Profesores y personal administrativo de la educación pública enfrentan una crisis de salud mental. La sobrecarga laboral, la falta de financiamiento y el aumento de la inseguridad se han agravado durante el último lustro, al punto que algunos educadores han contemplado el suicidio.
A raíz del reportaje de portada de la Revista Dominical de este domingo 23 de febrero, en el que se documentan cinco testimonios de docentes agobiados, consultamos a otros educadores del Ministerio de Educación Pública (MEP) sobre sus condiciones laborales. Esto fue lo que respondieron en una consulta que lanzamos por Facebook..
Karla, una docente con más de 20 años de experiencia, afirmó que durante la primera década de su carrera sintió que realmente enseñaba; ahora, gran parte de su tiempo se consume en “llenar papeles”.
Además de llevar trabajo a casa, ella y sus colegas deben vigilar los portones de la escuela, limpiar las aulas y atender a estudiantes con diversas necesidades, pese a no contar con las herramientas didácticas ni el presupuesto necesario para apoyarlos.
“Las escuelas se han convertido en guarderías para muchos padres de familia. Es triste la realidad de los educadores en este país”, lamentó.
Este panorama ha generado insomnio crónico y depresión en Jessica, otra docente, quien expresó que su patrono les asigna una carga excesiva de trabajo “sin importar nuestras familias”.
Luz coincidió en esta sobrecarga laboral y aseguró que realiza funciones administrativas que no corresponden a los docentes, incluso durante los recreos, lo que les impide tener tiempo para almorzar.
“Es casi imposible, para muchos docentes, hallar espacios para poder verdaderamente descansar aunque sea un rato. Sábados, domingos, feriados, noches, madrugadas, parte de las vacaciones”, escribió otra educadora, Yendry.
A esta situación se suma la falta de presupuesto. Un docente llamado Víctor denunció la carencia de insumos básicos, ya que no hay recursos para material didáctico, productos de limpieza ni mejoras en la infraestructura, lo que dificulta crear un ambiente adecuado para la enseñanza.
“No hay presupuesto. No hay infraestructura. Recargo de funciones. Recargo de población estudiantil. No hay apoyo de parte del patrono. No hay directrices y lineamientos claros. Ya no hay capacitaciones ni asesoramiento. El docente es una figura que fácilmente puede ser agredida y no cuenta con ningún respaldo”, añadió Andrea.
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