Deje de llorar. Levántese. Deje el sentimentalismo. No sea cobarde. Que nadie le falte el respeto. Siempre mantenga la boca cerrada. Qué maricón. No deje que una mujer controle su vida. Madure. Tenga huevos. Sea hombre.
Sea, hombre.
“Esa es una de las frases más destructivas que hay en la sociedad”. Quien comienza hablando es Joe Ehrman, entrenador y exjugador de fútbol americano en la NFL.
Con la lista interminable de frases que niños, adolescentes y hombres adultos escuchan con insistencia a lo largo de su vida, arranca el documental The Mask You Live In, de Jennifer Siebel Newsom (disponible en Netflix).
Cuando Siebel decidió hablar acerca de las nociones dañinas sobre la masculinidad en la cultura estadounidense, sabía que la forma más efectiva era, precisamente, hablarles a los hombres: mostrarles cómo el machismo y la construcción de hipermasculinidad les afectan a ellos directa y violentamente, no solo a las mujeres.
“Para mí era realmente importante poder nutrir a un hijo que fuera fiel a su yo auténtico, que no siempre sintiera que tenía que demostrar su ‘masculinidad’. Hay tanta soledad, dolor y sufrimiento cuando pretenden ser algo que no son”, había dicho la directora en una entrevista para Variety.
El título de la cinta se basa en una cita de George Orwell sobre las acciones presuntas de un imperialista: “Viste una máscara y su cara crece para encajar”.
El documental abre con Joe Ehrman, ahora orador motivacional y entrenador, discutiendo cómo el jugar fútbol americano era su forma de enseñar la hipermasculinidad que se sentía obligado a demostrar.
“La primer mentira que le enseñamos a nuestros niños en Estados Unidos, es asociar la masculinidad con la habilidad atlética”, asegura. “Tamaño, fuerza o cualquier otro conjunto de destrezas. Les espera un tremendo fracaso y frustración para toda la vida porque ser un hombre no tiene nada que ver con la habilidad atlética”.
La segunda mentira, dice Ehrman, tiene que ver con la relación construida entre masculinidad y éxito económico. “Se dice que la comparación es la ladrona de toda felicidad. Así que si estás edificando tu sentido de masculinidad basado en poder, posesiones, siempre habrá alguien que tendrá más. Eso lleva a una increíble vida vacía de esforzarse por cosas a expensas de lo que realmente es importante en la vida”.
Crisis masculina
El tema de los efectos del machismo en los mismos hombres no es nuevo, pero se ha comenzado a escuchar cada vez más frecuentemente y con más fuerza.
El actor Justin Baldoni le dedicó su charla TED, ¿Por qué estoy harto de intentar ser “lo suficientemente hombre”?, a hacer un llamado de atención a hombres y empujarlos a cuestionarse sus roles impuestos por la sociedad, así como sus consecuencias.
“El peor insulto que podría hacerle a un niño de seis años es llamarlo ‘niña’”, dijo Baldoni en su charla. “Ese es el problema, ahí es donde comienza”.
“La igualdad de género es buena para todos; es buena para los hombres y es buena para las mujeres. Y los hombres deben darse cuenta de eso”, agregó.
Según el documental, lanzado en 2015, los problemas comienzan desde los primeros pasos de vida.
“La idea de ser visto como el débil, el mariquita, a los ojos de otros chicos es creada en los momentos más tempranos de la niñez”, dice en la cinta el Dr. Michael Kimmel, educador y sociólogo. Uno de cada cuatro niños estadounidenses es víctima del matonismo en la escuela, y solo el 30% lo notifican a un adulto.
“Y nos persigue durante toda la vida, probándole a otros hombres que no somos niñas, que no somos mujeres, que no somos homosexuales. Hemos construido una idea de la masculinidad en los Estados Unidos que no les permite a los jóvenes varones sentirse orgullosos con su masculinidad, así que les hacemos probarla todo el tiempo”.
Para la Dra. Caroline Heldman, politóloga y educadora, la masculinidad no es orgánica, sino reactiva. Se inicia cuando a niños se les enseña a ver lo femenino como algo negativo: los juguetes femeninos, la ropa femenina, las “emociones femeninas” y se les impulsa a asociar sentimientos que tienen que ver con riesgo y violencia como algo positivo: como muestra de masculinidad. Las secuelas son claras.
“Los ponemos en esa trayectoria, a través de la cultura popular, de los estilos de crianza, a través de los estilos de educación. Las suposiciones sobre la hombría y virilidad natural que transmitimos y son increíblemente insultantes y perjudiciales. Y existe todo un sistema social que los controla con una leve amenaza de otros hombres si no son suficientemente masculinos”, dice Heldman.
“Nos estamos volviendo mucho más bifurcados en términos de hipermasculinidad e hiperfeminidad. Los productos para las niñas son aún más rosados, los productos de los niños son ahora más violentos. Y no solo en los juguetes, sino también en programas de televisión, en el cine, en videojuegos”.
Desde pequeños, añade Tony Porter, educador y activista, a los niños se insta a guardar sus emociones. Entre menos duro suenen y menos evidentes sean, mejor. “No podemos decir que tenemos miedo, no podemos decir que algo nos duele. Sí podemos decir que estamos molestos, sí podemos decir que estamos enojados. No podemos decir que estamos tristes”.
Moldeo
Según la neurocientífica Lise Eliot en The Mask You Live In, a través de gran parte de la historia ha existido la creencia de que los hombres y mujeres son fundamentalmente criaturas diferentes.
Explica que el sexo es un término biológico que indica qué cromosomas se tiene. El género, sin embargo, es una construcción social.
“La gente asume que como el cerebro es biológico, cualquier diferencia sexual en él debe ser innata. Pero nuestro cerebro es maleable, cambia como resultado de la experiencia.
Ya sea empatía o agresión o habilidad espacial o habilidad verbal, las cosas con las que un niño pasa el tiempo, en eso es que serán buenos”, asegura. “Los padres, incluso desde antes de que el niño nazca, empiezan a hacer diferencias. Decoran la habitación de forma diferente, compran ropa diferente. Así que la noción de que hay un tipo de crianza de género neutro o que los padres no son responsables por la diferencia de género, es una imposibilidad psicológica”.
Nadine Burke-Harris, pediatra, explica en la cinta que el proceso se llama proliferación y poda: en este se hacen muchas conexiones cerebrales y las que se usan se fortalecen y las que no, mueren.
Los datos de la violencia
El mensaje clave, es que la hipermasculinidad y sus secuelas no son impalpables. Los datos son alarmantes y la factura es alta.
Violencia, consumo de drogas y alcohol, depresión, suicidios: la bomba de tiempo confeccionada durante años eventualmente llega a explotar con fuerza.
“Si tu hijo pasa horas diarias sentado frente a una pantalla y dispara y asesina de forma repetitiva y violenta a cientos de personas, es muy posible que sea impactado por eso”, dice Jim Styer, educador.
“Un hombre usa su auto para asesinar a un manifestante antinazi. Un hombre le dispara a un congresista en su práctica de béisbol. Un hombre comete un asesinato en masa en un concierto de Las Vegas. Un hombre masacra a los fieles en su iglesia. Un oficial de policía mata a su propia familia”, escribe en su texto Cómo criar a un dulce hijo en una era de hombres enojados de Time la periodista Faith Salie.
“Los titulares se desdibujan, pero invariablemente parecen contar con hombres que los medios nos informan, se sienten solos o impotentes. Y un número significativo de hombres estadounidenses que en realidad poseen poder, pero no están enojados de forma homicida, son orgullosamente agresivos”, dice. “El presidente tuitea furiosamente, con una sintaxis violentamente mala, signos de puntuación espásticos y capitalización apopléjica, atacando venialmente no solo a bandas de personas sino a ciudadanos individuales del país que juró proteger y defender”.
No son casos aislados: “El suicidio es un fenómeno masculino”, asegura a BBC Mundo la doctora en psiquiatría Anne Maria Möller-Leimkühler. “La tasa entre hombres es al menos tres veces más alta que entre las mujeres, y es así en todos los países, con pocas excepciones, como por ejemplo China. El suicidio es la principal causa de muerte en hombres de entre 20 y 45 años, y es tres veces más frecuente que los accidentes de tráfico”.
“La principal causa suele ser la depresión, en muchas ocasiones no diagnosticada en los hombres”, continúa la psiquiatría Möller-Leimkühler.
La violencia tiene consecuencias en diferentes frentes. Uno de ellos, el más evidente, es hacia la mujer. Datos de la cinta apuntan que el 35% de los jóvenes estudiantes indicó cierta probabilidad de violar, si supiera que puede salirse con la suya. Esto sucede en un país donde una de cada cinco mujeres universitarias es víctima de abuso o intento de abuso sexual y en el cual cada nueve segundos una mujer es golpeada o atacada.
Cada hora, tres personas mueren por heridas de arma en Estados Unidos. Son más de 30.000 personas anualmente. El 90% de los homicidas son hombres.
Homicidios masivos (de cuatro o más personas) suceden cada dos semanas. 94% de los homicidios masivos los realizan hombres.
“Gran cantidad de chicas viven en una cultura con fácil acceso a armas. ¿Por qué las chicas y mujeres no hacen los tiroteos?”, pregunta el Dr. Jackson Katz, educador. “La conversación nacional casi nunca menciona al género como un factor, cuando en realidad es el factor más importante. Pero está tácito, y es parte de nuestro reto es hacer visible lo que ha sido retratado como invisible”.
Lo visible: la máscara del machismo nos está golpeando a todos. Es hora de despertar, pero necesitamos que hombres estén conscientes de qué tan adherida la tienen para poder comenzar a despegarla. Los necesitamos hablando del tema.
“¿Cómo conectamos ese corazón con la cabeza?”, agrega Katz “¿Cómo comienzas a ser auténticamente tú?”.