Rebeca lo recuerda todo. Aún cuando su cuerpo estaba quemado, en su cráneo se asomaban sus huesos y su cuerpo sangraba, no sentía nada físicamente, pero el alma se le desgarraba. Gritaba con todas sus fuerzas, con todo el clamor. No podía permitir que él se fuera, y estaba convencida de que si lo pedía con lo más profundo de su ser, él se iba a quedar.
A pocos metros estaba Alex, su esposo, padre de sus cuatro hijas y sobre todo, el amor de su vida. Sus brazos estaban destrozados y su cabeza aplastada por el vehículo del que los dos salieron disparados tras el impacto.
Alexánder Reyes, angustiado porque se acercaba la hora de restricción vehicular aceleró e hizo un adelantamiento en falso. “Iba como loco”, dice. Hacía unas semanas le habían quitado las placas del otro vehículo de la familia y no quería correr la misma suerte.
El escenario que hoy recuerda Rebeca está empapado de sangre y de sonidos de sirenas de emergencias. En ese momento ella no deja de gritar y le ruega al bombero que le impide acercarse a su esposo, que la vea a los ojos, que entienda que ella no puede irse en ambulancia hasta saber que él es atendido primero. Sobre la vía de circunvalación, cerca del centro comercial Plaza América, en Hatillo, está el cuerpo inconsciente de Alex, herido como nunca, pero con las pestañas de sus ojos intactas, esas que encantaron a Rebeca desde la primera vez que se vieron.
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Alexánder Reyes Montoya no deja de sonreír y bromea todo el tiempo. Hace seis meses la vida le cambió para siempre: no se queja. Está vivo.
Luego del accidente que sufrió en setiembre del 2020 junto a su esposa, Rebeca, él estuvo en coma 19 días. A la familia la prepararon para lo que parecía inevitable. Ella creía en un milagro y él, en aquel sueño insondable, no dejaba de sentir a su familia. Alex despertó, físicamente distinto, pero lo hizo. Y para él eso ya es ganancia.
Tras el accidente casi que de inmediato a este hombre, de 35 años, le amputaron los dos brazos. Su cabeza, que en un momento dejó ver su cerebro, fue reconstruida tras la fractura de cráneo y de perder una parte de la frente.
El testimonio de Alex, como lo conocen, ha generado un inmenso impacto en miles de personas, quienes supieron de él en diciembre, cuando junto a su esposa, a quien cariñosamente llaman Rebe, relataron durante la transmisión de la Teletón lo que habían vivido.
Su historia se convirtió en inspiración para muchos, o quizá fue la aceptación, serenidad y resiliencia con la que este hombre lidió con su proceso, su realidad. Está agradecido.
Los caminos de la vida
Alex es un hombre de decisiones. Repasa sus días en el hospital en los que vio situaciones dolorosas y muerte. No quería estar ahí, tampoco que lo bañaran en su cama. Él se propuso llegar hasta el baño y tentando al equilibrio, que ahora debe fortalecer, logró caminar e ir avanzando. Si la comida que le daban en el centro médico no le gustaba, igual la consumía toda para ganar peso y lograr el alta. Lo consiguió.
Él creció correteando por Vargas Araya, en Montes de Oca, al este de San José; jugaba fútbol y escondido. Él y sus hermanos eran los populares del barrio, todos sus amigos llegaban a buscarlos a la casa de sus abuelos, doña Olga López y don Arturo Montoya. Los señores los criaron mientras su mamá, Elizabeth Montoya, trabajaba como enfermera.
De su progenitor Alex no tiene mucho para contar. Dice que era como un fantasmita, con quien vagamente hablaba por teléfono y le dejaba plantado cuando prometía llevarlo a pasear.
Su figura paterna fue su abuelo, quien con su ejemplo forjó muchos de los valores de Alex.
Esas vivencias fueron fundamentales para elegir caminos. El primer recorrido incluye la elección de tener una gran familia y de sobre todo, ser el mejor padre que pueda.
Alexánder es papá de Kiara (16), Jimena (12), Sara (8) y Luciana (3), quienes junto a Rebeca, son su todo.
“Intento ser buen papá. Mi abuelito siempre fue muy trabajador. Llegaba a las 4:30 a .m a darme un besito. Era muy fuerte. Se hacía sentir fuerte y chineador. Mi abuelita le decía que era el alcahuete. Nos enseñó el valor del trabajo fuerte, de ser persistentes y de salir adelante a pesar de las adversidades. Trataba de hacer las cosas bien, de cambiar el mundo y lo mostraba con su ejemplo. Recuerdo que cuando mi abuelo se pensionó, mi abuelita se pegó la lotería, ¡cómo 5 millones! Ella le dio una parte a mi abuelito y él compró una microbús. Era muy responsable, aún enfermo, con calentura, no podía dejar de ir por los chiquitos. A veces tenía 15 clientes y 10 le quedaban debiendo. Él decía que les daba chancecito. Yo vi esa bondad, son cosas que te forman mientras las vas absorbiendo”, cuenta Alex, quien recuerda con mucho amor a su abuela, de quien aprendió el orden y a “estirar la plata”.
“Me planteé dos cosas: no quería ser como mi tata porque él me lastimaba, no llegaba. Veía en la escuela papás que iban al día del padre. Estaba mi abuelito, pero no era lo mismo. Las corbatitas que hacíamos yo se las llevaba a mamá. Ella siempre ha sido una mujer aguerrida y valiente.
“Yo siempre soñé con casarme y tener una familia grande. Lo pensé desde que tenía como 16 o 17 años”, añade Alex, mercádologo de profesión.
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El otro camino es el que transita ahora mismo. El eligió andar por la senda de la aceptación, del amor propio, la fuerza de voluntad y la gratitud.
Para Alex la experiencia de estar en coma fue como dormirse y luego despertar diferente. Fue en un espejo de bolsillo donde vio su nueva realidad. Él se sentía diferente y quería contemplar su reflejo. En ese momento tenía que asimilar lo que sería la vida de ahí en adelante. No solo lo comprendió, sino que tomó una decisión.
“Este proceso es más sencillo de lo que parece. Es una decisión. Ver las caritas de mi familia. Estar con ellas. Son lo que siempre he soñado. Me llenan, me hacen feliz, ellas van a crecer, se van a ir y yo quiero crear un noviazgo 2.0 con Rebe.
También pensaba en mi trabajo. Me encanta. Me ha costado la vida. No nacimos en cuna de oro. A los 18 le pedí brete a un amigo que tenía una compañía de jardinería con el papá. Aprendí de todo. Siempre quería cosas mejores. Luego estuve jalando cajas en una bodega. Siempre he sido de buscar oportunidades. Poquito a poquito. Siempre he sido decidido sin importar los sacrificios”, confía Alex. Rebeca asegura que él no se da por vencido nunca.
Alex cree que pasó esta prueba “fácil”, aludiendo a que “solo estuvo dormido”.
“Soñaba que andaba en un carro-ambulancia y manejaba sin brazos”, dice entre risas.
Rebeca interviene y en son de broma y tratando de parecer afectada dice: “Yo extrañándolo. Escribiéndole notas mientras también estaba internada (él permaneció un mes hospitalizado y ella 22 días). Y él como si nada porque soñaba con nosotras todos los días”.
La fe que Alex tiene en Dios también ha incidido en su aceptación. Se siente bien, está agradecido y no niega lo que pasó.
“En la vida realmente vale cómo te criaron. Te entrenás. Mi familia es católica. Yo todos los días despertaba con el Ave María.
“Yo no estoy en negación. Me doy cuenta y soy consciente de qué hacer con mi nueva vida. Iré preguntando. Hablo con gente que ha sido amputada. Para entender qué se siente”, dice Alex, quien reconoce que vive con un dolor fantasma que es muy intenso, pues no lo puede contrarrestar. Pero él prefiere enfocarse en mejorar y en recuperarse.
En estos meses aprendió a nadar y también regresó a su trabajo. En su empresa adecuaron su equipo con programas de reconocimiento de voz. Sus jefes reconocen su potencial, cuenta.
Una guerrera
En esta nueva vida de Alexánder Reyes todo es más llevadero porque no está solo. A su lado tiene a una mujer que es enemiga de los “no puedo”. Una persona que con sus gritos desesperados le rogó a Alex que viviera y que estaba dispuesta a cuidarlo aún si él hubiera salido del hospital en estado vegetativo, uno de los panoramas que le presentaron.
Ella le acompaña en todo momento. Rebeca se ha convertido en los brazos de Alex, pero más allá de esto en una esposa que le ama más que antes.
Al igual que a su compañero de vida y sin tener idea de lo que traería el destino, ella siempre ha hecho frente a situaciones complicadas y ha estado dispuesta a ayudar a quien sea que lo necesite.
“A la hora de tomar decisiones soy muy determinada”, cuenta para después dar un ejemplo reciente.
“Siempre fui muy vanidosa con el tema del pelo. Lo tenía por la cintura, me costó años. Tras el accidente, se me empezó a caer demasiado. Tomé la decisión de raparme por mi bienestar, por la limpieza y cuidados que estaba recibiendo (ella recibió 25 puntadas en el cráneo para cerrar el hueco que dejó expuestos sus huesos). Yo no podía lavarme el pelo, pero no podía ponerme a quejar por el pelo, o por cómo se veía mi frente (le hicieron un injerto) sabiendo que mi esposo acababa de perder sus dos brazos. Lo que pasaba era duro, pero pensaba que él perdió los brazos. Mis cosas tenían arreglo. Él no iba a recuperar sus brazos”, cuenta esta mujer, de 36 años.
Alex toma la palabra para describir con ejemplos la valentía de Rebeca.
“Rebe es determinada y racional. Pausó el cole para cuidar a su mamá con cáncer gástrico, quien falleció poco después de que ella cumpliera 18 años. Su papá era muy estricto, luego fue incapacitado por problemas psiquiátricos. A ella le toca cuidarlo. Es una mujer muy aguerrida. A los 18 años tuvo que independizarse y salió adelante”, dice el esposo.
Rebeca cree que tiene un don de servicio y entrega.
“En el hospital, cuando Alex estaba crítico en una cirugía de ocho horas, le pedí lo último a Dios: que me devolviera a Alex como fuera, sea como vegetal porque me habían dicho que podía quedar así o sin poder caminar. Yo le dije a Dios que me iba a hacer cargo. Lo que hago por Alex es por amor puro y por agradecimiento a Dios. Me preparé para tener a una persona que no se iba a poder mover ni a comunicar.
Me siento agradecida de poder ayudarle”, asegura Rebeca, quien no se explica cómo mientras se estaba desangrando no podía dejar de pensar en que su esposo se tenía que salvar.
“Un bombero me decía que no gritara porque me desangraba. En el momento del accidente estaba enfocada en él. No dejé que me atendieran. Yo me negaba. Me peleé con el bombero. Le decía que me viera a los ojos. Yo solo quería que él (Alex) se fuera en la ambulancia. Le decía que yo estaba bien. El muchacho se echó para atrás y me dio el pase. Me quedé con Alex esperando a que lo montaran, cuando lo ingresaron a la ambulancia les dije que ahora sí hicieran lo que quisieran (para atenderla)”, recuerda.
Una vida mejor
Puede sonar incomprensible, pero en esta oportunidad de vida, Alex ha encontrado una mejor forma de vivir. Desaceleró su cotidianidad y ahora disfruta plenamente lo más mínimo, lo que antes daba por sentado.
“Me dio chance de vivir menos estresado, el chance de disfrutar lo que tengo y al máximo. Antes me preocupaba por el día a día. Me preocupaba por el futuro y esto, la vida, cambia de la noche a la mañana. Hasta la comida que antes no quería ahora sé que algo me aportará para estar bien.
“Antes, de tanto estrés tenía mal humor. Entraba a la casa, les daba besito (a su esposa e hijas) y por ahí me sentaba y me metía en el celular. Ahora quiero estar hablando con todas, compartiendo con cada una. Quiero meterme ahí de lleno, ver qué pasa. Ahora le dedico mucho más tiempo de calidad a esos momentos. Tenés chance de vivir mejor. Siempre quería estar alcanzando cosas pero eso no lo era todo”, dice sereno, agradecido.
Volver a la vida lo convirtió en una inspiración, en ejemplo. Él y Rebeca motivan a las personas sin tener que decir mucho, es cierto, han dado ya muchas entrevistas contando su testimonio, pero son ese tipo de gente que predica con el ejemplo.
Cuando su historia empezó a conocerse, las personas empezaron a enviarles solicitud de amistad en las redes sociales, por eso, la pareja decidió abrir un fan page (Alex y Rebe) a través del cual comparten su vida. Sin proponérselo, ni tampoco recibiendo dinero a cambio, se convirtieron en un tipo de influenciadores que inciden en la vida de muchas personas que atraviesan diferentes situaciones.
“Esto (su testimonio) tomó un rumbo que no esperábamos. Si este es el plan de Dios estamos con la mayor disposición. Siempre vamos a estar abiertos a escuchar y a aportar. No nos vamos a poner etiquetas (como de motivadores), solamente es dar acompañamiento a quienes lo necesiten desde nuestra experiencia.
Uno a veces cuestiona y luego llegan personas que comentan y escriben y nos invitan a escuelas, a iglesias o a entrevistas, con esto nos dan respuesta para saber por qué pasó esto”, dice Rebeca.
Alex prosigue y dice que tras lo vivido no quiere sentirse como alguien “súper especial”.
“Quiero mantener mi perfil de ser humano común y silvestre. Esforzado y dedicado.
Yo no hablo de dolor fantasma que no se me apaga y no se quita con pastillas. Todos los días hay algo que enfrentar. No me puedo agarrar los brazos para tratar de quitarme el dolor, es más difícil. Lo que digo es que hay que mantenerse avanzando, empoderarse; si me entrego al dolor me vuelvo loco. Que Dios siga conduciendo este vehículo. No somos extraordinarios. Somos seres humanos que toman la decisión de decir sí se puede. Mi decisión es sonreír a pesar de la adversidad. Vivo con la determinación de querer lograr cosas. Ese es el mensaje que vamos a transmitir”, detalla. Rebeca lo contempla y le acomoda el cuello de la camisa. Está pendiente de todos los detalles.
Alex y Rebe son un equipo. No se lamentan por tener que mudarse de su amplia casa en Escazú: la pandemia y luego el accidente provocaron que el crédito que iba a solicitar para comprar esa casa se congelara. A los dueños del lugar les urge vender.
Ellos no se angustian. Si un plan no sale, lo dejan ir y se enfocan en uno nuevo. Ahora en lo que piensan es en la mudanza. En son de broma Alex dice que mucho va a ayudar con el empaque; con seriedad Rebe le asegura que claro que él va a participar. Porque de alguna manera podrá. Como siempre.
Alex ya ha estado viendo prótesis, ese tema le preocupa un poco porque se enteraron de que son costosísimas. Una de precio bajo ronda los $65.000, pero esperan adquirirla. Él no lo menciona mucho porque lo que menos quiere es que parezca que se aprovechan de la notoriedad orgánica que ahora tienen.
“No queremos que parezca que nos aprovechamos de esto. A mí me da pena”, insiste Alex, ahora con la sonrisa oculta.
Rebeca está decicida. Así tenga que hacer y vender muchas empanadas, organizar campañas y tocar puertas en busca de patrocinadores, no se detendrá.
Un mundo nuevo
¿Cómo se siente hoy?
Alex: Me siento bien, tranquilo. Estoy muy emocionado. Sinceramente tengo muchas cosas por hacer todavía. Yo al principio pensaba que cómo haría para un montón de cosas. La compu era mi mejor amiga para plasmar ideas, mi rol como proveedor principal de casa estaba claro, eso me preocupaba. Desde que salí del hospital vivo retos diarios. Tuve que empezar a mover mejor las piernas, a agarrar equilibrio. Todo siempre fueron retos. Me daban nauseas. No quería comer, tuve que aprender a poder dormir porque a todos nos pasa que si estamos incómodos te volvés de lado y yo no podía, siempre estaba como un muertillo, fue tratar de acomodar mi nuevo yo. Había dudas que antes no estaban porque entre comillas era una persona normal y común.
“Fue un mundo nuevo. Pensando en cómo hacerlo sin brazos, no sabía de qué se trataba el dolor fantasma. Fue llenarme de Dios. Se hicieron cadenas de oración alrededor”.
¿Cómo es el día a día?
Rebeca: Hay muchas cosas que trato que él haga solo. A veces puede frustrarse porque hay cosas que intenta y no salen, como cobijarse. Él alista su ropa. Si hay algo que no puede sacar, yo le ayudo. Le adapté una canastita para que tenga medias y más fácil acceso.
Tenemos los días de piscina, hace clases con ayuda mía. Vamos a citas, nos quedamos en casa. Se pone al día con el trabajo. Así se nos van los días.
Alex, ¿por qué cree que volvió a la vida?
He tratado de darle forma a esto y buscar una respuesta porque la gente se muere todos los días por (accidentes de) mucho menor impacto. ¿Por qué yo? Ahorita la gente me ve como el chavalo que sufrió un accidente horrible, con secuelas importantes y ven a alguien igual a ellos. Creo que es como poder tener algo ahí que te impulse y aclare la mente. Ha sido un propósito que ha venido tomando forma. Recibo pura bondad y gratis. Uno se toma el tiempo de regresar el favor.
¿Siente que es capaz de lograr lo que quiere?
Alex: Sí, claro. Por supuesto y no tanto por los retos que me pueda poner y tratar de alcanzar. Me siento fuerte, animado, enfocado, puedo reunir lo que tengo y enfocarme más. No hay imposibles y si los hay Dios se encarga de esa parte.
¿Les gusta más el Alex de hoy?
Rebeca: Ha cambiado en ciertas cosas. Me gustan los dos Alexánder. Siempre he sentido admiración por él. Ahorita lo amo más y me gusta verlo más y disfruto más de su compañía por el tema que tenía de perderlo o de que no me reconociera.
Alex: Me gusto mucho. No puedo elegir si antes o ahora. Me quiero tal y cómo estoy. Tengo que quererme y aceptarme. Estoy en una versión mejorada. Sigo siendo el mismo, pero he potenciado cosas.