Revista Dominical

Había una vez una Casa del Cuento en Guadalupe

Desde hace un año, la teatrera mexicana Selene de la Cruz abrió al público su laboratorio de investigación. Todas las semanas, niños y adultos se sientan a escucharla hacer lo que más le gusta: contar cuentos

EscucharEscuchar
Selene de la Cruz tiene 18 años de contar cuentos. Aprendió a tocar el acordeón para acompañar algunas de sus narraciones. Foto: Diana Méndez. (Diana Mendez)

Los zapatos, ¡afuera! Son las tres de la tarde; la luz se cuela suavemente por las cortinas de una casa mientras cinco niños se descalzan y pisan la madera con las plantas tiernas.

Los almohadones en forma de libros se acomodan sobre el piso pulido y frente a ellos hay una pila de libros reales: un pequeño auditorio alrededor de una mujer, una cuentera.

Desde la calle, la casa parece ordinaria. Se asoman algunas plantas frente a las paredes color crema, la envuelve una reja. Pasaría completamente inadvertida en el barrio de Guadalupe que la rodea si no fuera porque encima del techo flota un rótulo: Selene la Casa del cuento.

“Se llama Selene porque yo pienso que la narración es personal”, dice la anfitriona Selene de la Cruz con acento chilango, el cuerpo bajito relajado en una blusa estilo oaxaqueño y el pelo corto, adornado por una diadema de flores.

“Los narradores orales contamos desde nuestro intelecto, creencias, emociones. Cuando escogemos cuentos es porque nos identificamos o por alguna necesidad nuestra. Yo cuento completamente diferente a otro cuentero que escoja el mismo cuento”, añade.

La Casa del Cuento abrió sus puertas el 19 de mayo del 2017 y, un año después, es el segundo hogar de la cuentera mexicana. Pese a su nombre engañoso, no es una casa como tal.

La habitación principal funciona como un escenario pequeño con piso de madera y, afuera, dos áreas de libros funcionan como un recibidor para los visitantes.

Hay una pequeña biblioteca –en la cual los libros se prestan para leer dentro del lugar– y una tienda dedicada, sobre todo, a vender literatura infantil.

Los cuentos que Selene escoge para contar esta tarde salen de uno de los puñitos de literatura desperdigados por la casa: el cuento popular La gallinita roja y el grano de trigo y una fábula de un pato distraído, Empatados (Ediciones Tecolote).

En cuestión de minutos, la voz de su narradora se transforma en graznidos, maullidos, mugidos y otros sonidos que los chiquitos imitan. Pacientemente espera que la emoción pase antes de avanzar las páginas, aún cuando sea solo para que vean las ilustraciones porque ella interpreta todo de memoria.

“Todos los cuentos que trabajo los conozco perfectamente bien” , afirma Selene.

“De pronto tengo que estar pensando en cuentos nuevos porque ya vinieron”.

Sus presentaciones se anuncian en una página de Facebook con el mismo nombre del lugar. Algunos días, hay otros invitados pero el escenario es un negocio modesto: en realidad, nació para que experimentar.

“La idea de abrir esta Casa es que yo tenga un espacio que pueda ser mi laboratorio y donde me mantenga permanentemente en búsqueda y contando. Quiero que mi memoria se mantenga activa”, explica Selene.

“Cuando yo vivía en México, contaba con mucha frecuencia. Cuando me vine a vivir para acá era cada vez que me invitaban a un festival o cada que me contrataban”, lamenta. “(Antes) me pasaba lo que le pasaba a mis libros: estaban muertos en el librero”, dice. “¡Ahora estamos vivos!”.

La hija de Selene, Quetzalli, fue la inspiración para que la cuentera abriera espacios de fomento a la lectura y cuentacuentos para niños. Foto: Diana Méndez. (Diana Mendez)

Había una vez una artista de teatro. Durante 18 años, Selene de la Cruz convirtió al cuento en su vocación, disciplina y oficio.

“En el 2000, me armé un espectáculo unipersonal de dos cuentos de Óscar Wilde para hacer trabajo en la calle. Con ese espectáculo me fui a España y ahí me ponía en el parque de El Retiro. Así empecé: yo no buscaba contar cuentos, buscaba hacer lo que hacía”, recuerda.

Antes de llegar al país, la artista tenía trabajo sin falta en instancias mexicanas (en programas culturales de museos, proyectos escolares y hasta de salud en hospitales, entre otros).

“Nunca imaginé que en Costa Rica hubieran pocos espacios para contar. La narración oral no está profesionalizada. Pueden haber muchos cuenteros pero que no cobran o cobran muy mal. Para quien los contrata, ser cuentacuentos, cuentero, no es una profesión”, describe.

La mexicana migró al país en el 2014, junto a sus esposo y su bebé Quetzalli (quien ahora es una niña de 4 años). La crianza de la hija fue una prioridad para la familia y por ella se trasladaron a San José.

“Yo sostengo el fomento a la lectura por ella”, afirma también. “La idea no es enseñarlos a leer sino enseñarlos a amar los libros” .

Quetzalli es oyente de las tardes de fomento a la lectura –los martes, con un grupo fijo que ronda los nueve niños –; la hora del cuento –los jueves, con adultos acompañantes–; y los montajes de espectáculos con títeres –fines de semana–.

Aunque los pequeños son un segmento importante del público de Selene, el plan de la cuentera es tener una oferta flexible y enamorar a los más grandes también (“¡Tengo cuentos para despedidas de soltera!”, se jacta).

Al menos una vez al mes, la cuentera cambia el ambiente del salón de madera: cierra las cortinas, enciende velas y abre un vino.

Los cuentos para adultos son sus favoritos, dice, aún cuando todavía son los que reciben más visitas desconfiadas (las sesiones tampoco pueden abarrotarse en la habitación, el cupo máximo es de 25 personas).

“Los que vienen ya saben que ese es mi estilo: lloran y ríen. Así son las historias, conmueven y te dan risa, también te dan morbo”, explica. Entre sus autores favoritos menciona a latinoamericanos como Octavio Paz, Gabriel García Márquez; también El Decamerón de Bocaccio.

“Según mi experiencia hay pocas librerías especializadas en literatura infantil”, dice Selene. Foto: Diana Méndez. (Diana Mendez)

En los cuentos infantiles, los niños son quienes seleccionan los libros que no pueden faltar (en la biblioteca ni la librería): Mi amigo el dragón del nicaragüense Alberto Sánchez; el poema de Rubén Darío Canción de la noche en el mar y La peor señora del mundo del mexicano Francisco Hinojosa.

“Con este proyecto, mis libros están vivos permanentemente. Ya no se empolvan porque los niños se llevan el polvo”, se carcajea. “No se humedecen, más de uno se rompe. No importa”.

En la cruzada de los cuentos, Selene tampoco se encuentra sola. Colabora con el negocio un amiga que también es madre – María Barboza –, pero queda claro que la Casa del Cuento adopta a padres (que esperan a sus hijos mientras leen), a cuenteros consolidados y otros que buscan nuevos aprendizajes en su oficio.

Selene afirma sin duda alguna: “Todo el mundo necesita cuentos”.

Selene la Casa del Cuento se encuentra en Guadalupe, 100 metros norte y 50 oeste de la mueblería La Robert . El teléfono es el 8773-2000.

Natalia Díaz Zeledón

Natalia Díaz Zeledón

Periodista del suplemento Viva de La Nación. Productora audiovisual y periodista de la Universidad de Costa Rica. Se especializa en temas de artes escénicas, música, cine y televisión.

LE RECOMENDAMOS

Este hotel en Puntarenas anuncia su cierre temporal

El hotel suspenderá labores para implementar un proceso de renovación.
Este hotel en Puntarenas anuncia su cierre temporal

‘Francisco ha creado confusión y hay que poner orden’, dice el cardenal alemán Gerhard Müller

Entrevista con el cardenal alemán Gerhard Müller, uno de los más críticos del trabajo del papa Francisco.
‘Francisco ha creado confusión y hay que poner orden’, dice el cardenal alemán Gerhard Müller

Jafet Soto da a conocer el futuro de Fernán Faerron

El presidente del Herediano, Jafet Soto, reiteró que la decisión de marcharse a Ucrania fue del propio Fernán Faerron
Jafet Soto da a conocer el futuro de Fernán Faerron

En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.