Frente a los niños, Kim Phuc sonríe. Abraza. Alza el puño. Estamos en el salón de actos de la Escuela Buenaventura Corrales, en el corazón de San José, donde aquella niña que quedó inmortalizada en la foto Napalm Girl (hoy una mujer de 60 años) les dice a niños de 9 años que, cuando ella tenía su edad, sentía la piel lacerada por unos químicos lanzados desde los aires en medio de la guerra de Vietnam.
Por más dolorosa que sea la historia, ella mantiene su sonrisa. En sus palabras tiene un reverso para iluminar ese sombrío relato: “Estoy aquí con ustedes para decirles que aún en los momentos más feos, uno puede seguir adelante y ser feliz”.
A ella le dijeron de todo: que no sobreviviría, que si lo hacía sería infeliz, que su cuerpo sería irreconocible, que nunca sería amada, que nunca tendría hijos.
Todas aquellas palabras chocaron con el peso de una vida. Una hora más tarde, cuando nos sentamos a conversar en privado, su semblante es otro. Habla más pausado, su cara está seria.
“Siempre es difícil revivir mi historia”, admite, con voz queda. “Esa fotografía que me recuerda el momento más feo, también significa mi segunda vida y yo estoy agradecida por eso y quiero que todos sepan mi historia”.
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La historia de la protagonista
La señora Kim llegó al país para presentar su libro biográfico Fire Road, el cual fue publicado en el 2017. La obra relata cómo la guerra –y la fotografía en cuestión– la ha perseguido toda la vida y, sobre todo, cómo logró orientar el trauma y la angustia hacia un lado más luminoso de perdón y paz.
El libro por primera vez ha sido traducido al español (su título es La ruta del fuego) y fue lanzado internacionalmente en Costa Rica el 12 de abril, motivo por el cual ella aterrizó aquí. Vino junto a Nick Ut, legendario fotógrafo que capturó aquel momento y consiguió un premio Pulitzer gracias a esa fotografía.
La historia de Napalm Girl es la siguiente: la imagen muestra a una niña vietnamita corriendo desnuda y conmocionada mientras huía de un ataque con napalm, el cual es una mezcla química capaz de incinerar todo tipo de material, dejando edificios y objetos quemados gracias a su capacidad de expandirse por el oxígeno.
Kim, siendo una niña, sufrió ese ataque durante la guerra de Vietnam en 1972. En ese entonces, Nick Ut, quien trabajaba para la agencia de noticias AP (Associated Press) estaba en el momento justo, no solo para capturar el momento, sino también para salvar su vida.
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En el momento justo
El 8 de junio de 1972, Nick Ut estaba en la provincia de Trang Bang, en Vietnam del Sur, para cubrir una operación militar que estaba en marcha.
La intromisión estadounidense en la guerra entre el sur y el norte vietnamita la inició en 1964 el presidente Lyndon B. Johnson, en respuesta a que ese país estaba siendo respaldado por la Unión Soviética.
Cuando llegó al poder Richard Nixon, se ordenó aumentar los bombardeos, lo cual provocó ese ataque aéreo en el pueblo de Kim, ya que estaba ocupado por comunistas del Vietcong.
Nick se dispuso a llegar al poblado. Mientras conducía por la carretera, vio a un grupo de personas corriendo hacia él, incluyendo a esa niña que acabaría marcando, posteriormente, una proclama por la paz. Kim no soportaba el dolor y las quemaduras, por lo que se quitó su ropa para tratar de paliar el incendio que sentía en su piel.
Nick, que tenía entonces 24 años, tomó varias fotografías de la escena, incluyendo la que se ha popularizado por más de 50 años. Él llevó a la niña a un hospital cercano, donde recibió tratamiento médico.
La imagen fue publicada por AP el 8 de junio de 1972, y se convirtió en una de las fotografías más famosas e influyentes de la historia. Fue galardonada con el Premio Pulitzer en 1973, y se ha utilizado como símbolo en numerosas campañas y manifestaciones pacifistas en todo el mundo.
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Durante su visita a la Escuela Metálica, Kim no paró de recibir abrazos y solicitudes de autógrafos por parte de los niños. Los estudiantes saltaban e incluso presumían entre sí de tener su firma.
La razón es sencilla: más allá de su composición fotográfica, la imagen es uno de los más poderosos testimonios sobre las atrocidades de la guerra y los arrebatos a los que lleva la violencia, así como del sufrimiento humano.
Graves heridas
Phan Thi Kim Phuc, la niña en la fotografía, sobrevivió a sus heridas y se recuperó. Estuvo 14 meses en el hospital, tuvo que pasar por varias cirugías y no fue hasta el 2022 en que acabó un tratamiento de láser para reconstruir su piel.
Solo para poner en contexto, el agua hierve a 100 grados centígrados. En el caso de la mezcla de napalm hierve a 3000 grados centígrados. Así de graves fueron las heridas que le quedaron a ella por medio siglo.
Todo esto lo cuenta la propia Kim frente a un gran grupo de niños. Frente a los estudiantes de la Buenaventura Corrales, les señala a Nick. “Yo pasé años preguntándome: ¿por qué tuve que ser yo la de la foto?”, les dijo. “Luego entendí que esa foto se podía convertir en el regalo más poderoso”.
La señora Kim le dice “tío” al fotógrafo, como parte del cariño que se tienen. Más allá de la foto, ambos extendieron una larga amistad que data de cinco décadas; han viajado juntos por el mundo, en cada continente, aclarando que su historia no es sobre odio, sino sobre superación.
Cuando hablo en solitario con la señora Kim, la percepción sobre su relato cambia. Me mira a los ojos, habla pausado. “Creí que nunca iba a superar todo lo que he sufrido”, dice. La foto se convirtió en una maldición; la gente ni siquiera la llamaba por su nombre, solo le decían “la chica de napalm”; ese mote la hacía olvidar que ella era una persona con su propio futuro y sus propias metas.
“Enfrentarme a la fotografía significaba que tenía que aceptar que la niña de la imagen era yo, y eso era algo a lo que yo me rehusaba”, dice.
Para explicar la transformación espiritual suya, encuentra unas palabras poderosas: “Pasé muchos años viviendo en ese recuerdo. Ahora la miro y sé que no soy ella; pasé años viviendo dentro de la fotografía, ahora sé que eso pertenece a otra época de mi vida”.
La señora Kim se dio cuenta de que, tras su experiencia, quería ayudar al mundo. Se fue a la lejana Cuba para buscar un mundo distinto, uno que le ofrecería la chance de recomenzar. Se dedicó de lleno a convertirse en odontóloga y allí conocería a Bui Huy Toan, el amor de su vida.
Toan camina por los pasillos con gran alegría. “Estoy agradecido de que ella siempre pueda recibir abrazos, cariño”, me dice. “Hemos recorrido muchos lugares y la gente solo tiene lindas palabras para ella”.
Cuando sufrió las heridas, los doctores que atendieron a la niña le aseguraron que, tras lo sufrido, nadie nunca la amaría. Ella le dio un reverso a esa falsa profecía.
Con Toan tienen dos hijos, de 26 y 29 años respectivamente, y tres nietos.
“Ahora siento mi vida llena de amor y creo que hay miles de personas en el mundo que están sufriendo y puede ser que mi historia les ayude a creer y soñar. No es algo ‘cursi’, es algo real”, afirma.
Hoy, ella es embajadora de la paz por la UNESCO y cuenta con su fundación de bien social para niños víctimas de la guerra. “Es triste porque la historia se repite. Ahora en Ucrania hay una guerra y el mundo sigue en violencia. Por eso, aprecio un momento como este, para hablar con niños y decirles que el mundo puede ser muchas otras cosas más que un puñado de violencia”.
La historia del fotógrafo
Nick Ut nació en Vietnam del Sur en 1951. Comenzó a trabajar como fotógrafo a los 16 años, y se unió a la Associated Press (AP) en 1966 como un joven aprendiz.
Durante la Guerra de Vietnam, Nick Ut cubrió los combates en Vietnam del Sur y del Norte, Laos y Camboya. Además de la icónica fotografía de Napalm Girl, tomó muchas otras imágenes que capturaron la brutalidad y el horror de la guerra, incluyendo la matanza de My Lai en 1968 (una masacre de civiles que perpetró una unidad militar del Ejército de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam, dentro del territorio de Vietnam del Sur).
Después de la guerra, Nick Ut se trasladó a Los Ángeles. Continuó cubriendo noticias de todo el mundo, incluyendo los disturbios de Los Ángeles en 1992 y el terremoto en Kobe, Japón, en 1995. En otras palabras: vio de todo, lo mejor y lo peor de la humanidad.
A solas, Nick se sincera conmigo. “He visto cosas horribles, en muchos lugares el mundo es un lugar verdaderamente difícil”, dice.
“Yo sigo teniendo pesadillas de todo lo que he visto. Creo que nunca se irán. Es como si las fotos que tomara no se quedaran en la cámara; todas las imágenes viven en mi cabeza. Trato de seguir adelante a pesar de eso”, cuenta.
Nick me otorga un privilegio: saca su teléfono celular y abre su galería. Le hago un chiste sobre qué tarjeta de memoria necesita su celular y él se echa a reír diciendo que jamás borraría ninguna de las fotos que allí guarda.
Mientras se desplaza por la galería, me deja ver sus fotografías de encuentros con el papa Francisco, con los expresidentes Barack Obama y Donald Trump. Hay otras más antiguas como una en la que posa con el Premio Pulitzer y otras que van más hacia atrás en el tiempo, donde se mira con un atuendo militar y su inseparable cámara, en la ya lejana década de los setenta.
“Qué oficio es este”, me dice, con cierta complicidad, refiriéndose al periodismo. “Estando en coberturas, yo recibí tres heridas graves”, recuerda, y me señala a su pierna, el abdomen y el pecho. “Pero hay algo en esto que a uno lo hace no querer abandonar. Uno sabe que está frente a sucesos históricos que serán recordados por siempre”.
Le pregunto a Nick qué piensa sobre el legado de su trabajo; si cree que la foto de Napalm Girl ha opacado al resto de su trabajo. Con total sinceridad, Nick asiente la cabeza y procede a explicarse.
“Creo que es natural que eso pase”, dice, como si no le reclamara a la historia lo que sucedió con su foto. “Sí te digo que hay muchos otros momentos y fotos que me gustaría que compartieran la misma popularidad que tuvo esta fotografía”.
Le digo que imagino que es difícil elegir una foto dentro de una vida, pero le consulto cuáles cree que fueron otras imágenes que le gustaría destacar. Sin dudar, Nick dice que sus imágenes sobre la guerra civil en Camboya fueron muy poderosas.
“Y es que en ese tiempo todo era tan distinto”, recuerda, subrayando lo compleja que fue esa cobertura. “No quiero quitar méritos a lo que hoy se hace, pero antes no podías tomar una foto con un celular, no había gente que te hiciera un recorrido por una zona de guerra. Eras vos contra el conflicto. Nadie más y tenías que resolver para tener la mejor imagen”.
En el 2007, después de 40 años de carrera, Nick Ut se retiró y regresó a Vietnam para dedicarse a la fotografía artística y al activismo social. Ha organizado numerosas exposiciones y talleres de fotografía en todo el mundo, y ha recibido numerosos premios por su trabajo, incluyendo el premio a la Excelencia en Fotografía de la National Press Photographers Association en 2012.
Además del Premio Pulitzer por Napalm Girl, ha sido reconocido con el Premio George Polk (1972), el Premio World Press Photo of the Year (1972), el Premio Lucie (2014) y la Medalla Nacional de las Artes (2021).
Nuevamente, Nick vuelve a mostrarme su celular. Hay más fotografías de premios, de paisajes espectaculares, montañas, playas, desiertos… El mundo entero ha pasado por sus ojos y asegura sentirse pleno de una vida de aventuras, dolores, traumas y satisfacciones. Ese contraste de emociones es complejo de definir, pero hace que sienta que su vida ha sido única.
Tras todo ese palmarés, le pregunto finalmente si tiene algún interés particular hoy en día. Con su cabeza me señala que de su pecho cuelga una cámara, su inseparable cómplice.
“No me puedo separar de mi cámara. No quiero lamentar no haberla llevado conmigo en algún momento especial. Hoy quiero seguir por el mundo con Kim compartiendo su mensaje, pero sé que hay algo en mí que me hace, más allá de un activista, un entusiasta por siempre de la fotografía”, finaliza.
La historia del libro
El camino de la historia de Kim y Nick a Costa Rica no fue sencillo. La traducción al español se realizó gracias a la filóloga María Marta Kandler, quien recibió el encargo por parte de Mauricio Ortiz, exembajador de Costa Rica en Canadá.
La señora Kim se fue a vivir a Canadá junto a su esposo desde hace varios años. Allí conoció al entonces embajador tico.
“En 1972 , al igual que todo el mundo, me sorprendí ante los horrores de la guerra retratados en aquella fotografía que aparecía en el periódico”, recuerda Ortiz.
“Sentí mucho dolor por aquella niña y en los años siguientes pensé mucho en ella cada vez que veía la fotografía. Cuando fui designado en Canadá hice lo posible por localizarla y poder hablar con ella”, rememora.
Ortiz recuerda que, en ese encuentro, la señora Kim le obsequió un libro autografiado y al preguntarle por la versión en español le comentó que aún no existía.
Él se dio a la tarea de hacer todo lo posible por llevarlo al español: adquirió los derechos del libro para publicar 3.000 ejemplares y finalmente esta semana presenta el primer tiraje de la biografía (el cual es de 500 libros).
“Es una historia que todo el mundo debería conocer. Un recordatorio sobre la paz, sobre salir adelante, sobre cómo dejar atrás el horror y el dolor”, agrega Ortiz.
La ruta del fuego está disponible únicamente en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos y tiene un costo de $25. Todo lo recaudado con su venta se destinará a la Fundación Kim Phuc, dedicada a ayudar a niños víctimas de las guerras.
Si desea adquirir el libro puede comunicarse con el Instituto al teléfono 2234-0404, en la extensión 102. Allí puede preguntar por Maureen Quesada o Jessica Reyes, quienes están encargadas de la venta.
El instituto se ubica en la casa N.° 222, avenida 8, calles 43-41, en Los Yoses de San Pedro de Montes de Oca.