Era Navidad y todo apuntaba a que debía pasarla en el hospital. Melissa estaba desconsolada. Su familia también. Los últimos tres años habían sido muy tristes, pues ella recaía en el centro médico cada 15 días a causa de la anorexia que sufría desde hacía una década.
Ese diciembre, después de 10 años de padecimiento, Melissa Góngora Fuentes decidió que se iba a dejar ayudar, después de años de insistencia de parte de sus seres queridos. Deseaba salir de ese hueco que parecía cada vez más hondo.
“Estuve consumida en la anorexia 10 años. Empecé luego de que mis papás se divorciaron, después me veía gorda en el espejo. Se convierte en un círculo vicioso. Uno se castiga con su cuerpo. Los tres años antes de mi recuperación fueron críticos. Salía y entraba al hospital cada dos semanas: me ponían suero, me alimentaban, subía cuatro kilos en cuatro días, entonces cuando salía, pasaba días a pura agua o café”, confía Melissa.
En aquel entonces, hace más de 15 años, a Melissa le aplicaban ese tratamiento para salvarle la vida, pero psicológicamente le afectaba, se sentía terrible. Mientras tanto, recibió acompañamiento psicológico y nutricional con especialistas.
Hoy esta comunicadora, mercadóloga, consultora y profesora universitaria comparte su testimonio para decirle a las personas que atraviesan algún TCA y a sus familias, que con disposición y ayuda es posible superarlos.
Historias como la suya y otras relacionadas con TCA son parte de la vida de muchas personas, especialmente de mujeres adolescentes en Costa Rica.
A solicitud de La Nación, la CCSS compartió cifras de las atenciones dadas, entre el 2019 y el 2023, en consulta externa debido a Trastornos de la Ingestión de Alimentos.
Los datos del 2023 revelan que en ese año se recibieron a 4.609 pacientes, siendo 3.950 (un 86%) mujeres y 659 a hombres. En el caso de las mujeres, 3.052 tenían entre 10 y 19 años y 602 estaban entre los 20 y los 44 años de edad.
Sobre los hombres atendidos el año pasado, 391 se ubicaban entre los 10 y 19 años. Otros 104, entre los 20 y los 44.
Datos brindados por la doctora Daniela Carvajal, directora de la Clínica del Adolescente del Hospital Nacional de Niños, indican que ahí actualmente hay 250 adolescentes siendo atendidos, integralmente, por TCA.
La especialista comentó que en ese centro médico la prevalencia es de 1 hombre por cada 9 mujeres y que lo usual recibir pacientes entre los 12 y 17 años con trastornos de la conducta alimentaria. Sin embargo, en los últimos años han atendido también casos de niños y niñas de menor edad.
Reconociendo la importancia de abordar adecuadamente los TCA, en la Asamblea Legislativa hay un proyecto de Ley (bajo el expediente 23.718, propuesto por la diputada Andrea Álvarez Marín y del que puede leer más en un artículo adjunto) que busca atender y prevenir esta afección de salud mental que continúa siendo incomprendida.
En el 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que en el mundo, 14 millones de personas padecían trastornos alimentarios, de los que casi 3 millones eran niños, niñas y adolescentes.
Antes de conocer más de la historia de Melissa, quien logró superar la anorexia, y el testimonio de Valery Castro, una joven que detectó a tiempo que tenía conductas de riesgo de un TCA, aquí le explicamos más de los Trastornos de la Conducta Alimentaria.
¿Qué son los TCA?
Los TCA son trastornos biológicos que afectan a la persona en diferentes ámbitos, incluyendo la salud física, la emocional y psicológica, a causa de factores que pueden ser genéticos, biológicos, ambientales y/o psicológicos.
Estos trastornos alimentarios se pueden reconocer por un patrón persistente de “comer no saludablemente o de hacer dietas no saludables”, asociado con angustia emocional, física y social.
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria pueden presentarse en personas de todas las edades, etnias, género y clase social, explican la psicóloga Francela Jaikel y la nutricionista Rosanna Mauro, ambas especialistas en TCA, así como voceras, promotoras y parte del equipo técnico de la campaña Cuidémonos Nutritiva-Mente.
Esta campaña, impulsada por el Colegio de Profesionales en Psicología de Costa Rica , el Colegio de Nutricionistas y el Ministerio de Salud, está enfocada en difundir cuatro factores de protección en la familia, círculos de amigos, centros educativos y citas médicas, para así poder frenar TCA como la bulimia, la anorexia, los atracones, entre otros trastornos de la conducta alimentaria, sobre todo, en población adolescente.
“Los TCA son condiciones mentales serias, biológicamente influenciadas, con múltiples causas, que pueden tener consecuencias severas para quienes los sufren, como caida del cabello, problemas en huesos y dientes, falta de concentración, ansiedad y hasta la muerte”, expresó Francela Jaikel.
¿Cuáles son los Trastornos de la Conducta Alimentaria más frecuentes?
El trastorno por atracón, la bulimia y la anorexia son los TCA que más se presentan, informaron Jaikel y Mauro.
¿Cómo identificarlos? Estos son sus síntomas principales.
Trastorno por atracón: ocurre cuando se come, de manera descontrolada, una cantidad de comida mucho mayor a la usual. Una de sus características es que las personas no buscan deshacerse de lo ingerido (no vomita).
Este trastorno genera culpa y vergüenza. Además, las personas comen a escondidas sin sentir hambre física. Se presenta una vez a la semana por al menos tres meses. Las especialistas resaltan que aunque alguien no lo haga con esta frecuencia, el trastorno igual puede estar presente.
Bulimia: comparte características de comportamiento con el atracón. La diferencia radica en que las personas incurren en una conducta compensatoria, como vómito, consumo de laxantes, pastillas de dieta, ejercicio excesivo o diuréticos para compensar el exceso que se consumió.
Anorexia: se presenta cuando hay restricción de alimentos. El peso de las personas es menor al que deberían de tener según sexo y edad. Además, temen aumentar kilos y aun cuando han perdido mucho peso, no se perciben así.
“Es importante decir que la persona tiene terror de subir de peso a pesar de entender lo negativo de tener peso bajo. Hay una nueva forma de ver la anorexia. Se trata de la anorexia atípica que irónicamente es la más típica de todas, la más frecuente. Cumple con esos criterios, pero no con el peso por debajo de ese estándar”, detalló la nutricionista Rosanna Mauro, especialista en TCA desde hace nueve años.
Con relación a la anorexia atípica, agregó que para determinar que este trastorno ocurre, se debe realizar una entrevista clínica junto con profesionales en psicología o psiquiatría.
“La anorexia atípica se incluye dentro de trastornos alimentarios no especificados”, dijo la nutricionista.
“Cuando se habla de cáncer, si se ve el nódulo, la persona no va a esperar a que sea una severidad mayor, o que suba de categoría, apenas tiene sospecha, actúa inmediatamente. Cuando hablamos de trastornos alimentarios esperamos a que sea supersevero, hasta que la persona ya realmente tenga efectos físicos y psicológicos severos para que el paciente se atienda. Es mejor prevenir y atender antes”, Francela Jaikel, psicóloga.
¿Cómo se manifiestan los TCA?
Las primeras alertas de que alguien está presentando un TCA (recordemos que pueden aparecer sin distinción de edad) empiezan porque su manera de actuar con respecto a la comida cambia. Un ejemplo que brinda la nutricionista Rosanna Mauro es que, de repente, la persona elimina alimentos que antes le encantaban y empieza a hacer ejercicio excesivo a diario. Si algo de esto varía, su estado de ánimo puede cambiar.
Otras señales pueden estar en que se empiezan a contar calorías, a leer etiquetas de los productos con obsesión y querer controlar los ingredientes de los alimentos que se cocinan en casa.
“Se empieza a pesar y a medir partes específicas en el cuerpo porque está hipervigilante de cualquier cambio mínimo. Se manifiestan cambios en peso, para abajo o para arriba. La persona casi no va a comer en público y puede mostrarse aislada o ansiosa. De repente, lo único que le importa es el tema relacionado con la comida. La persona puede estar más cansada e irritable”, detalló la especialista.
Además de esos cambios notables, hay signos clínicos adicionales a la variación de peso, como que la persona puede lucir pálida, ojerosa, con manchas o quebraduras en sus piezas dentales.
“Las señales pueden ser difíciles de identificar, pero si vamos uniendo piezas poco a poco de estas cosas y otras a nivel psicológico, vemos como que algo no está bien”, añadió la psicóloga Francela Jaikel, quien suma nueve años como especialista en TCA.
“Los TCA son subdiagnosticados. La persona va al gastroenterólogo, al dermatólogo, etcétera, por efectos del trastorno y no por el TCA. La causa no se detecta fácilmente. Tenemos a nivel mundial un número mucho menor a lo que realmente presenta la realidad”, Francela Jaikel, psicóloga
En la parte emocional, la persona “va perdiendo la esencia”, agregó la psicóloga.
“Va perdiendo la alegría por la vida. Se siente obligada a cumplir estándares altos. Son personas perfeccionistas que quieren más restricción y ejercicio. Se exigen y no se reconocen. La sensación de malestar está siempre presente. Muchas veces hay evitación del cuerpo. Son personas que no pueden observarse”, añadió.
“Puedo llenar a mi hijo o hija de comentarios divinos, que si el niño o niña me ve hacer o hablar de dietas, me escuchan quejarme de mi cuerpo y figura, esto genera que se perciba de esa manera a sí mismo. El desarrollo de imagen corporal empieza desde que nacemos y sigue a la adolescencia”, Francela Jaikel, psicóloga
Retomamos la historia de Melissa.
‘Empecé a los 15 años’
Melissa Górgora empezó a los 15 años su lucha con la anorexia, un trastorno de la conducta alimentaria que, según la OMS, se presenta en la adolescencia o a principios de la edad adulta.
“En esos 10 años de lucha, era muy joven, una adolescente. En este momento, después de tanto tiempo, ahora veo que se habla más del tema. Antes no se le daba importancia. Mi proceso empezó cuando estaba en el colegio, en mi casa no sabían qué pasaba, empezaron a ver cambio de conducta y peso. Se enteraron hasta dos años después, yo botaba la comida y no se daban cuenta. Como hacía ejercicio, pensaban que era por eso que perdía peso. Yo era delgada y adelgacé más”, rememora.
Al ingresar a la universidad todo se volvió más complicado. El cuerpo de Melissa empezó a “presentar deficiencias” y se desmayaba todo el tiempo, incluso en un vuelo cuando iba de viaje familiar. La hospitalizaban seguido.
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“No comía nada. Mi alimento era un café con una galleta que repartía para todo el día. Fueron 10 años que no me gusta decir que perdí, pero así fue. Fueron muy difíciles”.
En esa década, Melissa la pasó muy mal y dice que el problema no era solamente su cuerpo. Su salud mental estaba muy afectada. Además, lidiaba con las voces de quienes le decían que por qué estaba en esa situación si ella lo tenía todo.
Por algo se dice que los TCA son uno de los trastornos mentales más “invisibilizados e incomprendidos”.
La vida social de Melissa también fue perjudicada. “La mente es demasiado poderosa. Nos juega sucio. En el espejo me veía y decía: que gorda que estoy. Me topaba personas y me decían que qué flaca me veía. Me aislé porque no quería que nadie me dijera nada. Cuando salía con mis amigos y decían la palabra comer, yo desaparecía. Esos pequeños síntomas pueden ser una alerta”.
¿Cómo prevenir los TCA en niñez y adolescencia?
La psicóloga Francela Jaikel y la nutricionista Rosanna Mauro, ambas especialistas en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), brindaron varias recomendaciones preventivas para identificar si una persona está lidiando con estas situaciones
FUENTE: Francela Jaikel, Rosanna Mauro, Daniela Carvajal y Cuidémonos Nutritivamente. || Kimberlyn Zamora y Fernanda Matarrita / LA NACIÓN.
La familia de Melissa la puso en tratamiento con especialistas (todo privado, en ese momento no encontraron opciones en el sector público), pero fue hasta aquel 23 de diciembre, después de 10 años con anorexia, que ella decidió intentarlo. Aprendió a comer de cero. No era solamente consumir un puré, sino también no sentirse mal por estar comiendo.
“En 10 años tuve un diario en el que apuntaba cada cosa que me comía. Era una tortura. Empecé a recuperarme. Tenía a la nutricionista que me ayudaba a comerme un Gerber (colado de frutas) y también a la psicóloga que era experta porque su hija sufrió trastornos de alimentación”.
Así comenzó su camino a la recuperación, uno en el que dejó de obsesionarse con la báscula. Entendió que los números importaban solo cuando al pesar menos de 40 kilos su vida estaba en riesgo.
En su proceso, Melissa empezó a buscar hobbies. Aún no podía retomar el deporte, su cuerpo no lo toleraba, pero al menos podía caminar. Lidió con la enfermedad de su hermano, que estaba en coma, situaciones que podían hacerla recaer, sin embargo, continuó con un tratamiento integral junto a la psicóloga y la nutricionista.
La recuperación fue durísima; por fortuna, en el primer año, Góngora comprendió que no estaba sola, que hay que saber cuándo pedir ayuda, aceptar el apoyo y entender que no debe compararse con nadie.
Durante 10 años, el cuerpo de Melissa no recibió los nutrientes que necesitaba y de esto se derivaron problemas estomacales, que sus uñas y cabello no crecieran y que su piel no se viera luminosa. Además de esto, los médicos le hicieron una seria advertencia: “tal vez no vas a poder tener hijos”.
Tras el primer año de tratamiento, en el que Melissa se mantuvo estable, sin ir al hospital y alimentándose sanamente, la vida la sorprendió. Otra vez era diciembre y lloraba de alegría: ¡Estaba embarazada!
“Fue un regalo de la vida. Me di cuenta de que tenía que cuidarme mucho. No era solo yo, sino alguien que venía en camino. Tuve un buen embarazo. Sano. La anemia que tuve por 11 años desapareció y nació Emi (su hijo, hoy de 17 años y quien está por entrar a la universidad)”.
Un día a la vez
Melissa comparte su historia porque sabe que sus palabras pueden alentar a alguien más. Reconoce que luego de superar la anorexia vive un día a la vez.
“Se puede recaer, pero es importante tener esa red de apoyo. Se van a presentar miles de situaciones. La mente va a jugar con vos en algunos momentos. Por eso hay que buscar ayuda. No es fácil, pero es importante tener la ayuda a mano. Me encanta que hayan presentado este proyecto de Ley (para prevenir y atender los TCA). Es necesario que se hable de este tema, que se conozca más de este tipo de trastornos, que existan lugares especializados. A mí en su momento pensaron en mandarme a otro país, como España, que tiene clínicas especializadas”.
La profesora universitaria celebra que ahora se hable más de esta realidad, pues en su momento había trabajadores de la salud que le decían que estaba “mal de la cabeza”.
“No estaba loca, pasaba por un montón de situaciones. Después de mi vivencia, aprendí a no odiar la comida, a comer de forma saludable. Como mi estómago quedó tan delicado, no puedo comer muchas cosas, pero soy muy saludable. Sigo siendo delgada, pero no se trata del número que dice la báscula”, comentó.
“A mis estudiantes les hablo de la importancia de la salud mental, de acudir a terapia psicológica, no solo cuando nos sentimos mal”, Melissa Góngora.
Su historia ha impactado la vida de personas cercanas que se le han acercado porque allegados dejaron de comer y manifiestan que “odian su cuerpo”. Ellas les aconseja.
A todas las personas siempre les dice que sí, que es posible salir de un Trastorno de la Conducta Alimentaria, pero que el apoyo familiar, social y estatal es indispensable para superar una enfermedad que no hace distinción de sexo ni de nivel socioeconómico.
“Hoy le doy gracias a mi cuerpo tan fuerte que soportó esos 10 años, me dejó tener un hijo. Agradezco todos los días. Me costó recuperarme físicamente, aún cuesta que mi cabello crezca, nunca voy a tener masa muscular por más que vaya al gimnasio, pero agradezco haber sobrevivido. Esos 10 años me ayudaron a crecer como ser humano. Logré sacar cinco carreras. Amo en lo que trabajo”, expresó Melissa.
Hoy no siente vergüenza de hablar de este tema que superó y que sabe que con su voz “puede ayudar a muchas personas a saber que no están solas”.
“Sí se puede salir de eso. Un día a la vez”.
Ahora, conozcamos la vivencia de Valery.
‘Presenté conductas de riesgo de TCA’
Valery Castro cayó en cuenta de que su vida giraba en torno a la comida y al gimnasio. Eso no estaba bien, se alertó así misma.
Esta redactora de contenido, de 29 años, habla de su vivencia con la intención de visibilizar esas acciones que se pueden normalizar, pero que podrían resultar perjudiciales.
“Hace dos años, ingresé al gimnasio con esa meta usual de Año Nuevo de bajar de peso y ser saludable. Entré a entrenar, nunca había ido al gimnasio, siempre había hecho rutinas en mi casa”, recuerda.
De repente, Valery pasó de ir tres días a todos los de la semana. En ocasiones asistía dos veces diarias.
“Me empecé a obsesionar”, comenta la estudiante de psicología.
La joven complementó el ejercicio físico con guía nutricional. La especialista le hizo una pauta según los objetivos de Valery para “disminuir grasa y aumentar músculo”.
“Perdí peso en esos meses, bastante rápido. Llegué al peso que quería bajo ese régimen de gimnasio, de pesar comida y contar tazas. Entre comillas estaba cuidando mi alimentación”.
Valery rememora cómo empezó a obsesionarse con los alimentos. Pensaba en qué podía comer y qué no, se sentía mal si se alimentaba fuera de su casa y más si era comida rápida. Una amiga le señaló que estaba yendo mucho al gimnasio.
“Empecé a notar que se me estaba saliendo de control. Entonces decidí ir donde una psicóloga que me dijo que estaba presentando conductas de riesgo de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Para mí era sencillo salir en ese momento pero hay personas que duran años. Estuve en terapia año y medio y conté con acompañamiento de nutricionista y psicóloga”, confía Castro, quien rememora cómo cuando empezó a perder peso las personas la felicitaban.
“La psicóloga me decía que socialmente ser delgado trae aceptación social. Se glorifica la delgadez sin importar lo que hace uno, así se limite a comer lo que le gusta. Esto debe cambiar”, agregó.
“A veces los comentarios sobre el cuerpo de una persona vienen desde su propia familia. Los papás pasan haciéndole comentarios a los hijos y desde pequeñitos van recibiendo mensajes de que “está mal que coma X cosa”. Luego piensan: “tengo que ser delgado para que me quieran más”. Es importante rodearse de personas conscientes. A mi familia y amigos les digo que de esos temas no se habla conmigo”, Valery Castro.
Actualmente, Valery disfruta de la comida, de eso que le gusta cuando así lo desea.
“Yo antes me ponía horas de comida. Si me daba hambre antes del horario, no comía. Ya eso ha cambiado un montón”.
Asimismo, asiste a actividades con familia y amigos sin ponerse restricciones. Antes iba, pero sabiendo que si iba a comer “X cosa”, limitaba las porciones durante el día.
“Ahora como lo que tengo que comer y me siento tranquila. En el proceso de recuperación he subido de peso. Si uno se quiere recuperar, tiene que dejar de aferrarse a la idea de bajar de peso. Voy al gimnasio y le dije al entrenador que no me interesa cuánto tengo que bajar, mi enfoque es disfrutar”.
Luego de su vivencia y de ver cómo un TCA pudo “robarle su vida”, Castro invita a las personas a buscar ayuda, pues se requiere de un acompañamiento integral.
“Realmente me parece muy útil que haya un proyecto de Ley que le dé la visibilidad a los TCA y que existan campaña para ayudar a prevenirlos”, expresó.
¿Cómo se ayuda a una persona con TCA?
La nutricionista Rosanna Mauro y la psicóloga Francela Jaikel dicen que lo principal es que la familia esté atenta para detectar tempranamente cualquiera de las señales ya mencionadas.
La recomendación es acudir a especialistas en el tema. En caso de que no se cuenten con recursos privados, se debe ir al Ebais y exponer lo que ocurre. Un diagnóstico temprano mejora las probabilidades de recuperación de un Trastorno de la Conducta Alimentaria.
“Quiero desmitificar eso que dicen que un TCA es para toda la vida. Es una idea que se tiene por ahí concebida. La ciencia y estudios respaldan que ahorita con tratamiento adecuado dirigido a ver conductas y emociones alrededor del TCA, la persona puede salir de esto”, mencionó Jaikel.
Mauro añadió: “Se recomienda atención integral: nutricionista, psicólogo, doctor, psiquiatra o pediatra si es niño o niña. No todos los profesionales están entrenados para brindar atención. Acudir a un especialista en TCA es totalmente diferente”.
¿Apoyo en Costa Rica?
Tanto Jaikel como Mauro exponen que en el país no se cuentan con datos precisos sobre la cantidad de personas afectadas por los TCA.
“Muchas veces se atiende por la condición de emergencia y no la de fondo. Por ejemplo: una persona con bulimia que tuvo desmayo, va y el diagnóstico es deshidratación severa o sincopé.
“No van a decir que fue bulimia que causó una pérdida de electrolitos por conductas de vómito que llevó a la deshidratación severa. Se da un subdiagnóstico porque no todas las personas están entrenadas para saber que es un TCA”, dijo la nutricionista Rosanna Mauro.
La psicóloga Francela Jaikel acotó que tampoco se conocen cifras locales de mortalidad relacionadas con TCA, debido a que lo que se reporta es la condición que presentó el paciente en el último momento.
“Dice un paro cardíaco, una falla de múltiples órganos… un suicidio. No se dice anorexia o bulimia de fondo. Ahí tenemos una situación país”.
Ambas especialistas recalcaron que el Hospital Nacional de Niños cuenta con la Clínica para atender niñez y adolescencia con TCA; sin embargo, exponen que no hay un espacio especializado para adultos.
A través de su oficina de comunicación, la CCSS informó que los casos relacionados con TCA en Costa Rica “son atendidos directamente en la consulta externa de nutrición tanto en los hospitales como en las áreas de Salud”. Cuando se requiere una atención especializada, la persona se refiere directamente al hospital Nacional de Niños o al Hospital de Salud Mental, detalló la institución.
Los datos
El Área de Estadística en Salud de la CCSS brindó, a pedido de La Nación, datos de diagnósticos dados en consulta externa por trastornos por la ingestión de alimentos.
Entre estos se cuentan los diagnósticos por anorexia nerviosa, anorexia nerviosa atípica, bulimia nerviosa y bulimia nerviosa atípica, entre los años 2019 y 2023.
Anorexia nerviosa: En el 2019 se diagnosticaron a 823 personas; en el 2020 a 660; en el 2021 a 1.300; en el 2022 a 1290 y el 2023 a 1.620.
Anorexia nerviosa atípica: En el 2019 se diagnosticaron a 253 personas; en el 2020 a 268; en el 2021 a 293; en el 2022 a 340 y en el 2023 a 441.
Bulimia nerviosa: En el 2019 se diagnosticaron a 368 personas; en el 2020 a 343; en el 2021 a 571; en el 2022 a 578 y en el 2023 a 494.
Bulimia nerviosa atípica: En el 2019 se diagnosticaron 60 personas; en el 2020 a 141; en el 2021 a 171; en el 2022 a 106 y en el 2023 a 108.
En el cuadro compartido por la CCSS se mencionaron también los diagnósticos: hiperfagia asociada con otras alteraciones psicológicas, vómitos asociados con otras alteraciones psicológicas, otros trastornos de la ingestión de alimentos y trastorno de la ingestión de alimentos no especificado.