Entre las arremetidas más fuertes que debió enfrentar en los debates el hoy presidente estadounidense Joe Biden contra su opositor, el hoy exmandatario Donald Trump, estuvieron los golpes bajos (ruines, para muchos) por cuenta de los “trapos sucios” que Trump insistía en ondear sobre el historial del problemático hijo menor de Biden, Hunter, señalado desde hace años por su historial de drogas, autodestrucción y por haberse involucrado sentimentalmente con la viuda de su hermano después de la muerte de este.
Todos vimos a Joe Biden apretando los dientes, tratando de contener su furia, indignación o tristeza, porque bien que mal, y aunque sea lo que llamaríamos una “panterada”, gran parte de los ataques de Trump relativos al Hunter, hijo menor de Biden, tenían asidero, pues el hoy cincuentón --y considerado uno de los hombres más atractivos del mundillo político estadounidense-- efectivamente tiene los atestados para ser considerado la oveja negra de la familia.
Hunter Biden, el único hijo varón que le queda a Joe Biden (el mayor, Beau, falleció de un tumor cerebral en el 2015, a sus 46 años), protagoniza una de esas historias de superación en las que primero la persona insiste en sabotearse y autodestruirse y luego resurge como un ser humano redimido. En esa situación está Hunter hoy, tratando de reinventarse en el arte de la pintura, intentando no avergonzar más al hombre más poderoso del planeta, el “buenazo” de Joe Biden, quien a pesar de todo ha mantenido y mantiene la fe de que su hijo logre encausar su vida.
Por ahora, el presidente de Estados Unidos está asido a la esperanza y al entusiasmo, pues Hunter publicará en abril un libro en el que relata “su caída en el abuso de sustancias y su tortuoso camino hacia la sobriedad”, según anunció la semana pasada Gallery Books, una marca de la editorial Simon & Schuster.
Beautiful Things (Cosas hermosas), será publicado en inglés el 6 de abril: “Es un libro de memorias profundamente emocionante donde el hijo del presidente reflexiona sobre la adicción, la pérdida y la supervivencia”, dijo Gallery Books en un comunicado.
El libro evoca la muerte de su hermano Beau, así como la pérdida de su madre y su pequeña hermana en un accidente de tránsito en 1972, cuando Hunter y Beau eran niños y su padre acababa de ser electo como senador.
La historia es dantesca: todo ocurrió durante la Navidad de ese año, la familia se aprestaba para celebrar con sus pequeños hijos, en algún momento la madre y los tres ñiños decidieron ir a comprar algunos adornos para el árbol... y en cosa de minutos, Joe Biden estaba recibiendo la devastadora noticia de que un camión se había saltado un semáforo y arrasó con el vehículo en el que viajaban su esposa y sus tres hijos. La madre y la hija murieron; Beau y Hunter sobrevivieron de milagro... pero la cadena de tragedias estaba lejos de culminar para esta familia.
Hoy, en lo que parece un serio acto de contricción y madurez, de lucha, Hunter (quien entre todos sus escándalos acumula el de haber mantenido una relación sentimental con Hallie, la viuda de su hermano poco después de la muerte de Beau) parece estar mejor.
“Vengo de una familia forjada por tragedias y unida por un amor remarcable, inquebrantable”, introduce hoy Hunter Biden en sus memorias, ya de cara a la publicación de su libro que se anticipa como un éxito total en ventas.
Caballo de Troya
Hunter Biden, de 51 años, fue un frecuente blanco de los conservadores en Estados Unidos y del propio expresidente Trump durante la campaña electoral para las presidenciales de noviembre pasado, sobre todo por sus negocios en China y Ucrania.
Una de las primeras noticias por las que su nombre saltó a la palestra, en el año 2014, cuando su padre era vicepresidente de Barack Obama, fue que había sido expulsado de la marina apenas un mes después de haberse unido a ella. El hecho habría ocurrido en la primavera del 2013, cuando Hunter dio positivo en un control de drogas, en ese caso por cocaína.
El abogado se convirtió en un blanco constante de Donald Trump, vio su nombre en diversos titulares de Estados Unidos y el mundo y por supuesto, de Donald Trump, que sostenían diversas acusaciones de Biden hijo por cuenta de negocios ilícitos.
Pero Hunter, que actualmente se dedica a la pintura y vive en Los Ángeles, negó desde entonces haber actuado de manera errada en sus negocios en el extranjero.
Eso sí, como lo ha reconocido y tal cual lo dirá sin ambages en su próximo y --esperable-- descarnado libro (tipo autobiografía), sí ha habido momentos (muchos), en las que el hijo del hoy hombre más poderoso del mundo, como se le suele llamar al presidente de Estados Unidos, ha barrido el piso con su propia imagen, sus excesos con las drogas y sus momentos cercanos a la muerte, como cuando ha tenido confrontaciones con delincuentes de mala muerte por cuenta de unas onzas de crack.
Viniendo de la familia que proviene, Hunter se había tardado en acaparar titulares. Los escándalos “oficiales” comenzaron en el 2014, cuando fue se dio su poco elegante salida de la marina. Para entonces, estaba lidiando con la enfermedad de su inseparable hermano mayor, Beau, quien luchó contra el ya mencionado tumor cerebral hasta que perdió la batalla.
Poco tiempo después, al darse consuelo el uno al otro, Hunter terminó convirtiéndose en amante de su cuñada, la vida de su esposo, pero entre los males, el menos: psicólogos y terapeutas expertos, en su mayoría, explicaron que la situación podría haber sido esperable por un sinfín de razones psicológicas y de duelo. Medios como Vanity Fair, El País de España y BBC de Londres consultaron a diversos especialistas, quienes le bajaron todas las rayas al morbo y alejaron esta dura situación al collage de los escándalos de Hunter.
Pero, viendo en restrospectiva sus propias confesiones, cuesta entender cómo el inteligente y atractivo abogado sigue con vida. Las anécdotas sobran.
Por ejemplo, en julio de 2019 le contó a la revista The New Yorker cómo alguien apuntó un revólver contra su cabeza en Los Ángeles, luego de que preguntara a un hombre sin techo dónde podía comprar crack. En otras publicaciones ha revelado sus días en las calles, totalmente fuera de sí, en busca de alguna miqueta de droga, aún sabiendo del estatus de su padre y que tenía a una esposa e hijos sufridos, todos pendientes de lo que estaría pasando durante sus días de desapariciones, que se convirtieron en una constante.
Por las razones que sea, y a pesar de consejos profesionales que ofrecían estrategias a Joe Biden para que su mano blanda no afectara la conducta de su hijo, lo cierto es que el hoy presidente siempre lo ha apoyado.
En uno de los debates televisivo en el cual Trump aludió a la adicción a las drogas de Hunter, Joe Biden respondió: “Mi hijo, como mucha gente, tuvo un problema de drogas. Lo ha superado. Lo ha solucionado. Ha trabajado en ello. Y estoy orgulloso de él. Estoy orgulloso de mi hijo”.
Hoy, ya con los acontecimientos a mano, expertos consideran que Trump empezó a perder las elecciones con aquellas encendidas peroratas y juzgamientos contra un hombre que a todas luces parecía simplemente un padre luchando con el demonio de la drogadicción de su hijo, como ocurre con miles de familias en Estados Unidos y el resto del mundo.
En realidad, el expresidente intentó despedazar a Biden atacando a los dos varones: a Joseph Beau Biden, cuya muerte tras años de batallar contra el cáncer cerebral apartó a su padre de la carrera presidencial del 2016, y a Hunter, que como parte del proceso del duelo se dio a las drogas, a la bebida y a una serie de desventuras aunque, hay que decirlo, su caída libre en realidad parece haberse dado desde el día que siendo un niño con apenas noción de la realidad, se encontró de pronto herido, con su hermano grave, su mamá y hermanita muertas, todo en fracción de segundos cuando decidieron ir a traer los últimos adornos de Navidad en aquel diciembre de 1974.
Irónicamente, la sorna de Trump parece haber sacado de las entrañas de Hunter todas las fuerzas que parecía haber perdido. Uno de los arranques de fuerza ocurrió cuando Trump le atravesó la palabra a Joe Biden cuando este hablaba del pasado de su hijo Beau en el Ejército, pues sirvió y fue condecorado en Iraq.
Entonces Trump le interrumpió por enésima vez: “¿Te refieres a Hunter? No sé quién es Beau, sé quién es Hunter. Hunter, al que expulsaron del ejército. Lo echaron, fue expulsado con deshonra por darle a la cocaína. Y estuvo en paro hasta que llegaste a la vicepresidencia”.
Ante los insólitos ataques más dolorosos que cualquier humano puede recibir --el desprecio a la memoria de su hijo muerto por el cáncer, y los insultos contra el benjamín, a la postre, el depositario de tanto sufrimiento-- Biden tenía que hacer esfuerzos para contestar pero también, para no llorar.
“Admiramos la fortaleza y la valentía de nuestro hijo Hunter para hablar abiertamente sobre su adicción, de manera que otros puedan reconocerse en su viaje y encuentren esperanza”, dijeron en un comunicado leído por la portavoz de la Casa Blanca poco después.
De vuelta al presente, y nada más para hacerse una idea de lo que será Beautiful Things, este cuenta con las recomendaciones de escritores como (escuche bien) Stephen King, Dave Eggers y Anne Lamott.
“Este es un libro valiente y sorprendentemente cándido sobre la pérdida, la fragilidad humana, las almas obstinadas y la redención conseguida con mucho esfuerzo”, escribió Eggers en la contraportada.
Simultáneamente, mientras preparaba su libro y su padre luchaba por la presidencia de Estados Unidos, Hunter empezó a cotejar sus 50 años con un parón de sus demenciales desastres personales y no solo se dispuso a escribir sus memorias, de la forma más descarnada, sino que empezó a expiar sus demonios por medio de un arte que “lo hipnotiza”, según ha dicho en varias entrevistas últimamente.
Pese a que aún es objeto de investigación por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos, por supuestos tratos que tuvo con China y otras transacciones en los últimos años, según información de The Associated Press, Hunter parece seguro de enfrentar su pasado y dejar de convertirse en un martirio permanente para su bonachón papá.
“Me tomo muy en serio en este asunto y estoy seguro de que una investigación profesional y objetiva de estos temas demostrará que manejé mis negocios de manera totalmente legal y apropiada, inclusive con ayuda de asesores fiscales profesionales”, manifestó Biden hijo en su momento.
Pero alguna alerta ha de haber sonado en su cabeza, sobre todo tras ver a su padre en plena lucha electoral y encima cargar con sus permanentes tropelías.
Hunter Biden, asegura un análisis del diario español El País, tiene experiencia haciendo negocios internacionales en diversos países. Trump y sus aliados le venían acusando de lucrar en base a sus conexiones políticas y lanzaron acusaciones (hasta ahora infundadas) de corrupción relacionadas a la época en que Joe Biden era vicepresidente.
¿Marcado por el pasado?
De vuelta ya a la historia personal de los Biden, según coinciden todas las biografías, la unión de los hermanos sobrevivientes en el accidente se perpetuó en el tiempo. Joe Biden volvió a casarse y tuvo otra hija, Ashley, pero Beau y Hunter se convirtieron en el pilar del otro.
Hunter --según la biografía de Vanity Fair-- lobista con negocios de éxito, pagó el caro crédito universitario de su hermano cuando empezó a ganar dinero, allá por el 2012. Beau, por su parte, le acompañó a su primera reunión de Alcohólicos Anónimos.
De ahí que la muerte de Beau en mayo del 2015 implicara un martillazo en su cerebro. Su esposa y madre de sus tres hijos hasta el momento, Kathleen Buhle, le dijo que no bebiera una gota de alcohol, porque tendría que lidiar con ello fuera de casa. Él hizo todo lo contrario: tomó una botella de vodka y se marchó.
Para terminar de hacer las cosas más rocambolescas, en medio de su caída libre con el alcohol y las drogas, Hunter empezó una relación con la viuda de su hermano, Hallie Biden.
Según reseñó en diciembre pasado El País de España, al parecer empezaron a intimar en 2016, durante visitas a la casa familiar de los Hamptons. Pero fue tras pasar una semana en un centro de desintoxicación de Arizona cuando empezó su romance. Hunter Biden había llegado al mismo después de pasar por Los Ángeles, comprar y consumir crack en una zona de sintechos de la ciudad y acabar en un club nocturno de Hollywood, donde un tipo se apiadó de él y le llevó a una oficina de alquiler de autos.
Desde allí alquiló un vehículo (al devolverlo, sus ocupantes llamaron a la policía porque había una pipa de crack y una bolsa con polvo blanco junto a su carnet de conducir y su identificación de abogado), condujo hasta Arizona, pasó por el centro de rehabilitación y acabó en un spa, donde finalmente se le unió Hallie y decidieron salir juntos.
Joe Biden se enteró por la prensa, y aunque el asunto no duró más allá de un año, lógicamente el hoy presidente estadounidense tuvo que encajar un nuevo e impensable bolazo en el estómago: su hijo y la viuda de su otro hijo... enamorados.
En mayo del 2019 Hunter conoció a la cineasta sudafricana de 32 años Melissa Cohen, y una semana después se casaron.
Pero poco a poco han seguido saliendo informaciones y confesiones, como las que ofreció Hunter al New Yorker, donde reconoció que más o menos desde la universidad había sido alcohólico, una adicción que arrastró durante años, y que al principio de su carrera profesional se convirtió en un problema serio: bebía en el cercanías, lo echaban de los bares “tres o cuatro veces a la semana”...
Su primera mujer, Kathleen, aguantó eso, los escarceos con la cocaína, el crack, y una vida que ya era salvaje en los últimos años de universidad (se casaron en 1993. Él tenía 23 años y ella 24). Kathleen aguantó más o menos todo hasta 2016. El 9 de diciembre de ese año, Kathleen Biden pidió el divorcio. Ese año había sido demasiado para ella. Altercados con vendedores de drogas, un ingreso en rehabilitación y una aventura con Hallie, la viuda de su hermano fueron solo algunos de los ejemplos, asegura New Yorker.
Los escándalos terminaron por no causar mayor sorpresa. En el 2015, una filtración de Ashley Madison --el Tinder de la gente casada-- había revelado, entre otros, el nombre de Hunter Biden.
La situación se volvió inmanejable y Kathleen pidió el divorcio, alegando diferencias irreconciliables, entre ellas que Hunter había fundido los ahorros familiares en drogas y prostitutas. El divorcio, concedido pocos meses después, acabaría con Kathleen llorando en la vista al hacerse oficial la sentencia, que la liberaba tras 24 años de un marido alcohólico, drogadicto e infiel.
Ya a estas alturas, mientras el presidente de Estados Unidos insiste y se afana en creer a en la nueva vida de su hijo, a mediados del 2019 a Hunter le llegó una demanda por paternidad interpuesta por una stripper de Arkansas, de 29 años.
Apenas hace 11 meses el juzgado falló a favor de la madre y el niño, pese a que Hunter insistió en negar su paternidad, y hoy debe pagar manutención y otros gastos. Según afirman medios locales, no es exactamente el padre del año y hay que “corretearlo” para que se ponga al día con los gastos de su hijo, hoy de año y cuatro meses. En el ínterin, Hunter conoció a Cohen, 18 años menor que él y con la cual se casó a los seis días de que se hubieran cruzado el primer “hola”.
El caso es que, a no dudarlo, el fan # 1 de la recuperación de su hijo, es justamente el Presidente Joe Biden, quien sostiene cada vez con más vehemencia lo que le dijo a Donald Trump en aquel tenebroso debate presidencial, digno del olvido: “Estoy orgulloso de él. Estoy orgulloso de mi hijo.”
Su nuevo oficio: pintor
A fines del año pasado, Hunter Biden cerró un acuerdo con la galería Georges Bergès de Nueva York, con la que a lo largo de 2021 realizará una exposición de su obra en solitario.
Biden asegura ser un gran aficionado al arte. “Me mantiene cuerdo”, explicó en una entrevista con The New York Times en febrero de este año, donde mostraba parte de su obra, formada por cuadros florales abstractos pintados sobre un papel japonés de gran resistencia, en su casa de las colinas de Hollywood. “Durante años no me he podido llamar a mí mismo artista, pero ahora me siento cómodo haciéndolo”.
Eso sí, como afirma El País, no todos los medios especializados han acogido con el mismo entusiasmo la obra del hijo del presidente.
El crítico del New York Magazine, Jerry Salt, lo denominó “ilustración formalista genérica postzombi”. Para un exeditor del medio especializado Artsy, las pinturas de Hunter Biden son “vagamente científicas, vagamente psicodélicas” y “el proceso parece más importante que la obra acabado”. “Creo que es importante que hombres heridos de una cierta edad y de origen privilegiado tengan la oportunidad de encontrarse a sí mismos en lo creativo. Lo malo es que esperen que todos los demás les presten atención”, declaró en la web artnet.com.
Por su parte, en su proceso de reinvención, Hunter ha insistido hasta la saciedad. “Todo el mundo tiene traumas. En cada familia hay adicciones. Yo estaba perdido. Estaba en un túnel, un túnel sin final, del que nunca sales. Solo aprendes cómo lidiar con él”. Por lo pronto, y aunque haya pasado relativamente poco tiempo, el padre es el primero en darle una nueva oportunidad: “Parece que ahora ha encontrado la luz que necesitaba para salir de él”, ha dicho el presidente Biden.