A los nueve años, Sindy Ramírez reunía a sus amigos en el parque del barrio de Tibás donde creció. Ahí les leía el libro del Apocalipsis de las biblias azules que solían regalar, en aquellos tiempos, en escuelas y colegios. Otras veces los convocaba en el mismo lugar vestidos con la ropa al revés para llevarlos a buscar duendes y brujas que nunca encontraron.
Inevitablemente esas conductas marcaban la diferencia de la entonces niña que prefería leer investigaciones científicas y libros de actividades paranormales o místicas. Sindy siempre tuvo claro que ella era diferente a los demás y asumirlo desde pequeña le facilitó caminar por la vida entre una sociedad que ve con recelo a quienes son diferentes o tienen gustos distintos, como ella.
Conforme crecía, esa inclinación por los contenidos paranormales, espirituales o de movimientos mundiales a los que les tenía corazonada de ‘malos’, la comenzaron a aislar de círculos sociales y le pasaban factura en la cantidad de amigos que podía sumar. Tampoco le importaba.
“Nunca fui la popular ni del colegio ni de la escuela; al contrario, era de las más retraídas. Sí tenía amigos, pero no muchos”, recuerda. “Sufrí cuando estaba en el colegio de bastante bullying y en el barrio donde crecí. Eso me hizo retraerme mucho y meterme más en los temas de investigación. Entonces me encantaba ver videos musicales, películas de terror, series como Misterios sin resolver o Los expedientes secretos X, y todo ese tipo de contenidos que generaban algo de conocimiento en mí”.
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Tampoco resiente que por sus particulares intereses se haya ganado el seudónimo de “la rara de la familia” entre sus allegados y amigos, y a manera de anécdota comenta que muchos se cuidan de invitarla a alguna actividad social porque siempre se queda en una esquina con dos o tres personas –primero–, hablando de cosas paranormales.
Pronto tiene a todos los invitados de la fiesta a su alrededor escuchándola desgranar temas como los Illuminatis y el nuevo orden mundial, la red de pedofilia y otros menos controversiales como los vampiros, viajes astrales, la parálisis del sueño, los extraterrestres, ángeles...
Esos tópicos son, en general, los que la empresaria, locutora y presentadora de televisión predica desde La caja de Pandora, un proyecto que comenzó en radio hace ocho años y que ahora se aloja en su propio canal en YouTube.
El nombre hace referencia a la Pandora de la mitología griega, la curiosa mujer a la que los dioses le dieron todos los dones y le ordenaron nunca abrir la caja que contenía todos los males de la humanidad, mandato que desobedeció.
La producción es una de las vitrinas que le sirven a Sindy para cumplir con la misión, como llama ella a ese trabajo de vocería que busca, según dice, despertar a la sociedad del letargo en que cayó por cuenta de movimientos liderados por las élites y que solo buscan desatar el caos global y llevar al ser humano a una expresión mínima.
“Soy la rara de la familia y de mis pocos amigos, pero la mirada de ellos es desde el amor; con la demás gente sí ha sido complicado porque no siempre hablar de eso es bien recibido para todo el mundo. La gente no quiere saber la verdad, no quiere llenarse de problemas, quiere vivir en un país feliz sin saber realmente si ella es feliz. Muchas veces la gente recibe estas informaciones con miedo o de manera despectiva. A veces dicen que estoy loca, que solo hablo de teorías de conspiración y que los conspiranoicos estamos locos. Nos encasillan y nos etiquetan”, afirma.
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Ramírez, de 39 años, ni está ni se siente loca; mucho menos se considera una conspiranoica porque ella no cree, por ejemplo, que la Tierra es plana ni empatiza con movimientos como el antivacunas, por mencionar alguno; aunque sí ha estudiado temas que comienzan siendo llamados ‘teorías de conspiración’ y que más tarde se comprueba su existencia, como la red de pedofilia de Jeffrey Epstein y el Lolita Express (nombre del avión privado del fallecido magnate).
“Yo no creo en absoluto todas las teorías de conspiración, yo investigo con conciencia y defiendo hasta el final”, señaló con la intención de demarcar la cancha.
El descubrimiento
La seguridad con la que Sindy afirma estar cumpliendo la misión por la que vino a la Tierra la sustenta en tres periodos distintos de su vida y que la encaminaron hasta la oficina donde trabaja en la actualidad, en su casa en Barva de Heredia.
Fueron tres oportunidades en las que intentó traicionarse a sí misma sobre lo que “quería ser de grande”. La primera data de cuando salió del colegio y comenzó a trabajar como asistente en las secciones de Homicidios y Fraudes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
Durante el día, en esas unidades quemaba su fiebre por la investigación; pero en las noches, muy fiel a su personalidad inquieta se iba a meter a las oficinas de los investigadores de homicidios, de criminología o de recolección de indicios para analizar expedientes con ellos y aprender cómo hacían las pruebas y los análisis.
Había comenzado a estudiar Derecho –carrera que no concluyó– y a los casi ocho años de trabajar con el Poder Judicial tuvo un accidente laboral en su mano que la incapacitó por un tiempo.
En medio del periodo de convalecencia renunció a su puesto en el OIJ porque así lo quiso. De inmediato se cuestionó qué haría ahora.
A esa altura se le impuso la afinidad que siempre había tenido por la moda y la creatividad, y el ingenio que podría imprimirle al mercado nacional esos gustos. Ingresó a estudiar Administración de Empresas con énfasis en Mercadeo y Ventas y con una tía lanzó una línea de trajes de baño para mujeres con ciertas características físicas.
El proyecto nació con capital que provino de sus ahorros y de un préstamo bancario. Se levantó en barrio La California, contiguo a una soda que alzó en llamas cuando el negocio de Sindy ardía en éxito. Su emprendimiento lo consumió el fuego.
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A pesar del devastador escenario, el mercado seguía favoreciéndola. Sindy buscó otro préstamo bancario sobre el primero para levantar de nuevo el negocio y, al poco tiempo, recibiría otro golpe: el hampa vació el local y la dejó, otra vez, sin nada.
“No sé qué fue peor: si ver toda la tienda quemada o toda la tienda robada. En esa época no tenía buena relación con Dios, pero me senté en medio de la tienda vacía, porque se llevaron hasta los ganchos, alcé la mirada y muy muy malcriada le grité (a Dios) que qué quería de mí, que qué me quería decir con eso; porque yo no entendía nada. Le dije que era un golpe sumamente fuerte y que si no debía seguir con lo que venía haciendo, le exigí que me dijera qué hacer”, cuenta Ramírez.
No esperó mucho tiempo por la respuesta. Horas después el locutor Jair Cruz le pidió incorporarse a un proyecto radial donde se exploró como locutora. Paralelamente continuaba desarrollando investigaciones sobre los temas de siempre pero como hasta ahora: con fines estrictamente personales. Los estudios en Administración fueron congelados.
Una vez, Sindy se cuestionó si habría en el país más personas con los mismos intereses que ella, y le propuso a Cruz una sección semanal en un programa que él lideraba en el dial de aquellos tiempos.
“Me preguntaba si alguien más tenía los mismos intereses, si alguien más creía en extraterrestres, en las cosas paranormales, espirituales, en el nuevo orden mundial... No creía que estuviera sola y entonces presenté la idea de hacer un programa donde yo hablara de esos temas, con el fin de buscar más gente con los mismos intereses y poder iniciar una comunidad aquí”, comenta sobre el surgimiento de Martes de susto, como se tituló el segmento.
La personalidad del espacio no fue tan amigable con el perfil del programa de Cruz, pero sí había logrado rastrear a muchas personas con sus mismos intereses de conocimiento e investigación. Ahí fue cuando lanzó un proyecto mayor en radio Yeah!, del canal VM Latino: La caja de Pandora.
Nació Pandora
El proyecto radial luego ocupó otras estaciones del FM y le otorgó a Sindy a su alter ego: Pandora.
“Ser Pandora es estudiar, cuestionarse todo, es preguntar, ver las cosas con una mirada mucho más profunda y más allá. Es no ver las cosas como la mayoría del mundo las está viendo”, explica.
Entre Pandora y Sindy las diferencias son sustanciales. Sindy es más tranquila y más callada, Pandora es explosiva y hablantina; Sindy es empresaria (es propietaria de 11:11 Producción y Mercadeo), vive entre computadoras (en unas ve documentales y en otras desarrolla los trabajos de su empresa) y se pregunta el por qué y para qué de todo; Pandora busca poner en evidencia a la masa los intereses que grupos superiores quieren imponer en un mundo que, asegura ella, cada vez normaliza todo tipo de conductas y ve por debajo del hombro acontecimientos que persiguen algún objetivo de ellos.
“Cuando entro como Pandora, cuando usted me pregunta algo pandoriano, para mí es algo tan serio, que inmediatamente es como si se me activara un interruptor para hablar de una manera concreta, directa y con todas las pruebas posibles, no solo para que usted logre entender lo que estoy diciendo, sino porque es una responsabilidad muy grande para mí hablar eso y me interesa que el mensaje sea el correcto”, subraya.
Sindy dice que expone todos esos temas tabú con la esperanza de que algún día toda la maldad liberada por Pandora regrese a su caja y se pueda cerrar para siempre. “Hay muchos males que aquejan a la humanidad y mi esperanza es darlos a conocer para que la gente se cuide de ellos. Amo a mis pandorianos y ellos son mi misión”, dice.
“No hablo públicamente de cosas que no abonen a mi misión. Hago giras por los colegios sobre educación financiera o ciberseguridad con mi equipo de hackers, pero también hago giras donde abordo temas como el suicido silencioso que es algo que en este país no se entiende y que la gente no quiere hablar. Es importante que la gente sepa de temas como la red de pedofilia que empezó hace cinco años en el mundo y que este año y el pasado se comprobó su existencia. Esa red muchos comenzaron a asumirla como conspiración y se volvió realidad, entonces, ¿qué busco yo cuando hablo de todo esto?: que los papás agarren para su saco y se vuelvan cuidadores de sus hijos, que dejen de confiar en nadie y presten más atención a lo que sus hijos ven en redes sociales y la vida real”, enfatiza Ramírez, quien cada año se suma como animadora de Teletón y suma algunas participaciones en el programa de Multimedios, Divas pero divinas.
Su tema
De todos los temas que investiga a diario, Sindy es gran aficionada del relacionado a los Illuminatis y al nuevo orden mundial. “Ha sido mi bandera, mi batalla”, manifesta al respecto. “(El movimiento Illuminati) es una élite que se está encargando de implantar el nuevo orden mundial. Lo único que quieren ellos es desatar un caos controlado. Todo esto que está sucediendo y que ellos están propiciando en Venezuela, Bolivia, Chile, Colombia y otros países, son movimientos de desestabilización que cumplen con algunos de los objetivos de ellos”, opina.
Paradójicamente es también ese movimiento al que más le teme, debido a los extremos a los que pueden llevarse en las diferentes sociedades mundiales. “Le temo al nuevo orden mundial, al desinterés de la gente y a la falta de conocimiento. Me frustra cada vez que alguien me dice que tal cosa no existe y que son teorías de conspiración; a esa ignorancia le temo. Le temo a que la gente se vaya de este mundo sin encontrar su misión porque somos un cuerpo espiritual en una experiencia humana y hay muchos que no se han dado cuenta y se van de aquí sin cumplir su tarea”, declara.
La propiedad con la que se le planta a cualquiera de sus temas ante las consultas –formales o casuales– de su público consume a cualquiera en el mar de las teorías que desarrolla con dominio, es la fuerza de esa personalidad ‘pandoriana’, justifica ella, que quiere alertar a la gente sobre los mensajes que van más allá de una película, un video musical, una serie streaming o de televisión, un anuncio comercial...
“Con Pandora lo que busco es el por qué la publicidad, los medios, la industria del entretenimiento… me dicen solo esto y esto, y el nuevo orden mundial busca que, por el contrario, usted no se haga esas preguntas. Ellos buscan tontos útiles”, asevera.
“Leo mucho e investigo mucho en literatura sobre temas espirituales, paranormales y de energía; temas ritualistas, sectas y sociedades secretas. En la parte de conspiración, tengo un equipo de personas que me colaboran investigando ingresando a ciertos lugares: buscadores (de Internet) donde la gente normal no ingresa. Hay mucha información en la web que los mismos integrantes de la élite crearon esos espacios oscuros en Internet para lanzarla, con el objetivo de que gente como nosotros la pesquemos y la subamos a la Internet ‘normal’”, continúa Ramírez.
La caja de Pandora ya no está en la radio, pero el espacio sigue ganando adeptos en su canal digital, desde donde Sindy hace el ‘perifoneo’ que asumió por afición con Pandora como aliada, esa otra personalidad suya algo rebelde que escudriña y se cuestiona todo.
“Me veo siendo Pandora hasta el final de mis días, porque este es un movimiento en el que la gente puede sacar muchas cosas buenas de sí mismas”, finaliza Ramírez, quien destacó la divulgación de su proyecto con iniciativas en favor del medio ambiente, enfocadas en la atención de emergencias o en beneficio de animales.