Un adiós de cuatro años. Qué duro. Para muchos, como yo, lo que despedimos el 4 de setiembre fue la esperanza de ver a Gustavo Cerati despertar.
Durante cuatro años permaneció en coma. Un accidente cerebrovascular lo postró en un sueño profundo desde el 15 de mayo del 2010. Poco antes de que se apagara su voz, cantó y cantó para miles de personas en un concierto realizado en el campus de la Universidad Simón Bolívar, en Venezuela. Qué elegancia irse de esa manera: haciendo música, siendo un genio, brillando y tocando corazones.
Todos quisimos hacer algo para despertarlo. Juntamos ese deseo en cada conversación de bar y a las redes sociales las llenamos de estatus para enviarle buena vibra, copiamos con pasión las letras de sus canciones y le dimos eco a un hashtag que no paró de reproducirse en cuatro años: #FUERZACERATI #FUERZACERATI.
Anhelamos, desde lo más profundo, que su frase “me verás volver” se convirtiera en profecía y se defendió su vida cuando algunos medios, por error, lo matamos en las noticias.
La ilusión de verlo levantarse mermó y los pronósticos clínicos perdieron optimismo. Si Cerati hubiese despertado siendo quien dejó de ser cuatro años atrás, habría sido un milagro médico. Pedir por su recuperación total pasó de ser un acto esperanzador a uno iluso. Gustavo merecía volar y convertirse en leyenda.
“Vuelta por el universo, alto, cada vez más alto... Sin palabras amor eterno para vos... Poder decir adiós es crecer”, escribió en Facebook su hija Lisa el 4 de setiembre, anunciándole al mundo que su padre dio el paso que faltaba para ser eterno.
Hubo silencio, pero no hubo shock . La muerte de Gustavo Cerati era una lamentable posibilidad. Hubo, por supuesto, mucho dolor.
Gustavo Cerati fue muchas personas. Fue el líder de una banda legendaria de rock, un solista exitoso, DJ y uno de los productores más innovadores del mundo. También fue muchos significados. Para mí tuvo dos especiales: nacimos un mismo día, el 11 de agosto. Podría parecer ridículo, pero compartir esa fecha con él me fijó un parámetro: alguien que nació en un día igual al mío trascendió en el mundo, así que también lo podría hacer yo.
Hay otro significado, uno más importante: la música de Soda Stereo es el soundtrack de la relación entre mi madre y yo. Por vericuetos extraños del destino, mami y yo vivimos juntos poco tiempo, pero en esos años de hacernos compañía siempre escuché a Cerati cantar.
Tendría unos nueve años de edad cuando “la canción del temblor” salía en la radio y hacíamos nuestra dinámica: yo me escondía debajo de la mesa para esperar a que pasara “el temblor” y mami reía. Es nuestra canción.
Musicalmente nos afectó a todos sin saberlo. La música compuesta por Gustavo inspiró a músicos que nos inspiraron luego a nosotros.
Escucho a Cerati en el estilo vocal de la Julieta Venegas de los noventas, en las percusiones de La Ley, en las letras de Zoé, en la sicodelia de Aterciopelados, Babasónicos, Fobia, Café Tacvba, Fito, Azul Violeta, Jumbo, Plastilina Mosh y, sobre todo, en Zero Kill, la banda liderada por Benito Cerati.
Fue tantas cosas y las será más con el tiempo. Hoy: un ícono, rey del rock en español, precursor mundial de la electrónica, Argentina, un maravilloso escritor y, una que me inventé, una atmósfera, porque más que un parámetro mundial, es una capa que difumina la luz que ilumina la escena musical en español.
Hombre alado, te extraña la tierra.