Corría marzo de 1998. Mientras un gran Festival Internacional de las Artes (FIA) llegaba a San José con su caravana de espectáculos y una agenda repleta de actividades, La Sabana recibió a más 16 artistas de 12 países, entre ellos cuatro costarricenses, que crearon esculturas durante varias semanas y las dejaron como legado al destacado parque metropolitano, allí alrededor del lago. Así llegó el Arco iris de Leda Astorga con su niños jugando y su enorme colorido, la Ballena que el Grupo Targuá dejó encallada para disfrute de muchas familia, la Danza de Miguel Hernández Urban con su brillante baile metálico... Aquello fue un deleite visual.
Hoy, 25 años después, apenas quedan rastros de aquella gran fiesta y una docena de esculturas sobreviven en las peores condiciones entre la desidia, una infinidad de trámites para tratar de salvarlas y unos cuantos esfuerzos con pocos frutos.
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Allí, al aire libre y a la vista de cualquiera que se acerque a observar, aquel jardín o parque de esculturas reúne ahora obras caídas por la corrosión causada por los orines, quebradas y con varillas de metal expuestas, con trozos y piezas completas faltantes, sucias y vandalizadas con una amplia variedad de grafitis y mensajes.
Están en terribles condiciones: no solo hay un enorme riesgo de que mucho de este patrimonio artístico se pierda para siempre, sino que también algunas parecen un peligro para los visitantes de La Sabana.
De hecho, en este cuarto de siglo han desaparecido cuatro trabajos escultóricos legados por creadores de Brasil, Grecia y Francia, apenas si quedan fotografías y las bases donde alguna vez estuvieron colocadas. La situación es crítica.
Por ejemplo, Serpiente sobre el muro, una escultura del chileno Osvaldo Peña, se cayó hace unos días debido a que su base colapsó porque está sumamente oxidada y carcomida por los orines. Sí, así como lo lee: esta obra de arte se ha convertido en una especie de orinal a cielo abierto, lo cual queda en evidencia por el fuerte olor al acercarse.
En una visita realizada por un equipo de La Nación se observó y documentó la pieza colapsada; una hora después, la pieza ya tenía una cinta amarilla que advierte precaución.
Ballena es una escultura icónica en La Sabana desde 1998; ha servido para que infinidad de familias disfruten entre los restos en concreto de este animal. Sin embargo, la obra realizada por el grupo Targuá, con el reconocido artista tico Mario Parra a la cabeza, presenta muchos daños, entre ellos que tiene un fragmento quebrado en la parte del frente y hay varias secciones que han perdido el concreto y solo quedan las varillas de hierro expuestas, incluso tiene picos peligrosos.
Más allá de una obra específica, Parra considera que el abandono de los artistas nacionales es total. “No tenemos quién nos apoye y no tenemos quién dé nuestras peleas”, aseguró.
Volviendo a La Sabana y su jardín escultórico en peligro de extinción: otra de las piezas con grandes daños es Nido biológico 3, de la italiana María Assunta Karini. Se han llevado los huevos que tenía en medio, los cuales primero fueron huevos reales y luego de un primer robo fueron sustituidos por otros de cemento; además, tiene un gran hueco en la parte inferior derecha que deja expuesto el interior de la creación.
Balance, una escultura en metal del costarricense Franklin Zúñiga, perdió una pieza que llevaba y está llena de grafitis, rayas y suciedad.
Renacer al alba, de la española Ángeles Valladares, tiene grietas, huecos y fragmentos faltantes, y Espacio de reflexión, del canadiense Roger La Palme, exhibe tantos problemas que es pŕacticamente imposible entender que es una obra artística.
Visitarlas en lugar de ser un deleite para los sentidos es un recorrido de la vergüenza: suciedad, descuido, vandalismo y daños por el paso del tiempo se acumulan sin piedad.
Y esto es lo que se ve. Comenta el escultor Minor Mena, quien elaboró un diagnóstico sobre el conjunto de esculturas para hacerle una propuesta de restauración al ICODER, que muchas obras podrían tener daños que solo se notarán al trabajar directamente en las creaciones.
A juicio de Esteban Tortós, activista de la recuperación de los espacios públicos, es urgente que el ICODER las intervenga antes de que Costa Rica pierda este rico legado artístico. “O que dé el sí para que la empresa privada u otros actores puedan intervenir”, agregó Tortós.
Peligro inminente
“Es una gran desilusión ver cómo están las esculturas y pasar advirtiendo: mire esto está en peligro, mire esto van a desaparecer, mire tenemos que hacer algo. Vale la pena restaurarlas porque son obras valiosas. No se puede dejar destruir un patrimonio por pura negligencia”, afirma el escultor costarricense Édgar Zúñiga.
Él coordinó aquel Primer Simposio Internacional de Esculturas de 1998, una iniciativa de la Asociación Mundial de Escultura Monumental y el FIA –programa del Ministerio de Cultura, que ahora es organizado por el Centro de Producción Artística y Cultural (CPAC)–.
Incluso, Édgar tiene un conjunto escultórico en el sitio llamado Encuentro, el cual también presenta daños y ha perdido dos columnas de metal durante este tiempo. No está seguro de si tales piezas fueron eliminadas por el ICODER (encargado de La Sabana y los bienes inmuebles en el sitio) porque representaban un peligro para la gente o se las robaron.
“En ese momento, no se hizo una documentación de a quién quedaban las obras. Sin embargo, están en un terreno del ICODER (...) La gente cree que cuando se hace una obra al aire libre es algo perenne; sin embargo, no se considera que cada dos años, aproximadamente, hay que restaurarlas”, aseveró el artista de 72 años.
Leda Astorga, creadora de la escultura Arco iris –la única recién restaurada– en ese jardín de esculturas, expresó que el estado de las piezas creadas en el simposio es “duro, triste e irrespetuoso” con todos los artistas. “Vieras como están. No sé qué harían los escultores extranjeros si las vieran. Me tiro al lago de la vergüenza”.
Odisea burocrática
Ante el mal estado de las esculturas, Zúñiga asevera que él le hizo una propuesta para intervenir las obras y restaurarlas. En el ICODER ha recorrido una odisea burocrática y ahora todo está en punto muerto, ya que la institución le pide un comprobante con el permiso de los artistas.
“Por tratarse de obras que guardan valor intelectual, es necesario contar con el permiso, por parte de cada uno de los autores, para realizar trabajos de restauración. En el caso de la escultura Arcoíris, la señora Leda Astorga otorgó el permiso al artista plástico Minor Mena”, informó el ICODER.
¿Cuenta con los permisos de todos los escultores para este trabajo? No; es más, Zúñiga no ha vuelto a ver a muchos de ellos. Sin embargo, manifiesta que precisamente por eso pidió una carta de respaldo de la Asociación Mundial de Escultura Monumental (organizador del Simposio) y que en otras ciudades se hace de esta forma. “Si la Asociación da un respaldo para que yo asuma la responsabilidad técnica es para que no se haga una tontera”, aclara.
ICODER tiene otros requisitos. “La asesoría legal del ICODER solicita que dicho documento esté apostillado, trámite que debe ser hecho en el país de origen del documento, y que no se ha logrado completar”, detalla la entidad. Y sí, efectivamente Zúñiga no lo ha hecho porque no quiere seguir con los trámites y considera que ya fue suficiente esfuerzo de su parte.
Incluso, el ICODER le pidió al Museo de Arte Costarricense (MAC) una nota de respaldo a Zúñiga como representante del conjunto de artistas, lo cual claramente está fuera de las funciones de esa institución.
Además, el Instituto le dijo a La Nación que “está en proceso de contactar de forma directa a los autores costarricenses” para definir los trabajos de restauración requeridos y quién se podría encargar.
“Sobre las esculturas con autoría extranjera, lo que corresponde es contactar a cada uno de los autores, para obtener un documento donde se autorice la restauración, mismo que debe estar apostillado desde el país de origen, para que tenga validez legal en nuestro país”, agregó el ICODER. De esta forma, se vuelve a un punto muerto porque, por el momento, ni siquiera el coordinador del Simposio lo ha hecho aún.
Por su parte, Mena tiene su propuesta y, con apoyo de Tortós, quieren hacer las intervenciones y agrupar a la empresa privada para ayudar al jardín de esculturas de la Sabana. Aún no tienen el aval del ICODER.
De todas maneras, este año el ICODER no tiene recursos asignados para restauraciones de obras; no obstante, en la institución aseguran que en cuanto tengan las autorizaciones de los artistas “se procederá con la asignación de presupuesto”. Sin duda, intervenir tantas obras a la vez requerirá millones y millones.
¿Podría ayudar el MAC en esta tarea? Solo como acompañamiento al ICODER, si así se lo solicitan porque “por disposición de la legislación vigente no puede invertir fondos públicos de su presupuesto en la restauración u otra intervención de conservación preventiva en una pieza que no sea de su titularidad”, dijo Esteban Calvo, director del Museo.
¿Y qué dice el Festival de las Artes? Consultado al respecto, el CPAC asegura que tendría que estudiar a profundidad el caso para ver si procede su intervención y de qué forma.
A juicio de Zúñiga, lo que falta es voluntad política para echar adelante la restauración de la obras.
Lo cierto es que no hay acuerdo ni de cuándo ni cómo ni quién hará la restauración de la docena de esculturas. Ante un laberinto burocrático, los esfuerzos sin respuesta, el paso del tiempo y la desidia, las obras están en inminente peligro de extinción. El patrimonio artístico se desmorona frente a los ojos de todos.
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La escultura más antigua de La Sabana
El jardín de esculturas de La Sabana cuenta con una única obra que no fue creada en 1998, sino a mediados de la década de los años 70. Se trata de Elevación, del destacado escultor nacional José Sancho.
La escultura, elaborada a partir de machetes, muestra dos aves volando y una apenas alzando vuelo. El ICODER y Sancho han permanecido en comunicación para su remozamiento; de hecho, ahora están buscando recursos para llevar al parque metropolitano al artista.
Luego de esto, se decidirá el mejor camino para hacer la restauración.
Cuenta Sancho que Elevación (1976) fue parte de una exposición que hizo en los jardínes del Banco Central y fue adquirida por el Ministerio de Cultura gracias al empeño de Guido Sáenz, jerarca de entonces.
En los años 80, para la visita del papa Juan Pablo II, la obra fue movida al Estadio Nacional; mucho tiempo después, volvió a la colina donde está hasta hoy.
Esta pieza ya ha sido restaurada en el pasado.