Son las 6 a. m., el sol va tomando control de Cartago y Allan Guzmán está listo para comenzar sus primeras labores del día.
Se coloca su sombrero, bloqueador solar y se asegura de que su piel no quede expuesta a los rayos del astro rey. Así empieza la jornada.
Toma una pala y observa con un profundo orgullo su pintoresco y natural entorno, en el que hay decenas de margaritas, rosas y chinas de diferentes colores. Ha esperado mucho tiempo para que ese sea justamente el paisaje que lo reciba cuando llega a trabajar, pero ha valido la pena; ahora está satisfecho.
Ellas no hablan pero parece que lo hicieran. Lucen radiantes, frescas y sus colores cautivan fácilmente, además, el verde del zacate les permite resaltar su belleza.
Eso sí, hay una que otra flor que ya está marchita y ahí es donde Allan entra en acción.
Él es uno de los jardineros que desde hace siete años se encarga de que las históricas Ruinas de Cartago (el inconcluso templo a Santiago Apóstol) luzcan impecables y que dentro de sus muros exista un paisaje natural capaz de hipnotizar a quienes caminen por sus pasillos. Es un santuario lleno de flores, arbustos y un lago que se complementan para transmitir una sensación de misticismo.
Fácilmente, quien decida pasar unos minutos por ahí y tomarse el tiempo para ver a su alrededor puede sentir que está dentro del jardín de un cuentos de hadas.
“Las Ruinas tienen su magia escondida, casi que son autóctonas: su clima por dentro, el jardín y todo, es distinto al exterior. Hay plantas muy bonitas y arbustos que cuidamos y les damos mantenimiento todos los días, todo el día”
— Allan Guzmán, jardinero.
“Las Ruinas tienen su magia escondida, casi que son autóctonas: su clima por dentro, el jardín y todo es distinto al exterior. Hay plantas muy bonitas y arbustos que cuidamos y les damos mantenimiento todos los días, todo el día”, detalla Guzmán.
El jardinero, de 26 años, afirma que el trabajo en este majestuoso lugar es de nunca acabar. Hay que sembrar, podar, fertilizar, fumigar, abonar y recortar las plantas para que el sitio luzca fotogénico.
Es un trabajo de mucha paciencia, vocación, amor por la naturaleza y uno que otro colerón, porque sí, hay quienes no valoran lo que tienen al frente y lo dañan.
Además, el de los jardineros es un oficio en el que es requisito no preocuparse por lucir impecable, tener mucha creatividad y en el que hay que estar dispuesto a pasar una jornada completa bajo el sol y de cuclillas.
Un total de 15 jardineros son quienes cumplen con esas condiciones y se encargan, actualmente, de que las Ruinas brumosas sean un lugar perfecto para aquellos quienes disfrutan tomarse fotos en lugares de ensueño o bien, para quienes les gusta relajarse y tomar aire puro, aún en medio de la ciudad.
Diariamente, ellos se dividen en grupos para darle mantenimiento a este histórico lugar, así como a los jardines del Museo Municipal de Cartago, al Parque María Auxiliadora y al Parque Jesús Jiménez.
Un escudo, muchas figuras
En el costado sur de las Ruinas hay un escudo de Costa Rica, hecho con plantas. Es un escudo que combina flores de tonos verdes con amarillos, rojos y blanco que se complementan con una hilera de piedras decorativas a su alrededor.
Los encargados de realizarlo fueron los jardineros Allan Guzmán Cedeño y Livier Quesada Martínez, quienes a partir de una moneda de ¢500 lograron darle forma a esta obra.
“La imaginación juega un gran papel en este tipo de trabajos y también el tipo de plantas que necesitamos, porque es el primer escudo en tercera dimensión que hacemos con floración y colores variados, entonces había que seleccionar cada planta con cuidado. En este caso, el escudó necesitó más de 800 plantas”, explica Guzmán.
Además, a lo largo del proceso, el jardinero detalla que hubo un equipo de topógrafos que les colaboró con ciertas medidas para poder diseñar el símbolo nacional.
Este escudo tiene tan solo un par de meses en el jardín de las Ruinas, pues es una idea que se desarrolló como parte de los proyectos del Bicentenario de Costa Rica.
De hecho, al lado del símbolo patrio natural se encuentran las fechas 1821-2021; así como la frase: “Costa Rica aquí nació tu historia”.
“La frase la hicimos de un solo tipo de plantas pero de dos colores diferentes. Con los topógrafos se sacaron los puntos de la medición para hacer la frase y luego nosotros mismos como jardineros la fuimos forjando con las palas y con mucha imaginación… las letras las hicimos a pura pala y ‘a huevo’, como dicen”, resalta Guzmán.
Y es que para ser jardinero hay que tener creatividad, pues si bien su trabajo es darle mantenimiento a las plantas y procurar que el espacio luzca hermoso, para ellos, de forma personal y profesional, es importante integrar el área verde a la arquitectura del lugar. Es decir, que todo tenga su simetría y se vea bonito.
Para esto no hay un curso o una forma de profesionalizarse, todo el aprendizaje es empírico y forjado en el día a día.
“Lo primero que hay que tener para poder trabajar en jardinería es el amor por la naturaleza. También hay que saber cómo se utilizan las plantas y, luego de eso, se pueden empezar a hacer diseños. Sin embargo, esto no es como algo que venga codificado en un libro o en una computadora o que uno pueda decir: ‘yo voy a diseñar esto porque lo vi’; porque no es así, sino que uno va diseñando lo que se imagina”, agrega Guzmán.
Ese es precisamente el caso de don Luis Gómez Rojas, uno de los jardineros más experimentados de las Ruinas y que está a cargo del jardín del Museo Municipal de Cartago.
Desde hace 21 años estos jardines son su lienzo y desde que consiguió este trabajo ha procurado explotar ese talento que ha adquirido con el paso del tiempo y que viene acompañado por el amor a la naturaleza que le inculcaron desde pequeño.
“Me acuerdo que mi amigo Óscar Alfaro (también jardinero de los parques) siempre me decía: ‘Luis, uno siempre debe ser diferente’. Entonces, yo le decía: ‘está bien, le acepto lo de ser diferente, pero también hay que ser arriesgado’. Es decir, hay que hacer cosas diferentes pero que sean difíciles, para que a la hora de que uno llegue a ver el trabajo ejecutado, uno se sienta más satisfecho del reto que uno se puso”, explica.
“Dios a todos nos da a todos un talento y nosotros lo que tenemos que hacer es descubrirlo y explotarlo. Entonces ya cuando usted descubre su talento, no le va a cansar el trabajo”
— Luis Gómez, jardinero
Fue así como ambos jardineros, junto a Bernardo Montero, comenzaron a realizar figuras en los arbustos de los diferentes jardines y parques en Cartago.
Por ejemplo, en las Ruinas hay una tortuga y un oso; en el parque María Auxiliadora hay un pichel y la figura de un conejo -que la gente suele decir que es un Mickey Mouse-; mientras que en el jardín del Museo Municipal de Cartago hay actualmente un lagarto y un sillón, todos producto del trabajo de los jardineros brumosos.
Don Luis cuenta que estas no son figuras permanentes, sino que se exhiben por temporada, pues las cambian cada cierto tiempo.
“Las figuras que yo hago las hago por instinto y por gusto. Antes había hecho una paloma, entonces yo solo me la imaginaba y la iba haciendo a puro pulso: le fui dando alas, luego le fui formando los pies. Igual con una tortuga, que lo primero que hice fue formar el caparazón.
“Pero ya la paloma no está, porque a mí me gusta estar cambiando las figuras, pues nosotros trabajamos con un arbusto que se llama espiga de oro o 12 de abril. Este es muy flexible a la hora de que uno le quiere dar forma y es muy rápido a la hora de crecer, entonces se le facilita a uno hacer otras figuras.
“Eso sí, ninguna de las figuras las he hecho con guía de nada, solo con la imaginación. Mucha gente usa guía, por ejemplo les pone varillas, pero yo no, nada de eso”, comenta entre risas.
Para este trabajo, los jardineros utilizan dos herramientas. Primero, con el cortasetos realizan los cortes más grandes y luego con la tijera se le dan los toques finales. Según don Luis, es algo así como “cuando uno va a cortarse el cabello: primero le pasan la máquina y después le dan los detallitos”.
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Este es un oficio que a don Luis le apasiona tanto, que todos los días se levanta feliz de saber que va a trabajar, que va a hacer lo que le gusta.
“Dios a todos nos da un talento y nosotros lo que tenemos que hacer es descubrirlo y explotarlo, entonces ya cuando usted descubre su talento, no le va a cansar el trabajo. Hay ocasiones que a los trabajadores no les apasiona lo que hacen, en cambio a mí personalmente lo que es la jardinería me gusta mucho, entonces no me canso y me insta a hacer cosas diferentes”, agrega.
Perseverancia
Don Luis es uno de los jardineros más experimentados entre el equipo. A lo largo de los años ha sobrepasado varios obstáculos y de una u otra forma las plantas le ayudan y motivan a seguir adelante.
Quizá uno de los retos más duros fue hace 12 años, cuando le diagnosticaron cáncer de piel que, afortunadamente, logró superar.
“Yo pienso que Dios me da un gran premio. Dice la gente que al que a buen árbol se arrima, buena sombra le da; y yo pienso que el pilar fundamental siempre ha sido de Dios, porque siempre tengo plena confianza y estoy seguro de que con Dios nada puede fallar. Él me ha dado la capacidad de poder superar esos obstáculos y ese cáncer de piel.
“Y si Él me dio esta oportunidad, ¿cómo no estar agradecido cada día? Yo me levanto y digo: ‘bendito Dios porque me ha dado la oportunidad de poderme levantar y de disfrutar esto’”, dice.
Para don Luis lo principal es salir adelante a pesar de las dificultades. Por ello, pese a la enfermedad, continuó laborando en sus queridos jardines. Y aunque es un trabajo que se tiene que realizar bajo el sol, él toma todas las precauciones posibles.
“Yo uso mi manga larga, mi sombrero chino, mi protector solar… es que sobre la marcha siempre se nos van a presentar obstáculos, pero Dios a uno le da la inteligencia para poderlo soportar y superar. Es como un atleta cuando se prepara para una competencia: ellos se preparan porque saben que hay obstáculos”, añade.
“Como en dos ocasiones le he llamado la atención a la gente. Les digo: ‘Mire, no me toque las plantitas, no me las arranque, porque ese es el deleite de los turistas’”
— Hains Chaves, jardinero
Todo es cuestión de vocación, de amor por la naturaleza.
De acuerdo con José Gamboa, encargado del departamento de Parques y Jardines de la Municipalidad de Cartago, este es un equipo entregado y con amplio conocimiento, el cual han adquirido con el paso de los años.
“Ellos conocen las plantas, saben cómo se manejan los pastos, cómo se maneja la parte ornamental. Ellos mismos reproducen los cultivos aquí. Un jardín tiene que cuidarse todos los días: si no es el riego, es la poda, el cultivo o quitar ramas malas. A veces las plantas pueden enfermarse. El mérito de todo esto es de ellos mismos”, afirma el ingeniero agrónomo.
De acuerdo con Gamboa, esta labor se ha hecho mucho más indispensable durante la pandemia, pues los turistas visitan este tipo de lugares buscando distraerse de la situación sanitaria actual.
Cada vez es más el público que se acerca a los parques, jardines y lugares abiertos, aprovechando el momento para tomarse una foto, preguntar por las plantas y sentarse a disfrutar la vista.
“Hemos notado que si las personas ven un jardín bonito, ahí se meten y se toman fotos. Entonces tomarse una foto aquí en una banquita rodeada de flores y de árboles es algo que se valora mucho actualmente.
“Nosotros queremos que esas fotos queden bonitas. A veces la gente viene de paso y disfrutan aunque sea unos minutos y eso es importante, de eso también se trata el turismo”, agregó Gamboa.
Amor y paciencia
Don Hains Chaves Fajardo es uno de los jardineros más nuevos del grupo. Él llegó hace tres meses a completar el equipo y en este corto tiempo ha descubierto los sentimientos que le produce ver a las personas que se toman a la ligera su trabajo y el de sus compañeros.
Este cartaginés de 54 años asegura que hay quienes se acercan solo para hacerle daño a las plantas.
“Imagínese el sufrimiento que le produce a uno ver a alguien que está dañando una plantita, más que todo por lo que cuesta pegar esa plantita para que solo se la lleven o la arranquen. Da congoja porque uno siempre quiere ver las cosas bonitas y que se exhiban para el público, que venga la gente y diga: ‘¡Qué linda planta. Qué lindo jardín!’.
“Como en dos ocasiones le he llamado la atención a la gente. Les digo: ‘Mire, no me toque las plantitas, no me las arranque, porque ese es el deleite de los turistas’”, detalla Chaves.
Su sentimiento no es aislado: a los demás jardineros, incluidos Allan Guzmán y don Luis Gómez, el descuido de algunas personas hacia el jardín les provoca lo mismo. Solamente ellos saben el trabajo que han tenido que hacer a lo largo de meses para que una planta florezca y se convierta en una pieza clave dentro del escenario.
“Uno que trabaja días de sol y agua para ver los jardines así, y que de pronto llegue una persona a arrancar una planta y uno saber que esa planta no le va a pegar, que se va a marchitar, que se va a perder, sí duele mucho.
“Y duele porque una planta mínimo para verla frondosa y floreada dura de mes y medio a dos meses, entonces ese trabajo se ve perdido. A uno como jardinero le da una satisfacción muy grande ver el ciclo de ella cumplido, entonces cuando una persona llega y arranca una mata uno se siente bastante sufrido. Yo creo que en ocasiones nosotros somos ciegos o ignorantes de lo que vemos por la calle”, comenta Gómez.
Sin embargo, el ingeniero agrónomo José Gamboa, encargado de los jardineros, afirma que se ha estado creando una cultura entre las personas, quienes dan aviso a las autoridades cuando se vandalizan los parques.
Así que si se acerca a las Ruinas, a un parque, o a un jardín y hay un jardinero, felicítelo por su trabajo.