McDonald’s trabajó durante décadas para consolidarse como una de las cadenas de comidas rápidas más reconocidas del mundo. Con presencia en más de 119 países, desarrolló un sistema operativo eficiente y fácil de escalar que asegura la misma calidad en sus productos en cualquier lugar del planeta. Además, logró diversificar su menú para satisfacer a todo tipo de consumidores, desde los más pequeños hasta los más exigentes.
Uno de los pilares de su éxito es su enfoque en el mercadeo. Un claro ejemplo de esto es la popularidad de La cajita feliz. Este producto no solo atrae a los niños, sino que también fideliza a las familias, incrementando la afluencia a sus restaurantes.
En 1985, McDonald’s decidió llevar su estrategia de mercadeo un paso más allá y contrató a Simón Marketing, la agencia detrás del exitoso Happy Meal, para desarrollar una campaña que impulsara las ventas. En 1987 lanzó una promoción inspirada en el juego Monopoly. Los clientes podían recolectar pegatinas de propiedades del juego original al comprar productos en los restaurantes. Estas pegatinas, que debían ser reunidas en grupos del mismo color, podían canjearse por premios que iban desde comidas y bebidas gratis hasta cruceros de lujo, autos deportivos, casas y un millón de dólares.
La campaña de Monopoly fue un éxito rotundo en Estados Unidos, incrementando significativamente las ventas. La promoción duró más de 20 años y se replicó en varios países alrededor del mundo. Sin embargo, la ley estadounidense prohíbe que las empresas gestionen sus propios sorteos para evitar fraudes. Por esta razón, McDonald’s delegó la tarea a Simon Worldwide, que subcontrató a Dittler Brothers, una imprenta con estrictos protocolos de seguridad, para garantizar la integridad del proceso.
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Jerome Jacobson, un expolicía que dejó la institución por una lesión en la muñeca, era el jefe de seguridad de Simón Marketing encargado de supervisar la campaña. Con fama de ser un hombre honrado y obsesivo con su trabajo, Jacobson se aseguraba de que nadie robara las tarjetas premiadas, revisando incluso el calzado de los trabajadores y acompañándolos al baño.
A pesar de su reputación, Jacobson comenzó a robar las tarjetas ganadoras. En una reunión familiar, le regaló a su hermanastro una tarjeta con un premio de $25.000, lo que marcó el inicio de un fraude masivo. En 1995, Jacobson se alió con Gennaro Colombo, un mafioso de Nueva York, para distribuir las tarjetas premiadas a cambio de un porcentaje de los premios. Colombo cobró un automóvil Dodge Viper y apareció en publicidad de McDonald’s como ganador. Esta alianza permitió a Jacobson expandir el fraude, entregando tarjetas premiadas a varios “clientes” y obteniendo un significativo porcentaje de cada premio.
En el año 2000, un informante anónimo contactó al FBI, alertando sobre irregularidades en la campaña. El FBI descubrió que varios de los ganadores estaban relacionados entre sí. La investigación llevó a la implementación de un operativo encubierto, donde se ofrecieron dos premios señuelo de un millón de dólares cada uno. Jacobson, sin sospechar que estaba siendo vigilado, intentó preparar un nuevo fraude.
En agosto de 2001, el FBI detuvo a Jacobson y a ocho cómplices. La investigación reveló que durante más de 12 años no hubo ningún ganador real de los grandes premios de la campaña de Monopoly. Todos los “ganadores” pertenecían a la red de fraude ideada por Jacobson. McDonald’s estimó que el dinero robado ascendía a $24 millones. A los detenidos se les ofrecieron rebajas de pena a cambio de confesar y devolver el dinero obtenido ilegalmente. Jacobson fue hallado culpable y condenado a 104 años de prisión.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La información fue proporcionada y revisada por un periodista para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.