Fotoensayo: El último día del 20 y los primeros segundos del 21
En el epílogo, el año de la pandemia se lució con un cielo despejado y un sol radiante desde las faldas del volcán Irazú. Además de escenas tan espectaculares, dejó noticias esperanzadoras como la del reciente arribo de las primeras vacunas, que permiten soñar con una temporada mejor que la anterior.
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PorRafael Pacheco G.(rpacheco@nacion.com)
El principio del final no pudo ser mejor. Por el oeste la luna, en su fase de llena, atrajo las miradas durante la madrugada y su protagonismo solo fue opacado por los envolventes rayos del sol, que apareció por el lado opuesto.
Hubo momentos, incluso, en que surgió la duda de a cuál mirar… o fotografiar. Pero pronto ganó la razón, al satélite se le acababa la noche y el astro rey tenía por delante el día para mostrarnos todo el panorama, hasta hacía poco, oculto.
Y en verdad, no tardaron en aparecer los contornos de las montañas lejanas y otras no tanto, los sembradíos y la llegada de sus cuidadores y el inigualable concierto de los pajaritos, secundando el eco que dejaba a su paso el aire fresco.
A esas horas de la mañana solo aquellos susurros acompañaban tanta belleza de paisaje en vivo. Fue hasta más tarde que llegó, sobre todo a la ciudad, el bullicio de los parlantes con música bailable alternada con la participación de los locutores, y a veces en simultáneo.
Por la tarde hubo tiempo para acicalarse, ponerse con Dios o conseguir los agüizotes que dieran la tranquilidad, antes de que la pólvora cantara doce veces, oficialmente.
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