El 2019 cerró con una noticia desalentadora para los ticos. La tasa de desempleo del cuarto trimestre de ese año en Costa Rica alcanzó un 12.4%, la más alta de la última década. Ese porcentaje se traduce en aproximadamente 309.000 costarricenses sin trabajo, según la encuesta Continua de Empleo (ECE), del Instituto de Estadísticas y Censos (Inec).
Las cifras ante la falta de puestos de trabajo si bien son alarmantes, no alcanzan para describir el drama que viven a diario quienes se levantan de la cama sin contar con un medio de sustento. Estas son las voces de quienes no se pierden una feria de empleo, de aquellos que cargan a todo lugar una carpeta con impresiones de su currículo (nunca se sabe) y de los que se resignan a tomar cualquier trabajo disponible, aún cuando no sea acorde a su preparación o experiencia.
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Estas son las voces del desempleo en Costa Rica.
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“Si tuviera opción de vender mi riñón lo hubiera hecho”
Nombre: Alfred Monge Campos
Edad: 47 años
Profesión: Administrador de empresas con énfasis en mercado
Tiempo desempleado: Seis meses.
Residencia: Barrio México
Alfred Monge encontró en las madrugadas el mejor momento para postularse a empleos. Razonó que como las plataformas web actualizan las ofertas cuando el reloj marca un nuevo día, ese sería el mejor momento para incluir sus datos y enviar su hoja de vida. Horas después Alfred se volvió invisible en la lista, pues cuando revisó cuántas personas querían el mismo trabajo que él, contó unas 300.
En el 2019, buscando nuevos aires y conociendo la inestabilidad del mercado financiero, negoció su salida de la empresa en la que trabajó por ocho años. Confiado en su experiencia en cooperativismo y banca y finanzas salió a la calle con altas expectativas. Creyó que pronto volvería a ubicarse como supervisor en otra firma.
“Uno sale con convicción”, afirma. Los meses empezaron a pasar veloces y el dinero de la liquidación se hacía menos. Alfred se percató de que nadie lo llamaba.
“Me empecé a dar cuenta de que ni de coordinador, ni para supervisor, ni para nada me llamaron. Toqué puertas en instituciones financieras y las encontré cerradas. Decían que mi curriculum era muy extenso para el puesto. Lo corté de cuatro a dos páginas”, detalla Alfred, quien arrinconado incluso entró a un bar en el que buscaban a un ayudante de cocina. Tampoco le dieron ese trabajo porque su experiencia en cocina fue hace muchos años.
Alfred no tiene hijos. Actualmente su esposa asume todos los gastos de la casa y préstamos que adquirieron en conjunto.
“Me siento preocupado. Soy una persona creyente en mi Dios. La fe es algo de todos los días. Te mueve a decir que Dios tiene algo bueno, pero, ¿cómo se hace cuando se acerca fin de mes pero no tienes dinero para pagar el banco, o la casa? La verdad es que si tuviera opción de vender mi riñón lo hubiera hecho”, sentenció.
“Me ven con mirada discriminatoria”
Nombre: Adriana Quirós Salas
Edad: 34 años
Experiencia y/o profesión: Bachiller en educación media. Experiencia en telemercado. Nivel de inglés: 85%.
Tiempo desempleada: Dos años.
Residencia: Hatillo 1.
Adriana Quirós proyecta seguridad y entusiasmo. Pocas veces ha tenido un trabajo estable en el que cuente con garantías sociales. Luego de estar dos años desempleada, ha repasado una y otra vez, por qué cuando la llaman a una entrevista no se concreta la posibilidad de que le den el empleo. Ha llegado a pensar que la decisión de los reclutadores tiene que ver con su apariencia. Dice que varias veces ha sentido como ojos juzgadores la examinan completa.
“He enviado currículum a todo lado. Me llaman y no sé si es por la imagen de empresa que no me quieren ahí. Me ven con mirada discriminatoria. Creo que es por mi apariencia física. Soy una persona bajita, mido 1.45 m., y soy un poco gordita. Ahora siento que en los reclutadores tienen un estándar de imagen”, lamenta.
Su último trabajo formal fue, por cinco meses, en una cadena de comidas rápidas. Desde entonces no tiene la certeza de recibir un ingreso fijo. “Siempre he tenido que luchar para tener trabajo”, dice.
Actualmente busca empleo “en lo que sea”. Cuenta con experiencia en telemercadeo, como cajera y recalca su dominio del inglés. Para ampliar sus posibilidades ha llevado cursos de computación y manipulación de alimentos, entre otros, no obstante, ha tenido que eliminar algunos de sus conocimientos de su hoja de vida para facilitar que la contraten.
“Siento que por eso no lo llaman a uno. Cuando ven que uno tiene más títulos o certificados no lo llaman”, considera.
Los últimos meses Adriana ha recurrido a las ventas por catálogo para intentar solventar sus gastos. Por ahora, sus papás son su soporte económico ante la complicada situación de no conseguir trabajo aunque lo desee con fuerza.
“Lo más duro para mí ha sido no recibir respuesta. Yo esperaría al menos que respondan un correo y digan que uno no es elegible. Deseo mucho trabajar para poder tener independencia completa de mis papás”, cuenta.
Adriana tiene disposición para desempeñarse en cualquier opción laboral. No obstante, luego de vivir por tanto tiempo la realidad de no ser contratada, se ha hecho la idea de tener su propio negocio. Su aspiración es poner un taller de reparación de computadoras.
Es realista y sabe que antes de cumplir este propósito es indispensable tener un trabajo formal para así pagar estudios en esa área.
“Este deseo de tener mi propio negocio nace después de ver que siempre me cierran las puertas”, contó. Adriana no espera a que una oportunidad le llegué a su casa: ella todos los días la busca en ofertas que salen en periódicos, en redes sociales y dispone parte de su tiempo para enviar su curriculum por correo electrónico.
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“Creí que con el título en la mano era más fácil encontrar trabajo”
Nombre: Sonia Campos Rivera.
Edad: 45 años.
Profesión: Bachiller en Recursos Humanos. Cuenta con experiencia como vendedora, telemercadeo y servicio al cliente.
Tiempo desempleada: Cuatro años sin trabajo formal.
Residencia: Guápiles pero está en San José para buscar trabajo.
“Estoy dispuesta a trabajar en lo que sea”. Esa es la frase honesta de Sonia Campos, una mujer de 45 años que nunca ha podido ejercer como profesional porque no tiene experiencia en recursos humanos, carrera que estudió.
Sonia se resignó y aceptó que difícilmente iba a poder desarrollarse en esa área. Igualmente las cuentas hay que pagarlas y el duelo por no poder trabajar en lo que estudió no podía tardar demasiado. “Voy a trabajar en cualquier cosa”, pensó. Aun así no sería sencillo. Hace seis meses busca trabajo; antes de este tiempo tuvo un ingreso pequeño porque ayudó a vender ropa.
Es vecina de Guápiles, pero está viviendo en San José porque cree que en la ciudad será más fácil encontrar una oportunidad. Por ahora cuida a su sobrino.
Sonia estudió recursos humanos porque durante cinco años ayudó en ese departamento en una fábrica textil en la que trabajó. Era asistente. La experiencia que adquirió ahí a los eventuales empleadores les resulta nula, pues fue antes de que ella estudiara formalmente.
“Empecé a sacar el bachillerato por madurez a los 25 años. Luego saqué un técnico en la Castro Carazo, ya ahí tenía como 31. Terminé el técnico y nos dieron la oportunidad de que siguiéramos la carrera pero en San José. Ayudaban con un descuento. Así terminé la universidad casi a los 36 años. Creo que haber estudiado tarde también afecta que me contraten. Mientras estudiaba creí que con el título en la mano era más fácil encontrar trabajo. Claramente eso no pasó”, dice.
Sonia ha trabajado en tiendas, vendiendo ropa; tuvo una soda que debió cerrar por falta de solvencia. Últimamente es promotora de ventas por catálogo.
La falta de experiencia en su profesión no es la única barrera a la que se enfrenta: la edad también hace que ella no sea elegible. “En las entrevistas de cualquier tipo de trabajo me preguntan por la edad y de ahí no paso”, cuenta.
En sus múltiples intentos se ha registrado en Servicio Cívil (el sistema creado para regular el acceso y ejercicio de los cargos de la función pública) para recibir oportunidades mediante esa plataforma. La han llamado tres veces para trabajar como oficinista, pero su perfil no ha calzado por la residencia o la edad. En otros casos, durante el proceso la han dejado de llamar.
" Las expectativas (de la carrera) no se cumplieron"
Nombre: Luis Diego Soto Céspedes.
Edad: 28 años.
Profesión: Licenciado en comunicación de mercadeo, publicista y técnico en mercadeo digital.
Tiempo desempleado: Dos años.
Residencia: Zapote.
Las puertas laborales se cierran todo el tiempo para Luis Soto, de 28 años. Las oportunidades no se le concretan porque, asegura, a él le toma “más tiempo” adaptarse a un puesto de trabajo. Él siente que está enredado como en una maraña de la que no puede salir.
Luis estudió publicidad porque siempre le llamó la atención ser creativo. Sin embargo no se ha desarrollado como quisiera en esa área. Ahora, después de descubrir hace un año y medio que tiene el síndrome de Asperger (está dentro del trastorno del espectro autista, en un grado 1), entendió que sus fortalezas son otras y que por ello se le complicaban las funciones ejecutivas, el desarrollo de habilidades blandas, trabajo en equipo o realizar multitareas.
En su experiencia profesional, Luis cuenta con tres prácticas profesionales. En el 2017 lo contrataron como community manager; dos meses después lo despidieron, aun cuando él cree que se estaba adaptando.
“Antes tenía creencias erróneas de mi personalidad. Creí que ser extrovertido era lo único válido, trataba de formarme una habilidad que no mostraba mi verdadera esencia. Ahora busco trabajo más selectivamente. Comprendí que en las agencias de publicidad no encajo”, cuenta.
Luego de su diagnóstico, Luis acudió a la fundación Yo puedo, ¿y vos?, en busca de apoyo. Ellos le consiguieron un par de entrevistas, pero ninguna lo llevó a buen puerto.
En sus intentos de tener más posibilidades, Luis está estudiando inglés para reforzarse. También lleva cursos en línea para actualizarse en materia de mercadeo y le encantaría poder trabajar en marketing digital o en labores que sean más individualizadas. Con lo que eventualmente logre de remuneración quiere pagar nuevos estudios, pues luego de sus fallidas experiencias laborales se ha cuestionado su vocación.
“Si consigo trabajo me gustaría hacer un técnico en telecomunicaciones. La publicidad es un ámbito muy competitivo. Estudié porque fantaseaba mucho. Me llamaba la atención el reto de la creatividad. Las expectativas no se cumplieron”, dijo Luis, quien se sume en una encrucijada cada vez que piensa si revelar o no su condición en entrevistas de trabajo, pues ya ha topado con muchos NO.
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“No me dan trabajo porque no tengo experiencia”
Nombre: Annette Vega Chaves
Edad: 45 años.
Experiencia: Bachillerato en educación media. Técnica en inspección de control de calidad, está a unos cursos de terminar la carrera de Tecnologías de información.
Tiempo desempleada: Estuvo dos años sin trabajo. Desde octubre labora como cajera.
Residencia: Paso Ancho.
Hace algunos meses, antes de que Annette Vega fuera contratada, ella vendía pan en San José. Entre la multitud de vendedores ambulantes de todo tipo de artículos, frutas o alimentos, ella sobresalía porque llevaba un cartel en el que con letras grandes decía que buscaba trabajo. Con una tipografía más pequeña indicaba sus múltiples conocimientos.
Desde octubre y hasta finales de diciembre fue contratada temporalmente como cajera. A inicios de febrero, la llamaron de la misma tienda departamental para que firmara un contrato fijo. Sin duda, está agradecida por la oportunidad, aun cuando dicho trabajo no tiene relación con sus estudios.
Entre otros certificados, Annette, de 45 años, cuenta con un el título de inspectora de calidad. En esta labor no ha encontrado trabajo porque le piden experiencia y además, porque “la edad le cierra puertas”, afirma.
“No me dan trabajo porque no tengo experiencia. No sacan tiempo para capacitar. Los inspectores de calidad que entran a las empresas son personas que están trabajando en la misma empresas”, dice Annette, quien siempre ha visto en el estudio la escalera para ascender a mejores oportunidades.
“Trabajé muchos años como vendedora en una tienda. Como estaba cansada de estar de pie, vi que siendo cajera podía trabajar y sentarme, entonces saqué el bachillerato para poder ser cajera. Sabía que podía salir adelante estudiando. Yo quise seguir esforzándome. Conseguí una beca y empecé a estudiar Tecnologías de Información en Cenfotec, me falta un cuatrimestre para terminar, pero económicamente no me alcanza”, agregó.
Para insertarse en el mercado laboral, Annette creó tres tipos de curriculum, y en cada uno pone distintos perfiles que se adaptan a variados puestos.
“Hubo momentos en los que era tanta la necesidad que para que me dieran trabajo quitaba mis títulos del curriculum. Una vez dejé solamente bachillerato para que me contrataran como miscelánea y me dijeron que estaba sobrecalificada. Sé de personas que solo dejan el título de noveno en sus hojas de vida para así tener posibilidades”, cuenta.
Annette tiene certificados de analista de datos, auxiliar contable, reparación y mantenimiento de celulares y tabletas, niñera de bebés y técnico en informática. Aun con sus atestados dice que algunas veces no la quisieron contratar por su apariencia.
“Muchas veces me han visto como bicho raro. En otras oportunidades me han despedido porque una supervisora no ha hecho clic conmigo. Una vez me separaron de mi trabajo porque se me iba a vencer el contrato temporal y pregunté si había opción de trabajar en otra área”, recordó.
“Trabajé en una empresa y ganaba el 30% de lo que ganaba como consultor”
Nombre: Óscar Crespo Madrid.
Edad: 27 años.
Profesión: Internacionalista y consultor en política exterior y diplomacia.
Tiempo desempleado: Siete meses antes de encontrar su actual empleo como ejecutivo de cuentas en una empresa de tecnologías, en un puesto no relacionado a su profesión.
Residencia: Santa Ana.
SI hay una palabra que suena repugnante en los oídos de Óscar Crespo es “sobrecalificado”. Este joven venezolano ha estado desempleado por periodos. En ocasiones ha aplicado hasta a 400 puestos y una de sus mayores trabas es contar con demasiados atestados. También dice que el tema de ser extranjero ha influido.
Óscar trabajó como consultor de gobierno fuera de Costa Rica entre el 2014 e inicios del 2017. Tras dejar ese trabajo, varios meses del 2017 vivió “la tortura” de topar solamente con negativas laborales. Luego encontró una opción pero no en su área.
“La parte del subempleo (por ejemplo, realizar empleos con un nivel de calificación inferior al que tienen) es otro detalle. De agosto 2017 a junio 2018 trabajé en una empresa de logística y ganaba el 30% de lo que ganaba como consultor. (...) Caes y eres víctima de filtros de recursos humanos. Las entrevistas decían que estabas sobrecalificado. Había posiciones que pagaban ₡350.000”, dice.
En julio del 2018 Óscar tomó la oportunidad de ejercer como consultor pero tenía que irse a Angola o México. En el 2019 renunció para regresar a Costa Rica con la esperanza de colocarse en este país.
Gracias a trabajos anteriores, Óscar tenía contacto con líderes políticos y económicos de Costa Rica. Aún cercano a esa red, no encontró una oportunidad estable y volvió a vivir el desempleo.
Tras siete meses sin trabajo encontró su actual empleo que no tiene relación con su profesión.
“Es un sueldo que me permite vivir. Y es una buena oportunidad para poder pagar casa y carro. Trabajo en un lugar en el que puedo crecer. Tengo la oportunidad de capacitarme, estoy aprendiendo de otro sector, entre otras cosas”.
¿Por qué seguir buscando opciones en Costa Rica? Óscar tiene varios motivos para querer vivir en este país, en el que se instaló desde el 2011. Primero, la crisis que vive su natal Venezuela. Además, aquí tiene permiso de trabajar.
“Tenía tres opciones: seguir trabajando y viajando por varios países sin estabilidad. Volver a Venezuela o regresar Costa Rica.
"Escogí regresar. Creí que sería más sencillo conseguir trabajo. Aquí los indicadores los ves y estás mejor que en otros países de Latinoamérica. Quiero tener aquí a mi familia”, dice Óscar, quien está a un paso de poder natularizarse.
Agrega: “Lo que más me cuesta es que no tengo los amigos suficientes (para establecer conexiones). Me valgo de mis méritos y experiencia”.
“Me deprime no poder aportar a la casa”
Nombre: Mario Mcquiddy Zamora
Edad: 61 años
Profesión: Contador.
Tiempo desempleado: Desde el 2011 no encuentra nada estable. El último año las oportunidades han sido inexistentes.
Residencia: Santo Domingo, Heredia.
De su vida, Mario Mcquiddy ha trabajado más de 40 años. Empezó en una mueblería y luego pudo estudiar para formarse como contador. Estaba convencido de que con trabajo duro se aseguraría una vejez tranquila. Hoy, cerca de entrar a la edad de oro, vive atribulado porque hace cuatro años no encuentra trabajo. Incluso desde el 2011 la situación laboral se le complicó, mas algo conseguía.
Lo que más mortifica a este contador privado es que está a unas 20 cuotas de poder pensionarse. Ante la falta de trabajo formal se aleja cada vez más de esa opción. Consultó si podía someterse a la pensión anticipada, sin embargo, de hacerlo, se le deducirá más de un 4% del monto que le corresponde, lo que representa una cantidad significativa para el monto que recibiría todos los meses.
“Yo pensé en buscar un préstamo para cubrir las cuotas restantes, sin embargo, no me lo permiten.
"Estoy en una situación compleja. En el 2011 cerró una empresa en la que trabajé por 17 años”, relata don Mario, quien cuenta que ha buscado empleos de todo tipo. "Mi esposa y mis hijos me pasan correos con ofertas laborales. También estoy en un chat de WhatsApp en el que comparten opciones. He enviado curriculum para trabajar como misceláneo o en planta y no me dan la posibilidad porque dicen que estoy sobrecalificado, pero en realidad es por mi edad”, agrega.
La falta de trabajar además de impotencia y desesperación, le ha ocasionado tristeza e incluso depresión a don Mario.
“Esto es muy triste. Me deprime montones. Incluso he ido al psicólogo. Gracias a Dios mi esposa y mis dos hijos me tienen aquí. En 2015 mi esposa estuvo en el hospital y se me juntó todo entonces sufrí de ataques de pánico y depresión tremenda. A mi familia les digo que soy mantenido. Pienso mucho porque mi señora esposa está incapacitada por invalidez. Tenemos que pagar alquiler”, cuenta. Él ofrece sus servicios profesionales, no obstante, el ingreso es pequeño.
“Si se abre otra oportunidad estoy dispuesto. En lo que sea. Yo quiero sentirme útil para mi familia. Y cuando me pensione pasar la vejez junto a mi esposa. Mis hijos en cualquier momento alzan vuelo”.
“Siento que mi vida no vale nada y que es mejor desaparecer”
Nombre: Identidad protegida
Edad: 57 años.
Profesión: Experiencia en administración de empresas y trabajos varios.
Tiempo desempleado: 1 año y cuatro meses.
Residencia: Alajuela.
No conseguir trabajo hace que algunas personas sientan vergüenza y prefieran no revelar su identidad. Ese es el caso de un hombre a quien llamaremos Luis, de 57 años, quien está desempleado hace más de un año.
Puede sonar irreal que en menos de dos años una persona envíe más de 33.000 correos buscando oportunidades laborales. Ese enorme número retrata la vehemencia por hallar un trabajo, el que sea. Las solicitudes de Luis generalmente no reciben respuesta.
A él le falta un semestre para titularse como administrador de empresas. Ese detalle no le impidió años antes trabajar administrando empresas grandes y medianas.
Hasta hace año y cuatro meses trabajaba como supervisor de la unidad de Tecnologías de la información en una empresa de capital extranjero. Cuando resonó el tema de la nueva reforma fiscal, Luis cuenta que la empresa decidió ir a desarrollarse a otro país. Desde entonces él no ha encontrado trabajo. Su búsqueda se traduce en una borrosa nada.
Luis también ha trabajado como técnico electrónico, técnico informático y como técnico certificado en telefonía celular. Tienen licencia B-2 y dominio de un 85% de inglés.
Está dispuesto a trabajar en lo que sea y aun así no lo consigue. Antes de noviembre del 2019 hacía algunos trabajos de electricidad y conducía un vehículo de transporte privado. A partir de ese mes no le han salido nuevos empleos ocasionales.
Las deudas no pueden esperar. Ya Luis perdió su vehículo y teme que los acreedores pronto apunten hacia la casa en la que vive con su esposa y sus dos hijos.
“Ahora siento una decepción de todo. Impotencia. Llegás a un punto en el que siento que mi vida no vale nada y que es mejor desaparecer, pero uno tiene confianza en Dios y sabe que las cosas no se remedian así.
"Al no encontrar trabajo e ir perdiendo mis cosas, llegué a pensar en tomar ese tipo de determinación. Estoy endeudado, pero hay que hacer frente”, musitó este hombre. Antes ha tenido periodos de desempleo, pero nunca superaron los tres meses.
Luis cuenta que ha calculado y para poder pensionarse le faltan unos 10 años laborales, aun así, su pensión no sería generosa.
Encima de los más de 33.000 correos enviados, Luis aprovecha todas las herramientas posibles: está en grupos de WhatsApp en los que comparten opciones laborales. Él lo sigue intentando. Todas las mañanas se levanta con la fe de que hallará algo. Asiste a todas las ferias de empleo de las que se entera, pero luego de sus experiencias llegó a una resolución: “para mí las ferias de empleo están diseñadas para recibir a gente joven”.
“Luego de las entrevistas ni siquiera te avisan que no pasaste el proceso”
Nombre: Melissa Alvarado Jara.
Edad: 41 años.
Tiempo desempleada: cuatro meses.
Profesión: Mercadeo y publicidad.
Residencia: Escazú.
Año nuevo, oportunidades nuevas. Es la esperanza de muchos en distintos ámbitos, pero sobretodo para quien desea volver a trabajar. A Melissa Alvarado la despidieron en octubre del 2019 y de inmediato empezó a postularse: en los últimos meses del año la llamaron para varias entrevistas. De ninguna de esas empresas se volvieron a comunicar.
Los primeros meses de este 2020 han sido “fatales” para Melissa, pues no ha tenido respuestas a las múltiples solicitudes que ha hecho.
“Es complicado porque luego de las entrevistas ni siquiera te avisan que no pasaste el proceso, uno nunca sabe la razón. Sería importante que lo comunicaran porque así uno sabe qué área mejorar, te capacitás. Pero lo cierto es que uno queda en el aire. No dicen gracias por participar. Es falta de respeto para las personas que participan”, cuenta Melissa con el sinsabor de saber que en su área el mercado está saturado.
Es mamá de dos niños y siente que en este momento está en crisis, pues el dinero de la liquidación se acaba y hay gastos que no dejan de llegar; siente preocupación por el pago de la escuela de sus hijos. Ella ha valorado incursionar en nuevas áreas laborales.
“Vivo con mi esposo. Sin embargo, por algo trabajaba. Necesitamos ingresos de ambos para que la casa funcione. El estilo de vida está acostumbrado a dos ingresos”, contó.
Melissa también ha chocado con lo que considera “absurdos”. El año anterior la llamaron para un puesto y su perfil no encajó porque ella cursó una maestría y para esa posición piden licenciatura. En su proceso también ha meditado emprender un negocio. Le gustaría poner una guardería, mas los requisitos que le solicitan a nivel municipal se salen de sus capacidades económicas.
“Además, si uno está desempleado ningún banco le va a dar un préstamo”, narró.