Su primer orgasmo no lo disfrutó sino hasta los 42 años. Guiselle –desde pequeña, al tanto de su discapacidad física– pensó que nunca iba a encontrar a alguien que quisiera compartir la cama con ella.
Luego, ya adolescente, y tras escuchar historias y anécdotas de amigas sobre el sexo, se preguntaba si algún día llegaría a experimentar eso. ¿Cómo sería?, ¿qué sentiría?, ¿rico?, ¿tierno? ¿salvaje, acaso?
Guiselle padece la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth (atrofia muscular perineal), un mal con el que nació, como consecuencia de la polio que sufrió su madre durante el embarazo. Su vida la ha recorrido, primero en andadera y más adelante, en silla de ruedas.
“Por mi discapacidad, pensé que nadie se iba a fijar en mí, además en mi familia me advertían que los hombres se iban a aprovechar. Mi mamá decía que ‘Dios guarde’ yo saliera con un hombre”.
En el tercer salto que dio a la poza –probablemente tomó más impulso que las veces anteriores, nunca lo ha descifrado–, Minor chocó su cabeza contra el fondo y el golpe le fracturó las cervicales y lo sentenció a una tetraplejia incompleta. Sucedió cuando tenía 18 años, hace tres décadas, y desde entonces requiere de una silla de ruedas para trasladarse y tiene movilidad limitada en sus brazos.
“Lo que más me ha costado es aceptar que una mujer me pueda querer pese a mi discapacidad; siempre ponía una barrera, me aislaba”, cuenta.
Guiselle Céspedes Granados y Minor Ramírez Vargas se casaron hace dos años y medio y todo cambió en sus vidas. Se terminó la espera y se superó la inseguridad.
La pareja se conoció en un proyecto de capacitación e inclusión para personas con discapacidad.
“Desde el momento en que nos casamos, todos los amigos y familiares, tenían la misma pregunta. No era dónde íbamos a vivir ni con qué íbamos a mantenernos. La duda de todos era: ¿cómo íbamos a tener sexo?”, cuenta Guiselle. “Y ¿sabe cómo lo hemos hecho?, pues haciéndolo”, agrega quien se confiesa como una mujer sexualmente satisfecha, al tiempo que sin rubor alguno, llena de flores y medallas las virtudes de amante de su marido.
Para Minor, la clave está en dejar volar la mente y recurrir a los dedos, a la lengua, al afecto: “La sexualidad es una caricia, es una palabra, es sentirte bien con la persona que estás”.
Tener una discapacidad física posee sus ventajas (no toda sentencia es un castigo), resalta Minor. Por ejemplo, todo requiere una mayor inversión de tiempo, lo que permite que las acciones se desarrollen con pausa, sintiendo cada movimiento, sin prisas; es como si el disfrute fuera en cámara lenta.
Guiselle, por su parte, señala que el goce sexual va más allá de realizar posiciones complicadas del Kamasutra o imitar los actos sexuales que se exhiben en las cintas triple equis.
“A veces, él me cae encima; nos reímos, nos quedamos los dos sin poder levantarnos y tenemos que volvernos a acomodar… pero eso es parte de nuestra sexualidad, y es lindo”.
Al margen
La pareja tiene claro que el disfrute de la sexualidad es un derecho; no obstante, ambos denuncian que este se les niega habitualmente a las personas con discapacidad.
Se trata, en criterio de este matrimonio, de una forma de discriminación de la que se habla poco, pues es más sencillo y menos incómodo criticar la falta de rampas en las aceras o denunciar el incumplimiento de la ley 7.600 de igualdad de oportunidades para personas con discapacidad.
Sin embargo, dentro de la igualdad que proclama esa legislación, debería contemplarse también el aspecto sexual, comentan.
Raúl González Castellanos es un sexólogo español que desde hace varios años trabaja en Madrid con personas con discapacidad. En una entrevista concedida a Revista Dominical, explicó que no hay una sexualidad específica de las personas con discapacidad ni una de las personas sin discapacidad, sino que hay tantas sexualidades como personas; es decir, que cada quien tiene –desde su “universo”– una forma muy particular de vivir su intimidad sexual.
“Claro que, si cuando hablamos de sexualidad, la reducimos al mero hecho de juntar penes y vaginas, o buscamos cumplir con ciertos cánones de belleza socialmente impuestos, entonces la sexualidad de las personas con discapacidad puede verse alterada porque no cumplen con los cánones físicos e incluso intelectuales que la sociedad demanda”, resaltó.
Añadió que existe una serie de percepciones equivocadas sobre esta población, como que no sienten deseo sexual o que no deberían formar pareja, cuando, en realidad, requieren sentirse queridos y tener a quién querer; también les reconoció la necesidad de experimentar el contacto físico. “Solo habrá que ofrecerles los apoyos asistenciales y educativos que precisen para que puedan vivir su sexualidad de forma libre y satisfactoria”.
Sin efecto
La Ley 8661 Convención Internacional de Derechos sobre las Personas con Discapacidad establece que a esta población se le deben proporcionar programas y atención de la salud sexual y reproductiva.
Sin embargo, la propuesta se ha quedado en papel, y la misma suerte ha corrido, hasta el momento, la Política Nacional de Discapacidad 2011-2021, la cual ordena que se debe brindar apoyo e información a las personas con discapacidad para el conocimiento y el ejercicio responsable de su sexualidad.
Catalina Montero Gómez, directora técnica del Consejo Nacional de Rehabilitación y Educación Especial, indicó que en este momento se están fijando las reuniones con las instituciones pertinentes para establecer los plazos de cumplimientos de todo lo dispuesto en la política, mas auguró que queda mucho camino por recorrer para palpar resultados.
Ante tal falta de acciones concretas, Minor y Guiselle, junto a otros tres compañeros, conformaron la organización Vida Independiente Morpho, única en el país que brinda charlas y talleres en universidades, centros médicos y otras organizaciones sobre la sexualidad en personas con discapacidad.
Los integrantes de Morpho han recibido capacitación en Japón, uno de los países con mayores avances en inclusión de dicha población, y con la sexóloga Margarita Murillo, integrante del equipo que ideó los nuevos programas de sexualidad del Ministerio de Educación.
En los talleres que imparte Morpho se habla sobre la experiencia de los integrantes y se tiene como objetivo derribar prejuicios.
Por ejemplo, se procura romper con la victimización que se hace de las personas con discapacidad, en donde se les ve como personas asexuales. Así lo explica Luis Cambronero, presidente de Morpho.
Él tiene 30 años y es tetrapléjico desde hace diez, a causa de un accidente. Únicamente tiene movilidad de los hombros hacia arriba; los brazos los puede mover, pero no sus dedos.
Hace año y medio, se casó con Jeandereck Rivera Marchena, luego de un noviazgo de seis meses. Jeandereck tiene 27 años y no posee discapacidad alguna.
Ella es quien dirige –en la práctica– el acto sexual. El ritual incluye quitarle la ropa a su esposo y estimularlo. Dada la condición de Luis, las ondas cerebrales (órdenes del cerebro) no llegan a la parte inferior de su cuerpo, por tanto no tiene erecciones por estimulación visual o por imágenes de su mente, solo mediante el contacto físico, y de eso se encarga su esposa.
Pero Luis también se las ingenia para satisfacer a Jeandereck, con besos, mordiscos y sexo oral. Para él, es muy importante que ambos queden satisfechos.
“Muchos de los grandes problemas de la sexualidad son por el machismo de los hombres. Piensan que ellos tienen que estar arriba, que son los que deben disfrutar y, para dsifrutar de una sexualidad plena, todo eso debe replantearse”, manifestó.
Su esposa expresa que el secreto está en una buena comunicación: “saber dónde le gusta que lo toquen y dónde siente placer”, y asegura que lo más relevante es que haya amor, respeto y compromiso.
Cambios
Las acciones para que más personas con discapacidad puedan vivir su sexualidad satisfactoriamente, tal y como los hacen los protagonistas de este reportaje, se deben enfocar en informar y concientizar a la población.
Luis Cambronero menciona como imperativo que se construya una sociedad más inclusiva, lo que se logra “saliendo a la calle”; es decir, evitando que las personas con discapacidad permanezcan recluidas en sus casas.
“Habrá inclusión en la medida en la que salgamos más, la gente nos vea y formemos parte de su normalidad. Ya no nos verán como los pobrecitos y los raros”.
A esto, Guiselle añade que sobre las relaciones sexuales debe hablarse abiertamente desde la infancia, sin envolver el tema en una nube de misterio. Así, tal vez, más mujeres disfrutarán de un orgasmo antes de los 42 años.