Como buen seguidor de los concursos de belleza, reviso con cierta regularidad algunas de las páginas especializadas en redes sociales. En uno de estos sitios postearon las fotografías de todas las participantes que estaban buscando representar a México en el Miss Grand International 2020, uno de las reinados más importantes del orbe.
En medio de los hermosos rostros, las pieles de porcelana y las sonrisas perfectas, una de las concursantes me llamó poderosamente la atención: la veracruzana Gabriela Molina. Su indiscutible porte de reina, su sincera sonrisa, su larga cabellera alborotada y su bello rostro impactan sobremanera y más cuando se ve con cuidado toda la fotografía: Gabriela no tiene brazos.
Seamos sinceros: en medio de aquella docena de hermosas chicas, puede que la fotografía de Gabriela llame la atención por su condición especial, pero cuando se mira con detenimiento esa imagen es aún más potente el mensaje de inclusión, fortaleza y positivismo que transmite.
Sin embargo, lo que esa foto muestra es solo un fugaz reflejo de las batallas que ha enfrentado Gabriela desde que nació hace 25 años: desde su incansable lucha por sobrevivir en medio de la enfermedad hasta su incesante búsqueda por espacios de igualdad y respeto entre todos aquellos que la sociedad señala por ser diferentes.
Sí, Gabriela es diferente no porque le falten sus brazos desde que nació o debido a su hermoso rostro: ella es distinta porque tuvo las agallas de cumplir sus sueños, inscribirse en un concurso de belleza, subirse a un escenario para ser juzgada por su aspecto físico y soportar las críticas y señalamientos en redes sociales con tal de llevarle su mensaje al mundo: “Todos somos bellos en medio de nuestras diferencias, imperfecciones e inseguridades”.
Niña guerrera
Gabriela nació el 10 de julio de 1995 en Coatzacoalcos, Veracruz. Desde que llegó al mundo tuvo que luchar por su vida: los médicos le informaron a sus padres que la pequeñita bebé viviría como máximo 15 días a causa de dos soplos cardíacos.
Además, había nacido con una extraña y poco común malformación congénita llamada amelia bilateral, que se caracteriza por la falta de uno o más miembros del cuerpo, en el caso de Gabriela fueron sus dos brazos.
Contra todo pronóstico médico, la pequeña no solo superó esas primeras dos semanas de vida, sino que comenzó una lucha incesante al lado de su familia para superar su problema cardíaco y empezar a vivir en un mundo que la señalaría por no tener sus dos extremidades superiores.
“Me operaron a los tres años para poder cerrar los soplos y pues aquí sigo, después de 22 años, aquí sigo todavía, pero sí confieso que fue muy complicado”, cuenta Gabriela desde su casa en Villa Allende, desde donde conversamos en una videollamada sobre su vida, sus sueños y sus retos.
Desde que comienza la videollamada, Gabriela no para de sonreír y contesta atenta a cada una de las preguntas, siempre enviando mensajes de positivismo e inclusión al final de todas sus respuestas. Como buena reina de belleza luce impecable ante la cámara.
Esa imagen perfecta que muestra ante la cámara contrasta con todo lo que ha tenido que vivir y los retos a los que se ha enfrentado desde que era una niña: “Yo pasé hasta los 10 años en hospitales. Viajaba mucho a la Ciudad de México, tanto para ir a hospitales de rehabilitación como a hospitales de chequeo de salud y luego los dejé”, cuenta.
“A los 15 años me dieron de alta por mis problemas cardíacos pues ya en apariencia no tenía nada. Actualmente, tengo algunas secuelas como que no me puedo agitar mucho porque sufro de taquicardia, pero es parte de mi problema”, relata sin perder ni un segundo ese brillo de alegría que irradia su mirada.
Unos años antes, cuando acababa de cumplir solo 11 años, tomó una decisión que “literalmente” le quitó 30 kilos de encima: “Me daban prótesis para que yo llevara una vida ‘como cualquier otra persona’ con brazos, pero créeme que las prótesis eran muy pesadas. Para mí eran muy incómodas y definitivamente las dejé. Y también dejé de ir a los hospitales. Llegué a un momento donde le dije a mi familia: ‘¿Saben qué? no quiero, yo me siento bien así, no tengo la necesidad de tener las prótesis’.
En ese momento, Gabriela utilizaba dos tipos de aparatos: uno era meramente estético y el otro era con movimiento para ayudarle a tener una vida, supuestamente “normal”.
“Eran casi como 15 kilogramos en cada hombro. Eran muy pesadas y muy complicadas de usar. Llegó un momento donde me harté; me fastidié de estar pasando por eso y dije ¡No! Estoy bien así y las dejé” dice con la convicción de quien tomó la mejor elección para su vida.
Así de tajante ha sido Gabriela en muchas de las decisiones que ha tomado y que, a la postre, le han servido para crecer, aunque eso implique también equivocarse. Pasó cuando, de la nada y sin avisarle a su familia, decidió dejar los estudios en idiomas y entrar a la facultad de Psicología, y también inscribirse en una agencia de modelaje a pesar de las críticas y buscar un espacio para representar a México en los concursos de belleza más importantes del planeta.
Esa determinación por vivir y romper barreras también la impulsó el recuerdo de su hermana menor, quien murió hace cinco años con tan solo 7 años. La pequeña nació con muchas complicaciones relacionadas con el síndrome de WEST y la microcefalia.
Por eso, si ya había desafiado a los médicos que solo le dieron 15 días de vida, era hora de retar a todo el mundo, no solo por cumplir sus sueños, sino para llevar su mensaje de inclusión, respeto y aceptación a todas aquellas personas que, por la razón que fuera, se sentían diferentes o discriminadas.
Enfrentando al mundo
¿Dónde están tus brazos?, ¿qué te pasó?, ¿a qué hora te van a salir? fueron algunas de las preguntas que los niños le hacían a Gabriela cuando era solo una niña y la veían por primera vez.
Aunque reconoce que hoy entiende esa curiosidad de los más pequeños, no niega que ese momento de su vida fue difícil de superar.
“La infancia sí fue complicada en lo social. La comunidad donde yo vivo es Allende, un lugar muy pequeño. En ese tiempo, si de por sí era muy poco visto una discapacidad, la mía es una muy extraña. Y sí era muy raro que la gente viera una niña sin brazos, que iba a la escuela o que salía a pasear al parque. Y la gente sí te señalaba”, cuenta Gabriela, quien tiene toda su vida viviendo ahí.
“Por la misma naturaleza los niños pueden ser crueles, pero es por su misma inocencia. Es parte de la infancia. Pero sí sufrí: me empujaban, o me tiraban mi comida, me decía cosas. Era algo que viví en mi primera infancia. Pero bueno, eso igual ya pasó. Fue por un corto periodo y siempre traté de darle el lado positivo para que me ayudaran a crecer”, recuerda.
En todo este proceso de autoaceptación el apoyo de su mamá, Ana María de los Santos Magaña, fue primordial para llegar hasta donde está ahora. “Yo siento que a la persona que más le afectó en esa parte era a ella”, dice. Por eso siempre la motivó a que fuera independiente y la apoyó en todas sus locuras y sueños.
Su mamá siempre la impulsó a que se valiera por sí misma desde que nació, empezando por utilizar sus pies como manos.
“Como nací así, siento que nunca he tenido la necesidad de los brazos. Mis brazos siempre han sido mis pies. Si tu me vienes a preguntar si desearía tener unos brazos, yo te diría que no, porque no me hacen falta. Crecí así. Aprendí a desarrollarme así, a hacer mis cosas de tal manera que solo necesito mi pies. Entonces, no te podría decir yo: ‘Bueno, qué se sentiría tener unos brazos’. Ni idea, mis brazos son mis piernas, son mis pies”, afirma.
Esa independencia que tuvo desde niña le ayudó a enfrentar los retos de la escuela y el colegio, hasta que llegó a la universidad, en donde una situación personal la obligó a tomar una decisión que le cambió su vida.
“En ese momento yo estaba pasando por una situación muy difícil personalmente, e igual la carrera de idiomas que no me ayudaba mucho, entonces fue un momento en el que dije: ‘Tengo que hacer algo porque si no mi vida no va a ir a ningún lado, Gabriela no va hacer nada’. Me voy a quedar estancada y si hay algo que nunca me ha gustado es sentirme así, parada, bloqueada. Lo primero que me dije fue: ‘cámbiate de carrera’. Yo soy muy impulsiva y las ideas que se me vienen a la mente las hago. Y más en ese momento que estaba yo realmente mal, necesitaba dar un cambio en mi vida. Y no se lo mencioné yo a nadie”.
Ese cambio no solo la impulsó a ser una profesional, sino que ha sido una herramienta muy valiosa ahora que imparte charlas de motivación a estudiantes de colegio. “Comencé hace como año y medio. Iniciamos en pro de la inclusión dando pláticas de superación, de motivación, que la verdad me han dado más de lo que yo he dado”, cuenta.
Los encuentros con todos estos jóvenes no solo le ayudaron a superar su miedo escénico, sino que le “alimentan el alma” al conocer los testimonios de personas que cambiaron gracias a sus palabras.
“Es muy bonito porque si algo he deseado desde niña es el ayudar y el hacerlos caer en cuenta de que sí se puede, que no hay ningún limitante. Que a pesar de lo dura que puede ser la vida, se pueden lograr las cosas. Y eso siempre me ha motivado. Me he encontrado con esas personas que a lo largo del tiempo he trabajado con ellas y se siente tan bonito porque el trabajo que estoy haciendo ha dado frutos”, dice sonriendo.
¡A concursar!
En medio de sus problemas de salud, el desafío de vivir en una sociedad que la señalaba por ser diferente y sus propios miedos personales, había algo que ilusionaba a Gabriela desde que era una niña: ver en la televisión los concursos de belleza.
“¡Siempre me llamaron la atención! Desde niña veías a una Gabriela sentada frente al televisor viendo los certámenes de belleza. En ese tiempo veía con ilusión Nuestra Belleza México, que lo pasaban año tras año y siempre me veías ahí: al frente del televisor. No me perdía ni un certamen. Y tenía yo esa ilusión en mi interior: ‘Bueno yo quiero saber qué se siente, quiero ser como ellas, quiero caminar como ellas’”, relata mientras hurga en sus recuerdos de infancia.
A finales del 2018, mientras disfrutaba del Miss Universo en su casa con su familia, le llamó poderosamente la atención el mensaje que ese día dejó Miss España, Ángela Ponce, quien se convirtió en la primera transexual en participar en este concurso de belleza.
“Una de las personas que me motivó a tomar la decisión de participar en el certamen de Miss Veracruz fue Miss España, Ángela Ponce, quien estuvo en el Miss Universo 2018. Yo vi el certamen, y la vi a ella con esa fuerza y le valía mucho lo que la gente pensara. Porque hubo muchos comentarios negativos hacia su participación, y aún así se presentó a Miss Universo e hizo todo su buen trabajo.
“Es muy bella y es muy buena modelando. Y me dije: si ella pudo llegar hasta Miss Universo por qué yo no. Lo tenía que intentar, darme la oportunidad. Por eso yo la admiro muchísimo, siempre que me preguntan, digo: ‘Si hay una persona que me motivó a participar en los certámenes, en darme la oportunidad fue ella. Fue la participación que vi de Ángela Ponce en Miss Universo”.
Por eso, cuando una diseñadora local le pidió hacer un casting para participar en un proyecto de modelaje inclusivo no lo dudó dos veces. Decidió hacerlo y a los días la eligieron. Fue con ellos que aprendió de pasarela, fotografía y oratoria.
Con Angela Ponce como ejemplo, y con un poco más de experiencia en la pasarela, decidió probar suerte en un concurso local de belleza. “Yo me enteré de una convocatoria para un certamen local en mi comunidad y me inscribí para quitarme esa espinita que había tenido desde niña de sentir qué era estar en un certamen de belleza aunque sea local. ¡Quedé entre las 5 finalistas!”.
Gabriela se dio cuenta de lo mucho que le gustaban los certámenes. Ya no solo lo quería intentar, sino que se dio cuenta de que era muy buena y que tenía mucho por aportar. Durante ese proceso conoció a personas que la ayudaron y la motivaron a seguir su sueño, que era participar en un concurso estatal para luego representar a México en el extrajero.
Fue así como llegó al escenario para elegir a Miss Veracruz, representando al municipio de Nanchital. Su objetivo era ganar esa corona para representar al estado de Veracruz en Miss México que, de ganar, le daba el tiquete para estar en el Miss Mundo.
Sus recuerdos de esos días son muy intensos y enriquecedores: “Cuando yo conocí a mis demás compañeras, sí fue un impacto muy fuerte pues ellas no me conocían y apenas estaban escuchando de Gabriela. Pero fueron muy lindas. Toda la semana que estuve con ellas de concentración en Xalapa me trataron muy bien, fueron muy atentas. Siempre he tratado de ser muy independiente, pero ellas me apoyaron en cualquier situación que se presentara. Me llevo muy bien con muchas, hasta el día de hoy tengo comunicación con algunas”.
Ese certamen de belleza fue la plataforma perfecta para darla a conocer en todo el mundo. Su nombre traspasó los límites de México: medios de comunicación latinoamericanos y europeos la comenzaron a contactar para conocer su historia. Telemundo, Televisa, TV Azteca… las cadenas hispanas más importantes querían saber quién era Gabriela Molina.
“Y fue ahí donde inició todo el impacto cuando se dio a conocer que yo era participante de Miss Veracruz para Miss México. ¿Cómo una chica sin brazos puede estar participando en un certamen de belleza? Y el impacto mediático fue grande. No solo llegó hasta Costa Rica... porque desde Alemania vinieron a grabar el certamen y eso es bonito. Eso era lo que yo siempre había querido”, afirma Gabriela.
Aunque no ganó, logró entrar al top 10 y su historia corrió como pólvora. Por eso, unas semanas después fue llamada para participar en el casting de Miss Grand Veracruz. De quedar elegida, representaría al estado veracruzano en el concurso estatal para elegir a la representante mexicana del Miss Grand International. ¡Y lo logró!
El certamen se realizó el pasado 12 de julio, y aunque la experiencia fue completamente diferente porque se realizó de manera virtual en vista de la cuarentena que vive el mundo por la covid-19, Gabriela quedó muy satisfecha: logró de nuevo clasificar.
“Yo nunca pensé estar en un concurso nacional para empezar y que se me diera la oportunidad de estar en el Miss Grand México fue sorprendente. Conocí a muchas personas e hice un equipo de trabajo muy padre, que hasta el día de hoy me siguen apoyando. Créeme que fueron semanas que no dormimos por estar trabajando, por estar pidiendo el apoyo de las personas y que gracias ellos logré pasar al top 12. Y, ¿qué te puedo decir? Solamente las gracias a todos ellos, y a todos ustedes porque me di a conocer a más personas, para que supieran quién es Gabriela”, cuenta emocionada.
Y aunque aún no tiene una corona en su cabeza, toda esta experiencia y exposición ya le ha dado los resultados que tanto ha anhelado desde niña: firmó un contrato con una marca de pasta dental para protagonizar un anuncio; fue invitada a participar en una telenovela cuando se reanuden las grabaciones después de la pandemia y está en conversaciones para formar parte de la agencia de modelos mexicana Cambiando Modelos.
También reconoce que el camino no ha estado exento de comentarios hirientes y críticas dolorosas. “Si es un concurso de belleza, para qué está ahí” o “porque mejor no participa en un concurso para personas como usted”, son algunos de los mensajes que le han escrito.
Pero Gabriela tiene una manera muy particular para sobrellevarlas: viéndoles siempre el lado positivo. “A mí me daban mucha risa, créeme, y los tomé por el lado positivo. Demostrarle a todas esas personas y decirles: ¡YO SOY BELLA! No tengo mis brazos... ¡Es cierto!; tengo una discapacidad ¡Es cierto! Pero soy bonita al igual que mis compañeras. Puedo hacer lo mismo que mis compañeras e incluso me he preparado igual o incluso más que otras compañeras. Entonces, ¿por qué yo no puedo estar en un certamen de belleza?”.
Gabriela también está consciente de que los concursos de belleza son muy criticados, pero para ella resultaron ser la plataforma ideal para llevar su mensaje al mundo: seguir luchando para trabajar en pro de la inclusión.
Sus palabras finales son contundentes: “Tengo 25 años, así que tengo una larga vida para seguir luchando y trabajando en pro de la inclusión y seguir motivando a todas las personas que se sientan distintas que sí se puede lograr. Que a pesar de cualquier circunstancia, de cualquier condición que se presente, se pueden lograr los sueños y llegar muy lejos”.