Alicia Rodríguez Doldán y Miyi Sánchez Franchi llegaron a un acuerdo con sus respectivos esposos. Si alguno encontraba trabajo primero fuera de su país, el otro renunciaría al suyo y lo seguiría para dejar de vivir en medio de la crisis socioeconómica de Venezuela. En ambos casos fueron los caballeros quienes consiguieron la oportunidad de dejar la vida que tenían: sus esposas los acompañaron en busca de un futuro mejor.
Intentos de secuestro y el sufrimiento de ver que las medicinas y los alimentos escaseaban, entre otros motivos, fueron los detonantes que les hicieron decir a estas mujeres: “no más, nos vamos”.
Dos mujeres venezolanas llegaron a Costa Rica junto con sus maridos dejándolo todo atrás. Lo único que necesitaban era vivir en paz. Sus historias eran muy similares, pero no tenían idea. Miyi llegó un año antes que Alicia, una persona en común les sugirió encontrarse y desde el primer momento hicieron clic. Juntas idearon un negocio lejos de su vida de economistas, pero que las llena de satisfacción al mismo tiempo que es su sustento en un país que les devolvió la tranquilidad.
Hoy, ambas comparten Deco 2.0, un negocio en el que venden piezas de decoración que a veces recorren el mundo para llegar al país. Los artículos que comercian, como cucharas, servilleteros, quequeras y platos, son exclusivos de su emprendimiento, y se han convertido en los tesoros que les regalaron la posibilidad de empezar de nuevo.
Para comprender su presente, Miyi y Alicia, las amigas inseparables, hablaron de su pasado, del inicio de su relación comercial y del afortunado hecho de que piezas pequeñas y muy únicas sean tesoros para quienes las compran y también para ellas, que encontraron su negocio cuando vendían pastelería y decoraban eventos.
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Historias que se cruzan
Miyi Sánchez, de 33 años, llegó a Costa Rica hace seis. Ella narró su historia y las razones que la hicieron migrar.
“Mi esposo y yo buscamos irnos de Venezuela por la situación económica, política y social: había mucha inseguridad. En esa búsqueda le ofrecen trabajo a mi esposo en Costa Rica. Vinimos en enero del 2016. Yo trabajaba en la gerencia de riesgo financiero de un banco”, comentó Miyi Sánchez, quien cuenta con maestrías en gerencia de proyectos y riesgo financiero.
Ella no lo pensó para dejar todo lo que tenía y viajar a empezar de nuevo en otro país.
“Hubo dos episodios definitivos: nos robaron, nos golpearon e intentaron secuestrar a mi papá. Ese fue el detonante. Llegué con 26 años y para mí lo más difícil fue dejar mi vida, mi trabajo. Tenía un trabajo de oficina demandante, llegar acá sin trabajo fue difícil. Allá estudiaba, trabajaba, estaba ocupada. Llegué adonde no tenía trabajo, ni clases de maestría ni nada, ni familia ni amigos. Fue duro. Lo sobrellevé. En ese tiempo me ayudaban los amigos del trabajo de mi esposo hasta que llegó Alicia”, recuerda Miyi.
Ella había estudiado cocina por pasatiempo sin imaginar que esa experiencia le abriría las puertas a su nuevo destino.
Seguidamente, Alicia, quien es entusiasta y sonríe con los ojos, habla de su vivencia.
“A mi esposo lo trajo su compañía expatriado. Yo renuncié a mi cargo como gerente de relaciones de mercadeo y eventos de la Cámara y Comercio Francesa en Venezuela. Era un trabajo muy demandante; tenía muchos eventos y una vida social activa. Mi esposo y yo tomamos la decisión de buscar una oportunidad. Mi esposo consiguió el cambio primero y me vine desde cero”, detalló la economista, diseñadora de interiores y máster en marketing digital, de 39 años.
Alicia tuvo razones de peso para salir de Venezuela y abandonar la vida que había edificado.
“El tema de la inseguridad era muy preocupante. No vivíamos tranquilos, teníamos angustia, no se podía salir ni hacer vida normal. Siempre estaba el miedo de que nos secuestraran. Vivimos una etapa fea donde no había medicina ni alimento. Sufrí por mi abuelita, no encontrábamos medicinas, amigos del exterior las compraban y mandaban, pero nos costaba mucho trabajo lograrlo.
“Lo cierto es que mi esposo y yo no queríamos hacer familia ahí”, confió la mujer. Cuenta que su abuela continúa en el país suramericano junto a la mamá de Alicia. Ella les hace llegar lo que necesiten, convirtiéndose en el sustento de su familia.
“Esto no hubiese sido posible si no tomamos la decisión de vivir aquí”, agregó.
El pasado de Miyi y Alicia hace entender su presente; uno que cambió desde que se conocieron en Costa Rica y nunca más se separaron. Ambas se convirtieron en madres en este país y sus hijas Julieta Pereira Sánchez (2 años y medio) y Miranda Dona Rodríguez (2), respectivamente, son como primitas.
Además de ver crecer sus familias, vieron nacer un negocio impensable que lo cambió todo.
Emprender
Las mujeres cruzaron caminos en Costa Rica cuando Alicia y su esposo venían hacia al país, debido a que una familiar le dijo que aquí estaba Miyi, que de repente podrían verse y hacerse amigas. Ninguna tenía expectativas, sin embargo, se conocieron y en sus palabras “fue amor a primera vista”.
La amistad creció, sus realidades y sentimientos eran similares. Mientras se unían, cada una continuaba buscando formas de ocuparse. Para Miyi y Alicia era irracional trabajar en otro oficio que no fuera al que estaban acostumbradas. Cuando independientemente empezaron a buscar opciones toparon con barreras y juntas idearon emprender.
“Como no encontraba trabajo pensé en dedicarme a lo que me apasiona que es el diseño de interiores. Son ideas con las que no me hubiera animado si no hubiera encontrado a una amiga. Emprender tiene momentos lindos, pero también de llanto”, dice Alicia.
Miyi agrega: “Mi idea era conseguir un trabajo similar al que tenía. Fui a varias entrevistas pero fue súper complicado”.
Fue así que se les ocurrió crear un pequeño negocio en el que atendían eventos: Miyi, que estudió cocina, preparaba la comida y Alicia, decoradora de interiores, hacía la decoración y el montaje.
“Por un lado es difícil empezar a hacer algo diferente en un país donde no conoces a la gente ni sus gustos, sin embargo, se dio fluido, como conectamos bien, teníamos buenas ideas”, recordaron.
Pasaban los meses y ellas visitaban ferias, buscaban la manera de darse a conocer. De repente empezaron a contactar a creadoras de contenido, hacían eventos y hoy tienen amistades que se convirtieron en su familia.
Pero el enfoque de todo estaba por cambiar. A los eventos que atendían, ellas llevaban sus propios complementos: quequeras, vajillas y cada vez compraban más para ofrecer variedad y ser exclusivas. Las personas empezaron a interesarse en las piezas y ellas contaban que no las vendían... pero de repente, sus clientas más fieles empezaron a encargarles productos.
En medio de todo llegó la pandemia de la covid-19 y los eventos se disiparon. Entonces, las amigas idearon emprender vendiendo piezas de decoración de diferentes partes del mundo y realizadas por diseñadores. Su propuesta tuvo una acogida inesperada.
“Fue una locura, vendíamos solo en línea, fue tanto el boom que de repente nuestras casas parecían bodegas. Un día pensamos en que llegó el momento de buscar un espacio y tener control de inventario de lo que teníamos. Así las clientas, además, podían visitarnos”, dijo Alicia.
Así fue como crearon un showroom (un pequeño espacio en el que exhiben las piezas) en Escazú, que es básicamente un rincón en el que venden productos desde los $10 hasta los $200 y que significan tesoros para quienes los adquieren.
Sin buscarlo, descubrieron “una necesidad en el mercado” en la que con “sus tesoros” ofrecen una opción intermedia entre lo muy económico y lo súper costoso.
Para las amigas, el éxito de su negocio -en el que siempre reciben a sus visitantes con mimosas y sonrisas-, está en que no le temen al riesgo y que ofrecen artículos muy especiales, que ciertamente les permiten una ganancia pero que no resultan inalcanzables para sus clientes.
En su espacio se ofrecen artículos hechos en Europa, Estados Unidos, Latinoamérica y ahora han incluido líneas de diseñadores costarricenses. Entre las piezas que más han fascinado ha sido una quequera de Sara Miller: su diseño ha impresionado y su costo no supera los $100, cuentan.
Alicia es una explosión de entusiasmo y Miyi, en medio de su simpatía, es quien siempre llama a la mesura. La primera, además, ofrece atención personalizada de decoración de interiores que van desde presupuestos bajos hasta los más ostentosos. La segunda se dedica a analizar toda la parte financiera del negocio, entonces siempre está con su labor de economista.
“Realmente estoy feliz con lo que hago. Nunca imaginé que dedicarme a mi pasión me iba a permitir ser feliz y vivir de eso. Si me hubieran dicho que esto me haría feliz, me hubiera reído”, añadió Miyi.
Alicia agregó: “Mostramos la felicidad porque de verdad no hay nada mejor que trabajar en lo que te apasiona y te gusta. Cuando nos preguntan: ‘¿Tú crees que deba animarme a emprender?’: la respuesta es que sí, no sabes lo que pueda pasar. Si lo intentas y te va mal, aprendiste, pero si no te lanzas al agua no tienes manera de saber que puedes vivir de tu pasión”.
Las amigas celebran su vida en Costa Rica, una en la que además de encontrar paz, se reunieron con sus pasiones.
Para conocer más del proyecto pueden visitar las redes sociales @showroomdeco2.0 o comunicarse al 6233-2197.