“Por qué”. Esa frase es recurrente en la mente del espectador durante las poco más de tres horas en que la miniserie de Netflix Killer Inside: The Mind of Aaron Hernández (La mente de un asesino: Aaron Hernandez) retoma la turbulenta vida de quien apenas frisando la mayoría de edad se convirtió en una de las estrellas de fútbol americano más destacada y prometedora de Estados Unidos.
En el 2010, cuanto tenía solo 20 años, Aaron Hernández se convirtió en ficha de los Patriots de Nueva Inglaterra, el equipo más ganador de la era; tres años más tarde, en el 2012, firmó con ese conjunto de la liga profesional de fútbol americano (NFL por sus siglas en inglés) un contrato por $40 millones.
Estaba destinado a brillar, hacía una dupla perfecta con el mariscal de campo Tom Brady y pronto eclipsó a los medios de comunicación, sabedores de que era una estrella en ascenso quien, además, era dueño de un impresionante atractivo físico.
Sin embargo, tras toda la parafernalia y la millonada de dólares que estaba obteniendo el jugador de ascendencia puertorriqueña e italiana, había una especie de doble vida marcada por los vicios, episodios súbitos de matonismo, amistades peligrosas y actos totalmente irracionales, entre ellos tres supuestos homicidios, aunque solo fue condenado por uno de fue ellos: el asesinato de su amigo Odin Lloyd, también jugador de fútbol americano –aunque de menor ralea– y novio de la hermana de la prometida de Hernández, Shayanna Jenkins. Es decir, eran concuños.
El cuerpo de Lloyd apareció tiroteado y abandonado en una zona agreste cerca de la casa de Hernández la madrugada del 17 de junio del 2013. Apenas unos días después, el 26 de junio, Estados Unidos y el resto del mundo presenciaban en las noticias el arresto en vivo de Aaron, como sospechoso del crimen de Odin, por el cual sería sentenciado a cadena perpetua tres años después.
La serie de Netflix muestra una historia reconstruida con testimonios de amigos, jugadores y expertos. También ofrece imágenes exclusivas de la corte, las llamadas telefónicas de Hernández desde la prisión y entrevistas con quienes conocieron tanto a Hernández como a Lloyd.
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“Examina meticulosamente la tormenta perfecta de factores que condujeron al juicio, la condena y muerte de un atleta que aparentemente lo tenía todo”, dice Netflix.
Estrenada hace un mes, hasta la fecha La mente de un asesino: Aaron Hernandez sigue planteando un sin fin de “por qués”, más allá de los tres asesinatos que se le atribuyeron, pues a lo largo de la reconstrucción de su corta vida (Hernández se suicidó en prisión en abril del 2017) el malogrado deportista incurre, a todas luces, en actitudes erráticas e incomprensibles.
Sobra decir que este texto está repleto de spoilers, por aquello de que prefiera ver la serie antes de conocer parte de su contenido de antemano.
Las alertas de que algo no andaba bien en la mente del exjugador, nacido en Connecticut, Estados Unidos, empiezan a saltar desde el primer episodio, cuando por ejemplo se escuchan grabaciones de sus conversaciones con sus amigos, pareja y abogados, ya estando en prisión. En varias ocasiones, Aaron banaliza totalmente su situación, lo cual no es tema menor si se toma en cuenta que pasó de vivir en una enorme mansión de casi dos millones de dólares a una pequeña celda en el Souza-Baranowski Correctional Center, una cárcel de máxima seguridad en Lancaster, Massachusetts.
Por ejemplo, en una conversación con su prometida Shayanna Jenkins, madre de su entonces pequeña hija, Avielle Janelle, Hernández le dice algo así: “Para mí es lo mismo estar afuera que estar aquí adentro, me evita tener que tomar decisiones, lo único que extraño mucho es a la bebé”. Igual estupefacción genera, a lo largo del seriado, observar su impasible actitud durante los juicios que enfrentó acusado de tres asesinatos que, a la fecha, no tienen explicación.
Dirigido por Geno McDermott, el documental reconstruye la infancia, juventud, auge y estrepitosa caída del exastro, revela su supuesta homosexualidad y muestra la cadena de absurdos en su errática conducta, incluso a la hora de cometer los asesinatos que se le atribuyeron, en los que no se cuidó en absoluto y dejó evidencias de todo tipo y por todas partes.
El caso conmocionó a Estados Unidos: el afable y atractivo hombrón, idolatrado por millones y quien se mostraba como un joven afable y carismático en las entrevistas con presentadores estrella ¿acusado de homicidio? ¿Cómo pudo suceder? Las comparaciones con el caso de O.J. Simpson también están presentes, en el sentido de que se trata de dos astros del fútbol americano caídos en desgracias. Sin embargo, la gran diferencia es que Aaron parece, a lo largo del documental, no consciente de la gravedad de sus actos.
Poco a poco, el programa va infiriendo que algo pasa con el cerebro de Aaron. En una seguidilla de escenas reproduce jugadas en las que Hernández sufre fuertísimos golpes, típicos en el fútbol americano, y el mismo jugador comenta luego, durante las comunicaciones privadas que trascendieron tras su muerte, que aguantaba el dolor por los golpes gracias a la medicación que recibía con tal de que terminara el partido.
De hecho, el título del documental es realmente un juego de palabras que, en principio, dan a entender que escudriñarán una mente asesina. En realidad, el centro de toda la recopilación es analizar la (posiblemente dañada) mente de Hernández producto de los golpes recibidos en su carrera deportiva. El caso es desolador, por decir lo menos. Y con un desenlace tan atroz como irónico: entre sus últimas voluntades, Aaron plasmó que donaría su cerebro a la ciencia con el fin de que lo examinaran para detectar el grado de daño que posiblemente se producía en el cerebro de los jugadores de este deporte de alto impacto.
Netflix logró su cometido, pues los principales medios del mundo han enfocado su mirada hacia la polémica que siempre ha rodeado la rudeza de este deporte, solo que siempre se ha manejado con un perfil relativamente bajo... hasta ahora.
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La BBC, por ejemplo, describe en un artículo reciente los hallazgos tras la autopsia: “Colocado sobre una mesa de laboratorio, horas después de su muerte, el cerebro de Aaron Hernández ofrecía una apariencia saludable. A fin de cuentas se trataba de una persona joven, de 27 años, que vio truncada su carrera en el mundo del fútbol americano tras ser condenado por el asesinato de uno de sus amigos en 2013. Pero lo que en principio parecía un cerebro sano, escondía debajo de su superficie un secreto que sorprendió a los científicos que llevaron a cabo la autopsia del jugador: El órgano mostró un estado de encefalopatía traumática crónica (CTE, por sus siglas en inglés) similar al de alguien afectado por esa enfermedad cerebral degenerativa de 60 años”, explica el citado medio.
Como si este caso no estuviera provisto de suficiente asombro, la muerte de Aaron decantó otras situaciones que parecen surrealistas. En lo que la prensa llamó “la operación cerebro”, una vez que se trascendió el hecho, 24 horas después del suicidio de Hernández (quien usó una sábana para colgarse en su celda) su cerebro fue llevado en sumo secreto al hospital de la Universidad de Boston, en un acuerdo al que llegaron familiares y abogados del exdeportista, convencidos de que su comportamiento era totalmente anormal.
Como se comprobaría meses después, Hernández padecía la mayor Encefalopatía Traumática Crónica (CTE, por sus siglas en inglés) jamás analizada por científicos en una persona de su edad, según anunciaron investigadores de la Universidad de Boston.
Los doctores explicaron que el exfutbolista de los Patriots fue diagnosticado con CTE nivel 3 –el 4 es el más severo–, un hecho que no había sido descubierto hasta ahora en el cerebro de una persona menor de 46 años, según declaró Ann McKee, líder de la Unidad del CTE de la universidad, en entrevista con The Washington Post.
El cerebro de Hernández, que McKee definió como “una de las mayores aportaciones a nuestro trabajo”, tenía sobre todo daños en el lóbulo frontal, lo que afecta la capacidad de la persona para tomar decisiones y tener un comportamiento moderado.
Durante la conferencia en la que se anunciaron estos resultados, los especialistas proyectaron imágenes del cerebro del jugador comparándolo con el de una persona que no ha sufrido tal daño. El cerebro de Hernández mostraba manchas oscuras, así como zonas deterioradas y de menor tamaño que no están presentes en un órgano sano. Asimismo, tenía una gran pérdida de tejido y evidencia de microhemorragias.
Los análisis de la experta fueron detallados en el tercer y final episodio de la serie. “No podemos tomar la patología y explicar el comportamiento”, afirmó McKee. “Pero podemos decir colectivamente, con nuestra experiencia colectiva, que los individuos con CTE –y con CTE de esta gravedad– tienen dificultades para controlar los impulsos, tomar decisiones, inhibir los impulsos de agresión, la volatilidad emocional, los comportamientos de ira”, agregó.
En su momento, la cadena Univisión citó los resultados de una investigación en la revista médica JAMA, la que concluyó que el 99% de los cerebros de jugadores de fútbol americano que fallecieron y cuyo órgano fue donado para la investigación científica padecían de encefalopatías traumáticas crónicas.
De los 202 casos de atletas muertos considerados en esta investigación –que jugaban en bachillerato, en la universidad o en la liga profesional NFL– 177 tenían CTE. Esto equivale a tres de cada 14 estudiantes de secundaria, 48 de cada 53 estudiantes universitarios y 110 de cada 111 exjugadores de la NFL, citó el mencionado medio.
Al ofrecer los resultados de su estudio, McKee mostró su inquietud porque, según dijo, “hay una preocupación en el hecho de que estamos viendo la enfermedad en estado avanzado en jóvenes atletas”, como en el caso de Hernández. “Sea porque juegan de manera más agresiva o porque empiezan (a jugar) a edades más tempranas, no lo sabemos”.
Con Aaron fallecido, las dudas de lo que pudo ocurrirle permanecerán en el plano hipotético, posiblemente, para siempre.
Pero ¿cuáles fueron los hechos más visibles de una conducta atípica y que, lamentablemente, terminó en la muerte de tres personas, aunque Hernández solo fue condenado a cadena perpetua por uno de los homicidios de los que se le acusó.
De la gloria a la caída libre
De acuerdo con una semblanza publicada por El Comercio, de Perú, Aaron Josef Hernández nació el 6 de noviembre de 1989 en Briston, Connecticut y fue hijo de Dennis Hernández y Terri Valentine, quienes trabajaban en una escuela. En el 2010 decidió apostarlo todo al fútbol americano y dos años más tarde firma un contrato de 5 años con los Patriotas por más de $40 millones.
Sin embargo, su prometedora carrera empezó a derrumbarse el 17 de junio del 2013 cuando hallaron el cuerpo de Odin Lloyd, de 27 años y también jugador de fútbol americano, con heridas de bala en un parque industrial en North Attleboro, Massachusetts. La policía pronto estableció que Lloyd, quien era concuño de Hernández (novio de la prometida de Aarón) había sido visto a las 2:30 a.m. junto a la estrella de los Patriots y sus amigos, Carlos Ortiz y Ernest Wallace, en un auto plateado rentado.
A las autoridades les bastaron unos cuantos días para recopilar pruebas de todo tipo, incluso hallaron el ADN de Hernández en el lugar del homicidio, así que pronto, el glorioso jugador fue acusado de asesinato en primer grado, además de que levantaron cargos en su contra por portar armas y lo relacionaron con un doble homicido ocurrido en Boston en julio del 2012 y en el que murieron a tiros Daniel de Abreu y Safiro Furtado, quienes habían tenido un leve incidente en una discoteca de esa ciudad al derramar accidentalmente una bebida en la camisa de Aaron.
Luego de la detención de Hernández por el homicidio de Odin, las autoridades se enfocaron en el doble homicidio del 2012 y empezaron a recabar pruebas. Entretanto, tras casi tres años de investigación y procesos judiciales, el 15 de abril de 2015 Aaron Hernández fue declarado culpable de asesinato en primer grado por la muerte de Odin Lloyd y sentenciado a cadena perpetua sin derecho a libertad condicional.
Irónicamente, días antes de que Aaron se quitara la vida, un jurado de Massachusetts declaró inocente al exjugador por el doble homicidio tras 37 horas y media de deliberación en seis días. De todas maneras, ya estaba condenado a prisión perpetua.
De acuerdo al portavoz del Departamento de Correccionales, Christopher Fallon, el deportista se ahorcó utilizando una sábana que amarró a una ventana de la celda, e intentó bloquear la puerta con varios objetos.
José Baez, el abogado de Hernández, reveló que el exjugador había dejado tres notas de suicidio: una a su hija, una a su prometida y una a su abogado, misivas que comprueban que sufría de una enfermedad que de haber sido diagnosticada y tratada podría haber cambiado las cosas.
La serie documental de Netflix repasa de un tirón todos los hechos, pero es imposible no reparar que fue apenas 10 años atrás, en el 2010, que Aarón Hernández fue reclutado por el cuadro del mítico mariscal de campo, Tom Brady, y su ascenso parecía imparable. Incluso, había firmado un contrato por $40 millones poco antes de ser encarcelado.
Abuso sexual y golpes
En medio de todo el interés que ha generado el caso por cuenta de Netflix, la cadena CNN trajo a colación los resultados de una investigación realizada hace dos años por el equipo periodístico Spotlight, del diario The Boston Globe, que entrevistó a personas muy cercanas a Aaron, quienes confirmaron que a menudo fue golpeado por su padre, que fue abusado sexualmente de niño y que tenía una relación sexual con su mariscal de campo de la escuela secundaria.
La investigación se basó en decenas de entrevistas, miles de registros judiciales y gubernamentales, y grabaciones de cerca de 300 llamadas telefónicas a la cárcel entre Hernández y otras personas, publicó.
Las confesiones más vehementes las dio Jonathan Hernández, hermano mayor de Aaron, quien ratificó que su padre era implacable y que ellos le tenían terror, aunque Aaron también sentía un gran amor por él.
No se consignó en la investigación por parte de quien habría sufrido Aaron el abuso sexual.
El objetivo final, como se dijo al principio de esta nota, fue tratar de explicar la pregunta constante, y tal vez sin respuesta, sobre Hernández: ¿Por qué? ¿Por qué una talentosa estrella del fútbol con un contrato de 40 millones de dólares mató a Odin Lloyd en junio de 2013? ¿Por qué se suicidó en la cárcel pocos días después de haber sido absuelto en un juicio por doble asesinato?
Habla la prometida
Cuando se estrenó la serie en Netflix, la prometida de Aarón, Shayanna Jenkins, se pronunció en Instagram para agradecer las muestras de solidaridad que le habían llegado por esa red social, y anunció que se retiraría unas semanas para procesar todo lo que estaba viviendo.
Por fin, la semana pasada Shayanna habló sobre su relación con el exjugador de la NFL.
En medio de lágrimas se refirió a la sexualidad de Aaron Hernández, ya que no le pareció justo que se mostrara la bisexualidad del jugador.
“No puedes describir la sexualidad de alguien sin haber estado ahí, es más, aunque tuve un hijo con él (Hernández), sigo sin poder decirles cómo se sentía realmente”, declaró a ABC News.
Jenkins también habló sobre si el exjugador de los Patriotas algún día le confesó su supuesto gusto por los hombres, algo que se menciona mucho en el programa de Netflix.
De hecho, en el documental habla Dennis SanSoucie, compañero de Aaron en la secundaria y quien afirma que tuvieron encuentros sexuales y que Hernández le confesaba sentir temor a que se llegara a saber su orientación sexual.
“Me hubiera gustado que me lo dijera, realmente lo hubiera deseado. Eso no hubiera cambiado nada, lo hubiera seguido amando igual”, dijo Shayanna.
Hernández y Jenkins mantuvieron una relación estable antes de que fuera ingresado a prisión. Su matrimonio no se pudo concretar debido al suicidio del exfutbolista de la NFL.
Como si todo lo anterior no fuera suficiente para conferirle un tenor casi de incredulidad a toda esta historia, en agosto del 2018 José Báez, el abogado y a la postre amigo muy cercano de Aaron, publicó un libro en el que reveló el contenido de tres cartas que dejó Aarón, dirigidas a su abogado, a su prometida y a su hijita.
En la misiva que dirigió a su abogado se infiere la relación fraternal que habían establecido los dos hombres a lo largo de la batalla legal que enfrentaron.
“Bueno, escribo esta carta después de mi absolución y quiero darle voz a cómo me siento y dejar que otra gente cuya música me ha ayudado a pasar los malos momentos, sepa que lo hizo. Bien o mal ─quién sabe─ solo quiero seguir mi instinto y que me guíe”, se puede leer en la carta escrita para Báez.
La que le escribió a su prometida, Shayanna Jenkins, estaba llena de cariño y amor.
“Siempre has sido mi alma gemela y quiero que ames la vida y que sepas que siempre estoy contigo. Te amo mucho y eres un ángel. ¡Nos dividimos en dos para venir a cambiar el mundo! Cuenta mi historia completa, pero nunca dejes de pensar lo mucho que te amo. Este era el plan del todopoderoso, no mío. NO TENGO MUCHO TIEMPO. ¡ESTOY SIENDO LLAMADO!”, escribió el deportista.
La última, dirigida a Avielle, su hijita, es un poco confusa, pero obviamente le declama su gran amor.
“¡Papi nunca te abandonará! Estoy entrando a un reino sin tiempo en el cual puedo cambiar a cualquier forma porque todo puede pasar o no, puedo ver todo al mismo tiempo. La vida es eterna, créelo. Te veré en los cielos esperándote con el mismo amor. Nunca temas, ámame, estoy contigo”.
En la cárcel, Aaron se hizo ferviente lector de la Biblia. Los guardas que hallaron su cuerpo sin vida narrarían después que Hernández se había escrito en la frente la cita bíblica “Juan 3:16”