La historia de amor de Guillermo Rivera y Catalina Moya inició cuando apenas eran unos jovencillos, allá en Cartago. Se conocieron, se enamoraron y un día decidieron unir sus vidas para siempre, formando una familia que actualmente está compuesta hasta por bisnietos.
Pero, curiosamente, en el hogar de los Rivera Moya, existe un invitado especial, uno que desde siempre los ha acompañado para informarlos y entretenerlos: el periódico La Nación.
Estos esposos, que este 8 de diciembre cumplen 70 años de casados, cuentan orgullosos que son de los suscriptores más antiguos del diario.
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Por parte del periódico queremos agradecerles a don Guillermo y doña Catalina su preferencia por la información que, día a día, buscamos brindarles a los costarricenses. Su fidelidad y confianza es un aliciente para hacer nuestro trabajo de la mejor manera. ¡Muchas gracias!
Aprovechando la gratitud que sentimos hacia ellos, también queremos desearles muchas felicidades por esos 70 años de casados, esperamos que disfruten del aniversario en compañía de sus hijos, nietos y bisnietos.
Una historia de amor
Catalina y Guillermo se conocieron a mediados de los años 40. Eran vecinos y él quedó enamorado de ella, de su belleza y buenas costumbres. “Él empezó la relación, yo estaba muy chiquilla”, recuerda con cariño doña Catalina.
“Yo llegué a vivir al mismo barrio que ella, ahí comenzamos la relación y terminamos de novios. Como yo ya trabajaba y ganaba bien, me sentí muy hombre, así que la pedí en matrimonio”, agregó el esposo.
Fue tanto el amor que forjaron, que pronto dieron el sí acepto en el altar. Doña Catalina cuenta que a su mamá “casi le da algo”, porque tres de sus hijas se le casaron ese mismo año. El enlace matrimonial se llevó a cabo en la Iglesia del Carmen, en Cartago centro, el 8 de diciembre de 1951.
“Fue hace tantos años que ya casi ni me acuerdo de los detalles, pero recuerdo que me hicieron unos arreglos con orquídeas muy grandes para usar con las madrinas”, contó la feliz esposa.
El matrimonio vivió sus primeros años en Cartago. Para ese momento don Guillermo ya era comerciante, actividad a la que dedicó buena parte de su vida y que ahora, a sus 92 años, recuerda con mucho cariño y respeto.
“Por cosas del destino no pude estudiar, pero soy autodidacta. Compré muchos libros y empecé a aprender sobre el negocio. Soy ingeniero agropecuario sin título, pero con toda la experiencia”, narró.
Con dicho oficio y comerciando maquinaria de construcción, don Guillermo fue forjando su carrera, logrando viajar por el mundo durante varios años. Gracias a su empeño y al apoyo en el hogar de doña Catalina, fue como sacaron adelante a sus cinco hijos: Ana Patricia, Óscar, Rocío, Daniel y Catalina.
“Yo viajaba por todo lado, pero mi familia se quedó en Costa Rica. Luché muchos años para que fueran profesionales y lo son. Lo hice para que fueran algo más que yo. Eso sí, no me quejo porque aprendí mucho y tuve la oportunidad de conocer muchos lugares”, dijo don Guillermo.
“Ya terminamos con los hijos, también con los nietos, ahora estamos con los bisnietos. Tenemos una familia muy bonita, muy unida. Gracias a Dios no tengo un recuerdo malo, la vida ha tenido sus altos y sus bajos, pero hemos salido adelante juntos”, agregó la esposa.
Aunque son de corazón cartago, los esposos tuvieron que cambiarse de casa y asumir una nueva vida en San José. Uno de sus hijos estuvo enfermo y para que tuviera pronta atención médica se trasladaron hace muchos años a la capital. En ese tiempo fue cuando empezó la relación de esta pareja con La Nación.
Lectores fieles
Como don Guillermo tenía sus negocios, él necesitaba estar enterado de lo que pasaba en el país, así que todos los días religiosamente iba a la pulpería de Caliche a comprar La Nación.
“Gracias a Dios ya estábamos en una buena condición y podía comprar el periódico siempre. Además era necesario para mi trabajo, porque necesitaba estar al día con las noticias financieras de compras y ventas”, explicó don Guillermo.
Como la rutina era constante, cierto día el muchacho que llevaba los periódicos a la pulpería le propuso a don Guillermo que se suscribiera y que él mismo le llevaría el diario a su casa. La promesa fue que tendría en sus manos La Nación todos los días antes de las 6 de la mañana y así llegaron al acuerdo. De eso han pasado ya casi 65 años.
Para ese momento, según recuerda don Guillermo, él se ganaba un buen sueldo. Eran aproximadamente ¢1.000 de la época al mes. La suscripción costaba ¢6.
Desde entonces la relación se ha mantenido intacta, La Nación no falta ni un solo día del año en la casa de Guillermo y Catalina, tampoco en la de sus hijos porque ellos heredaron de sus papás el gusto por el diario.
“La tradición es la misma siempre. Él se levanta bien temprano cuando oye que traen el periódico, va a recogerlo y se pone a leerlo de arriba a abajo, mientras tanto yo duermo un poco más. Después desayunamos, nos sentamos en la terraza y hacemos los comentarios de lo que salió en el periódico”, explicó doña Catalina.
La pareja disfruta mucho todas las secciones de La Nación, aseguran que entre sus favoritas están los obituarios y también la Revista Dominical, porque ven fotos antiguas y muchas veces encuentran entre ellas a uno que otro conocido.
Don Guillermo, doña Catalina, ¡muchas felicidades por su aniversario y muchas gracias por compartir nuestra historia!