La canción que les canto, es un juego para gozar.
Hay que estar bien atentos, a las cosas que vo’a cantar.
Tienes que levantar la mano y moverla pa’los dos lados. Un, dos. Un, dos, tres. ¡Hey!
Alza la mano bien alto. Un, dos. Un, dos, tres.
Alza la mano bien alto . Un, dos. Un, dos, tres. Saca Boom, Saca Boom, Saca Boom pa’fuera.
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¿Quién no se ha contagiado del sabor de Saca Boom Boom, o se le ha llenado el pecho de orgullo tico cuando en algún baile o concierto suena Represento? ¿Habrá alguien que no se haya tirado a pista a bailar con éxitos como Menéalo o El Trencito?
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Eso es Marfil: sabor, orgullo, alegría, buena música, baile, fiesta y tradición. Desde hace cinco décadas, este grupo nacido en los barrios de Limón centro se ha destacado por derrochar felicidad a través de fusiones de ritmos y sonidos caribeños que han llevado por toda Costa Rica y fuera de sus fronteras.
La historia de la agrupación se remonta a agosto de 1973, cuando se estableció el nombre Marfil. Sin embargo, antes de eso, la banda ya había dado de qué hablar con otras identidades: Escorpiones y Bocaracá fueron sus primeras versiones. El nombre de Marfil llegó por su significado de “buena fortuna, fuerza, seguridad y bienestar”.
En este cuento de música y constancia, destacan dos personajes muy importantes que no pueden mencionarse el uno sin el otro: Isidor Asch y Tipí Royes, quienes se conocieron en el Colegio Diurno de Limón y desde entonces han sido un dúo inseparable.
‘Represento’ es la canción más icónica de Marfil. El tema es original del puertorriqueño Lou Briel, pero la banda nacional le dio su toque especial y se ha convertido en uno de los himnos del orgullo de ser tico.
Eso sí, hay una tercera figura muy importante para Marfil y es el baterista Ricardo Espinach, a quien Tipí e Isidor reconocen como base fundamental para el éxito del grupo durante todos estos años.
El legado de Marfil para la música y la cultura costarricenses fue reconocido en el 2016 con el Premio Nacional al Patrimonio Cultural Inmaterial Emilia Prieto Tugores, que otorga el Ministerio de Cultura. Pero ha sido en los salones de baile de los pueblos, en los bares y en los conciertos donde han disfrutado del cariño del público, el premio más grande de todos.
Lo de Marfil no es cuestión de suerte o casualidad. La buena dirección, una estrategia para llevar adelante una empresa que no la tiene nada fácil en este país y el amor por la música de sus integrantes son los ingredientes de una receta de éxito. Esa fórmula los mantiene activos y llevado a formar parte de la idiosincrasia del tico, encantando a varias generaciones de una audiencia que sigue creciendo con el paso de los años.
Todo comenzó como un juego
En Limón es natural que los niños desde muy pequeños anden metidos entre canciones, bailes e instrumentos, y eso precisamente fue lo que pasó con Isidor Asch, quien en la escuela, entre juegos y vacilones ya tenía un grupito musical.
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“Jugábamos a tocar en los recreos. Teníamos como 9 o 10 años, ahí nos pusimos el nombre de Los Escorpiones. Tocábamos bien feo, bien desafinados”, recordó entre risas Asch.
Ese primer grupo estuvo formado por Julián Tabash, Carlos Enrique Chavarría, Roy Malcolm, Rodolfo Wright e Isidor. Esos niños aprendieron a tocar por instinto instrumentos como la batería y la guitarra.
“Cuando ya estábamos en el colegio, por alguna razón, el cuento de Carlos Salazar Herrera, La bocaracá, me llamó mucho la atención. Dije que qué chiva ese nombre y nos lo cambiamos”, agregó.
Con el cambio, también llegaron nuevos músicos a la alineación. En Bocaracá participaron Isidor, Ricardo Espinach, Luis Jákamo y Julián Tabash.
Poco tiempo más tarde, se les unió un muchachito del cole que quería cantar: Rogelio Royes, Tipí para los amigos.
Isidor y Tipí no se conocían, pero ambos tenían sentimientos muy profundos por la música.
“Cuando estaba en el colegio me gustaba la banda de tambores que era buenísima. Alguien me señaló a un muchacho por ahí y me dijo que él tenía un conjunto. Me acerqué y le dije que yo cantaba. De una vez me invitó que fuera el sábado por el bar El Mamón, fui a su casa con un acetato y un tocadiscos, y me recibió perfectamente. Desde ahí hasta la fecha estamos juntos”, recordó Royes sobre su primer encuentro con Asch.
Y así nació oficialmente Marfil. La agrupación que ahora conocemos y admiramos dio sus primeros pasos con Tipí, Isidor, Tabash, Espinach, Chavarría y se les sumaron Raúl Rodríguez, Gregorio Carr, Gene Chambers, Wilfrido Dixon y Luis Coto.
Mientras tanto, la agrupación se fue haciendo un nombre muy fuerte en su natal Limón, pero con el paso del tiempo ya era necesario dar el salto para llevar su música a todo el país y la mejor forma de hacerlo era trasladarse a la capital.
Para ese entonces, recordaron los artistas, en Limón no había universidades, y ya a todos los integrantes del grupo les llegó el momento de hacer sus estudios superiores. Esa fue, según ellos, la excusa para instalarse en San José.
Para suerte de todos, la mamá de Isidor tenía una casa en Tibás, la cual toda esa muchachada usó como vivienda y centro de operaciones de la banda.
“Yo quería ser arquitecto, entonces le dije a mi mamá que me prestara la casa para venir a estudiar a San José, y que se vinieran todos los del grupo. Éramos 11 metidos ahí en la casa que, entre comillas, nos prestó mi mamá”, contó Isidor. Curiosamente el músico aún sigue viviendo en ese mismo lugar.
El sábado 5 de agosto, Marfil festejará sus 50 años con un concierto especial en el Centro de Convenciones de Costa Rica.
“Todos éramos unos carajillos. Como no había carro, hasta en la cochera había un colchón. Uno de los cantantes dormía donde se suponía que iba la lavadora. Yo sí tenía mi cuartito”, narró Tipí.
Agregó que el apoyo de las familias siempre fue de suma importancia para estos muchachos que se aventuraron a buscar sus sueños. “Siempre estuvieron ahí, siempre hubo un saco de arroz y de frijoles para comer gracias a ellos”.
Otra persona que fue como un ángel para estos jóvenes fue don Rogelio, un vecino. Cuando los muchachos no tenían para pagar el agua o la luz, el señor siempre se las ingeniaba para ayudarlos con una extensión de electricidad o una manguera.
“Era un zapatero, nos tenía mucho cariño. Casi todos los vecinos nos trataban bien porque éramos muchachos bien portados, respetuosos y educados; por eso nos ganamos el cariño del barrio”, afirmó el cantante.
El boom de Marfil
Cuando se vino el éxito de Marfil en los años 80 y 90, el grupo tocaba de lunes a lunes, la música era su vida. “Según nosotros íbamos a ser tan famosos como los Beatles”, dijo Isidor.
Poco a poco ese estilo caribeño que los caracterizaba comenzó a conquistar al público del Gran Área Metropolitana. Marfil se presentaba en colegios como el Mauro Fernández, el Anastasio Alfaro, en el Colegio Superior de Señoritas, en la Universidad Nacional y la Universidad de Costa Rica. También llevó su música a grandes escenarios josefinos de la época como los cines Rex y Capri.
“Era todo el público juvenil de aquellos años el que nos iba a escuchar. Gustaba mucho porque había música tropical, pero caribeña no tanto. Tocábamos también mucha música americana con fusión de ritmos como el funky y el soul, incluso baladas”, explicó Asch.
Ante los buenos resultados que la música les estaba dando, decidieron dedicarse por completo a esta profesión. Su popularidad fue en aumento durante los gloriosos años 80, una época en la que los géneros tropicales y románticos dominaban la música nacional. Entre grupos como La Pandylla, Vía Libre, La Banda, Manantial, Jaque Mate, Los Hicsos y muchos otros, Marfil destacaba por su estilo diferenciado.
“Nacimos en un paraíso. Tuvimos gente especial en nuestras vidas, nuestros educadores eran personas muy inteligentes y preparadas. Las compañías bananeras y los barcos que llegaban al puerto traían personas con estilos de música diferentes que en San José no se escuchaban. Nosotros aprendimos a tocar y a cantar de todo desde muy niños”, expresó Isidor.
Tipí agregó que gracias a su educación y cultura ellos se encargaron de darle al país nuevas aristas musicales. “Estoy seguro de que cambiamos en Costa Rica la apreciación de la música caribeña. Inculcamos fuera de Limón ese sabor que tenemos. Es parte de lo que le hemos dado al país”, dijo.
Sin embargo, otro sello que ha mantenido la banda a lo largo de los años y que contribuye a su permanencia es que no se encasillan en un solo género. La versatilidad es una de sus características principales. “Qué aburrido sería que tocarámos siempre lo mismo”, anotó Asch.
En ese momento, los integrantes ya tenían sus propias familias, y las esposas e hijos vivieron tiempos difíciles, ya que los padres eran músicos y, por lo general, estaban fuera para fiestas de cumpleaños o fechas importantes como Navidad y Año Nuevo. Pero todo tenía un propósito: sacar adelante la empresa para llevar el pan a la casa.
“Nuestros hijos nacieron y crecieron viéndonos trabajando. Claro, momento que teníamos libres, ellos sabían que era para dedicárselos”, dijo Tipí.
“Pasamos mucho tiempo fuera viajando también. A nuestras esposas hay que darles todo el mérito porque eran tiempos difíciles para ellas como compañeras”, agregó Isidor.
Anécdotas vacilonas y otras dolorosas
Llegaron la fama y la internacionalización, y con ellas vinieron muchas aventuras y anécdotas que la banda guarda con cariño. Algunas de estas historias pueden sonar aterradoras y lo fueron en su momento, pero ahora forman parte de las divertidas experiencias del grupo.
Por ejemplo, durante una gira por Europa, según recordó Isidor, se quedaron “botados”.
“Nos amarraron el perro, no nos pagaron un show en España. Yo lo que andaba eran $100 en la bolsa. Volví a ver y tenía una fila de músicos detrás mío sentados en una acera esperando a ver qué comíamos, dónde íbamos a dormir”, contó.
Con una moneda que tenía en la bolsa, Asch llamó al aeropuerto de Miami desde un teléfono público. Para su fortuna y la de sus compañeros, una amiga contestó la llamada. Le explicaron su situación y ella les dijo que se quedaran ahí, que pronto los llamaría.
Quince minutos después, sonó el teléfono público en España. La amiga tenía buenas noticias.
“Me dijo que había un vuelo que salía faltando un cuarto para las nueve de la noche. ‘Vayan y se paran en el mostrador de la aerolínea y dicen que son Marfil, ya la orden va de camino’. Ahí fuimos corriendo los 12 que éramos en ese momento”, narró entre risas Asch.
Otro vacilón que contó Tipí fue cuando venían de regreso de Limón a San José, en una microbús.
“Veníamos todos ahí en pelota. De pronto una de las llantas de atrás se soltó. Isidor muy ecuánime y muy centrado siguió manejando el carro con solo tres llantas. ¡Vieras qué chispero! Cuando ya pudimos parar, vimos pasar la llanta rodando a la par de nosotros”.
Pero una de las historias más difíciles, que ahora ven como un gran aprendizaje pero que en su momento fue un golpe directo, fue cuando les robaron el camión con todo el equipo y los instrumentos para los conciertos.
“El camión se guardaba en Guadalupe, en una bodega que estaba en una lomita. Los ladrones solo lo empujaron un poco y se lo llevaron rodado hasta el parque. No habíamos pagado ni la cuarta parte del equipo. Cuando nos quedamos sin nada me dije que ese era el final. Duramos pagando ese equipo como 20 años”, aseguró Isidor.
“Algo muy bonito que salió de todo eso es que varios amigos de otros conjuntos musicales, nuestros colegas, nos prestaron lo que no estaban usando y ahí nos la arreglamos para seguir tocando. Había mucha hermandad en ese momento”, agregó Tipí.
El Cuartel y la huella de Marfil
Es imposible hablar de Marfil sin mencionar El Cuartel de la Boca del Monte, un local icónico en el barrio La California, en San José, que fue fundamental en la historia de la banda. Durante muchos años, Marfil reinó en las noches de los lunes en ese lugar (aunque al principio era los miércoles). Fue allí donde idearon el llevar música a un espacio que originalmente no estaba destinado para bailar.
Isidor comentó que ellos descubrieron El Cuartel y fueron los pioneros en llevar música en vivo a un bar. “Ese concepto lo empezamos nosotros. Como no éramos tan tropicales, queríamos desarrollar otros conceptos y llevar la música a esos espacios donde no había pista de baile, porque queríamos que nos fueran a ver como en un concierto. Le propusimos a El Cuartel quitar sillas y mesas, y hasta quitamos una fuente que estaba en medio del lugar a mazazos”, narró el músico.
Tipí añadió que al principio tocaban los miércoles por la noche, pero una marca de cigarrillos se sumó como patrocinador y cambiaron para los lunes. “No era un día malo porque muchas personas que trabajan los fines de semana tienen libre el lunes, así que llegaban a disfrutar. Incluso estudiantes que salían de clases por la noche también se sumaban”, aseguró.
Además de El Cuartel, Marfil tuvo una presencia importante en otros lugares como Cebolla Verde en el Alto de las Palomas (Santa Ana), Casa Vieja en Cartago, Matute Gómez en barrio González Lahmann, Tequila Willy’s en San Pedro y Champs Elyseé en Heredia.
“El concepto que implementamos fue creciendo. Muchos lugares nacieron con esa idea por nuestra ideología y todavía hoy se fomentan ese tipo de shows para que los grupos lleguen a tocar”, agregó Isidor.
50 años y contando
La relación de Isidor y Tipí va más allá de lo musical: son como hermanos. Se tratan con respeto, cariño y tienen una gran conexión. Aunque han tenido que enfrentar el estrés y la tensión que conlleva el trabajo musical, tienen claro cuál es el objetivo y dirección del grupo.
En el escenario, se podría pensar que Tipí es la persona más loca y divertida, mientras que Isidor es más serio. Y en parte es cierto, pero ambos tienen esa alegría caribeña que contagia, son bromistas y les gusta hacer chistes.
“Lógicamente yo tengo situaciones serias que afrontar, me acostumbré a tener responsabilidades ajenas al arte”, dijo Isidor.
“Él es el pensante del grupo, pero es bien vacilón”, agregó Tipí.
Asch es el director de la agrupación y como tal mantiene en forma a sus compañeros y maneja la empresa.
“Desde que se formó el grupo le dijimos usted es el director y lo que diga es lo que se va a hacer y lo mantenemos hasta la fecha. Es parte del secreto, nosotros no nos metemos porque sabemos que las decisiones que tome son las adecuadas”, dijo el cantante.
Y agregó: “Yo soy como un carajillo, soy el más loco, pero con solo verlo a los ojos ya sé qué me quiere decir”.
Ambos coinciden en que no hacen música por dinero, aunque reconocen que es su trabajo y la forma de sustentar a sus familias. La pasión por el arte y el cariño del público han sido siempre su principal motivación. Han enfrentado obstáculos en el camino, pero la disciplina y el orden en su empresa les han permitido superarlos.
“Si fuera por dinero no estaría aquí. Me prometí que hasta que Isidor diga que ya no vamos más, le hago caso. Él es quien toma la decisión, aunque sé que nunca lo va a hacer”, afirmó Tipí.
“No lo hicimos por dinero, era más bien una inquietud porque nos gustaba el arte. La plata es necesaria, pero el arte y el cariño de la gente han sido primero, con eso hemos podido superar todos los obstáculos en el camino”, aseveró Asch.
Otro punto importante que destacaron es que como empresa son muy ordenados. “Aunque no parezca siempre hemos tratado de mantener una disciplina. En escena es una pura fiesta, pero detrás hay un camino con responsabilidad que seguir. Nunca hemos tenido de sobra, pero nunca nos ha faltado. Estamos felices y contentos con lo que hay. Siempre hemos sido agradecidos con Dios por tener algo por qué luchar”, sentenció el guitarrista.
Marfil sigue dando conciertos, principalmente en el bar La Migueleña, en Tibás, su nueva casa. Después de la pandemia que afectó duramente a los trabajadores de las artes, la agrupación se mantiene activa con la participación de Orlando Quesada (bajo), Mike Chavez (voz), Ricardo Espinach (batería), Luis Castillo (percusión), Isidor (guitarra), Giovanny López (teclados) y Tipí (voz). Como grupo están pensando en reintegrar la sección de vientos.
Para celebrar su 50 aniversario, Marfil prepara un concierto muy especial en el Centro de Convenciones de Costa Rica, el sábado 5 de agosto. Contarán con la participación de artistas nacionales e invitados especiales de diferentes géneros para hacer de este evento una gran fiesta.
En resumen, Marfil ha logrado mantenerse unido gracias a su pasión por el arte, su disciplina como empresa y el apoyo del público. Sus fundadores siguen trabajando y disfrutando de lo que hacen, agradecidos y listos para enfrentar nuevos desafíos.
Marfil en voz de los expertos
Alberto Zúñiga, crítico de música
“Cuando pienso en Marfil lo primero que se me viene a la mente es la palabra pasión. Han sabido adaptarse a los tiempos sin perder su esencia original. Es un grupo escuela en todo el sentido de la palabra, no solo en la música, sino también como empresa.
”Ellos son el sello emocional de varias generaciones que todavía siguen llenado los lugares donde toquen. El país les sigue agradeciendo”.
Edín Solís, músico de Éditus y presidente de ACAM
“El sonido de Marfil es parte de la identidad costarricense. Su particular manera de tocar la música es una mezcla de otros países con piezas originales con un matiz propio.
”En lo personal me marcó mucho cuando era estudiante de colegio y en la universidad por el poder de convocatoria que tenían. Como público admiré su sonido profesional amarrado con una coreografía. Se merecen un aplauso de pie por sostener un grupo tantos años, no es fácil”.
Alberto ‘Chino’ Moreno, productor musical
“Tienen un estilo de sonido que sigue siendo atractivo y grande. Han tenido un rol fundamental para el ritmo con mucha imagen al frente y un repertorio sólido, esa es la huella que diferencia y marca el éxito.
“Isidor juega un papel de psicólogo y motivador que mantiene a todos los del grupo juntos. Su rol de liderazgo es del que aprieta pero no ahorca”.