‘120 Minutos’ es uno de los programas de discusión futbolera predilectos en Costa Rica. Durante dos horas, los panelistas del espacio de Radio Monumental dan rienda suelta a sus pasiones deportivas y a las de miles de costarricenses que los sintonizan.
Un equipo de La Nación se “infiltró” en el programa, el pasado 30 de agosto y 2 de setiembre; fechas correspondientes a la previa y post análisis del clásico entre Alajuelense y Saprissa. Gracias a esto pudimos presenciar de cerca lo visto y oculto del programa más picante del balompié tico y sorprendernos con la dinámica real de 120 Minutos.
El “tome y deme” todos las mañanas de lunes a viernes hace creer que entre las figuras de este show radiofónico existen roces personales. Sin embargo, al observar desde un rincón de la cabina, esta percepción cambia radicalmente.
Uno de los mayores descubrimientos en este ejercicio de observación fue darnos cuenta del entrañable vínculo que han desarrollado Harrick McLean y Carlos Serrano.
Serrano es quien ablanda la fachada “cascarrabias” de McLean y lo llena de vitalidad. Durante todo el programa lo molesta, tal cual como un hermano menor; y se nota que se tiene ganado el corazón (que quiere parecer de piedra) del narrador limonense.
Aunque de primera entrada, todo parecía indicar lo contrario. Apenas cinco minutos y la mañana tan tranquila del viernes 30 de agosto ya se había sacudido con una corta pero intensa discusión.
Carlos Serrano manifestó su inconformidad con el formato de la Copa Centroamericana, el cual permite que equipos que se enfrentaron en fase de grupos vuelvan a verse las caras en etapas posteriores. McLean aceleró y le lanzó el primer contraargumento: no hay de qué quejarse si las reglas del torneo están dadas desde el principio.
El joven periodista soltó un par de “Pero, Harrick, opine” y dejó pasar el tema sin mayor drama. Al final, él lo sabe bien: los impactos van y vienen durante las dos horas de programa y así como le tocó a él, en otra ocasión le llegará su turno a los demás.
En el primer corte comercial, el experimentado locutor McLean siguió su tiradera graciosa y amistosa contra su compañero. “Ayyy, es que no me gusta el formato”, bromeó con su colega, quien se lo tomó con total buen humor.
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No obstante, en ese mismo corte Serrano le pidió el cargador de teléfono a Harrick, quien le respondió: “Diay, si usted quiere ir a traerlo a mi carro, vaya”. ¿Cuál fue el desenlace de este acto? McLean fue hasta al parqueo a traerle amablemente el cargador. Hasta se rió cuando Serrano bromeo con el deterioro de aquel artefacto electrónico.
Además, en el último corte de ese día, Harrick demostró que nunca pierde su prestancia de hombre inquebrantable y bravo, aún cuando expresa su cariño. La siguiente escena lo describe a la perfección:
-”Harrick, te quiero”, le dijo Carlos Serrano.
-”Te quiero… te quiero ver debajo de la tierra”, le devolvió McLean, provocando las carcajadas de todos los presentes; incluida Febe Cruz, directora de Noticias Monumental.