A Ezequiel Ruiz lo conocí una agradable tarde-noche de verano mientras departía en mi restaurante de siempre, Estación Atocha Don Bosco. Debe haber sido hace un año, cuando él trabajaba como impulsador de los vinos Zinio y, por supuesto, con su don de gentes se había hecho amigo de todos.
Nuestra tertulia aquel memorable día me llenó el corazón de fe, esperanza, estupor, amor del bueno, las mejores vibras, la fe en el ser humano.
Nacido y criado en Buenos Aires, Argentina, hijo único, vino a dar a Costa Rica en 1998 por un azar del destino, pues por esa época nuestro amado “Pura Vida” no era algo conocido para él.
Pero resulta que el “azar” del destino lo anclaría para siempre en el país que adoptó como su patria absoluta, sin menospreciar, por supuesto, a su tierra de nacimiento.
En ese cruce de amores patrios, él por Costa Rica y yo por Argentina, surgió de pronto cómo su amor por el país llegó a la estratosfera cuando decidió no solo afincarse aquí de por vida, sino que, tras casarse con quien fue su primera esposa y hoy su gran amiga, Cristina Gutiérrez, el destino los fue llevando, tras varios embarazos fallidos, a optar por un proceso de adopción.
Con una retórica imposible de interrumpir, aquella tarde noche Ezequiel me contó, como si fuera un guion de película, la historia de su paternidad, de nuevo su amor por Costa Rica, el que incluso logró que su papá y su mamá, estando divorciados, decidieran venirse a vivir a Tiquicia y ambos fallecieron en este país que también los maravilló y en el que descansan en paz hoy en día.
Como los periodistas siempre andamos con las antenas encendidas, cuando Ezequiel me contó toda su historia pensé que era un temazo, que había que contarlo, y luego el trajín diario me desenfocó y lo puse entre mis pendientes.
Pero todo pasa cuando tiene que pasar y, con el pretexto del Día del Padre, decidí compartir por fin esta historia, un relato sin interrupciones, como la primera vez que me narró la historia. De todas maneras no solo no había que repreguntar, pues él hilvana su caso como un guion de película: bien para mí, pues durante toda la entrevista tuve que resolver una y otra vez, los nudos en la garganta y retener los lagrimones. No siempre lo logré.
Esta es la historia de paternidad de Ezequiel Ruiz. En sus propias palabras y asido a una memoria impresionante de fechas y detalles que lo llevan a uno, insisto, como si estuviera viendo un hermoso filme, por momentos en blanco y negro, otros a colores y muchos, muchos en tono sepia, a mi juicio, el color de la añoranza y de la esperanza.
En adelante, el relato de Ezequiel...
De acá, me sacan con los pies por delante
Yo llegué a Costa Rica por primera vez el 25 de enero de 1998, en aquel entonces un país totalmente desconocido y midiendo un proyecto de vida. Regresé a Argentina en junio del 2001 y volví a Costa Rica el 7 de enero del 2002, ya totalmente convencido de que de este hermoso país me sacacarían con los pies para delante, que no iba a dejar de vivir aquí nunca más y que iría a la Argentina pero como turista... de hecho me casé en el 2003 y cuando fui a buscar todos los papeles para conseguir mi santa y bendita residencia me sentí un extranjero en el país donde nací.
En el 2002 conocí a la que hoy es la mamá de mis hijos y bueno, empezamos nuestro proyecto de vida que fue muy bonito, caminamos juntos 14 años exactamente. Yo siempre quise ser papá; empezamos a intentarlo, ella había tenido dos hijos de un matrimonio anterior pero no sin antes sufrir algunas pérdidas.
Ya intentándolo conmigo pasó lo mismo. En nuestro intento de ser papás tuvimos una pérdida muy significativa, Valentina, la perdimos a los seis meses de embarazo y entonces llegó un momento en que dijimos ‘hasta acá' y empezamos con los intentos de inseminación asistida.
Fue muy complejo y lapidario porque cada vez que le venía el período a Cristina era un tema complejo y lapidario, una vela completa, hasta que hubo un momento en que dijimos ‘bueno, hasta acá' y ya habíamos tocado el tema de la adopción. En agosto del 2007 decidimos introducir los papeles en el PANI (Patronato Nacional de la Infancia), para la primera solicitud de adopción, esa primera a la que todo el mundo le tiene miedo, que es la más dura. Ahí empezás a subir la escalera y fue un proceso muy lindo pero de mucha ansiedad, estímulo, aprendizaje. Me he topado con profesionales incansables en el PANI, en la lucha por el bienestar de los chicos, educadores sociales, sicólogos, encargados de hogarcitos y bueno, esta frase te la repetiré varias veces: había un destino escrito.
Los “bebés” de Ezequiel: Santiago cumple 19 años el 24 de junio; Matías va a cumplir 18 el 24 de enero; Éricka llegará a los 16 el 21 de diciembre y Jorge va a cumplir 15 el 12 de diciembre.
Por algo no habíamos podido tener hijos ‘naturalmente’: ese destino escrito es el que hoy nos ha dado la maravilla de tener cuatro ángeles y eso es perfecto porque tengo el corazón partido en cuatro, igual que le pasa a mi expareja, todos estamos en lo mismo; ella (Cristina) ha sido entrevistada en varias ocasiones porque sí es una historia bastante atípica.
–Claro, es que uno conoce historias de adopción, pero el caso de ustedes...
–Claro, a eso iba. Viene la parte más peculiar pero también feliz de la historia: en el momento en que estábamos con los trámites para la adopción yo tenía tres restaurantes en Alajuela, tres parrilladas argentinas de maravilla; mi exesposa, Cristina, tenía dos hijos de su matrimonio anterior, dos joyas de seres humanos. El tema es que en agosto del 2007 introdujimos los papeles en el PANI y nosotros estábamos abiertos a distintas opciones e incluso nos ofrecimos para adoptar dos hermanos, hermanas, pareja, lo que fuera, dos pibes o nenas estaban dentro de nuestras posibilidades, y aquí empieza lo grande...
– ¿Cómo fue que pasaron de dos a cuatro hijos?
– A eso voy. Nosotros habíamos solicitado edades de cero a cuatro años. En eso una de las trabajadoras sociales del PANI nos dice que tienen tres hermanitos, dos varones y una nena, pero que aparte de ser tres y no dos, como nosotros habíamos solicitado inicialmente, el mayor de los tres tenía cuatro años y medio.
Muy animados dijimos que sí. Estábamos bien económicamente y sin ningún problema hicimos la carta de ampliación, los psicocursos y todos los trámites que responsablemente pide el PANI. Nosotros nos trajimos a los tres nenes con la figura de “depósito administrativo”, es decir, no habían sido declarados en abandono y siempre está la posibilidad de que un tío lejano venga de la Conchinchina y los reclame... pero bueno, eso no pasó y a pesar de la angustia de que alguien los reclamara, ya por tenerlos en casa fue increíble entender que había mucho amor para dar y mucho para recibir también.
–Les dieron a los tres mayores, pero al final adoptaron cuatro, ¿cómo ocurrió eso?
– Nos dicen que eran tres y aceptamos, todo se agilizó muchísimo. En cuatro meses ya los teníamos en casa: Santiago llegó de 4 años y medio, Matías de 2 años y Éricka de 11 meses y tres semanas... a la semana cumplió el añito... nosotros con celebración y todo.
Pero en eso nos enteramos de que la progenitora biológica de mis hijos estaba embarazada nuevamente. Ella es o era prostituta en una zona rural, es decir, los chicos son hermanos de madre pero desconocemos quienes son los padres biológicos. El caso es que cuando me entero de que venía un hermanito o hermanita de mis hijos, me puse en contacto de inmediato con una funcionaria del Hogarcito en Guápiles y le conté que me había enterado del nuevo embarazo de la señora y que queríamos adoptar también al bebé en camino.
“Pero vos estás loco, mirá lo que te estás llevando... ¡son cuatro!” me dijo ella, y le contesté: Mirá, lo que viene es hermano de mis hijos y va a comer en la mesa de mis hijos. Me llevé dos varones y una nena, lo que salga de ahí, se puede llegar a enamorar de un hermano más adelante. Te lo digo, y va a comer en la mesa de mis hijos, de sus hermanos.
Y acá viene la parte más linda: nos lo peleamos un año, llamé todas las semanas al hogarcito del PANI porque obviamente la progenitora no podía hacerse responsable. Como por allá de octubre o noviembre, más o menos, me llaman del PANI y me dicen ‘Mirá, acá está con nosotros Jorge Manuel, el hermano de tus hijos. ¿Siempre lo vas a querer?
Tras realizar los trámites de rigor, fui a conocerlo ¡me pasé toda una tarde con él! Cuando nos lo entregaron Jorge no tenía un año, lo cumplió el 12 de diciembre que yo se lo fui a festejar... Es lo que te digo, todo el destino estaba escrito: nosotros nos trajimos a los tres mayores, que eran nenes, el 17 de diciembre del 2007. Y a Jorge, lo trajimos exactamente un año después, el 17 diciembre del 2008 ¡con un añito y una semana de edad, se juntó con sus hermanos!
El desborde del amor
Y bueno, ahí empezó nuestra campaña de desbordamiento de amor, Éricka y Santi con mucha química conmigo, Matías los ojos de la mamá y Jorge es el que nos saca de onda a todos.
Como se explicará a continuación, una vez que la pareja se disolvió y divorció en santa paz, en el 2016, en medio de una crisis económica que incluso propició que pasaran a los niños de escuela privada a escuelas públicas, Ezequiel y Cristina han seguido con sus vidas pero siempre y permanentemente juntos en la faena por sacar adelante a sus adorados cuatro “nenes”, quienes hoy tienen entre 13 y 17 años.
“Hasta eso logramos resolverlo, ninguno de los dos podía asumir a los cuatro, por temas económicos, logísticos, etc. Entonces cuando nos divorciamos, en el 2016, el mayor se quedó viviendo conmigo y los demás con la mamá, aunque hace un año tengo yo a los dos mayores. Si bien no tenemos la convivencia de cuando eran nenes, vivimos cerca, estamos superconectados todos.
Si vos me preguntás, yo me la fumo completa, tendría a los cuatro conmigo pero en este momento económicamente no puedo y qué me queda, ver a los otros dos o tres veces por semana, y en el camino darle curso al amor hacia mi pareja actual, Keyla Villalobos, que hay que canonizarla por aguantarme a mí en crisis pero la verdad es que ella va para adelante, se tira la casa completa y es ahí donde uno valora.
Sobre su relación con la mamá de sus cuatro hijos, doña Cristina, asegura: “Hay cuatro vidas en el medio que nos motivan a tener una relación sana, después de una crisis económica de la cual me estoy reponiendo. Siempre he tratado de que a mis hijos no les falte al menos lo mínimo y ahí entramos todos porque tanto la mamá de mis hijos como mi pareja actual, tratamos de llevar una relación en paz y constructiva, por nosotros pero sobre todo por el bien de nuestros hijos”, insiste Ezequiel.
“Me dice Mati un día ‘ey, Papá, se me perdió el camino al PANI’, y le digo yo ‘¿para qué querés saber el camino al PANI?, y me dice ‘¡Diay! ¿De dónde creés que voy a sacar yo a mis hijos?’!
— Ezequiel Ruiz
¿Ser papá sin ser papá?
Por supuesto que las anécdotas de esta particular familia darían para llenar cientos de páginas. Entre las que más recuerda Ezequiel está aquel día en que llegaron “los primeros tres”, como dice él.
“Fue de noche que llegaron, aquel fue un tsunami de emociones. En eso le digo a Cristina: ‘Macha, ¿y cómo hacemos para bañarlos mañana? ¡Yo no tenía idea! Ella me dijo que estuviera tranquilo y al otro día en 20 minutos los tenía a los tres bañados, fue una maravilla, y así fuimos pasando y fui aprendiendo”.
El trance de su quiebra económica fue duro para él pero, insiste, Dios nunca lo ha dejado de lado y, de alguna forma y con ángeles que se atraviesan en su camino, está levantando de nuevo un restaurante en Alajuela, Dr. Chef by Lo de Ezequiel.
“Esto no es una queja, pero viéndolo en retrospectiva yo quebré mis negocios porque tanto mi exesposa como yo, nos dedicábamos a los niños y delegamos el tema de los restaurantes en la persona equivocada y bueno, tocó aprender. En esas estaba cuando fui a pedirle trabajo a Eric Rojas, amigo conocido, que me dejara limpiar los baños, hacer mandados, lo que necesitara. Y él de una vez me puso una plata en la mano para que saliera de lo urgente, luego seguimos conversando y así fue como puso en mis manos este restaurante, que me tiene ilusionado, contento, ocupado.
“Ni en los tiempos más complicados perdí la fe y lo más importante: a mis hijos no les ha faltado nunca su comidita en la mesa, más estudio, apoyo. Somos una familia normal, con contratiempos y altibajos, pero cuando los veo crecer, ahora adolescentes, me siento tan feliz de ver las personas en las que se están convirtiendo... mil y una vez haría lo mismo, no me imagino mi vida sin ellos”, reflexiona con orgullo del bueno.
“He disfrutado cada etapa, la adolescencia tiene lo suyo pero igual yo estaré ahí para ellos siempre. De chiquitos tengo los mejores recuerdos, inmaculados, por ejemplo verlos a los cuatro encima, todos abrazados a mí, los metía bajo el agua... a ver yo disfruté tanto etapas estoy tan agradecido con la vida y con Dios que me desborda esta experiencia por contártela.
Vicisitudes
Tanto Ezequiel como su exesposa, doña Cristina y su actual pareja, Keyla, merecen un pedestal por haber sacado adelante a los cuatro niños y seguir con la brega en la complicada edad de la adolescencia.
Pero Ezequiel se acostumbró desde hace mucho a vivir un día a la vez. Eso sí, hay temas que lo han atormentado hasta el tuétano, como cuando llegó a sus vida Jorge, el menor, quien siendo un bebé de apenas un año duró meses sin dormir, igual que sus papás. No daban con qué era el problema hasta que un pediatra descubrió que desde sus primeros días de nacido, cuando le fue entregado a la madre biológica, quien dormía en la calle, el chiquito contrajo una infección en el oído y por eso no podía dormir en la noche.
Los padres de Ezequiel, ya divorciados, terminaron viniéndose a vivir a Costa Rica. Se enamoraron del país, como su único hijo, y acá fallecieron
Por ahora, esta ejemplar familia se reparte las tareas de su muchachada. Entre los padres se reparten la formación, la ayuda académica como las tareas de matemática y demás, como ocurre en cualquier familia con cuatro adolescentes.
–¿Qué le gustaría recibir a Ezequiel para este Día del Padre?
–Nada que no tenga. Mi mamá murió aquí en el 2016, mi papá también, en el 2017. Soy hijo único pero tengo un familión que me llena y me reta todos los días. Sería injusto pedir algo para el Día del Padre, para mí todos los días son el día del padre, con suplir a mis hijos de sus necesidades básicas y más, y después de tantas desveladas cuando eran nenes y ahora quizá más y peores (risas), con ver y sentir lo que quieren a su papá, lo buenos muchachos que son, sería egoísta pedir algo más.