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¿Cuántos de nosotros habremos hecho un volcán con plasticina, zacate del patio y la mezcla de una Sal Andrews con agua y sirope para simular una erupción? Este proyecto científico escolar seguramente evocará recuerdos a muchos niños y sus papás de las carreras para cumplir con la tarea. Justamente, ese proyecto que realizó cuando estaba en cuarto grado de la escuela marcó el inicio de la pasión de Gino González Ilama por los volcanes, un amor que hoy, más de 20 años después, lo tiene trabajando como vulcanólogo en el Observatorio Vesubiano, del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia.
Gino creció con su familia en varios lugares de Costa Rica: Paso Ancho, Barranca de Puntarenas y Guadalupe, todos fueron sus hogares. También ha vivido y estudiado sobre volcanes en Japón y ahora reside nada más y nada menos que dentro de uno de ellos. Desde que se instaló en Italia, Gino trabaja en el Instituto, que está ubicado dentro del volcán Campi Flegrei, en Nápoles, muy cerca del famoso volcán Vesubio.
El vulcanólogo tiene tres hermanas: Fabiola, la mayor, es abogada; Daniela, la menor, es politóloga y atleta, mientras que Stephanie, gemela de Gino, es periodista. Su madre, Lorena, es una gran deportista y su papá, Juan, es dueño de un bar en Guadalupe (Goicoechea).
Este hombre de 36 años fue al kínder en Barranca de Puntarenas, la primaria la cursó en la Escuela República de Haití y también en el Colegio México, donde además realizó sus estudios secundarios. Sacó un título de técnico en metalmecánica en el Colegio Vocacional Monseñor Sanabria; aunque sabía que podía conseguir pronto un trabajo en ese campo, tenía muy claro que lo suyo era la ciencia.
“Desde el volcán en la escuela quedó encendida esa llamita de las ciencias y los estudios sociales. En el Voca, el profesor Alexis Rojas siempre fue un mentor. Cuando iba a salir del colegio le dije que no me veía en los metales y él me contestó que lo mío era la geología. Otros profesores también me recomendaron estudiar algo relacionado”, recordó Gino en una entrevista que nos concedió desde las entrañas del Campi Flegrei.
Con el empujón de sus profesores, buscó información en la Universidad de Costa Rica (UCR) y después se matriculó en la carrera de geología. En la universidad, Gino tuvo otro gran apoyo: el profesor Raúl Mora, quien lo llevó por primera vez a hacer un trabajo de campo a un volcán. “En la escuela hice algunos paseos a los volcanes, pero ese día, que fue el 8 de diciembre del 2008, el Poás cambió mi vida para siempre”, recordó el vulcanólogo.
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Ese día, acompañó al profesor y conoció al investigador belga Dmitri Rouwet, quien desde ese momento se convirtió en su gran amigo y compañero inseparable en la pasión por los volcanes. “Cuando vi el cráter de un volcán activo y sus fumarolas fue impresionante, algo que nunca había visto o sentido. Me brincaban las piernas por la adrenalina. Fue en ese momento en que dije que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida”, narró.
Algo curioso de esa primera aventura en el corazón de un volcán es que Dmitri le prestó a Gino un suéter suyo que tenía las iniciales INGV, que son del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia, donde ahora trabaja el tico.
Después de graduarse en Geología con especialización en vulcanología en la UCR, Gino se convirtió en profesor; en ese trabajo estuvo durante unos seis años. Sin embargo, ese amor por los volcanes no podía quedarse dentro de su corazón y, como en Costa Rica esta profesión no tiene muchos puestos disponibles, buscó la manera de seguir ejerciendo y, de paso, compartir sus conocimientos. Así fue como nació Volcanes sin Fronteras, organización no gubernamental que se encarga de investigaciones y de que los ticos aprendan sobre estos colosos con los cuales tenemos que convivir.
Volcanes sin Fronteras, el sueño de Gino González
Después de su salida de la UCR, Gino se sintió como un soldado al terminar la guerra. Estaba preparado para seguir investigando, para estudiar más y para meterse en los volcanes, pero pensó que ya no iba a ejercer su pasión hasta que tuvo la idea de crear Volcanes sin Fronteras.
“Quiero ver muchos volcanes, quiero aprender mucho de ellos, pero pese a esta pasión por estudiarlos, no me quiero morir en un volcán”
— Gino González, vulcanólogo
“No encontraba en otras áreas el amor que tengo por los volcanes, así que me reuní con personas muy capaces y amigos que se sumaron a este proyecto con la misma pasión que yo tengo”, explicó.
La organización, que nació en el 2017, tiene como fin divulgar el conocimiento sobre los volcanes que tienen sus miembros entre la población. Ellos investigan, realizan análisis de muestras, tienen colaboraciones científicas internacionales y todos los resultados que obtienen los comparten con el pueblo. Buscan brindar información útil y que sea comprensible para la buena convivencia de las personas con los volcanes, por ejemplo, aquellos que viven en sus cercanías.
Tienen el programa Vulcanólogo por un día, en el cual los ticos pueden viajar a los volcanes y aprender sus secretos para entenderlos.
Gracias a su trabajo con Volcanes sin Fronteras, a Gino se le abrieron muchas oportunidades para profesionalizarse aún más en el campo de la vulcanología, lo cual derivó en la maestría que sacó en Japón y el doctorado que está a punto de terminar en Italia.
Gino González en Japón e Italia, cunas de grandes volcanes
Durante la universidad, Gino tuvo el chance de viajar un tiempo a Japón para estudiar por seis meses en la Universidad de Nagoya. “Ahí tuve profesores de altísimo nivel. Quedé con ganas de más, así que participé por una beca para la maestría; lo intenté seis veces hasta que me aceptaron”, recordó. En ese tiempo estudió de la mano de los maestros Izumi Yokoyama y Takeshi Sagiya.
Viajó de nuevo a Japón a finales del 2019, estaba feliz de la vida estudiando y aprendiendo mucho más en el GRIPS University y el Instituto Internacional de Sismología e Ingeniería de Terremotos hasta que llegó la pandemia de la covid-19. “Los que estábamos estudiando pensamos en que nos iban a sacar, había personas de varios países. Pensamos que no nos podíamos ir sin ese título y nos comprometimos a terminar”, afirmó el vulcanólogo.
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A él y a sus compañeros los trasladaron del edificio donde vivían; había que cuidarse al extremo para no contagiarse ni contagiar a ninguna persona. “Mi familia estaba en Costa Rica y yo allá con todo eso encima. Llegó un momento en que no sabía si quedarme o devolverme”, contó.
Su paso por Japón no fue tan difícil en temas de adaptarse a la comida o a la cultura, ya que él había estado allá por seis meses, así que Gino, conversador y amable como es, se sentía bien, aunque le hacían falta sus amigos y familiares.
“El tema de los horarios es muy complejo porque hay como 15 horas de diferencia, entonces cuando yo dormía, en Costa Rica estaban despiertos y al revés”, afirmó.
La tesis de maestría que presentó Gino en Japón (que hizo en el Instituto Nacional de Investigación de Ciencias de la Tierra y la Resiliencia en Desastres con la guía del sensei Eisuke Fujita) estuvo basada en un estudio de cómo los terremotos de Centroamérica han afectado la actividad volcánica. La aprobó sin problemas, pero eso sí, con mucho trabajo. Después de recibir el título, le llegó un llamado para hacer un doctorado en Italia, lo consultó con sus maestros, con Dmitri y con su familia; todos lo alentaron para que lo hiciera.
Luego de su odisea por Japón, Gino volvió a Costa Rica para departir con su familia, pero la estadía no podía ser larga, ya que tuvo la entrevista para el doctorado y, una semana después, le confirmaron que había sido aceptado.
“Viajar era de nuevo cambiar todo. Cambiar de idioma, buscar una nueva casa y, además, el estudio es de un nivel altísimo”, contó. A Italia llegó a inicios del 2021. Al principio, sus estudios los realizó en la Universidad de Bari, después se trasladó a Nápoles, la ciudad donde nació la vulcanología, algo que ni en sus sueños más locos había imaginado.
Ahora cursa un doctorado en manejo de desastres con especialización en terremotos y volcanes. “Estoy en un volcán que se llama Campi Flegrei, está aquí a mi espalda. Estoy dentro del volcán, que es gigante; hay medio millón de personas dentro”, afirmó con una sonrisa de agradecimiento y orgullo.
Actualmente, el tico estudia la dinámica de una erupción muy famosa y emblemática que es conocida como la toba amarilla de Nápoles, que fue la última erupción de Campi Flegrei, y también estudia al Vesubio. “Si usted entra a Nápoles todo es amarillo; si va a los castillos de Pompeya, todo es amarillo. Ese color es por la erupción. Me toca estudiar desde cómo se generó la erupción, hasta dónde llegó, la altura, la columna y el volumen y hasta por qué llegó a otros países. Me toca investigar sobre una de las erupciones más complejas de Italia. ¿Qué hace un tico explicando eso?”, dijo.
La parte primordial de su trabajo es explicarle a las personas qué sucede con los volcanes. El vulcanólogo afirmó que prácticamente el 15% de la población mundial vive sobre un volcán, entonces hay que aprender a vivir con ellos. “Hay tres preguntas claves: ¿Cuándo va a suceder una erupción?, ¿dónde? y, la pregunta que yo más trabajo aquí en Nápoles, ¿cómo va a ser esa erupción, qué tan grande o qué tan pequeña y hasta dónde va a llegar?”, explicó.
En la ciudad ya lo reconocen como uno de los vulcanólogos del Instituto, así que hasta cuando va a una cafetería conversa con la gente sobre volcanes. “Me dicen Diego, tal vez por el pelo que les recuerda a Maradona. Me preguntan por los temblores, porque aquí tiembla mucho y todo el día huele a azufre. Usted abre la ventana y ve al Vesubio al fondo, ve las fumarolas ”, contó.
Se considera un afortunado: ama los volcanes y le pagan por estudiarlos, por trabajar en ellos y hasta se va de vacaciones a buscar los más impresionantes del mundo. La adrenalina que le provocan estos gigantes de la naturaleza es algo inexplicable para él y ha estado en lugares peligrosos y fantásticos a la vez; esas experiencias no las cambia por nada.
“Mi primer amor es el Poás, después el Rincón de la Vieja”, afirmó. Otros de sus destinos han sido el Fuji (Japón), varios en Hawái, La Palma (Islas Canarias) durante las erupciones del 2020; asimismo, ha visitado Armenia, Camerún, Nueva Zelanda y muchos otros países más.
Gracias a su trabajo, a su experiencia, pasión y estudios, el nombre de Gino González se ha vuelto referente internacional en temas de vulcanología. Cuando sucede una emergencia o una actividad en su campo, varios medios de comunicación le consultan al respecto. “Me buscan principalmente medios en español. Por ejemplo, con la erupción del Tonga del 2022 (Tonga), me llamaron muchos medios de Latinoamérica”, contó.
Junto con su tutor, el profesor Roberto Sulpizio, secretario general de la Asociación Internacional de Vulcanología, colabora en investigaciones internacionales en países como Guatemala, Costa Rica y Colombia.
Para lograr todo este reconocimiento, Gino tiene que mantenerse muy activo en los estudios: la ciencia nunca para y el tico tampoco. “Hay que seguir estudiando nuevos métodos porque todo cambia constantemente. Siempre hay muchas preguntas y nuevos experimentos que hacer, la curiosidad no se acaba. La vulcanología es una necesidad de encontrar respuestas”, manifestó. En esta búsqueda de conocimiento y aprendizaje, incluso hay una oportunidad de viajar a Etiopía a estudiar volcanes que nunca se han investigado.
Respeto y amor por los volcanes
El trabajo de Gino en la vulcanología nos enseña que estamos expuestos a la furia de estos colosos y que debemos aprender a coexistir con ellos.
“Una erupción pequeña y una grande son muy diferentes, pero uno piensa siempre en el peor escenario. Como seres humanos eso nos encanta, pero las erupciones pequeñas son sumamente peligrosas; de hecho, son las que más han matado personas en los últimos 15 años”, explicó el especialista.
Por su conocimiento es que Gino quiere enviar un mensaje muy importante a los ticos y es que por favor no se metan a los cráteres de los volcanes, ya que en Costa Rica las erupciones pequeñas son muy peligrosas.
“Yo quiero ver muchos volcanes, quiero aprender mucho de ellos, pero pese a esta pasión por estudiarlos, no me quiero morir en un volcán”, dijo.
Agregó que hay que tenerles mucho respeto, ya que los volcanes estuvieron aquí antes que nosotros y estarán después. “Como científicos buscamos respuestas. La ciencia por la ciencia está bien, pero en mi caso personal es ciencia para vivir mejor como seres humanos, en estos casos, con un volcán”, concluyó.
Desde las aulas de la escuela hasta los cráteres de los volcanes, Gino nos muestra que el aprendizaje nunca termina y que cada experiencia, por más pequeña que sea, puede encender una pasión que nos impulse hacia nuevas alturas.