Su sonrisa y el brillo de su mirada son una certeza: Kendry es una mujer que valora y agradece por su vida. Sus sueños cambiaron, ya no son materiales. A sus 25 años desea con todas sus fuerzas salud para ver crecer a su hijo Kylliam.
Un diagnóstico de cáncer gástrico en etapa cuatro con metástasis ganglionar puso de cabeza la vida de esta diseñadora gráfica que, en medio de los más desconcertantes panoramas, decidió tener fe y aferrarse a sus sueños.
La historia de Kendry Bermúdez Requenez es parte de una antología de Revista Dominical en la que el adolescente Dereck Marín y el joven José Roberto Rodríguez narran cómo el cáncer no les arrebata su ilusión por la vida, una en la que la meta es el futuro. Puede leer sus los relatos en los enlaces adjuntos en este artículo.
Kendry cuenta que su diagnóstico llegó el 3 de agosto del 2023. Todo empezó con una tos seca.
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“Me dieron el diagnóstico y fue un boom. Uno no se espera eso. Yo nunca tuve síntomas gástricos, ni gastritis ni nada. Empecé a ir a urgencias por un dolor, que no me dejaba dormir, en la parte derecha del abdomen y espalda. Pensábamos que eran piedras en la vesícula. Antes tenía tos, sentía algo en la garganta, luego tosía por todo y vomitaba. Vomitaba así tragara saliva, luego inició el dolor de abdomen. En una semana perdí 10 kilos”.
Le hicieron varios exámenes y todo “salía limpio”.
Una ictericia (coloración amarillenta en la piel y en los ojos) hizo que la examinaran a profundidad. Tras varios análisis, un ultrasonido endoscópico reveló lo que pasaba.
“Como yo iba a urgencias y solo me inyectaban contra el dolor o me mandaban antiinflamatorios, de tanta medicación el hígado se inflamó e hizo presión con el tumor y apretaron las vías biliares, eso hizo la icterisia. Cuando vieron la masa me hicieron la biopsia”, recordó Kendry. Su tos y otros síntomas iniciaron en abril del 2023.
“Después del cáncer me valoro más, veo la vida diferente”
Cuando los resultados de la biopsia estuvieron, Kendry acudió a una cita en oncología femenina. Allí de una manera que rayó en lo impasible, recuerda, le dijeron que tenía “un tumor en etapa 4. Un cáncer terminal”.
“Se me vino el mundo encima. Lo primero que uno piensa es ‘me voy a morir’. En ese momento yo estaba sola. Pensé en mi bebé que en ese momento tenía año y medio. Pensaba qué va a pasar con el gordo. Me internaron 22 días y estaba en shock. No lo procesaba. ¿Cómo estaba pasando esto si yo no tuve síntomas de cáncer gástrico?”, rememoró.
En su proceso, a Kendry le dijeron que por su estado le aplicarían un tratamiento paliativo, que su tumor no es operable y que tampoco podía combatirse con quimioterapia.
“Esa fue la cita más dura. Yo estaba tan mal que llegué en silla de ruedas. Tenía muchos dolores y depresión. Estaba postrada en una cama. La doctora me dijo que si aceptaba el tratamiento paliativo eso equivaldría a vivir seis meses más. Esas son quimios para controlar el dolor”.
Kendry empezó su tratamiento y después de la segunda sesión paliativa recuperó el apetito y el dolor disminuyó. Luego de la tercera aplicación la doctora la llamó para decirle que le aprobaron una quimioterapia para atacar el tumor. Ahora recibe ambas.
“Le dije que claro que la aceptaba. Le agradezco a Dios, a la vida, no sé, a quien sea que me envió esta enfermedad, pero la agradezco. Antes del cáncer, uno tiene sueños, metas, pero yo estaba tan frustrada por querer lograr todo de una vez, hacer sentir orgullosos a mis papás. Pasaba estresada y frustrada, por todo me enojaba, me autosaboteaba. Decía que no iba a poder. En ese momento trabajaba como diseñadora”, contó la joven que además cuenta con un técnico en edición y fotografía.
Sus padres y su esposo, Oneyker Solano, han sido incondicionales. Son su equipo.
“Su esposo no ha bajado la guardia”, musitó doña Rosa Requenez, madre de Kendry y quien, junto al pequeño Killyam Solano Bermúdez, acompañan a la muchacha en esta conversación. La señora no le falla con “un remedio natural” de remolacha y otros ingredientes que ayudan a su hija a “subir las defensas”.
“Mi esposo, mi mamá y mi papá (Guillermo Bermúdez) son mi apoyo. Soy hija única, este ha sido un golpe para ellos. Ahorita estamos viviendo todos juntos”..
Actualmente, Kendry recibe una dosis de morfina cada cuatro horas para aliviar el dolor quemante que se le clava a un costado de la boca del estómago. Ella no deja de sonreír. Tiene un halo especial que no se ha opacado ni siquiera en los días más grises, en aquellos en los que lloró y cuestionó por qué esto le pasaba a ella o por qué tenía que perder su cabello que antes le llegaba a la cadera.
La enfermedad, esa a la que Kendry le agradece su forma de ver la vida, también le ha ayudado a valorarse a sí misma y a los suyos. En su voz ya no hay resentimientos hacia el cáncer.
“Gracias a esto he visto lo fuerte que soy. Sé que el cabello vuelve a crecer. Todo vale la pena para llegar a sanar. La doctora dijo que posiblemente no me cure, pero creo en un Dios. Ahora me siento más bonita. Me valoro más. Me arreglo. Veo la vida diferente, agradezco, vivo un día a la vez, siempre luchando y pidiéndole a Diosito que me deje ver crecer a mi hijo. Antes pensaba que quería casa, carro... ahora la salud y ver crecer a mi hijo son mi prioridad”.
En su proceso, Kendry aprende a ocuparse en lugar de preocuparse. Cuenta en que llegó un momento en el que empezó a buscar información relacionada con féretros y cremaciones. Reconoce que al inicio es imposible no pensar en la muerte, aunque con el tiempo va cayendo en cuenta “de que la ciencia ha avanzado mucho”.
“Hay que decidir cómo se vive la enfermedad. No todos los días ando con una sonrisa de oreja a oreja. Hay días de solo llorar. Es mucha carga. Ahora se me hizo normal andar con un bolsito con inyecciones, tomar pastillas para no tener náuseas. Se supone que a esta edad debería estar trabajando y paseando. Lo que sé es que me tocó esperar un diagnóstico para empezar a disfrutar la vida’, expresó.
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“Este año fui al campamento de Proyecto Daniel (organización que apoya a jóvenes y adolescentes con cáncer), que tenía como lema que ‘La vida es una y hay que vivirla’. Un gracias para doña Ligia (fundadora) se queda corto. Como soy una señora joven, casi no tengo amigos y gracias a este proyecto he hecho muchos que se vuelven familia. Están en el mismo proceso y entienden que a veces uno está bien y otras veces no”.
— Kendry Bermúdez
TikTok para educar sobre el cáncer
En TikTok, Kendry aparece como @K_bermudez3198. En esa cuenta, habla de su proceso con el cáncer y muestra las alegrías de su vida, como el cumpleaños número dos de “su gordo”. Una de sus ilusiones es crecer más en la red social, no por ego o para monetizar como lo hacen y aspiran los creadores de contenido. Su misión es que cada vez más personas puedan ver que la enfermedad se puede sobrellevar de otra forma.
A la vecina de San Rafael Abajo de Desamparados le gusta orientar sobre cómo tratar a alguien con cáncer, ya que hay quienes se inclinan hacia el extremo de la conmiseración o de la indiferencia.
“Quiero mostrar que la enfermedad se puede vivir de otra forma. Me pasa mucho que dicen que no parezco enferma. El psicólogo decía que muchas veces, la gente no muere de enfermedad, sino de tristeza. Hay días en los que amanezco nostálgica y triste, y me duele hasta respirar. He notado que cuando uno está triste, afecta la misma enfermedad. Somos humanos. Hay días buenos y otros no tanto. Esto que estoy viviendo lo tomé como una segunda oportunidad”.
“Quiero dar un mensaje a esas personas que dicen que se sienten bien, que dicen ‘no tengo nada’, y por eso no van a hacerse chequeos anuales. Hasta de una anemia se puede desarrollar algo más grave. No es normal sentir dolor. A mí me daba mucho sueño. Mucha fatiga, entonces quiero decirles que es bueno buscar un médico cuando noten algo diferente. Hay que cuidar la salud física y mental”.
— Kendry Bermúdez