“Debemos afrontar el hecho de que Estados Unidos no es omnipotente ni omnisciente, que solo sumamos el 6% de la población del mundo, que no podemos imponer nuestra voluntad al otro 94% de la humanidad, y que, por consiguiente, no puede haber una solución estadounidense para cada problema del mundo”.
Lo dijo el primer presidente estadounidense nacido en el siglo XX, el primer católico en ocupar ese cargo y el primer mandatario en la historia de la nación más poderosa del mundo que utilizó los medios de comunicación para construir una imagen de cercanía con la gente.
John Fitzgerald Kennedy, conocido como JFK, fue un liberal y progresista para su época, tal vez demasiado para los conservadores estadounidenses; de hecho, esa es una de las hipótesis de su asesinato, ocurrido el 22 de noviembre de 1963, 1.037 días después de haber asumido su mandato.
Se convirtió en todo un referente histórico debido a aquel trágico desenlace, sumado a la figura que hasta ese entonces había edificado a partir de su carisma y de su convicción por los derechos civiles, y de su postura firme, pero dialogadora durante la Guerra Fría.
Si bien su legado es trascendental, es vital analizar sus aportes con mesura. Aunque se le atribuyen grandes aciertos, también tuvo serios tropiezos y algunas de sus decisiones desencadenaron –tal vez sin estar él consciente de ello– episodios antidemocráticos.
Así lo analiza el profesor de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA), Carlos Cascante.
Derechos civiles
En el verano de 1963, el segundo mandatario más joven en la historia de Estados Unidos (43 años de edad al momento de asumir el cargo) se puso a la cabeza de la cruzada en favor de la justicia racial. Fue el primero en declarar que se trataba de un asunto moral, recuerda el diario español El País , en un artículo firmado por el historiador Arthur Shlesinger , quien trabajó con Kennedy.
Prueba de lo anterior es que una de sus primeras medidas tras llegar al poder, el 21 de enero de 1961, fue recomendar la liberación del líder negro Martin Luther King , que cumplía una condena de trabajos forzados.
El politólogo y analista internacional Guillermo Barquero explica que el hecho de que Kennedy fuera contemporáneo de King generó una lucha sólida y determinante por el reconocimiento de los derechos de las personas negras, en un momento de gran hostilidad hacia estas.
“Durante su período, se dio la segunda fase del movimiento que inició Abraham Lincoln al abolir la esclavitud. Kennedy fue firme en garantizar el acceso a la educación y a la salud de la población negra. Fue el más liberal de los presidentes de la época, y esa amplitud de pensamiento le permitió dar un paso muy arriesgado en un contexto sumamente conservador”, razonó.
Para Carlos Cascante, el mérito de John F. Kennedy estribó en ejecutar normativas, –resoluciones de la Corte Suprema– en contra de los procesos de segregación. “Hay que tomar en cuenta el contexto: la lucha de los ciudadanos negros acumulaba ya 50 años; habían alcanzado muchas conquistas, pero requerían que estas se pusieran en práctica, y Kennedy tuvo el valor de hacerlo”.
La crisis de los misiles
La otra gran tarea de Kennedy fue evitar que se calentara la Guerra Fría entre las dos potencias mundiales de entonces: Estados Unidos y la Unión Soviética. Lo hizo con una actitud firme, pero dialogadora y tolerante, escuchando al enemigo y tratando de llegar a acuerdos, algo inconcebible para los republicanos y para el ala conservadora de los demócratas, quienes veían al enemigo como una amenaza con el cual no valía la pena sentarse a conversar.
Su principal reto fue la llamada crisis de los misiles cubanos , suscitada del 15 al 27 de octubre de 1962, cuando el mundo entero estuvo en vilo ante la amenaza de un enfrentamiento nuclear.
Una catástrofe parecía inminente: los soviéticos habían instalado 42 misiles con ojivas nucleares en la revolucionaria Cuba, y todos apuntaban a su archirrival capitalista.
La cúpula militar de Estados Unidos apostaba por una invasión a la isla, pero Kennedy –quien había aprendido su lección con la fallida maniobra en bahía Cochinos– insistía en el diálogo como estrategia para traer la calma.
El operativo en bahía Cochinos fue el gran fracaso de JFK, un intento de invasión a la Cuba de Fidel Castro, que generó el efecto contrario al deseado: el país socialista tomó fuerza y recibió apoyo internacional. En esa ocasión, asegura el analista Barquero, Kennedy “fue embarcado” por los altos mandos del ejército, por lo que no estaba dispuesto a escucharlos de nuevo para hacer frente a la crisis de los misiles.
Al final no hubo invasión, ni muertes, ni ataque nuclear. Los soviéticos retiraron los misiles de la isla con la condición de que Estados Unidos, que también tenía armas estratégicamente colocadas en Turquía, hiciera lo mismo; y que se comprometiera a nunca más invadir a Cuba.
“Evidenció gran madurez. Él no tenía la obligación de retroceder; pudo haber mostrado su poderío, pero prefirió dialogar, convivir con el régimen marxista.
”La crisis de los misiles dejó como saldo una coexistencia pacífica con un régimen distinto”, explica Barquero.
América Latina
Tras este conflicto, ambas superpotencias empezaron un diálogo de limitación de armamento, detalla el analista internacional Carlos Cascante para añadir que Kennedy entendió que el avance de los soviéticos podía darse en América Latina, es decir, Cuba dejó de verse como una rara excepción.
Fue entonces cuando lanzó la Alianza para el Progreso, dirigida a los países de Centro y Suramérica.
“El objetivo era mejorar la educación y la salud de los habitantes de la región, pues Estados Unidos partía del supuesto de que los comunistas solo tenían éxito donde había pobreza y malas condiciones de vida”.
Dicha estrategia vino acompañada del fortalecimiento y la capacitación a los ejércitos latinoamericanos para que batallaran contra guerrillas revolucionarias; dicho de otra forma: Estados Unidos profesionalizó el aparato militar de la región.
“A la postre, la preparación que recibieron los cuerpos militares les generó la impresión de que ellos eran los más capacitados en medio del desorden de sus respectivos países para tomar el poder, lo cual desencadenó dictaduras, en naciones como Brasil, Chile, Perú, Bolivia, Argentina...
”Es posible que Kennedy no estuviera consciente de las eventuales consecuencias que podía tener su proyecto, pero tampoco podemos decir que era enemigo de los dictadores; si hasta se reunió con Somoza, el caso más cercano que tenemos”, señala Cascante.
Independientemente de las críticas, los analistas coinciden en que pese a que Kennedy no fue un líder perfecto, la utilización política de su figura ha sido muy beneficiosa. “El uso de mecanismos pacíficos para solucionar las controversias y la reducción de la acción militar son prácticas legitimadas por el legado de Kennedy”, sostiene Cascante.
Por su parte, Barquero recordó la visita de Kennedy a Costa Rica , en marzo del mismo año de su asesinato. Durante esa cita, fortaleció vínculos e impulsó un programa de becas para que costarricenses estudiaran en Estados Unidos.
“Kennedy se presentó en la Universidad de Costa Rica y fue recibido y escoltado por estudiantes. Eso era algo inédito, nunca se ha repetido, imagínese… en aquella época tan convulsa”.