La noticia causó verdadero estupor en el mundo: en febrero del 2016, justo cuando los videos de decapitaciones de ciudadanos occidentales por parte de combatientes del Estado Islámico generaban una ola de terror e indignación mundial, tres adolescentes del este de Londres escaparon de sus casas y su país con el fin de convertirse en “novias de la Yihad”, o sea, mujeres esclavas de los guerreros del califato.
Medios de comunicación y miles de personas en el mundo, empezando por los parientes de las jovencitas, les auguraron lo peor. Efectivamente, los dantescos escenarios que muchos temieron, se han ido sucediendo. El caso tomó relevancia por estos días debido a la polémica que se ha desatado en el Reino Unido ante la decisión del Ministerio del Interior de retirarle la ciudadanía británica a Shamima Begum, una de las tres integrantes de esta historia, y quien intentó regresar a su país tras la muerte de su tercer hijo, como había ocurrido con los primeros dos. Con 19 años, Shamima ha tenido tres hijos, los cuales fallecieron por enfermedades provocadas por las condiciones de pobreza extrema a la que fueron sometidas las mujeres desde que lograron su cometido de establecerse en Siria.
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La escabrosa historia se inició –al menos para los medios internacionales, pues evidentemente las jóvenes comulgaban con los postulados de ISIS desde meses o años atrás– el 17 de febrero del 2015, cuando Shamima Begum y Kadiza Sultana, las dos de 16 años y británicas de familia bengalí, y una tercera adolescente, de 15 años, nacida en Alemania pero de padres etíopes, tomaron un vuelo a Estambul con el fin de intentar cruzar a Siria para, como ya se dijo, convertirse en mujeres esclavas de los combatientes de ISIS. Como reseñó el diario español ABC, las tres eran buenas alumnas en el colegio Bethnal Green Academy, en su barrio del este de Londres, donde sus profesores añadieron que se trataba de “chicas vulnerables y un poco ingenuas”.
Las jóvenes habían conseguido el permiso de los padres para tomarse el día libre con una excusa. En cambio, lograron trasladarse a Estambul, en un hecho que generó polémica en su momento en vista de que las tres eran menores de edad y, además, ya había varias alertas sobre muchachas que estaban desplazándose a Siria para enrolarse con el ejército como parejas de los combatientes. Una vez que sus familias descubrieron a qué se debía la desaparición de las jóvenes, se declararon devastadas, mientras el portavoz de la mezquita a la que asistían las familias rompió a llorar tras hablar por teléfono con la hermana de una de las muchachas. “Eran unas estudiantes ejemplares, fueron manipuladas”, declaró en aquel momento.
Lo que ocurrió con ellas una vez que se instalaron en Siria ha trascendido a cuentagotas, siempre con tenor siniestro. El caso de Shamima reavivó en los últimos días la “aventura” de las tres muchachas en vista de que, tras la muerte de sus dos primeros hijos, a principios de este año y ya a punto de dar a luz al tercero, intentó regresar a Gran Bretaña con el fin de asegurarse que su hijo naciera con las condiciones idóneas y eximirlo así de sucumbir por problemas de salud.
Sin embargo, en febrero pasado, el Ministerio del Interior del Reino Unido le denegó el ingreso y la despojó de su pasaporte, con el fin de retirarle la ciudadanía británica. El caso provocó de inmediato una polémica entre funcionarios, prensa y civiles, la cual se avivó a partir del viernes 31 de marzo, cuando varios medios ingleses revelaron que, tal como lo temía Shamima, su tercer hijo solo sobrevivió un mes y murió de neumonía el jueves 30.
A finales de febrero, el ruego de Shamima se convirtió en noticia mundial por sus protestas ante lo que consideraba “una injusticia”, pero también porque, al mismo tiempo, declaraba que no se arrepentía de la decisión que había tomado y hasta ensalzaba las salvajadas que comete el ejército del Yihad.
“Estoy un poco conmocionada. Es un poco perturbador y frustrante. Me parece que es un poco injusto para mí y mi hijo”, afirmó la joven en una entrevista con el canal británico ITV tras conocer el anuncio del Gobierno de su país.
Begum, que actualmente se encuentra en un campo de refugiados en el noreste de Siria, dio a luz justo el último fin de semana de febrero. El ministro del Interior, Sajid Javid, dio a entender después que el bebé podría ser ciudadano de Reino Unido. “Los niños no deben sufrir. Así que si un padre pierde su ciudadanía británica no afecta a los derechos de su hijo”, afirmó ante el Parlamento, según información proporcionada por la agencia AFP.
En el mismo contexto, la joven aseguró no entender “porqué mi caso es diferente” al de “otras personas (que) son enviadas a Reino Unido”. Y afirmó que, dado que su “marido es holandés y tiene familia en Holanda”, “tal vez pueda pedir la ciudadanía” allí. “Si lo envían a la cárcel en Holanda, puedo esperarlo mientras está en la cárcel”, expresó sobre su esposo, actualmente prisionero de las kurdo-árabes Fuerzas Democráticas Sirias (FDS).
El caso de Begum conmocionó al Reino Unido, sacudido en el 2017 por una serie de atentados reivindicados por el Estado Islámico (EI), en vista de la manifiesta falta de arrepentimiento de la joven, quien afirmó que no lamentaba haber huido a Siria cuando tenía 15 años, junto a otras dos adolescentes de su escuela en el este de Londres, y calificó el atentado de Mánchester, que dejó 22 muertos en mayo del 2017, como una “represalia” a los ataques de la coalición occidental contra el EI.
La decisión del Gobierno británico fue notificada oficialmente mediante una carta de Javid a su familia. “Es una herramienta poderosa que solo puede ser usada para mantener a los individuos más peligrosos fuera de este país y no la usamos a la ligera”, afirmó el ministro ante el Parlamento. Agregó: “Debemos anteponer la seguridad de nuestro país”.
Reino Unido puede retirar el pasaporte a uno de sus ciudadanos si considera que es una decisión de “interés general” a condición de que esto no lo convierta en apátrida, conforme a la convención de Nueva York del 30 de agosto de 1961.
El jefe del servicio de inteligencia exterior británico MI6, Alex Younger, estimó recientemente que las personas que se unieron al EI “probablemente adquirieron competencias y relaciones que los convierte en potencialmente peligrosos”.
Pero Shamima negó representar amenaza alguna: “Yo solo era una ama de casa, pasé cuatro años en casa, cuidé de mi esposo, de mis hijos”.
La familia de la joven expresó su decepción y anunció que examina “todas las vías legales para impugnar esta decisión”, que puede ser recurrida.
Por su parte, el líder laborista Jeremy Corbyn, cuestionó la decisión del Ministerio del Interior de despojar a Begum de su ciudadanía británica, pues consideró la decisión del gobierno como “una maniobra muy extrema”. Corbyn le dijo a ITV: “Ella nació en Gran Bretaña, tiene el derecho de permanecer en Gran Bretaña y obviamente tiene muchas preguntas que responder, pero también el apoyo que necesita”.
A Shamima también se le denegó la entrada a Bangladesh, país natal de sus padres, pues el gobierno de ese país aseguró que los ciudadanos bangladesíes eran los papás, no ella.
El pasado 20 de marzo su familia comenzó formalmente su desafío legal para revertir la decisión de Sajid Javid en cuanto a despojar a la novia de ISIS de su ciudadanía británica. La familia argumentará que la decisión del ministro de Interior fue injusta porque a otros cientos de británicos que se unieron al grupo terrorista se les ha permitido regresar.
La madre de Begum, que está presentando la apelación, afirma que la vida de su hija ahora está en peligro y que está sufriendo un mal trato en un campamento de refugiados sirios. También se dice que está bajo amenaza de los extremistas de ISIS.
“No me afectan las decapitaciones”
Según un amplio reportaje de The Times, prestigioso medio británico, a las pocas semanas de llegar a Siria, Shamima se casó con Yago Riedjik, un holandés de 27 años. Casi de inmediato se embarazó de su primer hijo, quien murió a las pocas semanas de nacido, debido a una severa desnutrición. La historia se repitió con el segundo embarazo: el bebé nació pero luego murió de una enfermedad no determinada.
La vida de la pareja, como es obvio, ha sido caótica. Ellos se separaron cuando huían de Baghouz, un pueblo donde están atrincherados cientos de combatientes de ISIS. Finalmente, Shamima terminó en un campamento de refugiados kurdos, donde ocurrieron los acontecimientos recientes ya reseñados y que culminaron con la muerte de su tercer hijo. La hermana mayor, Renu, dijo a la prensa que antes de que The Times contactara a Shamima, llevaban una larga temporada de no saber nada de ella.
El discurso de la joven, eje de toda esta polémica, es algo contradictorio, por decir lo menos. Mientras exige regresar al país en el que nació, no solo insiste en no haberse arrepentido de su decisión de unirse a ISIS, sino que también se jactó de haber pasado un “buen momento” bajo el régimen de terror y aseguró que haber visto “cabezas cortadas” (por las prácticas de degollamiento), no la habían desconcertado en absoluto. Además, en una entrevista con Sky News aseguró que “los británicos deberían sentir simpatía por mí. En mis cuatro años en Siria nunca hice nada peligroso”. Y apostilla: “No sabía en lo que me estaba metiendo cuando me fui de casa”. Luego les dijo a los periodistas que no podía vivir en ese campamento para siempre, para poco después asegurar que “apoya la violación y el asesinato de las esclavas sexuales de Yazidi y que el atentado de Manchester Arena fue una “toma de justicia" por los ataques aéreos en Siria.
Estos argumentos son parte de los que esgrime el Ministerio del Interior para insistir en que Shamima Begum es un potencial peligro para la seguridad de Gran Bretaña.