Fue hace muchos años, cuando eran tan solo unas niñas. Fabiola Mora no alcanza a contar calendarios, solo recuerda que fue hace “demasiado” cuando vio, detrás de un árbol de manzanas, a su hermana Melissa.
En los alrededores de su casa, en San Ramón, donde se criaron juntas, había montones de estos árboles. Entre los manzanos, pudo notar la silueta esa pequeña niña llorar y llorar.
Melissa, de 34 años, es la hermana del medio de un total de cinco. Fabiola es solo un año mayor que ella.
Se acercaba la Navidad y Melissa le había dicho a su familia que quería una guitarra, pero el compromiso económico familiar era muy grande. Eran demasiados en la casa y un gasto así no podía ocurrir en ese momento.
Ambas tienen la memoria intacta al respecto. Sabían que el llanto de Melissa no era de reclamo; sino de tristeza.
Fabiola se acercó a su hermana y no le dijo nada. Le sonrío. La abrazó.
La historia no es menor: cuando se le pregunta a cada una (por aparte) cuál es el primer recuerdo que les marcó su amistad, ambas recurren a esta postal. La imagen de ambas fundidas en el silencio del patio de su casa las acompañará para siempre.
Hoy, sus postales son otras. Basta seguirlas en Instagram para darse cuenta: Melissa, cantante, modelo y empresaria, es la tica residente en el país con más seguidores en Instagram; Fabiola, modelo e influencer; es su apoyo incondicional. Más que hermanas, dicen ser las mejores amigas de la vida.
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Lazo fuerte
“No éramos de muchos lujos”, recuerda Melissa, sobre su infancia y crianza con Fabiola. En su caja de recuerdos destapa las andanzas en bicicleta por la calles ramonenses y, sobre todo, la imagen de una vieja hamaca que estaba colgada de uno de los manzanos. Corría el año 1994.
Su padre les había hecho la hamaca con sus propias manos y a ambos les fascinaba tirarse allí, acostarse, ver la tarde caer, jugar con muñecas y hablar, hablar, hablar.
“¡Es que siempre hemos sido muy conversonas!”, recuerda Fabiola. “Desde que éramos niñas nos dábamos cuenta de que, más allá de nuestros gustos o lo que quisiéramos hacer en la vida, queríamos estar siempre juntas”.
Su enlace fue especial porque, además, eran las únicas mujeres entre cinco hermanos, por lo que sus padres las vestían igual y les regalaban las mismas Barbies para que jugaran juntas.
“Eso nos unió demasiado”, dice Fabiola, “y aunque ambas crecimos con un carácter suave, ella (Melissa) siempre tuvo una personalidad, desde pequeña, de proponerse cumplir sus sueños”.
Nuestra relación es de puro amor. Somos hermanas, pero también mejores amigas. No hay día que pase en el que no piense en mi hermana, en que no ore porque sea feliz. Para mí la familia siempre es lo más importante”
— Melissa Mora, modelo, cantante y empresaria
De la infancia a la adolescencia, su relación no cambió.
Por allí del 2004, la fraternidad se convirtió en complicidad de pubertad; hablaban de los muchachos que les gustaban, de quienes “le echaban el cuento” a las dos e, incluso, aún teniendo un año de diferencia en sus niveles de colegio por la edad, siempre encontraban la forma de encontrarse en los pasillos o compartir los recreos entre chismes, meriendas y risas.
En medio de esas conversaciones imaginaban su futuro. Soñaban, más que con aspiraciones materiales, con ser felices. “Siempre se trató de nuestra felicidad”, reafirma Fabiola.
En esas tertulias, Melissa le propuso algo a Fabiola: buscar un trabajo juntas. “Si soñábamos tanto con nuestro futuro pues debíamos encontrar una manera de empezar, ¿no? Y qué mejor manera que iniciar ese camino también juntas, con toda la confianza que nos tenemos”, cuenta Melissa.
Ambas se convencieron que debían buscar su primer trabajo y recordaron que su familia tenía una buena amistad con los propietarios de un abastecedor cercano a la casa en que vivían.
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Un día se acercaron a pedirles empleo, fuera en la caja, fuera acomodando comida... Lo que fuese. Y así lo consiguieron.
“Fue vacilón”, recuerda Fabiola, “porque a mí siempre me ponían a hacer todos los quehaceres de limpieza porque era algo que me gustaba. Desde chiquitilla era algo que hacía porque siempre he sido muy ordenada. Melissa no”, dice entre risas.
“Melissa más bien le huía a la limpieza, entonces ella se encargaba de ver otras cosas del negocio, como aprender a empacar los productos, a acomodarlos en cada pasillo, a hacer inventarios y ese tipo de cosas”, rememora la hermana mayor.
Su vida cambió. De día pasaban juntas en el abastecedor aprendiendo de responsabilidad y orden, mientras que se habían matriculado en el colegio nocturno para finalizar la secundaria al salir del trabajo. Les restaban dos años de colegio en aquel entonces.
“Era muy lindo”, recuerda Melissa, “porque literal, desde que nos despertábamos hasta que nos íbamos a dormir, estábamos juntas”, dice.
De hecho, entre los recuerdos que ambas destapan, tienen uno especial. Cuando llegaba Semana Santa, los dueños del abastecedor empezaban a preparar productos propios de la época y Fabiola hacía las empanadas mientras que Melissa se encargaba de preparar el tradicional chiverre. Cada una volteaba a ver lo que la otra hacía, se pasaban los materiales, los ingredientes. Si se acababa algún producto, la otra salía en carrera por más. La cocina les permitió conocerse aún más.
“Cada una se hizo rápida y era como si estuviéramos atadas con un hilo a todas las carreras de la cocina y a todo lo que teníamos que hacer en el abastecedor, que obvio era mucho todo el día”, cuenta entre risas Fabiola, “estábamos muy conectadas y ya trabajábamos casi que en automático. Al final del día nos íbamos a la casa cansadas, pero siempre contentas de haber hecho todo el trajín juntas y ayudándonos”, agrega.
Melissa cuenta que justamente la pasada Semana Santa volvieron a hablar de aquella experiencia en el abastecedor. Fabiola y su madre viven en San Ramón, pero Melissa se mudó a San José.
Con motivo de la fecha especial, Melissa viajó hasta su pueblo natal para compartir en familia y a su hermana se le ocurrió volver a hacer empanadas de chiverre como antes. “La miel que le hice no quedó muy buena, eso sí”, dice riendo Melissa, “pero supongo que lo más importante es que tuviéramos el ratito juntas que, entre tanta cosa que hay, nos aprovechamos mucho cuando nos vemos”.
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Abrir camino
Aunque los tiempos en el abastecedor fueron disfrutados, las hermanas querían ir por más. En el 2006, se propusieron empezar a perseguir sus sueños.
Fabiola recuerda que, desde pequeñitas, ambas eran “muy vanidosas”. “Nos gustaba andar arregladas, bonitas”, recuerda, “y particularmente Melissa estaba fascinada con algo”.
Ese “algo” que ella se propuso era el comienzo de una larga carrera en modelaje. Melissa soñaba con comenzar una vida de fotos y pasarelas, la cual cumpliría. Este mundo le llamaba la atención desde que empezó su pubertad ya que veía en los periódicos a chicas que se veían seguras de sí misma.
Melissa se convenció de que ella tenía todas las cualidades para brillar y, tras contarle a su hermana, encontró el apoyo necesario y ese “espaldarazo” que le hacía falta para, como ella misma dice, “echarse al agua”.
Todo comenzó en un casting que realizó una empresa de bebidas gaseosas en el 2006. Necesitaban modelos que sirvieran para afiches y vallas de ese producto.
Al rememorar aquella ocasión, Melissa admite que había pasado varias noches convenciéndose a sí misma de que tenía lo necesario para el modelaje. Incluso había tenido varios sueños donde se veía desfilando en pasarelas, como muchos flashes disparándo. Creyó que aquellos sueños eran una profecía.
Fabiola, por su parte, recuerda que a la audición llegaron grandes figuras de la época, gente famosa que salía en la televisión. “Yo me decía: ¿qué estábamos haciendo aquí”, dice Fabiola, “pero volvía a ver a mi hermana y la veía tan segura de sí misma...”.
A Melissa la llamaron por su nombre, entró a un pasillo y Fabiola se quedó esperando largos minutos. Eternos minutos. Ella se comía las uñas y temía que las cosas no salieran como esperaba, más que nada, porque no quería que algún jurado hiriera el autoestima de su hermana.
Cuando la vio venir, Melissa regresaba con una sonrisa. En medio de tanta gente que había llegado, la habían elegido.
Después de esa elección, Melissa “se la creyó” y motivó a su hermana a hacer lo mismo. Le dijo que probara también en el modelaje; que “nada perdía”.
—¿Y cómo fue que se dieron cuenta que eran buenas en esto?
—Desde que éramos muy jóvenes éramos muy bonitas, nos gustaba arreglarnos, ser vanidosas. La gente siempre nos decía que éramos muy lindas. Supongo que eso nos dio confianza— cuenta Melissa.
—En tu caso Fabiola, ¿cómo fue para vos esa primera experiencia de casting que tuvo Melissa?
—Fui también metiéndome. Yo soy un poco más tímida que ella, porque ella es muy extrovertida, como más lanzada. Yo no tanto. Pero hay una adrenalina bonita en esto.
Melissa comenzó a aparecer en revistas, en periódicos; a ser invitada a fiestas, a conciertos. Su nombre empezó a sonar.
Fabiola, poco a poco, fue siguiendo sus pasos. Se graduó del colegio en el 2007 y empezó a participar casting, en aparecer en algunas pasarelas pero, mientras buscaba hacerse camino, tuvo que pausar sus intenciones a causa de un padecimiento mayor.
Preocupación
La familia Mora recibió una sacudida y preocupación única: Fabiola fue diagnosticada con cáncer.
Naturalmente, la tristeza llegó a casa con la esperanza del tratamiento. Ella asumió la quimioterapia con mucha fuerza, alrededor del 2012.
“A mí me asombró cómo Fabi pudo mantener su sonrisa, su firmeza e ir a citas, al hospital, no desatender a la familia... De todo”, recuerda Melissa.
Cuando Fabiola comenzó a perder el cabello, Melissa pensó en alguna manera de hacerla sentir mejor. Recuerda que, cuando eran pequeñas, siempre hablaban sobre tener una larga cabellera (como la que hoy gozan) que las hiciera sentir como una de las barbies con las que jugaban.
Incluso, en la adolescencia, se prestaban los productos para el cabello y sometían a prueba y error cuáles eran los que funcionaban mejor para su sedosidad.
Al repasar mentalmente lo importante que era el cabello para Fabiola, Melissa se fue en secreto a un viaje relámpago a Estados Unidos. Escuchó que en Miami había una tienda especializada en pelucas y le compró la que más se asemejaba al pelo que ella tenía. Pasó durante días buscando el color de cabello adecuado.
“Yo lloré cuando me dio la peluca”, recuerda Fabiola, quien logró terminar el tratamiento y ahora es una sobreviviente del cáncer. “Fue un gesto tan precioso, tan delicado de su parte. Ella siempre ha tenido unos ojos únicos para mí. Siempre ha querido mi bienestar”.
Luminoso presente
Melissa Mora es hoy la persona costarricense residente en suelo tico con más seguidores en Instagram. Y gracias a sus constantes historias y publicaciones al lado de su hermana, el nombre de Fabiola ha cobrado fuerza en plataformas sociales.
Después de superar el cáncer, Fabiola quiso lanzarse con fuerza a la luz pública. En el 2022, de hecho, fue finalista del concurso Mrs. Universe, que es dirigido por la exmiss Costa Rica María Teresa Rodríguez.
Para ella, desfilar y mostrarse públicamente le ha dado un segundo aire. Según dice, hay un “no sé qué” especial al estar frente a cámaras, luces y desconocidos; como una mezcla entre adrenalina y una inyección de autoestima.
“Estuve casada mucho tiempo y me separé hace un par de años y de repente me empezaron a llamar para que trabajara en catálogos o en fotos. Quizá por ser hermana de Meli se me hizo más fácil que me empezaran a ver”, cuenta. “El regresar y ser tomada en cuenta para producciones lindas y de primer nivel me ha llenado de mucha felicidad, más después de un momento complicado como lo fue lidiar con la enfermedad”, agrega.
El hecho de que Fabiola esté volcada hacia el modelaje es curioso pues Melissa, más bien, cada vez se ha separado más de las pasarelas. Melissa ha emprendido con fuerza, desde hace dos años, su carrera como cantante y empresaria de su propia marca de jeans; dice estar enfocada por completo en ese horizonte.
Aunque no descarta volver, cuenta que le gusta dar espacio y consejo a su hermana. “Fabi es increíble, cuando ella hace su pasarela o su sesión de fotos se ve maravillosa. Ella es una mujer bella por dentro y por fuera y a mí me llena verla tan feliz y realizada”, dice.
Fabiola asegura que son buenos tiempos para el modelaje; que ahora es una industria mucho más profesionalizada que cuando probó suerte por primera vez, en sus tempranos veinte.
“El ambiente era muy pesado antes, luego me casé y no seguí más”, cuenta.
Ahora, las hermanas dicen que tienen un lugar en común para verse y pasarse consejos: el gimnasio. Melissa bromea con que Fabiola es más disciplinada, que nunca falta para entrenar. Ella, en cambio, siente su agenda más apretada y no va a diario como su hermana. “Pero trato de hacerlo porque ahí nos quedamos hablando horas de horas y la pasamos muy bien”, dice.
Recientemente, las dos Mora aparecieron juntas en la ExpoNovia, en marzo. Las miradas se volcaron hacia ellas.
Fabiola cuenta que, en momentos así, le gusta recordarle su apoyo incondicional a su hermana ya que sabe que, a pesar del masivo cariño que recibe en redes, no falta la gente que la critica.
Aunque Melissa cuenta que a ella nada de eso le afecta, Fabiola igual quiere asegurarse de que su salud mental esté bien; de que los comentarios no la hieran.
En esa ExpoNovia aparecieron juntas y no escasearon las fotos y mensajes de apoyo para ambas. El sentimiento de realización fue total.
“No hay nada más lindo que un momento así”, dice Fabiola, refiriéndose a que no solo hubo fotos y aplausos en el evento, sino gente que se les acercó para decirles que su forma honesta de ser les encantaba y que su historia de vida, además, les parecía fuente de inspiración y motivación.
“Después de tantos años juntas, poder estar en espacios públicos y recibir cariño así de grande es lo más lindo”, cuenta la mayor. “Yo quiero tener a Melissa todos los años de mi vida. Desde ir a un concierto hasta desfilar juntas; tomarnos fotos y subirlas a Instagram... Es que, como te digo, todo lo que vivimos juntas lo guardo con especial aprecio”, finaliza.