Revista Dominical

La historia detrás de “lo que pediste en Wish vs lo que te llegó”

Wish se ha convertido en una plataforma revolucionaria en el mundo, con millones de usuarios que mensualmente compran en línea productos baratos de origen asiático con resultados no siempre predecibles .

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Las ofertas de Wish muestran, en muchas ocasiones, productos misteriosos sin mucha descripción pero con un precio accesible. Capturas de pantalla Wish

Cuando llegan los paquetes de Wish, es como una pequeña Navidad llena de sorpresas. La popular aplicación de compras en línea tarda tanto enviado productos desde China hasta Costa Rica que cuando los productos finalmente se entregan, ya ni recordamos qué fue lo que pedimos.

Quizá nos pusimos a explorar desde nuestro celular en Wish y terminamos ordenando sin pensarlo mucho una cartuchera amarilla en forma de banano, un vestido floreado listo para el verano o un líquido para limpiar anteojos; todos los productos por ¢500, ¢2.000 ¢10.000, precios tentadores.

Ese sentimiento de Navidad a veces se acaba de golpe cuando la cartuchera se rompe a los dos días, el vestido tenía una tela sintética que no se veía bien (y nunca se usó) y el líquido para limpiar anteojos ni siquiera pasó las aduanas. Lo barato –como nos han dicho cientos de veces las abuelas– sale caro.

De estos chascos nació el meme “lo que pediste en Wish vs lo que te llegó”, que se burla de todas esas compras que terminan siendo menos agradables una vez que ya se tienen en frente.

Pero la historia de Wish va más allá de un meme y poco a poco se va conformando como un fenómeno mundial.

En nuestro país, la fiebre por los productos de Wish llegó a tal punto que Correos de Costa Rica debió dejar de entregar los paquetes a domicilio: eran tantos por mes que sus operaciones estaban al tope.

Al menos unos 358.000 costarricenses piden al año paquetes desde China y Malasia, según contó en agosto un representante de Correos de Costa Rica a El Financiero. La mayoría de esos paquetes vienen de Wish y de su competidor Aliexpress y ahora, en lugar de llegar a la puerta de nuestras casas, se envían a unos casilleros especiales llamados APIs.

Esta misma fiebre por Wish se ha extendido por todo el continente y aunque no han sobrado los chascos (el vestido feo, la cartuchera que se rompe), los dueños de la empresa de compras en línea han hecho miles de millones de dólares.

El origen

Wish fue fundada en California en el 2011 por Peter Szulczewski y Danny Zhang, dos inmigrantes que se conocieron años antes en la canadiense universidad de Waterloo, donde ambos coincidieron como estudiantes y jugadores de fútbol.

Szulczewski, de origen polaco, fue tan exitoso como programador que llegó a trabajar en Google. Allí encontró la forma de que los buscadores de internet conectaran a la gente con los productos que realmente querían.

Quizá la persona buscaba en su celular “zapatos”, pero lo que en verdad quería eran “tacones”, y Szulczewski logró relacionar dichas búsquedas. Esos algoritmos le hicieron millones de dólares a Google. Así, Szulczewski entendió que podría crear un negocio propio.

Luego, junto a Danny Zhang –quien venía de Yahoo– inició un negocio llamado Wishwall.me en donde las personas le daban “me gusta” a cosas que les gustaban para el hogar o a ropa, sin que aparecieran precios.

Wish tiene una amplia oferta: desde ropa, hasta artículos para el hogar y entretenimiento. Archivo LN.

Mientras la gente le daba sus likes a paños bonitos o vestidos, empezaba a ganarse puntos para obtener descuentos en algunas tiendas y luego, el mismo sitio empezó a ofrecer la venta de los productos. Entre más likes, más posibilidades de obtener esas cosas que les gustaban.

Después de entender cuáles eran los productos favoritos de la gente, los dueños de Wish enviaron correos electrónicos a decenas de empresas que comercializaban por medio de eBay y Amazon, ofreciéndoles que entraran a su mercado, que en los primeros años ya tenía decenas de miles de usuarios.

Los de Wish lograron que las tiendas bajaran sus precios con respecto a lo que ofrecían en Amazon y evitaron cobrar comisión por los primeros años, a fin de que la aplicación se popularizara en los usuarios de teléfonos celulares.

Así Wish empezó en el 2013 a vender de entrada con precios de descuento, una palabra que sigue siendo poderosa donde sea que se pronuncie.

Y si ese descuento está aplicado en un producto hecho en Asia, que ya de por sí suele ser más barato... ¡no se diga más! Es casi imposible resistirse a la compra.

Pronto sus creadores se dieron cuenta que los compradores masivos de Wish no eran de la clase alta, como sucede en Amazon, sino familias comunes que no tenían mucho dinero para gastar. Enfocando sus esfuerzos en darse a conocer en ese mercado de clase media, se armaron su propia mina de oro: una aplicación que 90 millones de usuarios usan al menos una vez al mes.

Quizá los productos de Wish no sean de la mejor calidad, pero la gente sigue volviendo. Y eso lo tienen claro sus dueños, que dicen que las copias, así como los productos originales, se irán volviendo mejores año con año.

Rarezas

Wish empezó a vender productos publicitándose en Facebook. No es raro toparse anuncios de productos extraños, como dientes falsos, o una cobija que parece un perro aplastado o medias que tienen dedos.

Peter Szulczewski le dijo al medio The Daily Beast que le gustaba que la gente viera esas rarezas, pues aunque nadie las comprara, les ayudaban a que los usuarios le dieran clic por curiosidad.

“Facebook le da prioridad a las cosas que te impresionan, por eso es más posible que te aparezcan cosas sorprendentes. Si mostramos solo una manguera o una jacket, no habría tantos clics”, señaló.

Szulczewski supo lo que quería mucho antes de que Wish empezara a ofrecer versiones chinas de zapatos Adidas o relojes “que se parecen” a los de Apple. Su trabajo capturó temprano la atención de Facebook, que le ofreció $20 millones por comprar su tecnología en el 2011. Cuando el joven empresario les dijo que no vendería, sus socios comerciales casi enloquecen, pero la decisión ahora tiene sentido: Wish está valorada en $8.700 millones.

Carlos Soto Campos

Carlos Soto Campos

Periodista del suplemento Viva de La Nación. Bachiller en Periodismo en la Universidad Latina y estudiante de la Licenciatura en Comunicación de Masas. Escribe sobre música y temas culturales.

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