Jair Bolsonaro se esfuerza para generar noticias, cuando sea, de lo que sea. Que un juez brasileño emitiera una orden de advertencia en su contra el pasado 23 de junio por su negativa a utilizar mascarilla en eventos masivos −los cuales más bien propicia él mismo, sin ningún distanciamiento entre multitudes− fue una de las decenas de informaciones que, en torno a su figura, le dieron la vuelta al mundo últimamente, en lo que se ha convertido en pan de todos los días, sobre todo si se está hablando del presidente del segundo país más afectado por el nuevo coronavirus en todo el planeta.
Si bien ante su apelación, este miércoles una jueza dejó sin efecto el fallo por “innecesario”, debido a que usar mascarilla ahora es ley para todos los ciudadanos, en pleno proceso de este incidente se generó otro que, una vez más, puso al gobernante en el candelero de la prensa (y el ridículo) mundial cuando Carlos Alberto Decotelli, su tercer ministro de Educación en apenas año y medio, solo duró una semana en el cargo tras descubrirse que su currículum era “una catarata de falsedades”, como dijo CNN Brasil.
La estela de declaraciones, decisiones y actitudes que colecciona Jair Messias Bolsonaro, de 65 años y presidente de Brasil desde el 1 de enero del 2019, tienen sumida a la gigante nación en varias crisis simultáneas, empezando por la más dramática: de acuerdo con datos oficiales del Ministerio de Salud de Brasil, el corte realizado este miércoles 2 de julio contabilizaba 60.632 fallecidos por covid-19 y cifró en 46.712 los nuevos casos, para un acumulado de 1.448.753 contagios confirmados.
Brasil solo es superado por Estados Unidos, que al 1 de julio contabilizaba más de 125.000 fallecidos y más de 2,5 millones de personas infectadas.
Hilvanar la “tormenta perfecta” en la que han desembocado todas las crisis paralelas que encontraron un caldo de cultivo en la gestión de Bolsonaro no es tarea menuda, pues ya desde mucho antes de haberse convertido en presidente de ultraderecha y católico pero con gran afinidad con otras religiones que defienden la “moralidad”, desde su palestra de candidato presidencial y como exmilitar y exdiputado, había sido eje de polémica por razones que se citan más adelante.
Como si no fuera suficiente, sus tres hijos mayores producto de su primer matrimonio, Flavio (39), Carlos (37) y Eduardo (35), quienes son parte del equipo de gobierno del padre (lo que le ha conferido al presidente señalamientos por nepotismo) han estado envueltos en diversas polémicas y escándalos durante años. Los últimos fueron protagonizados por Flavio y Carlos hace apenas unas semanas.
En las imágenes, del 22 de abril, el mandatario brasileño aparece en una reunión con sus ministros profiriendo insultos y palabras malsonantes.
Los otros dos hijos de Bolsonaro son Renán y Laura, de 22 y 9 años, respectivamente, hijos de madres diferentes. La pequeña es hija de Michelle Bolsonaro, de 38 años, actual primera dama de Brasil y madre de Leticia, adolescente hijastra del mandatario y que la prensa contabiliza como la sexta hija de Jair.
En un análisis de la revista colombiana Semana publicado el 27 de junio, titulado “¿Quiénes son los hijos de Bolsonaro?”, se asegura que la familia del mandatario vive envuelta en numerosos escándalos: vínculos con paramilitares, espionaje a los opositores y corrupción harían parte de los delitos que incluso salpicarían al presidente, asegura la publicación.
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Y pone en tela de duda que Bolsonaro logre terminar su mandato.
“Con cada día que pasa, Jair Bolsonaro se queda más solo. A los constantes enfrentamientos con el Legislativo de Brasil se suman las reiteradas disputas con miembros de su gabinete, a los que ha despedido o han renunciado por sus políticas radicales e inapropiadas. En las regiones, los gobernadores no confían en él, y lo han demostrado durante la pandemia al implantar políticas sanitarias ante la inoperancia del presidente. Con tantos enemigos fraguados con justa razón, e incluso ante la posibilidad de ser destituido por los procesos en su contra, Bolsonaro ha volcado su poder para proteger a su familia. Pero esta tampoco está exenta de polémicas y graves acusaciones.
“La detención de un exasesor del senador Flavio Bolsonaro, primogénito del mandatario, estrechó el pasado 18 de junio el el cerco en torno al presidente ultraderechista, que acumula reveses judiciales amén de la situación de inestabilidad política agravada por la crisis económica y la pandemia de coronavirus”, analiza Semana.
De acuerdo con la agencia AFP, Fabricio Queiroz, de 54 años, fue capturado en Atibaia (una localidad del Estado de Sao Paulo) en la residencia de un abogado que actuó como defensor de Flavio Bolsonaro, de acuerdo con el Ministerio Público de Sao Paulo. Según los medios brasileños, el abogado también presta servicios al presidente Bolsonaro.
A Queiroz lo investigan por su presunta participación “en un esquema de desvío de salarios de funcionarios del gabinete del entonces diputado regional (de Río de Janeiro) Flavio Bolsonaro”, precisó el MPSP.
Pero Carlos, el segundo de la prole, no se queda atrás. De acuerdo con infomación del medio español El Periódico, este amenaza con convertirse en algo más que una piedra en el zapato de su padre. Es legislador de Río de Janeiro, pero este cargo no se compara con la influencia que ha ganado dentro del gobierno de ultraderecha: hace dos meses la Policía Federal lo identificó como uno de los integrantes clave de lo que se conoce como la “guerrilla digital” o el “ministerio del odio”, y que no es otra cosa que una organización delictiva dedicada a la elaboración y difusión de noticias falsas para amenazar y difamar a opositores e incluso autoridades.
“Lo llaman ‘Pitbull’, en homenaje a esa temida mezcla canina de Bull y Terrier. Cuando los investigadores de la Policía Federal encontraron pruebas contundentes de su papel en los equipos de propagación de ‘fake news’, su padre no dudó en destituir a la cúpula de esa fuerza de seguridad y pagar el precio de desprenderse de su ministro de Justicia, Sergio Moro”, afirma el medio español.
‘Pitbull’ calificó de “basura” y “chiste” las acusaciones en su contra, pero desde entonces se ha generado un escándalo creciente en los medios brasileños.
Además de esta cadena de bochornos en decenas de frentes, a partir de marzo todo empeoró para Jair Bolsonaro en el contexto mundial de su manejo ante el nuevo coronavirus, por lo que no pocos analistas se aventuraron a opinar que difícilmente Bolsonaro logre culminar su mandato, final previsto para el 19 de diciembre del 2022.
En una entrevista con la cadena BBC de Londres, el prominente historiador y politólogo brasileño José Murilo de Carvalho aseguró que cada vez le parece más difícil que Bolsonaro concluya su período presidencial de cuatro años.
Tras admitir que la la crisis económico-política del país había comenzado en el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff (2014), el también miembro de la Academia Brasileña de Letras y de la Academia Brasileña de Ciencias enfatizó: “La crisis continúa y empeoró en medio de la pandemia. Tengo 80 años y desde la redemocratización nunca tuvimos una situación tan crítica. Y principalmente sin muchas perspectivas de mejorar, debido a esta combinación de varias crisis. Veo con mucho pesimismo la situación del país”.
Consultado por BBC sobre qué le daba un tenor especial a la gestión de Bolsonaro con respecto al coronavirus, si se toma en cuenta que otros mandatarios en el mundo −empezando por el estadounidense, Donald Trump− también habían sido criticados, el analista razonó: “Si miramos a los otros presidentes o primeros ministros, la imagen de muchos incluso en América Latina mejoró después de que enfrentaron el problema. Creo que, en América Latina, Bolsonaro es una excepción: su imagen empeoró en vez de mejorar. Nuestros vecinos están todos preocupados con Brasil. Y creo que la imagen internacional del país, vía el presidente, empeoró mucho en esa visión casi servil a Trump y a una política en relación a China que es suicida desde el punto de vista económico. De modo que no solo internamente sino también externamente la situación brasileña es excepcional, en el sentido de ser peor que en otros países”.
Indescifrable conducta
Si bien la figura del presidente brasileño ya se había vuelto fuente de polémica permanente, la crisis del nuevo coronavirus y su negación y postura al minimizarlo como “una breve gripe” se volvería un bumerán para él. Se tiene por hecho que el primer caso en América Latina se dio en Brasil, después de que un vecino de Sao Paulo regresara que un viaje de negocios en Italia, a finales de febrero.
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En cuestión de semanas los contagios se sucedieron por todo el país y el resto de Latinoamérica, pero en el quinto país más poblado del mundo, con unos 211 millones de habitantes, el mensaje del presidente Bolsonaro seguía siendo (y prácticamente al día de hoy) el mismo: minimizar la pandemia, dar el ejemplo de todo lo contrario a lo que dictaban las medidas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y obviar la espantosa realidad con la que lidia la población.
Se trata de miles de muertos, entierros express y la amenaza de que la situación se termine de salir totalmente de control, según denuncias de integrantes del personal hospitalario que ocupan el primer frente de batalla y que dan cuenta de la dantesca situación en posts y videos que rápidamente se viralizan y muestran al mundo el caos humanitario.
En medio de todo, durante la gestión de Bolsonaro han desfilado tres ministros de Salud, cuyas salidas se dieron en el término de los últimos tres meses: el ministro del gabinete original, Nelson Mandetta, fue despedido el 16 de abril por Bolsonaro por no estar de acuerdo con el manejo de la pandemia que estaba haciendo el mandatario.
Fue reemplazado por Nelson Teich, quien no alcanzó a permanecer un mes en el puesto por la misma razón, severas diferencias con Bolsonario ante la crisis de salud por el covid-19. Tras 20 días de estar sin jerarca de salud, el mandatario nombró el pasado 3 de junio al general del ejército Eduardo Pazuello, un militar sin experiencia “con muchas condecoraciones y cargos ejercidos en el pasado”, destacó el gobierno, solo que ninguno tiene que ver con el área de salud.
Pero ¿cómo llegó un personaje como Jair Bolsonaro a dirigir al quinto país más poblado del mundo, al que incluso se le llama “un continente dentro de otro continente”, por su extensión de 8.516 millones de kilómetros cuadrados...?
La respuesta es harto compleja pero quizá se explique en un ejercicio de síntesis recopilado de un editorial de La Nación en octubre del 2018, cuando Bolsonaro se enfilaba hacia la presidencia de Brasil y la posición de este diario parece haber sido profética:
“El contundente y casi inevitable triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil genera profundas consultas sobre el curso de la democracia en ese país y el resto de América Latina. Quienes creemos firmemente en ella como la mejor opción para conducir los asuntos públicos, respetar las libertades fundamentales e impulsar el desarrollo, tenemos razones de sobra para una enorme preocupación, no solo por lo que pueda venir (hasta ahora impredecible) una vez que asuma la presidencia, sino por lo que este resultado significativo, como culminación de un proceso de riesgo generalizado y como advertencia a los dirigentes políticos más allá de sus fronteras.
“Que un pueblo diverso, entusiasta, pacífico y con una larga trayectoria de tolerancia social haya elegido el domingo, con el 55% de apoyo, una exmilitar xenófobo, misógino, homófobo, defensor de la tortura, impulsor de la arbitrariedad y portador de un desbocado discurso de odio, revela cuán profundo es el hartazgo de los brasileños con la situación de su país y cuán desesperada su búsqueda de una salida –por muy riesgosa que sea– al estado de cosas actual. Constituye, a la vez, un ajuste feroz de cuentas contra los grupos y personajes que han dominado las decisiones políticas desde su retorno a la democracia, hace 34 años”.
De acuerdo con la citada publicación, la llamada “tormenta perfecta” que culminó con el ascenso al poder del archipolémico político incluyó una serie de factores que se conjuntaron, como la peor recesión económica de la historia brasileña contemporánea y sus demoledoras consecuencias sociales; la tremenda y creciente oleada de violencia delictiva e inseguridad ciudadana; múltiples escándalos de corrupción y un Estado agobiado por cargas y privilegios imposibles de financiar.
“Bolsonaro ha sido parte de todo ese sistema; la mejor prueba es que ha ocupado un asiento en la Cámara de Representantes durante siete períodos consecutivos (...) Sin embargo, tanto él como su Partido Social Liberal (nombre irónico) logra separarse de los responsables de esos desastres múltiples en las percepciones de los ciudadanos”, afirma el análisis que ya auguraba la oscuridad en una posible gestión de Bolsonaro.
Pero todo siempre puede empeorar y aunque el presidente brasileño insista aún al día de hoy en minimizar el impacto del covid-19 en su país, la pandemia amenaza con expandirse y profundizarse, igual que está ocurriendo en Estados Unidos con el rebrote que ha obligado a retroceder las medidas de apertura dictadas semanas atrás.
Bien podría pensarse, tras una relación de hechos, que Trump, como Bolsonaro, viven una realidad paralela: pese a que el epidemiólogo y asesor del presidente Donald Trump, Anthony Fauci advirtió este miércoles que el aumento del contagio de coronavirus en el sur y el oeste “pone en riesgo a todo el país” y habló de que las nuevas infecciones podrían alcanzar las 100.000 por día, Trump sigue adelante con las celebraciones del 4 de julio, día de la Independencia de ese país.
Un tipo de decisiones al calco, adoptadas por Bolsonaro, y que no dejan de constituir un paralelismo entre sus políticas respecto al covid-19 y los efectos en las poblaciones de ambos países. Habrá que esperar las verdades del tiempo.
Por ahora, hablan las estadísticas. En medio de la crisis sanitaria, en mayo Bolsonaro ganó popularidad entre los estratos sociales más pobres gracias al cheque de $110 distribuido como auxilio en medio del caos de la pandemia. Por supuesto, los medios brasileños lo atribuyen a un asunto meramente coyuntural.
En abril del 2019 y sin pandemia de por medio, para el 30 % de los brasileños, el balance de Bolsonaro fue “malo” o “pésimo”, convirtiéndose así en el presidente electo peor valorado tras 100 días de gobierno en Brasil desde la redemocratización en 1985.
De acuerdo con el portal argentino Infobae en una nota publicada a finales de mayo, el porcentaje de brasileños que evalúa negativamente el Gobierno del presidente Bolsonaro saltó desde el 38% en abril hasta el 43% en mayo, un nivel récord en medio de la crisis política, sanitaria y económica que vive Brasil, según una encuesta de la firma Datafolha.
Para esa fecha, pese al aumento de la reprobación, Bolsonaro aún contaba con el respaldo del 33 % de los brasileños, que consideran su Gobierno bueno o excelente, el mismo nivel que tenía el mes pasado (33 %) y que prácticamente no ha variado desde el 32 % medido en abril de 2019.
Los brasileños que pasaron a rechazar al mandatario ahora son los que hasta hace poco calificaban como regular su Gobierno, índice que cayó desde el 33 % en abril de 2019 hasta el 26 % el mes pasado y el 22 % en mayo.
Con un panorama que se avisora cada vez más oscuro, habrá que esperar hasta dónde (o hasta cuándo) llegará el gobierno de Jair Bolsonaro.
Frases “célebres” de Bolsonaro
Aunque de sus decires durante tantos años en la vitrina pública se podrían extractar muchos más ejemplos, la siguiente es una compilación de frases del presidente brasileño publicadas en este medio, en El País de España y en la revista argentina Para ti, entre otras fuentes.
* “Estoy a favor de la tortura. Y el pueblo está a favor también” (1999, en entrevista en TV).
* “No emplearía (hombres y mujeres) con el mismo salario. Pero hay muchas mujeres competentes” (2016, en entrevista en TV).
* “Sería incapaz de amar un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita aquí. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí” (2011, entrevista con una revista).
* Yo no soy violador, pero si lo fuera, no la iba a violar porque no lo merece” (en 2003 a la diputada del Partido de los Trabajadores María del Rosario, mientras se debatía una ley sobre la violación).
* “No corro ese riesgo porque mis hijos fueron muy bien educados” (2011, en entrevista en TV, al ser cuestionado sobre cómo sería su reacción si alguno de sus hijos se enamorase de una mujer negra).
* “No es una cuestión de colocar cupos de mujeres. Si ponen mujeres porque sí, van a tener que contratar negros también”.
* “El afrodescendiente más flaco allá pesaba siete arrobas (antigua unidad de medida). No hacen nada. Creo que ni para procrear sirven más” (2017, tras visitar un “quilombo”, reducto en donde viven personas de descendencia africana, y comparándolos con vacas).
* “Hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen, si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire”. “Vamos a fusilar a la ‘petralhada’ aquí en Acre” (2018, en campaña en el estado de Acre, refiriéndose a los militantes del izquierdista Partido de los Trabajadores, PT).
* “El hijo empieza a mostrarse amanerado, gay, cambia su comportamiento, ¿verdad ?, ya oí de algunos aquí…, menos mal que me dieron unos chirlos de chico, mi padre me enseñó a ser hombre”.
* “No voy a combatir ni discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle los voy a golpear” (2002, en entrevista).
*“No hacen nada. Más de mil millones de dólares al año estamos gastando en ellos” (sobre los brasileños con ascendencia africana).
* “Defiendo la pena de muerte y el rígido control de la natalidad, porque veo la violencia y la miseria que cada vez se extiende más por nuestro país. Quien no tiene condiciones de tener hijos, no debe tenerlos” (1993, durante una reunión del Congreso).
* “El pobre solo tiene una utilidad en nuestro país: votar. La cédula de elector en la mano es diploma de burro en el bolsillo. Sirve para votar por el gobierno que está ahí. Solo sirve para eso y nada más”.
* “El error de la dictadura fue torturar y no matar” (2016, durante una entrevista en una radio brasileña).
* “Deberían haber sido fusilados unos 30.000 corruptos, empezando por el presidente Fernando Henrique Cardoso” (1999, en entrevista).
* “Dios encima de todo. No quiero esa historia de estado laico. El estado es cristiano y la minoría que esté en contra, que se mude. Las minorías deben inclinarse ante las mayorías” (2017, en conferencia).
* “Es una desgracia ser patrón en este país, con tantos derechos para los trabajadores” (2014, entrevista en diario).
* “El 90% de los hijos adoptados (por parejas homosexuales) van a ser homosexuales y se van a prostituir, con seguridad” (entrevista en televisión).