Cuando Anonymous aparece en escena, los magnates tiemblan: el símbolo del personaje encapuchado, enmascarado y con voz de computadora es más que suficiente para causar revuelo a nivel mundial y dejar en desvelo a los poderosos.
-¿Ahora sobre quién van a hablar los hackers? ¿A qué nuevo personaje tienen en la mira? ¿qué nueva bomba van a a lanzar?- se pregunta la humanidad, al otro lado de un brillante monitor.
Anonymous tiene el conocimiento, tiene las computadoras, tiene los datos. El colectivo de hackers lo tiene todo para hacer daño, o para hacer el bien. En otras palabras, en la era de la información, poseen el poder.
Pero aunque cueste creerlo, existe un hacker por el que hoy en Anonymous todos se quitan el sombrero. Se llama Gary Mckinnon, es escocés, y en el mundo de las computadores y los archivos secretos es conocido como Solo.
Su historia no es nada nueva, se remonta al 2003, cuando fue acusado por los Estados Unidos de haber perpetrado el mayor asalto informático a un sistema militar de todos los tiempos. Gary solo quería saber si el ejercito norteamericano ocultaba información sobre apariciones extraterrestres y, sin pretenderlo, terminó desnudando a todo el sistema de seguridad nacional.
Pues resulta que en estos días, en los que Anonymous amenaza a Donald Trump y a otros políticos estadounidenses en sacarles sus trapos más sucios, la organización de hackers recordó a Mckinnon y lo puso de nuevo en el foco de la atención.
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En su perfil oficial de Twitter, acompañado de un artículo del escocés, Anonymous escribió a principios de junio: “Para que no olviden los gobiernos, que dentro de su seguridad hay partes frágiles, hay ventanas abiertas”.
Pero, ¿quién es Mckinnon y cómo llegó a convertirse en una leyenda de los hackers? He aquí su increíble y fascinante historia.
El chico con Asperger
Gary Mckinnon nació en Escocia, el 10 de febrero de 1966, pero desde chiquillo él y su familia se mudaron a vivir en los suburbios de Londres, en Inglaterra.
Creció siendo un chico retraído, de cuerpo endeble y pocos amigos. Fue la víctima perfecta de los ‘buleadores', quienes lo convirtieron en su presa habitual por las calles frías de la capital inglesa.
Padece el Síndrome de Asperger -trastorno del desarrollo que se incluye dentro del espectro autista -, pero en los días de su infancia nadie lo sabía, y posiblemente tampoco les importaba. Para sus abusadores, Gary era el tonto del barrio y nada más.
Pero tranquilos, no se preocupen por él; pues su tabla de salvación iba a llegar de la forma menos esperada: un Atari 400 lo puso a jugar en casa y encendió la chispa en él.
Según el libro Saving Gary McKinnon: A Mother’s Story, escrito por la madre de Gary en el 2013, la vida del muchacho cambió cuando cumplió 14 años de edad. Ese día, ella le regaló la legendaria consola de videojuegos.
Según Janis Sharp, su progenitora, fue el Atari el que despertó sus futuros intereses -las matemáticas y las computadoras-. Entre juego y juego, viendo a Pac-man comer fantasmas y cerezas, empezó su vida en la programación.
“McKinnon no era capaz de comprender el mundo en el que vivía, pero era feliz rodeado de algoritmos, comandos y microchips”, escribió sobre Gary la revista digital La información.
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Presuntamente, desmotivado por el sistema educativo, Gary dejó el colegio a los 17 años, se metió a trabajar de peluquero y comenzó a aprender de informática de forma autodidacta.
En la intimidad de su casa, tras largas noches de desvelo, Gary aprendió lo básico de las computadoras. Sin embargo, tras apuntarse en un curso de programación en la Universidad del Norte, en Londres, el genio que llevaba dentro comenzó a despuntar.
En ese tiempo, sabiéndose poseedor de habilidades no convencionales para los chicos de su edad, Gary planeaba hacer algo intrépido, que lograra saciar su infinita curiosidad.
“Su sueño era parecerse a David Lightman, el protagonista de la película de Juegos de Guerra (1983). Como Lightman, McKinnon fantaseaba con colarse en la red de ordenadores con más seguridad y protegida del planeta, la del Pentágono”, detalló La información.
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“Sin embargo, en lugar de evitar una guerra nuclear, su intención era mucho más banal: descubrir si el ejército estadounidense guardaba información secreta sobre extraterrestres, su otra gran pasión”, agregó el diario.
Y es que desde su adolescencia y hasta la fecha, Gary creía en que se seres de otros planetas nos visitaban constantemente y que El Pentágono lo ocultaba de forma descarada.
Así que manos a la obra. Como si se tratara de un juego de niños en el 2001 y por 13 intensos meses, Gary logró vulnerar la seguridad nacional de Estados Unidos y husmear en los archivos de organizaciones como el FBI, la CIA, la Marina, la Fuerza Aérea e incluso la Nasa, entre otras instituciones. Lo vio todo, absolutamente todo.
Cuando en Estados Unidos se dieron cuenta del ciberataque ya era tarde. Un día de tantos, los informáticos estadounidenses solo vieron una pantalla que decía Solo y un mensaje muy sugestivo: “Su seguridad es una basura”.
Nada que hacer. Gary le había visto hasta ‘los chingos’ a Estados Unidos y su leyenda apenas comenzaba a escribirse.
Lo que vio, lo que husmeó
Cuenta el El País de España que McKinnon, más que hackear, creía que estaba haciendo periodismo de investigación. Sin embargo, de repente, todo terminó en una brutal y peligrosa obsesión.
“Pasaba ocho horas, cada día, intentando entrar en sistemas militares, sin ducharme ni vestirme”, comentó McKinnon, en una entrevista reseñada por El País, en el 2008. Incluso, Gary habría confesado que algunas drogas le sirvieron para soportar las bestiales jornadas.
Lo más sorprendente es que, según McKinnon, no requirió gran cosa para lograr su cometido. Durante años Gary ha sostenido que solo necesitó un programa de rastreo gratis que bajó de Internet, el cual le ayudó a buscar ordenadores estadounidense donde la clave de administrador no estuviera activa.
Pues sí, aunque parezca difícil de creer, había ordenadores sin clave. Entonces Gary hizo fiesta y no pudo parar. Fue tanta la emoción que, en un determinado momento, McKinnon empezó a cometer errores... y dejar pistas.
“Acabé hablando con la gente a quienes hackeaba. Dejaba mensajes en sus escritorios con mensajes conspiracionistas”, agregó McKinnon.
Pero la maniobra que lo hundió fue de principiante. Según El País, Gary usó su dirección de correo para descargar un programa informático, lo que hizo que la policía siguiera su rastro. Cayó preso.
En el 2003 la justicia de Estados Unidos requirió su extradición de inmediato, pero ya el daño estaba hecho.
¿Qué fue lo descubrió Gary en sus interminables hackeos? y ¿porqué despertó la ira del gobierno norteamericano?
En múltiples entrevistas, concedidas por McKinnon a lo largo de los años, ha mencionado al menos cinco elementos clave de sus descubrimientos. Todos, sin falta, han alimentado decenas de teorías conspiracionistas, convirtiendo a Gary en un ídolo del movimiento.
En primer lugar, Gary asegura haber encontrado una sospechosa y relevante lista de nombres. El lote de información se titulaba ‘Oficiales No Terrestres', un documento en el que, supuestamente, estaban los nombres en clave de 20 funcionarios ‘no terrestres’, vinculados al ejército norteamericano.
“No significa que sean hombrecillos verdes. Lo que creo que significa, es que no se encuentran en la Tierra”, ha revelado Gary, sin ningún tipo de empacho.
También, el escocés habría dado con una lista en el que se presuntamente se mostraban naves que no figuran en ningún catálogo oficial de la Marina estadounidense, sumado a un registro en el que se evidenciaban intercambios de mercadería entre las diferentes naves.
“Era una lista de nombres de las naves: el USSS LeMay y el USSS Hillenkortter. Yo los ví. No eran barcos de la Marina estadounidense. Lo que vi me hizo creer que tienen algún tipo de nave espacial fuera del planeta”, agregó Gary.
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Por si fuera poco, dice que encontró cientos de documentos sobre ovnis capturados, a los cuales la NASA analizó para entender su funcionamiento y tratar de replicar su avanzada tecnología en desarrollos propios. Además, el hacker agregó que la NASA recibe fotografías satelitales de ovnis casi todos los días, de todas partes del mundo.
Pero aún hay más. Una de sus supuestas revelaciones indica que observó una foto nítida de una nave espacial con forma de cigarro y que los militares estadounidenses fabricaron un sistema de propulsión antigravedad echando mano a piezas extraídas de naves extraterrestres.
Dice McKinnon que el tema de la propulsión antigravedad es un secreto altamente guardado, pues de darlo a conocer provocaría una revolución económica sin precedentes. Para el hacker, su simple utilización haría posible que el negocio de la energía fuera gratis, acabando de tajo con la dependencia del petróleo y otros combustibles.
Esa posibilidad, por supuesto, que no le gustaría para nada a quienes lucran con el oro negro y mantienen ciertos controles de la economía mundial. De hecho, este mismo tema se sugiere en el documental de Netflix Unacknowledged (2017), en el que el conocido ufólogo Steven Greer entrevista a supuestos testigos y muestra documentos clasificados que demostrarían las teorías de McKinnon.
Lo querían preso, pero no
Tras el arresto de McKinnon, en Londres, muchos se preguntarán qué pasó con el temido hacker. ¿Finalmente lo encarcelaron los estadounidenses?
La respuesta es no. Gary está libre.
Luego de su captura, en el 2003, Estados Unidos inició una ofensiva legal y diplomática sin precedentes, la cual buscaba extraditar a McKinnon y juzgarlo por intrusión informática ilegal.
Si Gary llegaba a tocar suelo estadounidense, le esperaban entre 60 y 70 años de cárcel y el pago de una indemnización de $2 millones. Mejor dicho, una cadena perpetua.
Sin embargo, su condición de Asperger y su salud mental, lo habrían salvado de lo que parecía una extradición inminente.
La lucha de Gary no fue fácil. En el 2004, el Tribunal Supremo de Gran Bretaña falló en contra de McKinnon, dejando claro que el hacker podía ser extraditado a Estados Unidos en cualquier momento. Incluso, tras una apelación, la Cámara de los Lores ratificó lo dictado por la corte.
Miles de voces de apoyo al hacker, que inundaron la Internet, no bastaron para detener la orden y los medios de la época ya dibujaban a Gary subiéndose a un avión, escoltado por los agentes de la justicia.
Pero McKinnon y su abogado se jugaron dos últimas cartas. Primero recurrieron al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, para atrasar la medida, pero tampoco tuvieron mucho éxito.
La última movida, sin embargo, fue la decisiva. Cuando todo parecía indicar que ya nada podría apartarlo de su destino, el gobierno británico decidió que bloquearía la extradición. Se trató de un anuncio más que sorpresivo, anunciado en octubre de 2012.
Fue la misma Theresa May, exministra del Interior de Gran Bretaña, la que dio la noticia.
“Concluyo que la extradición del señor McKinnon elevaría el riesgo de que terminara con su vida y eso es incompatible con sus derechos humanos. Por lo tanto, he retirado la orden de extradición”, dijo May ante el Parlamento de su país.
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Sobre el porqué se consideró que McKinnon corría el riesgo de suicidarse, nunca se ahondó. Solo hubo miles de especulaciones que apuntaban a evaluaciones psicológicas muy negativas, además de que padecer el Síndrome de Asperger lo ponía en una posición muy vulnerable.
“Gary no sobreviviría cinco minutos si fuera extraditado, así lo concluyeron múltiples especialistas”, aseguró Janis Sharp, la madre de McKinnon a la cadena de noticias RT.
“En esa condición mental, con tendencia la suicidio, y con la edad emocional de un niño: ¿es posible que lo extradite un país civilizado?”, agregó la progenitora.
El caso es que Gary se quedó, y con él, todas sus revelaciones. Estados Unidos nunca pudo tocarlo y en Inglaterra el caso fue enterrado para siempre.
El tuit de Anonymous, publicado en junio, solo le recordó al mundo que Gary McKinnon aún sigue vivo, que está libre y es muy posible que tenga Internet y una computadora en su casa. Es decir, que el hacker más temido del mundo lo sigue teniendo todo.
El mensaje de Anonymous fue contundente: mientras sigan existiendo “ventanas abiertas” y tipos como Gary sigan respirando, nadie podrá dormir tranquilo. Al fin y al cabo McKinnon podría ser parte de “la legión”, y por ende “no perdona, no olvida”.