“Ahí viene el científico”. “Le vamos a poner una alfombra roja”.
Así es como han recibido, en los últimos días, Mónica y Marcos a su papá, Marcos Méndez, cuando regresa de trabajar.
Ellos son dos jóvenes de 21 y 27 años, respectivamente, que se sienten orgullosos del padre que tienen.
Cuando don Marcos repite las palabras de sus hijos y con las que ahora frecuentemente lo vacilan, se le quiebra la voz, pues por años se ha esforzado por sacarlos adelante y formar una familia unida. Además, el hecho de que los jóvenes se sientan orgullosos de él lo vale todo.
No es para menos: él fue una de las 51 personas que trabajaron en la producción del suero equino, que desarrolló el Instituto Clodomiro Picado de la Universidad de Costa Rica (ICP- UCR), para tratar a los pacientes con covid-19.
Sin embargo, no es solo cuestión de sus hijos, ya que don Marcos también se ha tenido que acostumbrar a homenajes, felicitaciones y fotografías de parte de vecinos, amigos y demás familiares.
Aunque es algo a lo que no estaba muy habituado, confiesa que le ha gustado lo que han hecho por él y sus compañeros.
“En mi familia están muy orgullosos, se emocionan mucho, pero también la gente viene aquí y nos dejan carteles, cartas, hicieron una caravana y todo lo que le han hecho es muy bonito. Es muy emotivo todo lo que Costa Rica nos ha demostrado con un poquito de trabajo de cada uno de los que estamos en esto. Yo me siento muy conmovido y bastante orgulloso”, afirma.
Posiblemente usted nunca haya oído hablar de él o de alguno de sus compañeros, ni la labor que realizan dentro del ICP.
Y es que pese a que mucho se ha hablado de este suero desarrollado a partir del plasma de caballo y la importancia que puede llegar a tener para Costa Rica, poco se conoce acerca de los científicos, investigadores y personal en general que han estado detrás de este tratamiento.
La razón es sencilla: las cámaras, las entrevistas y el reconocimiento social no son lo suyo. Prefieren mantener un bajo perfil y que su trabajo sea el que hable por ellos.
“La verdad es que nosotros somos científicos y no sabemos darnos a conocer y ahora con esto, vemos a cada rato el instituto en todo lado y también ha sido una sorpresa para la gente.
“Cuesta un poco que la gente (del instituto) salga de su cascarón porque hemos estado acostumbrados a estar metidos aquí, somos como ratas de laboratorio, nosotros no estamos acostumbrados a la exposición pública”, asegura Mauren Villalta, encargada de control de calidad.
Eso sí, reconocen que se han sentido halagados por las cartas, los sándwiches con café, los helados, las pizzas, las flores, los saludos, las banderas y carteles que las personas les han llegado a dejar desde que realizan este tratamiento.
También se sienten felices de saber que por medio de este proyecto muchas más personas han conocido acerca de la importancia que tiene la institución para Costa Rica y el mundo.
Y hoy han decidido salir de los laboratorios, la planta de producción y las caballerizas para que los costarricenses finalmente conozcan cómo se han vivido estos últimos cinco meses dentro del instituto y lo que ha representado a nivel personal.
Ambicioso
Hasta ahora todo el procedimiento con el plasma de caballo para tratar la covid-19 ha resultado exitoso y en las instalaciones del Instituto Clodomiro Picado, en Coronado, se respira orgullo, satisfacción y un poco de ansiedad.
Allí trabaja un grupo comprometido con salvar muchas vidas.
El Instituto Clodomiro Picado es reconocido a nivel internacional por especializarse en la producción de sueros antiofídicos, que se distribuyen en África, Centroamérica y Sudamérica.
Su labor es fundamental ya que los envenenamientos por mordedura de serpiente afectan anualmente a alrededor de 2.5 millones de personas en el mundo y con los antivenenos que allí se producen, se han salvado la vida de unos 30 mil costarricenses y 400 mil personas en todo el planeta.
Sin embargo, con la llegada de la pandemia todo cambió, de una u otra forma, para las personas y en el instituto no fue la excepción.
A las semanas de que el nuevo coronavirus llegara al país la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) aseguraba ante las miles de personas pendientes de la conferencia de prensa que Costa Rica contaba con un instituto capaz de producir un tratamiento para acelerar la recuperación de las personas contagiadas por covid-19.
“Más allá de las medidas necesitábamos una respuesta científica, es decir, la respuesta país tenía que ser sanitaria pero también científica y entonces cuando estábamos pensando qué podíamos hacer con la ciencia sale brillando de las tinieblas el Instituto Clodomiro Picado como un centro de referencia mundial y en esa conferencia yo lo que hice fue un llamado a que esto debía ser un respuesta país y que el capital humano tenía que sumarse a esto y especifiqué el instituto, porque tenemos mucha suerte de tenerlos en el país”, afirma Román Macaya, presidente de la CCSS.
Ese fue un halago, pero también el motivo que estaban buscando los científicos, investigadores y demás personal del instituto para poner manos a la obra y desarrollar un medicamento.
Pasaron tan solo horas para que la UCR diera respuesta a Macaya.
“Sabemos que este es un personal muy calificado y sobretodo muy comprometido con sacar esto adelante y con la idea de producir medicamentos que contribuyan a salvar vidas”, asegura Alberto Alape, director del proyecto.
A partir de allí comenzaron a prepararse para este proyecto que, hasta ahora, se ha realizado en tiempo récord. Según Alape, este es un proceso que, en otras circunstancias, se realizaría en no menos de un año.
“Nos tocó meter el acelerador y hacerlo en cuatro meses. Tuvimos que trabajar con una vertiginosidad muy grande, la tecnología no era problema, porque ya lo manejábamos muy bien”, añade.
Este es un trabajo en equipo, pues cada paso, cada función conlleva un peso importante en el desarrollo de todo el proyecto, de allí que haya tantas personas involucradas.
Amor por los caballos
El proceso se inicia con Bernal Quirós; él es un joven de 26 años amante de los animales y trabaja en las caballerizas. Su función es cuidar a los caballos, bañarlos, alimentarlos y estar pendientes de que estén bien.
A su cargo han estado los seis caballos que hasta ahora se han utilizado para producir el suero equino y que se donaron al instituto, sin embargo, no todo ha sido sencillo.
Bernal ha tenido que estar pendiente de que los animales no se golpeen, de que no se lastimen y de “chinearlos”.
“La donación de caballos nuevos ha incrementado mi trabajo. Al primer grupo de caballos a los que se les puso la proteína venían de distintos lados y había que vigilarlos y enseñarlos que no pelearan, acoplarlos y hacer un grupo como tal. No ha sido tan fácil porque hay que enseñarles dónde comer, dónde tomar agua y vieras que al principio peleaban mucho pero me fue bien”, relata.
Quirós también se encarga de tener a los caballos listos para que cuando los veterinarios lleguen a hacer la extracción de sangre no haya retrasos. Él los baña, los amarra y los prepara y desinfecta la zona en que se va a realizar la sangría.
El joven, que desde hace un año labora en el instituto, afirma que este es el trabajo de sus sueños pues además de estar con sus animales favoritos ha aprendido muchísimo, ya que le ha tocado ser el asistente de los veterinarios.
“Para mí es muy bonito estar con una persona profesional al mando y a asitirla. Además, estar en un proyecto como este hace que uno se sienta muy lleno y creo que uno siempre aporta su granito de arena y si me dieron la oportunidad hay que aprovecharla”, dice.
Quirós reside en Coronado junto a sus hermanos María y Greivin y confiesa que en lo familiar este proyecto ha representado una excusa para mejorar la relación con sus padres: él vivía en el campo y cuando lo dejó para buscar nuevas oportunidades, su padre se molestó un poco. Sin embargo, ahora le dice que está orgulloso.
No obstante, lo más importante que le ha traído este trabajo es retomar la comunicación con su mamá.
“Yo siento que lo que yo he hecho es, quizá, para que ella me vea, y que vea lo que estoy haciendo, y ver que ella se acercó gracias a lo que se está haciendo es muy significativo para mí. Creo que con este proyecto me he beneficiado mucho a nivel familiar”, confiesa.
Por ello, Bernal seguirá posando para las fotos que les tomen en el instituto, atento a lo que le enseñen los veterinarios y trabajando de día y estudiando de noche para sacar el quinto año del colegio.
Horas extra
Luego de la preparación de los caballos y la extracción de la sangre, esta pasa a manos de Maykel Cerdas, quien es el encargado del procesamiento del plasma, es decir, él es el que debe convertir el plasma en el suero.
A su cargo está el verificar que el plasma esté bien, procesarlo, purificarlo y esterilizarlo.
“Cuando nos dijeron que íbamos a hacer el suero hubo cierto temor e incertidumbre pero sí teníamos confianza en nuestra capacidad como grupo, como institución, también nuestros jefes nos dieron mucho apoyo, pero al principio sentía mucha presión y responsabilidad por todo lo que significaba para el país”, afirma.
El científico de 40 años reconoce que fueron muchas horas de análisis, de horas extra en el laboratorio, de mucho cuidado y de experimentar un proceso nuevo.
Pese a los nervios, desde el principio decidió respirar profundo y tomarse el procedimiento con calma y aunque al principio pensó que iba a ser difícil en la parte emocional, todo fluyó con tranquilidad.
“Por más que uno tenga la línea de proceso bien estudiada y bien clara, hay cosas que pueden pasar y lo que me daba más temor o incertidumbre es que algo saliera mal o que estuviera contaminado o que no tuviera la potencia adecuada, pero por dicha todas las pruebas han sido satisfactorias”, detalla.
Para él estos meses han sido una montaña rusa de emociones: El temor de la pandemia, el reto de desarrollar un nuevo suero y además, recibir homenajes de la gente y felicitaciones de su familia.
“Cuando hicieron la caravana a mí se me salían las lágrimas porque nunca había experimentado tantas muestras de cariño y estoy muy agradecido con toda la comunidad e instituciones. Yo no pensé que esto se iba a viralizar tanto. Yo soy de Palmares y por redes sociales todo se sabe y en los grupos de familia de WhatsApp todos me felicitaban” asegura.
El reconocimiento viene por partida doble, ya que su esposa, Adriana Sánchez, también trabaja en la institución, específicamente en el área de control de calidad.
Junto a ella ha vivido todo el proceso que ha pasado del temor a la satisfacción y del compromiso a la presión.
Ahora, el sentimiento que impera es el de la ansiedad, pues aunque el tratamiento ha dado resultados positivos en las pruebas que hicieron localmente y los análisis realizados en la Universidad de George Mason, en Estados Unidos, confirmaron que la estrategia de los científicos costarricenses permite obtener anticuerpos que neutralizan la capacidad infecciosa del virus, todavía falta lo más importante: probarlo en humanos.
“Hay mucha más ansiedad por ver el resultado en los pacientes, porque las pruebas de laboratorio son muy diferentes a cómo va a reaccionar la persona, porque son organismos diferentes y ya queremos que se dé la noticia de que lo van a empezar a usar. Nuestra esperanza es que muchas personas se puedan salvar, puedan volver a sus casas y estar con sus seres queridos”, comenta Cerdas.
Mientras espera el resultado, sigue procesando los sueros antiofídicos desde su laboratorio, un trabajo que le apasiona y que ya le permitía salvar vidas.
Corre-corre familiar
Mauren Villalta siempre ha sabido de la capacidad que tiene el Instituto Clodomiro Picado para la producción de sueros y antivirales, al igual que sus compañeros en el departamento de Control de Calidad.
Y aunque al inicio de la pandemia hablaron de lo interesante que sería producir un tratamiento para tratar la covid-19, sabían que los costos eran muy elevados y el ICP no contaba con un presupuesto para una pandemia, y por ello no se hicieron ilusiones.
Sin embargo, con el anuncio de la CCSS, la ilusión regresó a sus ojos.
“Uno en la parte científica siempre está buscando nuevas cosas y esta experiencia llegó en un momento complicado y tuvimos que trabajar a la carrera, no fue como que yo dije ‘voy a sentarme a pensar si va a dar o no’.
“La parte de los virus no es mi fuerte y he tenido que leer mucho de cómo se comportan y han sido meses de mucho conocimiento y eso siempre es enriquecedor para una persona que se dedica a la ciencia y lo llena a uno de seguridad, de que las cosas sí se pueden hacer y que a veces uno tiene que inventarse las cosas y utilizar aparatitos hechos en casa”, explica la encargada de Control de Calidad.
En este proyecto, su departamento se ha encargado de monitorear el proceso y hacer diversos análisis para graficar que el trabajo, en parámetros de calidad, va en la dirección correcta.
La biotecnóloga, quien trabaja desde hace más de 10 años en el ICP, afirma que esta ha sido una gran experiencia en su carrera y que se siente muy orgullosa de formar parte de la institución.
“Este tratamiento ha permitido dar a conocer el trabajo tan importante que ha hecho el instituto y las posibilidades científicas que tiene el país, que no por ser tercermundista está cruzado de brazos sino que más bien nos hemos esforzado en tener lo propio. Varios proyectos se han desarrollado en este país con el fin de mejorar la salud y el instituto se ha encargado de muchos de ellos, entonces yo sí creo que ha sido muy motivante para el instituto y para los mismos compañeros”, comenta.
A Villalta le hace mucha gracia que ahora en el condominio en el que vive, sus vecinos salgan y la saluden, que les manden cartas y demás muestras de cariño al instituto, y los agradece porque reconoce que es un impulso a seguir siendo mejor en su trabajo.
Sin embargo, así como fue un reto a nivel laboral el desarrollo del suero, el ámbito familiar ha experimentado un gran ajetreo. Su esposo, Andrés Hernández, también trabaja en el instituto y entre los dos se las han tenido que arreglar para cuidar a Sofía, su hija de tres años.
“Estos meses han sido bastante demandantes y fuera de la rutina, porque antes ella iba a la guardería, ahora yo estoy con ella y tengo que atender llamadas, escribir correos, atender reuniones; entonces ha sido bastante retador y como está muy chiquitita tenemos que organizar porque la cuidamos entre mi esposo y yo y los dos tenemos mucho trabajo y tenemos que turnarnos”, afirma Villalta.
Y pese a que han sido meses agotadores y que puede ver al personal muy cansado, la felicidad de haber logrado desarrollar el producto lo vale todo. Ahora ella, al igual que su esposo, cruzan los dedos para que el suero sirva.
Crecimiento laboral
Luego de que el suero ha pasado todos los controles de calidad, tiene luz verde para finalmente iniciar su producción.
Esta empieza con don Marcos Méndez, quien se encarga de esterilizar los frascos para almacenar el suero. Su labor arranca tres días antes de la producción, ya que todo debe estar listo para ese momento.
Y aunque ya está más tranquilo, hace cinco meses la sensación era otra. Recuerda que el día en que les confirmaron que realizarían el suero, les dijeron que debían ser más cuidadosos, para evitar un contagio cruzado de muestras.
Para ese momento sentía un poco más de presión por hacer bien su trabajo, pues sabía que se trata de un proyecto importante para el país.
“Cuando nos avisaron que empezábamos, sentí una presión personal muy grande para que esto saliera igual que siempre. Siempre teníamos un rol de trabajo, pero con esto debía ser más meticuloso porque yo soy el que empieza, el que da el banderazo de salida a la producción y si mi trabajo sale mal, no se puede hacer nada”, afirma el técnico de laboratorio de 56 años.
Para Méndez participar en este proyecto es un logro personal, ya que él entró a trabajar al instituto, hace 28 años, como misceláneo en una plaza temporal y luego de tres meses lo contrataron.
Allí empezó a preguntar y a ofrecerse para colaborar para hacer otras labores y después se integró al equipo de caballerizas. Posteriormente pasó a la manutención de ratones y desde hace algunos años está como encargado del sistema de aguas e inyectables.
“Desde hace ocho años trabajo directamente en la planta y me propuse que ya que me dieron la oportunidad, tenía que demostrar que yo era capaz de estar en el equipo de producción. Mi meta es que esté garantizado que cuando terminen las pruebas el otro compañero siga trabajando”, dice.
Por ello es que cuando sus hijos lo vacilan y lo llaman científico, se siente tan emotivo.
Junto a don Marcos, trabaja Eduardo Segura, coordinador de producción, quien asegura que precisamente el éxito que tienen en el instituto se debe al compromiso por hacer las cosas bien.
Pese a que en el instituto se volcaron a trabajar con el suero equino, de forma paralela siguen produciendo el suero antiofídico.
“Para que el instituto siga funcionando, tenemos que seguir produciendo suero antiofídico; las serpientes no saben que existe la covid-19 y siguen mordiendo en Costa Rica y el resto del mundo y tenemos por fuerza que tener producto para poder vender y poder exportar a lo largo y ancho del planeta”, asevera.
Si él pudiera resumir sus sentimientos en una palabra, sería orgullo, pues entiende la gran importancia que tiene su trabajo para el país.
Lo que no se atreve a especificar es lo que sintió cuando por primera vez tuvo en sus manos un frasco de suero para tratar la covid-19.
“Tener una botellita de eso en la mano fue como si diera a luz un hijo, fue súper gratificante desde la compra de la proteína. Ha sido un trabajo en equipo desde que apareció la posibilidad. Yo nunca me imaginé vivir una pandemia y salvar vidas y es un orgullo inmenso trabajar acá y todo lo que hemos logrado”, asegura.
Y aunque no le gusta dar entrevistas, ahora habla cuando se lo piden, pues a sus hijos Edward, Valeria y Samantha, y a su esposa les gusta verlo en cámaras.
“Ellos quisieran que uno salga en todas las entrevistas, en todas las fotos, en todos los canales, pero es que a mí no me gusta mucho esa parte. Igual uno sabe el rol que tiene aquí y que algunas veces le toca a unos y otras veces a otros. Aquí lo importante es lo que estamos haciendo, independientemente de quien sea la cara que sale en alguna cosa sabemos que todos estamos aportando nuestro granito de arena. Pero sí estamos súper orgullosos de lo que estamos haciendo”, añade.
Temor al contagio
El anuncio de que el ICP iba a estar a cargo del desarrollo del tratamiento anti covid-19, llegó en un punto álgido de la pandemia. Para ese entonces la UCR había enviado a la mayoría de su personal a trabajar desde la casa, incluidos los funcionarios del ICP.
Sin embargo, al ser los responsables de crear este suero debieron dejar la seguridad que conllevaba el teletrabajo y regresar a los laboratorios.
Ándres Sánchez asegura que además de la presión por hacer bien las cosas tenían que batallar con el miedo.
“Al inicio todo mundo está con el miedo de la pandemia, de ‘¿cómo hago?’, de la interacción con los compañeros, de ‘mejor hablemos de lejos’, es decir, es como un impacto a nivel emocional. Pero eso tiene otras ventajas también, creo que fortalece el trabajo en equipo y se vio reflejado bajo estas condiciones tan críticas, porque esta es la primera vez que algo así ocurre”, explicó.
Él es el coordinador de Desarrollo Tecnológico y su labor consiste en buscar soluciones tecnológicas y que faciliten y mejoren el proceso operativo.
Según detalla, en el instituto desde el día uno se pusieron la camiseta e incluso fueron a trabajar las personas que tenían riesgo.
“Yo creo que ellos en su momento tuvieron miedo, no creo que exista una persona que no haya tenido miedo con esto de la pandemia. Yo sí estaba preocupado por mi mamá y por mi abuelo, entonces venía y adelantaba un proceso en la mañana y luego le decía a alguno que lo siguiera en la tarde, porque sé lo que estoy haciendo yo para cuidarme, pero no sé qué están haciendo los demás. Es una responsabilidad que uno tiene en la casa, con la familia”, afirma.
Sin embargo, después vinieron los resultados positivos y ese temor se fue transformando en una gran felicidad.
El biotecnólogo, de 35 años, considera que si hasta ahora todo ha salido bien, es porque hay un sentido de responsabilidad y de seriedad muy grande en el personal, de que su función como profesionales y como personas es salvar vidas.
Además, afirma que siempre que hay una posibilidad para impedir que sus seres queridos se contagien del virus con su aporte, dirá presente.
“En el momento en el que estaba más crítico el asunto yo decía ‘ojalá que el producto salga, que sí neutralice y que en el momento en el que esto funcione yo me sienta más relajado’. Y yo pensaba, de forma más personal, que si mi mamá se enfermaba por esto, yo deseaba que la Caja tuviera el producto para que se lo pudieran aplicar. Creo que el enfoque mío en participar en el proyecto fue de una forma tal que si alguna persona cercana a mí se pudiera ver beneficiada de esto tuviéramos algo en las manos y en ese momento no lo había y bueno, ya lo hay”, detalla.
Ahora espera con cautela y emoción el estudio clínico, mientras hace todo lo que está en sus manos para cuidar a su familia del virus.
La oportunidad de desarrollar este suero equino se da en el 50 aniversario del Instituto Clodomiro Picado y ninguno de sus funcionarios pensó que la pandemia les daría la oportunidad de festejar de una manera muy diferente, pero siempre haciendo lo que les gusta.
“No pudimos celebrar el aniversario del ICP cómo habíamos planeado, nos tocó celebrarlo trabajando. Y es que este proyecto representa para nosotros lo que representa para todo el país: una esperanza”, afirma Alape, quien estuvo a cargo del proyecto y que justo semanas antes de entregar el tratamiento a la CCSS, concluyó su periodo como director del Instituto.
El encargado de hacer la entrega del lote piloto del suero equino a la CCSS fue Guillermo León, coordinador de la División Industrial del ICP.
En total fueron 1.000 viales y según explicó el presidente de la Caja, Román Macaya, con uno de estos frascos, de 10 mililitros cada uno, sería suficiente para un paciente.
“Como esto es una enfermedad aguda tendremos resultados rápidos y la idea es si sale bien, pasaríamos a una fase tres que ya sería en muchos más pacientes”, explica Macaya.
En un principio las pruebas las realizarán con 26 personas y serán pacientes que recién ingresen al hospital por covid-19. 13 de ellos recibirán una formulación de los anticuerpos y a otros 13 se les aplicará otra formulación.
La diferencia es que a tres de los seis caballos, se inocularon con una sola proteína del virus, mientras que a los otros tres se les inyectaron cuatro proteínas diferentes, con la intención de saber cuál presenta mejores resultados.
Estos se aplicarán en cuatro centros médicos. Se trata de los hospitales Calderón Guardia, México, San Juan de Dios y en el Centro Especializado de Atención de Pacientes con covid-19 (Ceaco).
“Está orientado a paciente hospitalizados y queremos aplicárselos apenas ingresen al hospital para tratar de neutralizar virus antes de que cause daño, porque estos anticuerpos están diseñados a buscar el virus y hay que neutralizarlo antes de que cause más daño. Estamos corriendo con todo, hay un montón de pasos regulatorios a seguir; recordemos que esto es investigación clínica, la gente lo ve ya como una cura pero hay que tener cuidado de no crear expectativas falsas, es algo que todavía hay que demostrarlo clínicamente”, detalla Macaya.
Se espera que en las próximas semanas se vean los primeros resultados del tratamiento en humanos. Y aunque hay mucho optimismo, también hay mucha cautela por ver, finalmente, los resultados de este suero que llena de orgullo y esperanza al Instituto Clodomiro Picado, a las autoridades de salud y a un país entero.
Los investigadores detrás del suero equino
Alberto Alape Girón
Cecilia Díaz Oreiro
Guillermo León Montero
Aarón Gómez Argüello
Danilo Chacón Gutiérrez
Greivin Corrales Chacón
Jazmín Arias Ortega
Ricardo Estrada Umaña
Mauricio Arguedas Gómez
Rodrigo Sánchez Ibarra
Alvaro Tenorio Fallas
Geovanny Ramírez Angulo
Juan Elías Castillo Barrantes
Deibid Umaña Blanco
Edwin Moscoso Suárez
Starling Torres Pérez
Bernarld Quirós Zúñiga
Alfredo Vargas Sánchez
Nelson Zeledón Ibarra
Jeishon Salazar Pereira
Eduardo Segura Agüero
Maykel Cerdas Solís
Marcos Méndez Alvarado
Ronald Sánchez Lizano
Jairo Gutiérrez González
Ana Cecilia Castillo Mora
Mauren Villalta Arrieta
Gabriela Solano Blanco
Adriana Sánchez Sánchez
Daniel Cordero Vásquez
Gina Durán Blanco
Orlando Morales Mora
Andrés Sánchez Brenes
María Herrera Vega
Álvaro Segura Ruiz
Mariangela Vargas Arroyo
Daniela Solano Centeno
Aarón Gómez Argüello
Melvin Sánchez Chaves
Cristhian Vargas González
Jorge Gómez Brizuela
Andrés Hernández Bolaños
Laura Sánchez Céspedes
Silvia Navarro Ceciliano
Jazmín Arias Rodríguez
Vera Castillo Durán
Carlos Masís Avendaño
Ariana Morales Beteta
Juan Carlos Vargas Barboza
Royner Barboza Tenorio
Mario Hernández Serrano