“Se oye al jíbaro llorando, otro más que se marchó. No quería irse pa’ Orlando, pero el corrupto lo echó (...). Quieren quitarme el río y también la playa. Quieren el barrio mío y que abuelita se vaya”.
Lo que le pasó a Hawaii, una de las más recientes y virales canciones del puertorriqueño Bad Bunny, puso un tema como nunca antes sobre las mesas de conversación en Latinoamérica: la gentrificación en las zonas costeras y localidades turísticas, donde cada vez son más las personas provenientes de Europa y Norteamérica que se asientan.
La gentrificación no es algo nuevo, para nada. Sin embargo, la velocidad con la que el fenómeno se ha asentado en las playas de Costa Rica, en los últimos años, ha hecho que varios distritos de Guanacaste y Puntarenas, principalmente, ya no guarden relación con la imagen que les conocíamos. No le estamos contando nada que no sepa, usted seguramente ya lo ha experimentado al pasar por Tamarindo, Santa Teresa, Flamingo, Nosara o Manuel Antonio, donde el comercio y los servicios están muy enfocados en el visitante foráneo y el español pierde el pulso frente al inglés como el idioma predominante.
Por supuesto que las playas siguen ahí, pero las tierras aledañas son cada días más atractivas para extranjeros e inmobiliarias, que, al llegar con mayores posibilidades económicas, encarecen el costo de la vida para las poblaciones costeras e incluso las presionan para desplazarse a otros lugares, más accesibles a su realidad económica.
Pero para comprender mejor este fenómeno, lo primero, y más importante, es entender correctamente qué es la gentrificación, un término que gracias a Bad Bunny figura intensamente en las conversaciones de escolares, adolescentes y personas que no suelen seguir noticias o estudios académicos.
“La gentrificación es cuando se remodela un espacio, generalmente ya construido, para que sea utilizado por personas de una condición económica y social de mayor ventaja que la gente que vive ahí. Es decir, es cuando un espacio se transforma para ser utilizado por las personas de un mayor poder adquisitivo”, explica Esteban Barboza, del Observatorio de Turismo, Migraciones y Sustentabilidad de la Región Chorotega, de la Universidad Nacional (UNA).
Es decir, la gentrificación se da cuando hospedajes o casas de lujo comienzan a construirse en un sitio donde solían habitar personas con un estilo de vida más sencillo.
Pero, ¿por qué los pobladores locales deben irse?
Existen varias razones. Una de ellas está relacionada a que cuando se construyen hoteles o condominios de lujo en una zona, los comercios a su alrededor comienzan a adaptarse al estilo de vida de los visitantes y residentes provenientes de otras latitudes y los precios en dólares en restaurantes, por ejemplo, se vuelven prohibitivos para la gente local.
Otra de las razones está relacionada con la tierra. Según explica Wendy Molina, investigadora del Centro Centroamericano de Población y profesora de Sociología de la Universidad de Costa Rica (UCR), ha habido “un cambio muy violento en el uso del suelo en grandes extensiones de terreno”.
“Cuando hay potencial de un lugar, los precios de la tierra aumentan, pero no tanto como aumenta la oferta inmobiliaria y cuando esa brecha entre la inversión y la ganancia se multiplica de manera exagerada, hablamos de gentrificación y eso es lo que sucedió, por ejemplo, en Guanacaste, donde hubo un cambio violento no solo en el uso del suelo, sino una reconversión productiva, porque hemos pasado a la agricultura a los servicios”, explica Molina.
Agrega que se habla de gentrificación cuando “se compra barato, pero se vende caro”.
De hecho, hay personas originarias de la zona que se ven obligadas a vender sus propiedades a un precio bajo, pues el estilo de vida que llevaron por generaciones de repente se les vuelve impagable. Es algo así como si el barrio tradicional desapareciera para darle paso a una nueva y lujosa “mini ciudad”.
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“Va generando un estilo de vida, un aumento de la plusvalía, la atracción de un nuevo comercio que ya no es el tradicional y vamos sustituyendo el barrio tradicional: ya no tenemos la pulpería, ya no tenemos el chino, ya no tenemos la cantinita, sino que tenemos la zona gastronómica, el supermercado. Y ese fenómeno va generando lo que algunos llaman una expulsión directa, porque ese aumento de la plusvalía. Ese cambio en el estilo de vida va presionando a la población original a salir de la zona y entonces ahí se desencadena un proceso de abaratamiento de las propiedades, motivado por esa huida masiva de población”, comenta la experta.
Guanacaste y Puntarenas son dos de las provincias que más ha sufrido este fenómeno en Costa Rica.
Datos del Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos (CFIA) muestran que para el 2014 en Guanacaste se registraron 205.372 metros cuadrados para obra habitacional nueva, mientras que en el 2024, la cifra ascendió a 660.866 metros cuadrados. Esto incluye tanto a viviendas como a hoteles.
Los cantones guanacastecos de Santa Cruz y Carrillo fueron los dos que más registraron metros cuadrados para construcción de obra habitacional nueva.
“Tamarindo, Cabo Velas, Sardinal y Nosara, o lo que turísticamente se llama de Guanacaste norte, que va más o menos desde Junquillal hasta el Coco, donde todo eso está siendo desarrollado de una forma salvaje por este tipo de inversiones; hay propiedades que se venden en precios de $8 a $10 millones. Esa franja costera tiene más construcciones o más metros cuadrados de construcción que todo el resto de Guanacaste”, afirma Barboza.
Además, el experto agrega que no se trata de casas “como en la que vivo yo o en la que vive usted, sino que son casas de 200, 300 o 400 metros cuadrados. Irónicamente, también disminuyó, el número de viviendas de interés social, pero aumentó exponencialmente este tipo de viviendas, entonces eso también es un desarrollo completamente desigual”.
En el caso de Puntarenas, las cifras registradas en el CFIA detallan que para el 2014 se tramitaron 236.351 metros cuadrados para obra habitacional nueva, mientras que en el 2024, la cifra llegó a los 501.672 metros cuadrados.
En esta provincia costera, Garabito y Puntarenas son los cantones que más tramitaron metros cuadrados para construcción.
“Hace poco andaba en Osa, un rincón de este país que todavía tiene selvas vírgenes y mares sin contaminar, llenos de fauna, y prácticamente todas las propiedades que están alrededor del parque nacional no pertenecen a costarricenses. Son propiedades y fincas adquiridas por extranjeros, vendidas por agentes de bienes raíces extranjeros, que le apuesto lo que sea que ni siquiera tienen residencia acá, ni trabajan acá o que trabajan fuera de la legalidad”, comenta Barboza.
Guanacaste y Puntarenas fueron precisamente las provincias que presentaron el incremento más grande en la cantidad de casas. Según el Censo Nacional de Vivienda 2011 y Estimación de Población y Vivienda 2022, la primera provincia pasó de tener 114.531 viviendas, en el 2011, a 163.762 en el 2022. En tanto, Puntarenas pasó de tener 146.090 viviendas a 209.010 en el mismo periodo de tiempo.
Gentrificación y la brecha de clases sociales
¿Pagaría usted ¢10.000 por un gallo pinto en un restaurante? Su respuesta es muy probable que sea un categórico no, pues usted sabe que un plato del emblemático desayuno costarricense, en buena teoría, no cuesta eso... aunque incluya acompañamiento de natilla, huevo, salchichón y, si quiere jugar de sofisticado, aguacate y hasta tomate, que está carísimo.
Aunque parece un mal chiste, lo cierto es que no han sido pocos los reportes de gallo pinto a “10 rojitos” en las zonas turísticas. La realidad es que estos restaurantes no ofrecen alimentación con usted como su público meta, sino extranjeros y turistas adinerados. Y de igual manera ocurre con el entretenimiento y otras actividades en localidades paradisíacas.
“Estamos hablando de que muchos de estos restaurantes o amenidades prácticamente son impagables para alguien que sea de la zona o que tenga un salario de allá y eso es parte de todo el conjunto, es decir, no solo es parte de la casa, sino todo lo que va con esto: dónde vas a comer, dónde vas a comprar tus alimentos, dónde vas a pasar tu ocio. Todo eso marca una gran exclusión, porque si usted vive en una zona costera de Guanacaste, se le van a reducir estos espacios de esparcimiento, pues precisamente no los puedes pagar”, comenta Esteban Barboza, del Observatorio de Turismo, Migraciones y Sustentabilidad de la Región Chorotega.
Añade que “almorzar en un lugar como Tamarindo es más caro que almorzar en Manhattan, en París o en cualquier otra de las grandes capitales turísticas del mundo”.
Por otro lado, si bien se podría pensar que al haber más desarrollo inmobiliario hay más trabajo para las personas locales, los expertos coinciden en que este es una falacia.
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“Ni siquiera estamos hablando de infraestructura o de mejora en los acueductos o en las carreteras, ni mucho menos en la cuestión de calidad de empleos, ni de mecanismos de trabajo que les permita una movilidad social... es irónico, pero sucede así”, comenta el experto del Obtur.
Carlos Sandoval, doctor en Ciencias Sociales y profesor de la Universidad de Costa Rica (UCR), cree que la gentrificación, como está ocurriendo en el país, puede llevar a una economía enclave.
Este es un modelo económico en el que una región o país depende de una industria específica, la cual es controlada generalmente por empresas extranjeras y que no beneficia al desarrollo de la economía local.
“Lo que sorprende mucho es que ese desarrollo inmobiliario impresionante coincide con índices de desarrollo humano muy bajos. En otras palabras, el desarrollo inmobiliario y la gentrificación no están contribuyendo a más oportunidades para la población local. Me parece que es una especie como de enclave inmobiliario que no favorece a las personas que siempre han vivido en las comunidades donde esto está ocurriendo”, explica Sandoval.
El especialista en temas migratorios enfatiza en que no se trata de estar en contra de la inversión ni de la compra de propiedades, sino de evitar que se traduzca en un mayor bienestar.
“Es muy desalentador, porque además tiene una implicación muy seria, y es que antes eran comunidades pobres, hoy son comunidades pobres con desarrollos de lujo a la par. Y eso genera un contraste que golpea la vista y la vida de la gente. La base económica del país de la pura vida se ha debilitado y eso no es bueno, porque genera más divisiones y más distancias sociales”, dice Sandoval.
Costa Rica, un paraíso para la gentrificación
Costa Rica es un país que destaca en el mundo por sus paradisíacas playas y sus paisajes verdes y exóticos, lo que la hace un destino apetecido por extranjeros de Europa y Norteamérica en busca de vacaciones o de incluso llevar una vida más tranquila, de manera semipermanente, en el trópico.
Aunado a la exitosa estrategia de venderse como un país verde, el experto de la UCR, Carlos Sandoval, destaca que Costa Rica además es atractiva porque su estabilidad política y por no tener ejército en una región “enormemente compleja, con un vecino dificilísimo”.
“Costa Rica tiene una promoción de turismo para el nómada digital muy fuerte. Si uno ve la publicidad, el país está posicionado como un destino de recreación, de vacaciones y de retiros. Se vende todo este mensaje de la vida tranquila, de la naturaleza, de venir a trabajar en línea desde acá y en la pandemia se explotó enormemente. Las zonas costeras, en ese sentido, son las más atractivas”, añade Wendy Molina, del CCP.
Lo cierto es que esto es un arma de doble filo, pues si bien es necesario el turismo, el que cada vez más tierras estén en manos de extranjeros genera conflictos con la población local.
Según Molina, el problema es que esto incide en la limitación de los espacios públicos de los costarricense, pues se dificulta, por ejemplo, el acceso a las playas.
“Al no haber ningún tipo de control efectivo, o planificación ni a corto ni a mediano ni a largo plazo, prácticamente es tierra de nadie. Casi que el que paga el baile pone la música y eso es algo, que se va a traducir en beneficios para las partes interesadas, los más poderosos”, asevera Esteban Barboza, del Obtur.
Los expertos son enfáticos en que hacen falta instrumentos de contención que permitan regular la venta y construcción desmedida de terrenos en las zonas costeras costarricenses.
“Hay muchas heramientas que se pueden implementar, pero en nuestro país lamentablemente no las estamos desarrollando. Sin ir muy lejos, Guanacaste es una provincia que no tiene planes reguladores casi en ningún cantón. Hay planes reguladores costeros en pequeñas franjas de las playas, pero no en el total del territorio. El tema de las concesiones y de la construcción está por la libre y, lamentablemente, un municipio sin plan regulador está indefenso ante esa presión”, afirma Wendy Molina.
Además, considera que solo a nivel de política pública se puede detener la gentrificación en Costa Rica, de lo contrario, “el mercado se va a mover hacia donde le sea más rentable... y ahí no hay control”.
Una de las preocupaciones de la experta es que la gentrificación no se detenga en Costa Rica hasta que todas las zonas costeras estén repletas de edificios y casas. Además, teme que “el crecimiento lineal” que se ha venido dando sobre la ruta 27 llegue hasta la costa. Para la experta, este tipo de expansión es “muy nocivo” y “poco planificado”.
“Si no tenemos una mejor planificación del territorio y, por ejemplo, planes regionales o planes reguladores que puedan de alguna manera controlar el fenómeno, vamos a ver un crecimiento sin control de todas estas zonas. Si hablamos de que la GAM por falta de planificación creció desordenada, dispersa, con mala conexión y con mala movilidad, estamos replicando lo mismo en otras zonas”, advierte.
Extranjeros se están apropiando de Costa Rica, opinan ticos
Lo que ha estado ocurriendo con la gentrificación en Costa Rica ya es un tema de conocimiento de los costarricenses, según los resultados del reciente estudio Percepción Nacional sobre los Residentes en Costa Rica, procedentes de Estados Unidos, Canadá y Europa, realizado por el Programa Migraciones, Cambio Social e Identidades, del Instituto de Estudios Sociales en Población (Idespo), de la Universidad Nacional (UNA), y que fue presentado este mes de enero.
Los ticos consideran que el país se les está yendo de las manos. Según los resultados de la consulta, un 86,8% de los ciudadanos está de acuerdo con la afirmación de que los residentes extranjeros “se están apropiando de terrenos en zonas costeras”. Además, un 78,1% piensa que “se están apropiando de terrenos al interior del país”.
Por otro lado, un 76,9% de los encuestados opina que estos extranjeros “encarecen el costo de las propiedades”, y eso afecta a la población local.
Estas cifras no se alejan de la percepción que tienen los costarricenses sobre la gentrificación, pues un 66,2% considera que este fenómeno encarece el costo de la vida y afecta a la población local.
“El costarricense está viendo que estás personas se están apropiando del territorio, de las costas, de lugares con alto valor escénico como montañas, miradores y demás y sienten esa preocupación”, explicó Cynthia Mora, investigadora del Idespo.
Otro dato que refleja la encuesta, que se realizó entre finales de julio y principios de agosto del 2024 y que tiene un 95% de confianza, es que los ticos consideran que menos de la mitad de los extranjeros que viven en el país hablan español. Las cifras indican que un 52.5% cree que esa población no domina el idioma oficial de los costarricenses.
Además, el 82,4% de los encuestado estima que es necesaria una ley que regule la venta de terrenos de alto valor escénico.
“El hecho de que 8 de cada 10 estén de acuerdo en que se plantee una ley, nos habla de ese sentimiento de pérdida que están sintiendo que el territorio se va de las manos. Y es que ya otros estudios han identificado lo difícil que es para un costarricense ir a las costas a pasar un fin de semana”, agregó Mora.
Lo cierto es que la preocupación de los costarricenses confirma lo que le cantó Bad Bunny a Latinoamérica: la gentrificación se nos metió hasta la cocina.