Visualícelo: tiene que aguardar varias (muchas) horas para su vuelo de conexión, por lo que no le queda otra que acomodarse lo mejor posible en algún asiento genérico y cero ergonómico en la sala de espera con olor a moho y compañerismo, ojalá cerca de alguno de los pocos tomacorrientes disponibles, pues a esas alturas la batería de su celular está cerca del colapso. Todo esto hágalo con un brazo bien enganchado de su equipaje de mano (nunca se sabe), y sosteniendo en la otra mano una de las tazas de café más caras que ha pagado en su vida. Es usted versus el aeropuerto.
Viajar es lindo, claro que sí. Pasar por los aeropuertos, no tanto.
Los puertos de entrada y salida a otros países son un hervidero de gente apresurada, mal dormida y hasta hostil. Los pasos por los obligatorios y necesarios controles de seguridad no ayudan a conservar el mejor semblante; las opciones de entretenimiento son pocas y, por lo general, absurdamente onerosas. No es difícil entender por qué muchos queremos salir corriendo del aeropuerto tan pronto el avión tocó tierra. ¿Quién tiene ánimo de estar dentro de una terminal aérea más allá del tiempo estrictamente necesario?
Los alemanes, desde luego.
En Múnich, los 44 millones de usuarios anuales de su terminal aérea parecen sentirse muy a gusto. Y la poderosa ciudad del sur de Alemania lo sabe.
Bautizado formalmente como Franz Josef Strauss (en honor al fallecido hombre fuerte de la política de Bavaria), el de Múnich se cuenta entre los nueve aeropuertos en el mundo calificados como cinco estrellas por el instituto Skytrax (un ente inglés especializado en medir la satisfacción de los viajeros), y el único de la exclusiva lista en ubicarse fuera de Asia. Revista Dominical participó semanas atrás de una visita de prensa para medios latinoamericanos, a propósito del vuelo inaugural de la línea Avianca entre Bogotá, Colombia, y aquella urbe alemana. Un vuelo directo de 11 horas. Allá, los muy públicos secretos detrás de la bien ganada fama de la terminal aérea nos fueron revelados.
El interés en nuestra región no es gratuito: Múnich quiere ganarle a Frankfurt la carrera para convertirse en el principal puerto de entrada de turistas latinoamericanos a Alemania. Y para imponerse, sin duda las cinco estrellas del aeropuerto se dejan sentir.
En los pies del viajero
Los trámites migratorios y de aerolínea son ineludibles, pero algo poco usual sucede en Múnich, al menos en comparación con la habitual locura propia de los aeropuertos latinoamericanos. Nadie corre, nadie se apura, nadie suda, nadie gruñe. Ese ambiente de paz es un raro placer para quienes están acostumbrados a correr con su equipaje de mano. En Múnich todo es al suave.
Es extraño, pero ya no parece tan infumable la idea de llegar tres horas antes del vuelo. Es más, bien podría entrar mucho antes y aún así se le haría corto el tiempo para todo lo que ofrece la instalación.
Lo principal es el entretenimiento: el aeropuerto de Múnich cuenta con una enorme área techada en medio de sus dos terminales, el MAC, diseñado por el renombrado arquitecto Helmut Jahn. El recinto es escenario de todo tipo de actividades lúdicas: en los meses cálidos hay partidos de baloncesto, proyección de juegos de fútbol en pantalla gigante o bien una gigantesca rampa para exhibiciones de BMX; en el invierno se levanta ahí uno de los mercados navideños techados más grandes del mundo, con su respectiva pista de patinaje sobre hielo. Ahí también funcionan restaurantes, tiendas, un centro médico, oficinas, salas de reuniones y un centro de convenciones.
Uno de los principales atractivos del lugar es su cervecería, la Airbräu (de nuevo, estos alemanes). Primera de su tipo en cualquier aeropuerto del mundo, cuenta con una amplia gama de cervezas propias y exclusivas, cuya preparación puede atestiguar el público en las frecuentes presentaciones del maestro cervecero. Y los precios son tan cómodos que para qué pedir agua cuando tenemos cerveza.
Para los viajeros con niños está Kinderland, un área especialmente diseñada para niños. Con toda tranquilidad, los adultos pueden dejar a sus hijos al cuidado de personal experto mientras realiza sus trámites de abordaje, o bien se entretiene entre tantas opciones de compras y gastronomía. En Kinderland hay espacios para el arte, un cine y todo tipo de juegos, así como un apartado especial para preescolares y una sala de lactancia.
Como es pecado pasar por un aeropuerto y no comprarse aunque sea un perfumito, el de Múnich dispone de 130 tiendas que abarcan toda la gama de presupuestos. Es oportuno tener en cuenta que bien puede encontrar ahí precios más accesibles que en los comercios ubicados en la ciudad y que los relojes “de marca” (dicen) se pueden conseguir sin pagar un ojo de la cara.
En cuanto a alimentación, las opciones abundan en precio y cuchara (65 establecimientos, para ser exactos): restaurantes asiáticos, de alta cocina europea o bien de recetas tradicionales de Bavaria. Y eso apenas para empezar.
El viajero del futuro
En los programas matinales de los sábados era común que se pasaran caricaturas de Disney o Warner Bros. sobre cómo serían las casas, carros y vidas del futuro. Como era de esperarse, todo lo ahí mostrado se desprendía de una visión tecnológica de las tareas más cotidianas, con gente feliz y moderna realizando los actos más mundanos mediante la utilización de dispositivos extraídos del manual más aventurado de ciencia ficción.
Aquellos viejos animados bien pueden venírsele a la mente mientras utiliza algún InfoGate. Estos son, por decirlo así, mostradores de atención al cliente solo que en video, pues usted está plantado frente a una pantalla. Tras pulsar un botón, en el monitor aparecerá un representante de servicio al viajero con quien podrá dialogar y evacuar sus dudas, todo en tiempo real.
Otro tremendo avance son las Nabcabs, unas cabinas en las que el viajero puede dormir con toda tranquilidad (mucho mejor que el poco ergonómico sillón típico de las salas de espera, ¿cierto?). Estas cápsulas están ubicadas en distintos puntos del aeropuerto y son de pago (su uso se cobra por hora). Quienes las utilizan cuentan con una cama y privacidad, además de iluminación y música ajustables, así como acceso a Internet e incluso un pequeño escritorio. Súmele a todo lo anterior que las Nabcabs son un emprendimiento local, desarrollado por estudiantes de la TUM, la renombrada universidad de Múnich dedicada a las ciencias y tecnología.
También es de rigor mencionar que el Aeropuerto de Múnich ofrece amplias posibilidades para sus usuarios VIP. Pero en esas no nos vamos a detener pues la mayoría de los mortales no las usaremos. Lo bueno es saber que aún en sus propuestas más “sencillas”, esta terminal aérea logra que cualquier viajero (incluso el que compró el tiquete de descuento y va sentado en el último asiento del avión, a la par del baño) se sienta como una very importan person. Y eso es mucho.