En el semblante formal de Daniel Salas se dibuja una sonrisa.
—Su hija se llama Padme, ¿usted es fan de Star Wars?
“De hecho que sí. El nombre (que lleva la madre de Luke Skywalker y la Princesa Leia) es muy bonito porque evoca la flor de loto y está contenido en un mantra tibetano que tiene que ver con autocompasión. A mi esposa (Vivian Calvo) y a mí nos gusta la Guerra de las Galaxias: desde el episodio uno hasta el último”.
Es la primera vez que Daniel Salas, el Ministro de Salud, y la figura gubernamental más notoria y trascendente de los últimos cinco meses no está hablando de la covid-19, la enfermedad que llegó a Costa Rica el 6 de marzo, y que lo puso en una inusitada posición mediática a la que aún no termina de acostumbrarse.
Daniel Salas Peraza, de 43 años y nacido en San José el 9 de marzo de 1977, durante el manejo de la pandemia se ha separado de su personalidad cohibida para hablar a diario, ante millones de espectadores, sobre el mortal coronavirus. Rara vez expresa emociones en público: se concentra en su trabajo, pero los costarricenses, que lo siguen en las ya tradicionales conferencias de prensa sobre las actualizaciones de la enfermedad en el país, han aprendido a interpretar su lenguaje no verbal.
Algunos lo han percibido agotado y otros dicen que parece robotizado. Pero lo cierto es que, más allá del funcionario que aparece prácticamente todos los días en medios televisivos y digitales, hay una persona que también puede hablar de sus sentimientos, sobre todo, cuando se trata de su esposa y su hija.
“Yo siempre había pensado que si uno forma una familia, se casa y tiene sus hijos, es para dedicarles el tiempo necesario y no dejarlos relegados en un segundo plano. He tratado de que eso sea así. Cuando el presidente (Carlos Alvarado) me entrevistó (para el cargo de ministro de Salud) le dije que hasta donde pueda siempre voy a maximizar el tiempo que pueda estar con mi familia y dedicarle tiempo de calidad a ellas dos.
“Estar en medio de la pandemia ha significado sacrificios. Porque aunque uno esté en casa siempre hay mucha demanda. Hay que revisar asuntos con mucha premura. Reuniones en la noche y pues todo ese tiempo uno lo dedicaba más a la familia. Hay que tratar que el tiempo que ahora se dedique sea de máxima calidad. Hay desajuste en la dinámica por el asunto tan apremiante como es la pandemia.
“Ellas al final se convierten en mi inspiración, en una de las fuerzas más importantes, eso y además del amor por Costa Rica y que las cosas salgan bien”, dice Daniel Salas a través de una llamada virtual desde su despacho.
Hace seis meses fue la última vez que jugó con su hija “a los muñequillos de la Guerra de las Galaxias”. Él le contó a la pequeña que Padme (interpretada en la saga por la actriz Natalie Portman) es el personaje favorito de su mamá. La niña contestó: “¿cómo que Padme?, ¡Padme soy yo!”.
Padme Salas tiene cuatro años y medio y junto a su madre, son el punto de balance más importante en la vida del ministro Salas, especialmente en la coyuntura actual.
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Daniel Salas de carne y hueso
Cuando a principios de los años ochenta Daniel Salas correteaba por los cafetales de Tibás, jamás soñó con ser cantante o futbolista famoso. Ni siquiera doctor. Era la época en la que aún era seguro que lo chiquillos anduvieran jugando en la calle de noche y Daniel solamente aspiraba a trabajar en una profesión que le permitiera servir a la gente.
Sostiene que siempre quiso manejar su vida de bajo perfil. En los trabajos grupales de la universidad él se ofrecía a montar las presentaciones y a hacer las investigaciones con tal de no tener que exponer frente a la clase.
“En realidad siempre he sido más cohibido que otra cosa. No es que me guste estar saliendo en la televisión. Lo hago porque es parte de mi deber. Sé que es lo más responsable que tengo que hacer, pero en realidad nunca me han gustado esos roles para nada, eso como de decir: ‘aquí estoy yo, véanme’”.
Quien dice eso el dueño del rostro y el nombre que la mayoría de habitantes de Costa Rica ya incorporaron en sus vidas; el mismo al que en memes han vestido como héroe.
Su imagen con peinado casi perfecto, lentes de pasta y atuendos formales (por lo general con saco, a veces corbata) han sido recreada a escala en muñecos funko. Los más creativos han puesto al ministro en piñatas, queques y hasta en chanchitos (alcancías) de barro.
“(El reconocimiento) es algo que más bien lo veo hasta extraño. Ver los memes, esto de los muñequitos, hasta un chanchito que me regalaron, ver las piñatas. Yo jamás pensé estar en un lugar como ese. Viene por añadidura el hecho de estar en un cargo en medio de la pandemia. Uno siente que ha hecho las cosas de la forma más seria y profesional posible pero es algo que uno nunca espera y a lo que no termina uno de acostumbrarse. Uno sabe que esto pasará y quedará algún recuerdo. Pero lo más importante para mí no es el reconocimiento de mi figura. Lo más importante para mí es que Costa Rica salga lo mejor librada posible de la pandemia.
(...) Hago lo que hago y doy la cara ante los medios de comunicación. Hago las explicaciones porque quiero que Costa Rica salga lo mejor posible porque es parte de mi rol.
“En medio de toda mi carrera al inicio era muy cohibido, me costaba mucho hablar en público. No era tan natural para mí. Siento que cuando uno tiene clara la parte técnica uno puede explicarla y trata de encontrar la forma más sencilla de explicarlo y tal vez eso hace clic con la población. Aunque no todo es fácil de explicar”, dice Salas, quien no puede dejar de lado su versión ministro cuando habla.
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—Entonces no se ha sentido héroe…
—Para nada. Aquí estoy. Es mi cargo. Muchos han dicho que si voy a renunciar, pero estoy aquí para seguir y no dejar el barco botado. Seguir hasta donde las fuerzas den o hasta donde el presidente considere, pero es parte de asumir un cargo como estos.
“Cuando se asume uno sabe que se pueden presentar situaciones difíciles. Uno trata de dar lo mejor como funcionario público. En parte por eso se han abierto puertas para estar hasta donde estoy, pero no es algo que he buscado. Lo que me gusta es sentir que estoy aportando, que puedo ser creativo, que puedo generar cambios. No me gusta entrar en zonas de confort. Me gusta el mejoramiento continúo de la calidad, de no sentir que el umbral que pasamos es el último y que ahí tenemos que quedarnos. Me gusta ir más allá. (...).
Una de mis metas y algo que sigo anhelando es que en el ministerio de Salud entremos en una filosofía de que en el ADN esté la mejora continúa. Buscar estándares de calidad mayores”.
—Luego de tanto tiempo de ser visto como héroe o un ícono, también llega la crítica. Hablan de que se ve cansado, hay molestia por los cierres y restricciones (que buscan que no se propague el coronavirus) y hasta cuestionaron su formación como epidemiólogo (porque la hizo en una escuela de Medicina Veterinaria en la Universidad Nacional, la única que por años formó profesionales de varias áreas en esa maestría)…
—“Al ser figura pública uno sabe que está sujeto al escrutinio, a la crítica. He visto mucho que es hasta cierto punto esperable. Si no hubiera crítica, detractores, gente que cuestiona sería algo muy raro. Es parte de la sociedad. Pero no me concentro en eso. Me concentro en seguir trabajando, aportando lo mejor posible. En hacer que el equipo se sienta cada vez más unido. Al final eso me inspira”.
Daniel Salas ha sido catalogado como “uno de los mejores ministros de los últimos tiempos”. Se ha dicho que es el funcionario ideal, sobre todo en este turbulento contexto, para su puesto, uno que nunca buscó.
El titular de Salud empezó a trabajar “desde abajo” en esa institución. Hoy ocupa un cargo que dejó Giselle Amador, la ministra designada originalmente por el presidente Carlos Alvarado y que renunció en noviembre del 2018.
Según Salas, él nunca ha buscado los puestos que, hasta ahora, ha ostentado.
Su formación académica, desde la escuela, ha sido en instituciones públicas. Antes de entrar a estudiar medicina, consideró la ingeniería en sistemas. Los software, el análisis de datos, la automatización, y los algoritmos le fascinan.
Finalmente estudió medicina en la Universidad de Costa Rica, sacó un posgrado en Salud Pública, hizo la maestría en Epidemiología y obtuvo una especialidad en gerencia de proyectos.
También, fue a Japón para llevar un curso del método EPQI, que a través de la evidencia y metodologías permite solucionar problemas. Muchas de las herramientas ahí aprendidas las continúa aplicando, dice.
“Nunca he estado en busca de que me den el puesto tal. Es aplicar conocimientos y de ahí se han dado las oportunidades”.
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Sentimientos de cinco meses
La agenda de Daniel Salas es ajustada. Se despierta a las 5:30 a. m. y se acuesta a las 10 p. m. pasadas. Antes de ir a dormir, juega nintendo con su hija y ve series con su esposa. La pareja se entretiene con Dark y también vieron The Last Dance, la serie documental sobre Michael Jordan y la NBA (ambas en Netflix). Además, el ministro encuentra relajación en la lectura, aunque su larga jornada termina haciéndole conciliar el sueño pronto.
A veces las madrugadas le sorprenden: su cerebro está en estado de alerta y su sueño se interrumpe con alguna idea que podría implementar en su trabajo. Ha tenido pesadillas, pero no tantas. La sensación de no haber descansado del todo bien, le acompaña en algunas mañanas.
Entre reuniones, leer sobre la covid-19, ver noticias del mundo, revisar mensajes rezagados en su celular, Daniel Salas sacó un espacio para hablar en esta entrevista “más personal”. Si bien es muy hermético con su vida, reconoce que esto es parte de su trabajo; en todo momento durante la plática se mantiene cordial, y aun cuando el tiempo pactado se vence, él continúa respondiendo y conversando.
Hace varios meses que ve a sus papás, don Eduardo Salas y doña Marta Peraza, solo por videollamada. Aunque sea valiéndose de la virtualidad trata de estar cerca de sus padres y que ellos también lo estén de su nieta Padme. Con sus dos hermanos se comunica igual. En el trajín encuentra el espacio. Por supuesto, nada es como antes. Ni para él, ni para la mayoría de habitantes de Costa Rica.
“Tengo un hermano en Panamá y otro acá en Costa Rica. nos hacemos una que otra broma.
“Trato de estar más con mi esposa e hija. En medio de esta dinámica todo cambia. No se puede compartir tan de cerca. Ya no es así, pero es parte de las adaptaciones que hay que hacer para tratar de proteger la salud de la mayoría de la población. Todos quisiéramos que fuera diferente pero es lo que digo: pocas oportunidades tenemos en la vida de cuidarnos todas y todos como lo estamos haciendo en medio de esta pandemia”, dice elocuente y siempre educativo.
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Al 11 de agosto, Costa Rica acumula 25.408 casos de coronavirus, de ellos 16.282 son activos. Se registran 383 personas hospitalizadas, de las que 85 pacientes están en unidades de cuidados intensivos. Han fallecido 255 personas. La tasa de letalidad ya alcanzó el 1% en el país.
Las pérdidas humanas y el sufrimiento que queda en los familiares son dos de las situaciones “que más le han dolido “al jerarca de Salud.
En medio del estrés, del dolor y del temor, también llegan como alicientes las muestras de afecto, principalmente de los niños, quienes le han enviado audios o videos animándole. Luego de ver cartitas con dibujos coloridos e inocentes, Daniel Salas encuentra energía y recuerda “su lucha”.
—¿Cómo se siente don Daniel?
—Preocupado. Sé que hemos hecho el mejor manejo posible dentro de las herramientas que tenemos. Pero sé que faltan muchos meses y eso trae estrés, sobre todo por un sector de la población que quiere que todo se flexibilice y que quiere que tengamos casi que un mundo pre-pandémico. No es el momento. Estamos en medio de la pandemia. Hay muchas personas en cuidados intensivos. Hospitalizadas. Es preocupante. Eso lo mantiene a uno al hilo. Deseando que el país quede lo mejor posible después de todo esto. Sabemos que la recuperación puede llevar bastantes meses e incluso años para retomar lo que teníamos antes. Faltan varios meses para que termine esto. Desearía que tengamos el mejor comportamiento posible.
—¿Qué es lo que más le ha dolido del coronavirus?
—Lo que más me ha dolido tal vez es esta parte familiar. La dinámica se altera bastante. Los primeros meses si fueron mucho más duros. Había mucha adaptación. Había que estar al tanto de muchísimas cosas. No es que ahora no lo sea.
Eso en la parte personal. La dinámica interna ha sido muy cambiante.
“A nivel de toda la sociedad y del país lo que más me duele es ver los fallecimientos. Las personas que han perdido seres queridos relacionados con la covid-19. Uno quisiera que nadie muriera por ese virus, pero es imposible. Cada vez que escucho historias y testimonios y cuando dicen: ‘ella era mi amiga, él era mi papá, él era mi tío y me quería mucho'. Son cosas que a uno siempre le duelen. Al final la aspiración de llegar a este cargo de ministro de Salud es proteger y mejorar la salud de toda la población y una pandemia es el reto más difícil en ese sentido”.
“Es lo que hemos hablado. Si la población se descuida y relaja, la cantidad de fallecimientos va a ser mucho mayor y eso es muy doloroso. Ver familias sufriendo, compañeros de trabajo que ya no se tienen entre ellos porque el virus se los llevó. Es muy triste”.
“Obviamente también la parte del desempleo. Estamos en dos extremos. Eso también me parte mucho el corazón. Son dinámicas difíciles en medio de la pandemia pero como país hemos apostado por la salud y vida directa. Han visto que el virus en cuestión de días se lleva a alguien. Sé que el desempleo también afecta la salud, pero sí hemos apostado por esa parte directa de integridad física de las personas”.
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—En estos cinco meses, ¿qué cree que pudo haber hecho mejor?
—Es tan difícil. Uno vuelve en el tiempo y dice: “mirá, con el conocimiento que tengo ahora tal vez pude haber hecho esto y esto y lo otro”. Pero ubicarme en ese momento, no. No había capacidad de decidir. Son cosas difíciles de decidir. En medio de esta pandemia donde hemos dado más del 100% y hemos tratado de cubrir todo lo posible, creo que es difícil. Tal vez cuando todo termine y se haga análisis retrospectivo, pero aun así es muy difícil. No hay ningún manual o protocolo que maneje la pandemia del coronavirus dado por la OMS (Organización Mundial de la Salud).
—¿Qué o quiénes lo sostienen en los días difíciles?
—Creo en Dios, en un único Dios. En una fuerza suprema que mantiene las cosas funcionando. Medito mucho. Trato de comunicarme con Él, de tener ese intercambio de energías. Trato de orar. Es algo que para mí es importante. En medio de tanta tormenta esos momentos no son tan amplios, pero son una parte importante.
También mi familia, el amor, el cariño. Compartir. La misma gente que trabaja con uno, esas relaciones vitales, establecer vínculos, entender diferentes puntos de vista que enriquecen mucho, eso da fuerza y uno dice: “podemos seguir adelante”.
—¿Cuál ha sido el día más duro de estos cinco meses?
—Los primeros días en que estábamos empezando con la articulación interinstitucional e intersectorial y poniendo mecanismos, empezamos a trabajar con protocolos y en cuál era la ruta que podíamos seguir. Eran sesiones muy arduas de trabajo. La última reunión era a las 10 p. m., empezando desde temprano.
“En ese momento la adrenalina lo mantenía a uno funcionado, y todavía, pero en ese momento llega que de tanto impacto uno no puede mantener el mismo nivel de cortisol de adrenalina. Al final eso el cuerpo también lo resiente”.
“Siento que hay olas pandémicas. A veces estamos mejor o peor. Uno siempre agarra fuerzas, inspiración y motivación para seguir adelante. Los primeros días eran de mucho trabajo, tensión y demanda. Muchos actores de la sociedad quieren comunicarse, transmitir mensajes, solicitudes. Al principio era mucho más fuerte esa dinámica”.
—¿Qué es lo más impactante que ha visto o escuchado en estos cinco meses que lo mueve a seguir con un mensaje vehemente?
—Las historias de fallecimientos son lo más duro. Los mismos testimonios cuando uno escucha que una persona recién había estado normal, compartiendo con seres queridos y viene y se complica o fallece o queda con secuelas.
En medio de esto no son solo los fallecimientos, hay personas que pueden quedar con secuelas permanentes y deshabilitantes. Y todo eso es en realidad lo más doloroso.
Lo único seguro que hay en esta vida es justamente la muerte en algún momento. Pero esta es una enfermedad tan prevenible. Con comportamiento, medidas sanitarias y seguimiento de protocolos.
“En la sociedad hay de repente cierto sector que se desespera y no quiere que el virus esté ahí. Pero el virus está y se transmite. Hay pacientes todos los días ingresando a los servicios de salud y cuidados intensivos. Esto no lo podemos obviar. Y el riesgo de colapso del sistema de salud está siempre presente. Sería el peor escenario posible para Costa Rica. Nunca se ha dado en la historia. Ya se dio en países poderosos, países muy fuertes. En Latinoamérica más bien estamos sacando la tarea adelante. Llevamos cinco meses y resto en los que no ha habido colapso. Esto es súper estresante: pensar que puede haber gente que no se muera solo por covid en el sentido de que no tenga acceso a una unidad de cuidados intensivos, eso claro que es muy preocupante”.
—Su trabajo como ministro de Salud, como ha dicho antes, es hablar de salud y “no le compete hablar de cierres ni de restricciones”. Pero, Daniel Salas la persona, qué siente al saber que debido a estas restricciones para evitar propagación de contagio se han generado carencias en las familias costarricenses que no tienen ingresos porque no hay trabajo; y además, que hay una porción de la población que no cuentan con condiciones sanitarias óptimas para protegerse en sus casas…
—Estoy consciente de esas necesidades. Créame que son cosas que también tocan mi corazón. Volvemos al punto: es un virus que en cuestión de pocos días se lleva a una persona. Sé que una persona que ocupa trabajar y que pueda tener dificultades económicas es parte de la realidad de esta pandemia, pero aun así, esa persona está con vida. Y si tomamos esa otra ruta de apertura completa sin protocolos y todo mundo movilizándose entre cantones, y haciendo como la vida normal, lo que pasa es lo que ha pasado en otros países como Estados Unidos, España, Italia, Wuhan en China, u otros en Latinoamérica como Brasil, donde colapsan servicios y la gente se muere en la calle ahogada.
“Se muere en la calle o en una cama de hospital que no era la que ocupaba, ocupaba cuidados intensivos, y al final fallecen por eso. Esa es la parte más difícil. Y créame que las dos cosas me tocan el corazón: ver fallecidos y ver gente que quiere trabajar. Es un fenómeno mundial. No es algo exclusivo de Costa Rica. Es una coyuntura global, este virus puso al mundo contra la espada y la pared”.
“Estas repercusiones se han dado en otras pandemias. La gripe española de entre 1918 y 1920 cuando llegó a Costa Rica. He leído testimonios, historias donde mucha gente decía que no tomaran medidas, ni restricciones y se empezó a ver que las personas empezaban a fallecer. Es algo muy difícil. Le aseguro que es de las cosas más difíciles que posiblemente voy a vivir en mi vida”.
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—¿Se arrepiente de algo?
—Uno en esto tiene que ser claro de que no hay forma de decir exactamente lo que va a pasar. Tenemos proyecciones que ayudan a modelar y tomar decisiones pero como decir que esto lo hubiera hecho diferente, hasta que tal vez tengamos un balance completo de la pandemia uno puede verlo.
“Pero como indicaba, hemos ido tomando las mejores decisiones a las que tenemos acceso con evidencia, con capacidad técnica y eso también es parte de que uno sabe que en esto hay muchas repercusiones de muchas formas pero estamos apostando por integridad física, por salvar vidas. Hasta el momento es nuestra consigna. Como indicaba fallecidos e infectados siempre va a haber, muy lamentables todos ellos, toda afectación que lleva a familias. Creo que en medio de esta meta que nos hemos puesto nos ha ido relativamente bien. No ha habido colapso de servicios de salud, la tasa de letalidad está en 1%, aunque ha ido subiendo hay países que tienen 2, 3 o 4%”.
—Ahora, para algunos, la nueva normalidad es la compra de comida por exprés, ¿alguna de las personas que hacen delivery lo han reconocido? ¿Ha topado con personas, tal vez en el supermercado, que se le acercan a ofrecerle consejos?
—Sí, claro. Yo agradezco mucho esos gestos de cariño y apoyo de la población. Eso es parte de repente de ser figura pública y tener cierto nivel de exposición que se da en medio de una pandemia, es esperable.
—¿Le ha ocurrido alguna curiosidad? Hace una semanas, mientras participaba en un programa, el doctor Rodrigo Marín (el exdirector de Vigilancia de Salud) contó que una señora le pagó el almuerzo por agradecimiento por su labor. ¿Le ha ocurrido algo similar?
—También, a veces, hay ciertas muestras de aprecio. Una comida o algo que le envía alguien a uno. Es parte de señales de aprecio. Me han dado una mascarilla a la que le bordaron mis iniciales. Ahora vi que una señora hizo un retrato mío y me lo quiere entregar. Esas cosas son parte de lo que agradece uno. Parte también de lo que lo carga a uno de energía. Parte de la población se muestra solidaria. Reconocen que en esto uno lo que ha tratado es de proteger la población. Esto no es exclusivo del Ministerio de Salud. Todos tenemos que protegernos. En esto uno trata de orientar técnicamente y la gente reconoce esos esfuerzos. Es algo muy lindo que uno se lleva en el corazón”.
“Los videos, las cartas de los niños, el payaso (Puchito, quien llegó a Casa Presidencial con parlantes para darle ánimos y a orar por él, desde afuera, cuando dice que vio a Salas con cara cansada y ‘de querer renunciar). Podríamos escribir muchas historias de todo esto que se da. Esto a uno lo llena de energías al ver ese respaldo del sector de la población. En esto uno no espera que (el apoyo) sea el 100%, para nada, uno sabe que hay diferentes puntos de ver la vida, diferentes intereses y puntos de vista. Pero esos cariños son tesoros. Cada carta de un niño o videos de los chiquitos que me mandan ánimo, son cosas que lo cargan a uno enormemente de positivismo y energía. Uno sabe que al final se está luchando por esas personas”.
—¿Qué es lo que quiere hacer cuando se normalice esta situación?
Pedir unos 15 días de vacaciones. Descansar bastante. Olvidarme unos días del ajetreo diario y dedicárselo a mi esposa e hija. Volver a ver a mis papás. Eso a uno alienta.
—¿No lo haría en este momento?
Yo sí he tomado un día en medio de esto porque uno tiene que tratar de encontrar un día de descanso. Pero irme 15 días o una semana no está dentro de las posibilidades en este momento.
***
Al final de la entrevista Daniel Salas vuelve a sonreír. Esta vez más generosamente.
—Gracias por su tiempo, don Daniel.
—Con gusto. Estoy para servirle.
—No diga eso porque o si no, pido que me gestionen otra entrevista. Sabe que siempre quedan cosas por fuera.
—Bueno, entonces para servirle no. (Risas).