le debían dinero. El sospechoso le habría contado a su hermano en algún momento que tenía una AR-15, y le preguntó si sabía de alguien que la quisiera.

“Deseo indicar que yo nunca participé en ninguna forma en el movimiento del cuerpo y en la limpieza del bar, yo me encontraba nervioso y no sé por qué no fui de una vez a la Policía, pero estaba en shock, por eso no supe cómo actuar. Tengo miedo que me pueda pasar algo a a mí o a familia, porque mi hermano es capaz de cualquier cosa”, aseguró Pelón en referencia a Jean Franco, de 28 años, pálido y de ojos claros. Mide apenas 1,70, pero su contextura corpulenta le permitía ofrecer servicios de vigilancia en bares.

La cuadrilla se fue pasadas las 4 a. m. Palacios quería irse también, pero su jefe no lo dejó. “Me dijo que yo estaba involucrado y me amenazó, me dijo que si yo testificaba en la cárcel o afuera me iba a matar”, y después le pidió ayuda para limpiar. Hasta las 6 a. m. pudo marcharse a su casa.

Ese viernes, Madrigal le mandó mensajes a su amigo Jorge, y como no los respondía pensó que se había molestado. A Carlos le escribieron su hermana y su papá. Aparecía el doble check en los mensajes, pero la falta de respuestas acumulaba la angustia.

Aquel día, mientras las familias de los primos trataban de reconstruir qué había pasado con ellos, Jean Franco buscaba cómo escabullirse.

Esa tarde le pidió a un amigo porteador, de apellido Vega, que lo llevara a Los Ángeles de San Rafael, a la casa de un amigo. En el camino, Jean Franco le preguntó cuánto le cobraría por llevarlo hasta la frontera con Nicaragua, donde planeaba visitar a la mamá de su novia. Al ser amigos cercanos, le respondió que solo le diera lo que él considerara apropiado. No detallaron fecha ni hora del posible viaje al norte.

Jean Franco también le pidió a su hermano que contactara a un peón de construcción para hacer unas remodelaciones en el bar. Pelón llamó a un hombre de apellido Delgado que ni siquiera terminó el trabajo que le contrataron.

Al entrar el viernes al local junto a Pelón, Delgado observó a varios hombres limpiando. Vio a dos mujeres: la novia de Jean Franco y otra que no reconoció. Jean Franco lo llevó al sótano, “donde les mostró el lugar y comentó que tenía planes para hacer un cuarto allí”, según el legajo.

Entrada la tarde, el guarda de apellido Guzmán volvió al bar, ahora sí a trabajar. Se encontró con un gran desorden, y el polvo de los extintores esparcido por el suelo. Preguntó que había pasado, y solo le respondieron que se pusieron a jugar con los extintores.

Córdoba, la amiga de la muchacha apellidada Gutiérrez Hernández, también entró al bar esa noche. Notó los indicios de que algo había ocurrido la noche anterior después de que ella se fue. Había un papel amplio en el suelo, manchado con sangre cerca de la sección V.I.P. del bar, que poco después recogió un empleado del bar. “Se le vino la regla a alguna mujer, porque hay mucha sangre”, recordó que dijo el guarda Palacios. Cuando fue al baño, vio toallas con sangre dentro del sanitario.

El peón, Delgado, llegó a trabajar a las 7 a. m. del sábado, con el objetivo de excavar un hueco para instalar el baño del cuarto. Allí estaban Jean Franco, su novia, Palacios y un hombre de complexión gruesa con colochos. Poco después llegó Guzmán. Mientras laboraba, Palacios y el sujeto de colochos le preguntaban con insistencia sobre sus avances.

Segura luego le ofreció ayuda, y el peón accedió. Más tarde se unió un joven a los trabajos, quien terminó reemplazando a Delgado, pues él interrumpió la tarea por la constante presión que sentía.

Segura había acordado pagarle ¢100.000, y para comprar materiales le transfirió ¢40.000. Como decidió no continuar, el peón no reclamó el resto del dinero, y más bien devolvió ¢20.000. El hombre aportó a los investigadores fotos del progreso del hueco que no terminó de cavar.

Durante las horas siguientes a la desaparición, la hermana de Carlos empezó a escuchar rumores en el barrio, de que vieron a su hermano en los bares de San Isidro, junto a Jorge. Un vecino de Jorge aseguró haberlos visto en el bar Dude’s, de donde salieron con una mujer. Tras recibir esa información, la hermana y su madre se dirigieron al establecimiento, donde las atendió Jean Franco mismo.

La madre se quedó afuera. El dueño le comentó a la hermana de Carlos que Jorge tuvo una discusión con otros hombres, pero la situación se controló. Aseguró que los primos estuvieron ahí por 40 minutos, y salieron junto a una mujer.

Antes de irse, Jean Franco les dejó su número telefónico para coordinar la entrega de los videos de las cámaras de seguridad. Cuando la hermana le escribió, le dijo que solo los podía entregar si llegaba el OIJ. Ella insistía, pero él reiteraba excusas. Ante su reticencia, no le escribieron más.

La falta de respuestas motivó a la madre a presentar la denuncia por desaparición en el OIJ de Heredia.

La desaparición también encendió temores en la novia de Carlos, no solo por la incertidumbre de su paradero, sino también por posibles represalias contra ella, por lo que se fue a vivir donde sus padres.

La desesperación era insoportable, y aún así se incrementaba con cada segundo sin noticias. La madre de Jorge preguntó en hospitales, buscó infracciones de tránsito recientes, consultó ingresos a centros penales y hasta en Medicatura Forense. Pegaron volantes en los postes de Heredia, incluido uno cerca de Dude’s. El aviso de su desaparición ya se compartía en páginas como El Isidreño Informa. Agentes judiciales accedieron a los registros telefónicos de los primos Barboza, comprobaron que su última actividad fue el 6 de febrero.

Una amiga de Carlos aportó al OIJ un video que él le mandó por WhatsApp la noche del jueves, dentro de Dude’s. Él le advirtió que había “un mosquero raro en el lugar”, donde había gente “que les quiere hacer un paseo millonario”, en referencia a un secuestro extorsivo.

Bar donde aparecieron cuerpos de primos desaparecidos
Las familias pegaron volantes a lo largo y ancho de Heredia. Foto: Rafael Pacheco Granados. (Rafael Pacheco Granados/Rafael Pacheco Granados)

El lunes por la mañana, Jean volvió a hablar con su amigo porteador. Le dijo que ya quería viajar a Nicaragua, y le preguntó si estaba disponible ese mismo día en la tarde, pero Vega no podía. Se vieron de nuevo esa noche, en el bar Music en Heredia. Llegaron en grupos separados, pero Jean se le acercó para proponerle ir a Dude’s a acordar los detalles del viaje. Pactaron que lo pasaría a recoger al mediodía del martes a su casa. Así pasó, y después recogieron a la novia de Jean Franco, para luego partir al norte. No llevaban equipaje, solo dos bolsas reutilizables y el bolso de la mujer.

Jean y su novia le dijeron a Vega que iban a pagarle a alguien para atravesar la frontera ilegalmente, sin detallar a qué parte de Nicaragua iban. Según Pelón, Jean Franco le mencionó en su despedida que el destino era una finca en la playa, a unos 15 minutos de la frontera con Costa Rica, donde el dueño de Dude’s planeaba abrirse una pulpería. Al porteador, Jean le dijo que iba para Nicaragua por una semana.

Llegaron a las 7 p. m. a la frontera, Jean y su novia se bajaron del carro y emprendieron su migración sin papeles. Esa misma noche, Guzmán le trasladó a Vega ¢36.000 vía Sinpe.

Mientras tanto, todos los indicios del OIJ apuntaban al bar Dude’s y las personas que estuvieron allí la noche del 6 de febrero. Las cámaras de seguridad mostraban con claridad que movimientos anómalos ocurrieron durante esa noche y madrugada en el céntrico local herediano, donde, según la hipótesis del Ministerio Público, se cometió el delito de privación de libertad.

A las 8:50 p. m. del 10 de febrero, el Juzgado Penal de Heredia dio el visto bueno a la Fiscalía. Los agentes judiciales allanaron Dude’s y se encontraron a Guzmán Arias, de 22 años; Gutiérrez Hernández, de 26 años; Palacios García, de 19 años; Bonilla Alvarado, de 23 años; y Córdoba, la amiga de Gutiérrez. Todos menos Córdoba quedaron bajo arresto, y Bonilla luego fue separado de la causa porque la Fiscalía concluyó que no participó del crimen. En su ausencia, Jean Franco quedó identificado como sospechoso en fuga, y ya era conocido ante la justicia por lesiones y robo agravado.

Fotografía policial de Jean Franco Segura Gómez, sospechoso de homicidio en Heredia, capturado en Nicaragua y extraditado a Costa Rica.
La imagen del fugado Jean Franco Segura Gómez se difundió de forma masiva. (OIJ/OIJ)

En el sitio decomisaron varios celulares, 24 cartuchos de fogueo o de salva, una grabadora y una tableta.

Los primos no aparecían, los agentes judiciales se vieron obligados a inspeccionar cada rincón. Lo ocurrido parecía menos una privación de libertad y cada vez más un doble homicidio. La Unidad Canina se presentó, pero no ordenaron al perro olfatear el suelo en procura de su salud, porque el lugar seguía cubierto por el polvo de los extintores. Sí detectó sangre en paredes y las puertas cercanas al baño de hombres y al cuarto de limpieza.

Poco después de la 1:30 a. m. del 12 de febrero, después de que todos los imputados solicitaron salir y fueron trasladados a celdas judiciales, los agentes bajaron una escalera al fondo del bar que llevaba a un pequeño aposento subterráneo. Allí abajo, un pasadizo condujo a un cuarto diminuto, con un cúmulo de tierra en el piso, una pala, concreto removido, un pico, un mazo y una escoba, acompañados por colillas de cigarros. Por una ventana entraba una extensión eléctrica que alimentaba dos lámparas en la pared. Al fondo del pequeño cuarto, vieron una fosa.

Los primos Carlos Alberto Barboza Chacón, de 32 años y Jorge Humberto Barboza Abarca, de 33 años, fueron enterrados en un bar frente a la UNA en Heredia. Foto: Tomada El Isidreño Informa
El allanamiento se extendió durante toda la madrugada. Foto: Tomada El Isidreño Informa. (El Isidreño Informa/El Isidreño Informa)

Los agentes tomaron sus picos y palas. La excavación dio resultados a los 87 centímetros de profundidad: un pie humano apareció en medio de la tierra. A un metro de profundidad, un envoltorio de plástico negro, y se extrajo el primer cadáver, vistiendo una camisa café de botones, una jacket negra, jeans y tennis blancas. En la bolsa delantera derecha de la jacket había una billetera, con cédula de identidad y licencia de conducir a nombre de Carlos Alberto Barboza Chacón, de 32 años.

Fosa del bar de Heredia donde metieron a primos asesinados. Foto: Cortesía para La Nación
En esta fosa, agentes del OIJ encontraron a los dos primos. (Cortesía para La Nación/Fosa del bar de Heredia donde metieron a primos asesinados. Foto: Cortesía para La Nación)

Poco les costó a los agentes hallar el segundo cuerpo, con camiseta y jogger negro, y un maletín en medio de las piernas con una camiseta negra y varias facturas. Se trataba de Jorge Humberto Barboza Abarca, de 33 años. En el sótano encontraron también un cuchillo y un cutter manchado de rojo.

A las 4 a. m. la Unidad de Transporte Forense llegó a Dude’s, para mover los cuerpos a la Morgue Judicial en San Joaquín de Flores. La mamá de Jorge y el papá de Carlos recibieron las pertenencias de sus hijos. Fue un demandante allanamiento de madrugada que tardó nueve horas, concluido oficialmente a las 6:25 a. m. Tres minutos después, la Policía Municipal de Heredia clausuró el local.

Este es el bar donde encontraron a dos primos en Heredia, a 25 metros de la UNA
El bar quedó clausurado al amanecer del 12 de febrero. Foto: Rafael Pacheco. (Rafa/Rafael Pacheco)

La autopsia reveló la brutalidad de los homicidios. Carlos, atacado cuando dormía en la barra, sufrió una herida al lado derecho del cuello que le laceró la arteria carótida derecha, más diez heridas en cuello, cara y cabeza con heridas contusas que pudieron ser con un objeto sin filo. En su espalda tenía 48 puñaladas, de los dos a los 20 centímetros de profundidad. Su cerebro quedó inflamado.

Jorge, asesinado a golpes, tenía una herida contusa en el párpado derecho y le dejaron la cabeza en una posición “antinatural”.

La familia de los primos Barboza pasó la noche en vela. La madre de Jorge amaneció en el fatídico bar, mientras el país se despertaba el 12 de febrero con la macabra noticia. “Me dueles en el alma, perdón por no entender tu llamada de auxilio y pensar que bromeabas como siempre lo hacías”, publicó en Facebook una amiga de Jorge que recibió su último mensaje.

Dos días después, el Juzgado Penal de Heredia ordenó tres meses de prisión preventiva contra Palacios, mientras que Gutiérrez y Guzmán deben cumplir arresto domiciliario con monitoreo electrónico mientras avanza el proceso penal por presunto homicidio simple.

El rostro del fugitivo Jean Franco se publicó en cada medio de comunicación. Por su posible huida hacia Nicaragua, sobre él pesaba también una orden de captura internacional de Interpol.

Las sospechas se confirmaron la tarde del 25 de febrero. Jean Franco Segura Gómez fue capturado por la policía nicaragüense, y al cierre de edición el Poder Judicial costarricense estaba a la espera de su extradición. Las autoridades de Nicaragua no dieron detalles sobre su arresto, ni qué tan cerca quedó de cumplir su pretensión de esconderse de la justicia en una pulpería playera.

Yeryis Salas

Yeryis Salas

Periodista. Bachiller en Periodismo de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva de la Universidad de Costa Rica.

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