Tomás y Mauricio Madrigal tienen una ambición tan terrenal como inaudita: recibir un salario. Es una costumbre necia que hemos heredado los humanos de generación en generación. Queremos dedicarle ocho horas diarias a una ocupación que nos agrade y además queremos que nos paguen.
En eso, poco innovan los Madrigal; más bien siguen la resignada tradición de barrenderos, ingenieros y secretarias que aspiran y esperan el cheque de la quincena.
Con esto en mira, los gemelos (cabe decirlo, nacieron el mismo día hace 21 años) se preparan en dos frentes: tres mañanas por semana desenredan números en la carrera de Contabilidad de la Universidad de Costa Rica y, en el tiempo que eso les deja –al menos unas 30 ó 40 horas por semana–, se sientan frente a una computadora, ingresan a su perfil en el videojuego League of Legends (LoL) y entrenan.
Mauricio y Tomás quieren ser los primeros jugadores de deportes electrónicos profesionales de Costa Rica. Dicho en castellano: quieren ser las primeras personas del país en recibir un salario por pasar un tiempo completo frente a una pantalla, jugando videojuegos.
En esta empresa, loca y arriesgada, les va fantásticamente bien y horriblemente mal. “La lógica es que si tenemos resultados con un equipo, ese equipo va a tener patrocinadores y después nosotros vamos a tener salario”, razona Tomás, con amargura.
En los últimos años, los muchachos (junto con una cantidad indocumentada y amorfa de “aspirantes ticos a profesional” en deportes electrónicos) descubrieron lo que han debido vivir Sharolyn Scott en atletismo o Bernal González en ajedrez: no hay trofeo que asegure un patrocinador.
En dos diferentes equipos y con varios compañeros que han integrado las escuadras de cinco personas necesarias para competir, los gemelos han ganado la mayoría de los torneos de LoL en que han participado en Costa Rica. Incluso sellaron pasaporte: fueron a Chile, en el 2012, y a México, en el 2013, a representar al país en citas regionales con los mejores de América Latina.
Desde hace tres años, los gemelos dedican entre 20 y 25 horas semanales a entrenamiento individual, hacen tres sesiones semanales de prácticas grupales (que suman a veces hasta 15 horas) y además participan en torneos los fines de semana. Aun así, el salario no llega.
Los deportes electrónicos sufren en Costa Rica el mismo destino que el atletismo, el judo, la esgrima o el ajedrez: hay talento, pero faltan los fondos para pagarle a un jugador ¢15.000 semanales (los hermanos aseguran que llegaron a pedir ese monto a su antiguo equipo) para pasajes de bus, almuerzos y libros de contabilidad. Los Madrigal quieren un salario por la misma razón que lo desean otros deportistas: porque hay cuentas que pagar.
“Si lo que quisiéramos es la plata, no estaríamos haciendo esto. Esto lo hacemos por amor”, apunta Mauricio.
Como en la mayoría de las disciplinas del deporte criollo, ellos descubrieron que el tipo de cambio de títulos de campeón a contratos de patrocinio está por el piso.
Aspiración
Vivir de su trabajo ante un televisor o una pantalla no fue una invención de los hermanos. Ellos actualmente integran el equipo Akiba Bullets junto con otros tres compañeros titulares y un suplente. En Costa Rica, es inusual entender este tipo de disciplinas como una actividad rentable, pero en otras latitudes lo tienen interiorizado.
Corea del Sur, por ejemplo, es famoso por su pasión por el deporte electrónico. Los jugadores son reconocidos en las calles, conceden autógrafos y reciben invitaciones a programas televisivos. Es más: las partidas de los videojuegos más seguidos se transmiten por televisión. Para los torneos mundiales de League of Legends , el equipo ganador se llevó a casa $1.000.000.
Otros costarricenses han puesto de su parte para profesionalizar el deporte de los videojuegos. Javier Álvarez es pentacampeón nacional de FIFA 14, el videojuego sobre fútbol más famoso del mundo, y el año pasado quedó entre los ocho mejores jugadores del mundo en los World Ciber Games, el “mundial” de videojuegos, celebrado en China.
En el 2011, ganó una medalla de bronce en los Juegos Panamericanos, la única presea tica en videojuegos. Él compite para el equipo argentino Isurus Gaming, que lo “fichó” para que jugara con ellos. Algo así como cuando Joel Campbell firmó su contrato con el Arsenal, solo que al futbolista sí le pagaban. La remuneración a Álvarez viene en especie: mercadería, patrocinio para eventos, apoyo logístico... Es algo.
A pesar del lento crecimiento del apoyo financiero, los videojuegos son un movimiento muy animado en Costa Rica. ¿Los favoritos? League of Legends, Starcraft 2, DotA 2 y FIFA . Otros títulos, como Counter Strike y Street Fighter , merecen al menos la mención.
El ecosistema se compone por jugadores agrupados en equipos que intentan resaltar. En el último torneo, celebrado el 17 y 18 de mayo, llegaron 26 equipos, cada uno compuesto por al menos cinco jugadores.
No solo de jugadores vive el juego. ¿Qué hubiera sido de las transmisiones de futbol sin Pilo Obando o Kristian Mora? El mismo rol en League of Legends cumple Jean Carlo Salas, narrador de las partidas en línea y que se multiplica en otros roles: organizador de eventos (tiene una liga semanal con ocho equipos), gestor de contactos, reclutador para equipos...
“No tengo experiencia en narración ni en periodismo, como para las bases, pero lo que se necesita es tener la dedicación y la pasión por el juego. Si perdés esas dos, ya no sirve”, comenta Salas, quien labora como informátivo y llegó a tener hasta 350 personas siguiendo una transmisión por Internet.
Ni Salas ni los gemelos son tipos huraños ni retraídos. Los tres tienen pareja (los hermanos, sendas novias, y el narrador, esposa y un hijo) y han logrado un balance entre su vida profesional y el juego. Su compromiso ha ido creciendo de la mano de la escena tica del gaming .
Telefónicas y empresas de comida rápida han patrocinado eventos, surgió LevelUp , una revista en línea especializada en videojuegos y cada vez parece haber más tiendas que venden consolas. Esto parece escapar, poco a poco, de la vida del pasatiempo para empezar a convertirse en algo más. La pregunta es, ¿hasta dónde llegará?
Futuros
Los gemelos conocieron League of Legends en el 2010. En esencia, este es un juego donde equipos de cinco jugadores se enfrentan entre sí por el control de un mapa virtual. En los 35 minutos que dura la partida promedio, la meta es destruir la base enemiga y, para lograrlo, equipos como Akiba entrenan hasta 40 horas semanales, el equivalente a un tiempo completo.
“Es como un equipo de fútbol: toda la semana, usted entrena para ir a lucirse al partido de copa o liga. Toda la semana de entrenamiento la hacemos en el servidor de Norteamérica, porque es un entrenamiento más pesado; el ping (medida de velocidad de conexión) es más alto, entonces uno se siente más lento. Todo es un entrenamiento”, explica Tomás Madrigal.
A finales del año pasado, los Madrigal rompieron con su anterior equipo. Ellos sentían que estaban dando los resultados (campeones nacionales, cuarto lugar de América Latina en México, en el 2013, y entre los primeros ocho de la región en Chile, en el 2012) pero que su mánager –sí, hay mánagers– desviaba los fondos que sus logros podían captar a otros rubros. Se fueron.
A principios del 2014 empezaron con Akiba y se pusieron una meta: si llegaban a principios del próximo año en la misma situación en la que estaban (sin salario y entrenando por pura pasión) tirarían la toalla y volverían su atención hacia la vida de civil. Contabilidad los espera. Entretanto, comparten prácticas con Diego Saborío, Pablo Prado, el colombiano Manuel Arango y el suplente Alejandro Lee, sus compañeros de equipo.
De todas formas, aunque la promesa de un futuro en e-sports seduce a muchos –los Madrigal desearían incluso tener una casa para vivir y entrenar con su equipo, a la usanza coreana o californiana–, tienen prioridades claras: primero la universidad.
“Esto no dura para siempre. Es como cualquier otro deporte: uno pierde habilidades poco a poco, como los reflejos. Va llegando gente joven a superarlo a uno”, asegura Mauricio, todavía de 21 años.
Akiba venció en la final del torneo del pasado domingo (justamente contra el antiguo equipo de los gemelos) y sigue avanzando con la única receta que ellos y los jugadores de todo el mundo conocen: conseguir un equipo, lograr resultados, firmar con patrocinadores. Para eso, hace falta entrenar, ver videos, estudiar. Al final del mes, Mauricio y Tomás estarán esperando lo mismo que usted y que yo: el pago del día 30.
Hasta ahora, y siendo pesimista, queda solo una reflexión: por suerte, los videojuegos se practican sentados.