
Cuando Luke Addis estaba en el colegio, allá por el 2004, le molestaban mucho las generalizaciones que hacían sus profesores y los medios de comunicación sobre los países del mundo; esa disconformidad siguió en la universidad.
Si bien a la edad de 21 ya conocía algunos países fuera de su Escocia natal, fue un viaje por Europa con amigos el que lo llevó a decidir que deseaba aprender de las otras naciones y su gente sin la intermediación de nadie.
Fue así como emprendió su primer viaje en solitario fuera de Europa: Addis recorrió África a lo largo de 14 meses. Anduvo desde Sudáfrica hasta Egipto y, sin proponérselo, descubrió un modo de viajar que aumentaría aún más su pasión por conocer el mundo: la experiencia de pedir aventón o ride .
Esta forma de trasladarse, en la cual el viajero depende de la bondad de un conductor, es tan antigua como los mismos medios de transporte. Sin embargo, son pocos los que la utilizan en la actualidad y menos los que eligen esta práctica para hacer turismo.
Para pedir ride , los viajeros o hitchhikers (como se conocen en inglés) simplemente levantan su dedo pulgar, aunque hay quienes sostienen un rótulo que indica su destino.
Al elaborar su primer cartel, Addis adquirió conciencia de lo que vendría. “Me di cuenta de que ese rótulo es como un tiquete hacia cualquier lugar donde uno quiera ir”, contó en una entrevista para este artículo.
Desde entonces, Addis quedó atrapado en la cultura de “pedir jalón” y hoy, a sus 25 años, puede decir que que ha pedido ride en los cinco continentes. De hecho, al finalizar su actual viaje, habrá recorrido más de 100.000 kilómetros, todos ellos pidiendo transporte gratuito.

Addis viene del pequeño pueblo de Dunoon, en Escocia, y es parte de la comunidad hitchhiker , a la que describe como pequeña, pero además frágil. “Digo frágil porque solo hace falta una mala experiencia para desalentar a un conductor y que este diga: ‘nunca más,’” razonó Addis, quien se graduó de la universidad con un título de oceanógrafo.
A su paso por Costa Rica, en medio de su más reciente viaje –que comenzó el 28 de setiembre pasado y prevé culminar en agosto–, contó que empezó el trayecto en Alaska y pretende terminarlo en Argentina.
Altibajos
La práctica de pedir jalón figura en la literatura desde mediados del siglo XX. En Estados Unidos, fue muy común durante la Gran Depresión de los años 30, y en Europa sigue siendo bastante común, especialmente entre turistas jóvenes.
En América, Cuba destaca porque la escasez de automotores hace que dar ride sea casi un requisito.
Al referirse a las dificultades, Addis recuerda a Chris McCandles, reconocido hitchhiker que fue inmortalizado en el libro Into the Wild. Ese personaje pidió aventón por la costa oeste de Estados Unidos hasta llegar a Alaska, donde murió de inanición.
Ahora, Addis reflexiona en voz alta y admite que, durante su viaje a África, realmente arriesgó su vida, como McCandles: “Me obsesioné tanto por resguardar la integridad del viaje, y no volar en ninguno de los trayectos, que me enfermé. Pasé con malaria seis semanas antes de salir a buscar atención médica”.
Pero, a diferencia de McCandles, Addis aprendió que hay límites y ahora evita preocupar a su familia. “Es reconfortante saber que otras personas nos acompañan con su mente y corazón”, manifestó.
Addis salió de Siria justamente al inicio de la guerra civil que aún desangra a ese país. “Me preocupan los lugares donde la vida no vale nada”, añadió Luke, tras lamentar que no visitará Venezuela en su actual viaje.
De su bitácora de recorridos, sale toda clase de experiencias: en Indonesia, contrajo malaria otra vez, pero fue ayudado por desconocidos en un ferry y luego estos hasta lo visitaban en el hospital.

La realidad
Las personas como Addis son, sin duda, entusiastas de la improvisación. Su premisa es que “si hay una carretera, entonces es posible pedir aventón”. Sus mejores guías, dice, han sido las personas que conoce en el camino y le dan la primera idea del lugar que visita.
Sobra decir que ha improvisado albergues para pasar la noche en camiones abandonados, en laderas de caminos y en zonas inhóspitas, lejos de cualquier ciudad. También en ocasiones, los conductores u otras personas le han ofrecido posada.
Él intenta gastar solamente $4 (unos ¢2.200) al día, no porque sea tacaño, sino porque intenta demostrar que es posible recorrer el mundo sin ser un millonario. “Así queda claro que viajar es algo que todo el mundo puede hacer”.
Addis pide aventón de la manera tradicional, pero esta forma de transportarse ha cambiado mucho.
Ahora, especialmente en Europa, los viajeros pueden pedir y ofrecer jalones en sitios web especializados como hitchhikers.org y hasta coordinar posada en couchsurfing.org . Muchos opinan que estos cambios mantienen actualizado el concepto de hitchhiking.
“A veces me siento un poco culpable por no aportar financieramente a los países que visito”, reconoce el joven, quien luego se apresura a agregar que su interacción con la población local es un aporte, ya que les permite a los otros entender mejor el mundo a través de la vivencia de un extranjero.
Cuando termine este viaje por América, en unos cuatro meses, Luke planea integrarse al mundo laboral como oceanógrafo.