A estas alturas de la vida, Idalia Andrade de Gracia tiene claro que una mujer no debe dejarse humillar por un hombre y que ninguna es “empleada” o “esclava” de nadie.
Quizá lo dice por las experiencias que ha tenido, o tal vez porque hace tan solo un par de meses atrás fue blanco de múltiples críticas por el simple hecho de ser mujer y tener un cargo que tradicionalmente ha sido ocupado por hombres: el cacicazgo.
Sin embargo, a Idalia ya no le interesa si juzgan o cuestionan sus capacidades; ella está orgullosa de ser quién es y está dispuesta a demostrar que puede ser una gran cacique para el territorio indígena de Alto Comte Burica.
Idalia consiguió en abril de este 2022 que, por primera vez en la historia de Costa Rica, una mujer fuera nombrada cacique de un pueblo indígena.
Este cargo es el de mayor rango dentro de los territorios indígenas. Los caciques definen las leyes dentro de los territorios e incluso resuelven temas relacionados con la justicia social (ya sea entre parejas, por tierras, por robos, etcétera).
Es decir, un cacique es una autoridad. Además, debe conocer de las leyendas, de las medicinas naturales y fomentar la educación.
“Para mí es un gran orgullo ocupar este puesto y servir de ejemplo para aquellas mujeres de nuestro territorio. Además, creo que este cargo me da la oportunidad de demostrar que las mujeres podemos y tenemos la capacidad de liderar tanto como los hombres.
“Lo que sí debo decir es que lo más difícil para mí hasta ahora ha sido la crítica negativa de unos cuantos al principio. Sin embargo, ya no les pongo cuidado, a mí no me interesa lo que digan. Voy a tratar de hacer lo mejor cada día”, afirma.
Con esta nueva designación, a sus 36 años, Idalia suma a su trabajo como maestra y como madre soltera, el cargo que le permitirá continuar con el linaje de su padre, el cacique Miguel Andrade, quien falleció el 31 de diciembre del 2019.
Su deber: abogar por las 3.200 personas, aproximadamente y por las 14 comunidades que forman parte del territorio Alto Comte.
Una decisión analizada
Tras la muerte del cacique Andrade, quien ya tenía más de tres décadas en el cargo, la familia tenía que decidir quién iba a continuar con el linaje; de lo contrario, perderían el poder.
La muerte de la máxima autoridad fue muy dolorosa para el pueblo Ngäbe-Buglé y para su familia, por lo que la Fundación para el Desarrollo de las Etnias Indígenas Costarricenses (Fundeico) dio un año de duelo antes de escoger a su sucesor.
Cuando llegó el momento de decidir Enrique y Antonio, hijos mayores de Andrade, consideraron que Idalia, su hermana menor, era la persona indicada para seguir el legado de su progenitor y le plantearon la idea.
La indígena confiesa que nunca creyó que sus hermanos le iban a conceder ese honor a ella, más aún sabiendo que ella es la menor de los cinco hijos. Creía que sería uno de ellos quien asumiría el cargo.
“Pedí tres meses para pensarlo. Cuando ya habían pasado dos meses, yo dije: ‘No, no, no. Yo tengo mis cosas personales, mis asuntos de trabajo y esto también es mucho trabajo’. Entonces, cuando faltaba un mes, le dije a mi mamá que mejor no, pero ella me dijo: ‘Tus hermanos están confiando en ti. Si dejas el puesto, lo va a tomar otra persona que no es de la familia’. Como mi mamá me motivó y mi hermano también, dije que sí y que no iba a volver a ver atrás”, detalla.
Al final, pasaron dos años sin que alguien ocupara el cargo y ya era momento de que alguien lo hiciera.
“Don Carlos Chaverri, de Fundeico, me dijo: ‘Viera que he estado pensando en usted, porque su designación va a ser una noticia bomba’, porque yo iba a ser la primera mujer en una sociedad indígena tan machista, si se puede decir así”, cuenta.
Su cacicazgo contó con la aprobación y ratificación de la mayoría del Consejo Nacional de Caciques y Líderes Indígenas. Esta organización representa a los 24 territorios -con una población aproximada de 110.000 indígenas- que se encuentran en Costa Rica.
Tal y como lo pensaba, tan pronto se dio a conocer la noticia, las críticas comenzaron a aparecer. Eran personas, mayoritariamente hombres, que no estaban de acuerdo en que ella fuera la cacique.
Al principio le fue difícil lidiar con las críticas, pues Idalia no comprendía por qué era tan difícil aceptar que los tiempos han cambiado y que ella también podía ocupar la posición de su padre.
“Mi hijo, el mayor, me dice: ‘Ay, mamá. La gente va a criticarla independientemente de que la escojan, entonces no le haga caso a la gente’. Y yo siempre hablo con dichos, y él me dice: ‘Usted siempre ha dicho que a palabras necias, oídos sordos; ahora, le toca hacerse así’”, comenta.
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Así fue como Idalia hizo a un lado la crítica y comenzó a prepararse para la ceremonia de coronación.
Estaba muy nerviosa e ilusionada con ese día. Se pagó a hacer un vestido tradicional en color vino y un collar para complementar su traje con el fin de llegar imponente a la actividad, que se iba a celebrar el sábado 23 de abril en el Centro Comunal de Progreso, ubicado entre los cantones de Corredores y Golfito en la Zona Sur de Costa Rica.
La actividad de nombramiento de la primera mujer cacique comenzó a las 11:30 a. m., ante la presencia de unos 150 invitados y testigos de honor del acontecimiento histórico, que incluyó a miembros del Consejo Nacional de Caciques, líderes indígenas de otros territorios Ngäbe – Buglé de Costa Rica, autoridades costarricenses y caciques de otros países.
“Estaba un poquito nerviosa, tenía temor de lo que iba a decir la gente”, reconoce.
Quizá el momento más emotivo de la ceremonia , en la que hubo bailes típicos y un homenaje a su padre, fue el momento de la coronación, en el que Idalia no contuvo las lágrimas cuando llegó el momento de llevar el penacho que usó también su padre.
Luego de dos horas, ya era oficial: la primera mujer cacique de Costa Rica estaba recibiendo su penacho.
Eso sí, Idalia confiesa que ese fue el primer y último día que utilizó el penacho de su padre, pues ella quiere uno más femenino y menos pesado.
“Tengo un penacho que me hace ver más mujer porque el penacho que dejó mi padre lo veo muy varonil. Lo usé en la ceremonia, pero ahora casi no lo uso porque siento que es mucha pluma... Siento que me veo muy emplumada”, dice entre risas.
Y entonces comenzó su trabajo con los niños, las mujeres, las familias y las necesidades de su pueblo.
Mujer trabajadora
Idalia Andrade de Gracia es madre de cuatro hijos: Gerald, Brandi y Brenda Espinoza, así como Geremy Bejarano, quienes tienen 21, 19, 15 y 7 años, respectivamente.
Ellos son la luz de sus ojos y por quienes trata de ser cada día una mejor persona, ser trabajadora y convertirse en un ejemplo a seguir.
“Ellos siempre me apoyan y sé que están muy orgullosos de mí”, asegura.
Si bien ser la cacique es un cargo que demanda tiempo, Idalia no renunció a su trabajo como maestra del idioma Ngäbe en las escuelas de Cenizo (Corredores, Puntarenas), Vista de Mar (Golfito, Puntarenas) y Manzano (Golfito, Puntarenas), en las que imparte lecciones.
¿La razón? Los caciques, a pesar de ser la mayor autoridad de los pueblos indígenas, trabajan prácticamente de forma voluntaria. Es decir, no reciben un salario y ella necesita seguir trabajando para poder mantener a su familia.
“Mi papá ni los otros caciques nunca han tenido un salario con el Gobierno. O sea, ellos han estado por honores, y ahora yo estoy trabajando en eso, para que se le reconozca un salario, por decirlo así, a ellos y a mí. Porque no solamente soy yo”, asegura.
No obstante, tiene claro que esta es la menor de sus preocupaciones, pues el pueblo indígena tiene muchas necesidades y retos.
Para la cacique se debe comenzar por “terminar con esa brecha de machismo” y considera que es urgente “trabajar en empoderar a las mujeres que son madre solteras, como yo y que podemos seguir adelante”.
“Siempre he pensado que hay que dar apoyo a las mujeres. Siempre les he dado consejo de que no pueden dejarse humillar o depender de un hombre. No se puede estar bajo los zapatos de nadie: no somos empleadas ni esclavas. Ese es un pensamiento pobre de algunos hombres, no de todos”, asegura.
Además, considera que la infraestructura vial y la educativa son dos aspectos por los que debe abogar, así como luchar contra el desempleo.
Cree importante priorizar el acceso a la electricidad, pues actualmente solo cuatro de las 14 comunidades indígenas de su territorio tienen este servicio. Lo mismo ocurre con el agua potable: en solo siete comunidades indígenas de su territorio pueden tomar agua del tubo.
Por otro lado, Idalia espera habilitar una oficina en el futuro cercano, en la que pueda atender a las personas, pues considera que es necesario acercarse a la gente.
En este momento no tiene recursos para este proyecto, pues con su salario apenas le alcanza para el día a día, pero no pierde la esperanza de recibir la ayuda para poder construir una.
Alegre y determinada
“Idalia es una mujer que le gusta vacilar, siempre sonríe, siempre hace reír a las personas que ve tristes o que tienen algún problema. Siempre anda alegre, al menos que esté brava o enferma” dice la cacique.
Y no es mentira. Bastan cinco minutos charlando con ella para comprobar que efectivamente así es. Idalia es una mujer que siempre tiene una sonrisa amable y que hace bromas para alegrar a quienes están a su alrededor.
En su tiempo libre disfruta de jugar fútbol con sus amigas, pues es una gran aficionada a este deporte y dice que “obviamente soy saprissista”. En el equipo aficionado en el que participa, ella es portera.
Siempre usa la frase que le decía su padre: “Todo tiene solución menos la muerte”. Eso lo aplica en su vida.
Hasta el día de su muerte, el cacique Andrade fue un pilar en la vida de la nueva máxima autoridad del pueblo indígena de Alto Comte. De él, ella aprendió a ser valiente y esforzada.
“Fue un padre ejemplar”, asegura.
No olvida su otro bastión: su madre, Ofelia de Gracia, quien ha sido parte fundamental en su vida, la ha impulsado a cumplir sus sueños y salir adelante.
“Yo estudié después de que tuve mis tres hijos. Cuando abrieron la secundaria en el 2005 en el territorio indígena, mi madre me dijo: ‘La voy a ir a matricular para que estudie. Yo sé que usted es una persona muy inteligente y muy capaz’. Entonces, yo le dije que sí, que yo iba.
“Para ese entonces, tenía un esposo que era alguien muy machista y no quería que estudiara. Sin embargo, siempre obedecí a mi madre…, y no me arrepiento”, afirma.
Entró al colegio en el 2008 y terminó en el 2013. Su mayor orgullo no fue obtener su título, sino el orgullo que le dio a su madre.
“Cuando me dieron el título, llegué a la casa y le dije a mi madre: ‘Madre, aquí está su título, esto es suyo, porque fue idea suya. El impulso fue suyo’. Ella estaba muy feliz y emocionada. Ella confió en mí y no la defraudé”, cuenta.
Así empezó a trabajar como maestra de Ngäbe. Primero cubrió una incapacidad en el 2014 y, un año más tarde, en el 2015, comenzó a dar clases en Punta Burica, en la frontera sur. Al cabo de un año, regresó a El Progreso, su pueblo, pues su bebé tenía cuatro meses y ella estaba sola.
En el 2016 la volvieron a llamar para impartir clases de Ngäbe. Actualmente es maestra en las escuelas de Cenizo (Corredores, Puntarenas), Vista de Mar (Golfito, Puntarenas) y Manzano (Golfito, Puntarenas).
Hoy ya tiene siete años de desempeñarse en esos centros educativos y le llena de ilusión saber que la lengua no se pierde.
Idalia espera seguir fomentando la cultura de su pueblo y aunque sabe que ser cacique es un trabajo retador, espera marcar la diferencia y lograr avances sustanciales que beneficie a todo el territorio indígena, siempre con una sonrisa.
Funciones de un cacique
- Es la autoridad tradicional que define las leyes propias.
- Resuelve y reparte la justicia social (entre parejas, tierras, robos).
- Es una autoridad, un gobierno y un juez.
- Órdenes son irrevocables.
- Debe conocer de las leyendas, de las medicinas naturales.
- Fomentar la educación.