Como no pudo por la buena, optó por la descarnada. Quien fuera el rey y señor de la mítica discoteca Studio 54 en Nueva York, Mark Fleischman, hoy de 82 años, venía batallando en los últimos meses para someterse a un suicidio asistido en California. Sin embargo, como en ese estado estadounidense no se ha aprobado una ley que lo autorice, Fleischman sorprendió a todos con una revelación: “Voy a terminar mi vida con un suicidio (pero en Suiza)”.
Según un amplio artículo publicado por The New York Post, el pasado fin de semana Fleischman dijo, sin ambages, que había leído un libro y había realizado búsquedas en Internet con el fin de poner punto final a su existencia.
“Leí un libro sobre cómo acabar con la vida. La forma más fácil es asfixiarse, pero yo no quería el dolor. Iba a comprar una pistola, pero mi mujer intercedió”, contó. Finalmente, y después de entreverados trámites, la organización suiza Dignitas aceptó analizar su caso para finalmente consentir el asistirlo en su muerte.
Dignitas es una organización especializada en suicidio asistido que se fundó en Suiza en 1998, bajo el lema “vivir con dignidad, morir con dignidad”.
Siempre según la recopilación de The New York Post, Fleischman fue el rey de la vida nocturna neoyorquina en los años 80, compartió noches con las celebridades más populares del momento –como Ron Wood, Keith Richards, Rick James y John Belushi– y en su local, el mítico Studio 54, todo (lo prohibido) sucedía…
Hoy, lejos del glamour con el que se codeó durante varias décadas, reveló su impactante decisión.
Tal cual reseñan medios internacionales, este 13 de julio Mark Fleischman consumirá una última droga, una dosis letal de barbitúricos y morirá, según lo contemplado. Así, con la ayuda de la organización suiza Dignitas, Mark se quitará la vida legalmente.
En Estados Unidos hay 10 estados en los que es lícito el suicidio asistido, pero California no es uno de ellos. Además, existe una severa legislación para ratificar que quienes se sometan al procedimiento sean oriundos del estado respectivo. Es decir, no existe lo que han llamado “turismo de suicidio”, para quienes no son nacidos en los estados en que el procedimiento es permitido.
El otrora magnate de las noches de Nueva York decidió contar su verdad ante la prensa, sin remilgos: “No puedo caminar, casi no puedo expresarme bien y no puedo hacer nada por mí mismo”, contó Fleischman, quien está confinado a una silla de ruedas. “Mi mujer me ayuda a meterme en la cama y no puedo vestirme ni ponerme los zapatos”, agregó angustiado... “Es que –como él mismo suele decir– las drogas, el sexo y las trifulcas que hicieron famoso a Studio 54 no me mataron pero casi”.
La incertidumbre también ha incidido en su decisión, pues los neurólogos no han podido diagnosticar su mal, que comenzó en el 2016 cuando de repente su pierna izquierda comenzó a arrastrarse. “Es peor que no poder caminar, no tiene equilibrio. Se le caen las cosas y no sabe dónde está su cuerpo en el espacio”, dijo Mimi Fleischman, su esposa desde hace 27 años. Y culmina con una frase desoladora: “Los médicos pensaron en un principio que tenía una forma de Parkinson. Pero no es eso. Nadie sabe lo que tiene”.
El tema es que tras dos años de buscar opciones, confiar en los médicos y esperar un diagnóstico con final milagroso, Fleischman tomó la decisión de recurrir al suicidio asistido.
“Llegué a la decisión lentamente”, dijo. “Hace dos años decidí que no valía la pena vivir. Tomé mucho Xanax (un fuerte ansiolítico) y acabé en el hospital”. Los médicos de emergencias lo sacaron del borde de la muerte, pero la decisión ya estaba tomada y fue cuando recurrió a un libro-guía de suicidio y a búsquedas sobre el tema en Internet.
Al principio, Mimi intentó disuadirlo, pero con el tiempo eligió respetar sus deseos. “Ya sé que va a ser horrible, pero tengo que respetar lo que él quiere”, declaró Mimi con resignación. Agregó que de todas maneras no tuvo opción: “quiere acabar con su vida y esta es una forma digna de hacerlo”.
De hecho, fue ella quien, tras mucho investigar, dio con la entidad Dignitas, en Zurich.
Como explica una nota del portal Infobae, la organización suiza comenzó a funcionar en 1998 y se dedica a ayudar a las personas a suicidarse cuando su salud se deteriora. En el caso de Fleischman, los miembros de la organización revisaron su historial médico y mantuvieron una serie de conversaciones con él. “Quieren estar seguros de que estoy tomando la decisión por mí mismo”, dijo. “Después de leer mi historia clínica, me hicieron algunas preguntas para asegurarse de que estaba seguro. Tuve que presentar una declaración jurada a un notario en la que decía que quería morir. Tuve que ir a un psiquiatra y él confirmó que estoy en mi sano juicio. Aporté todo eso y me dijeron que sí”.
La organización proporcionará a Fleischman una medicación para acabar con la vida y un lugar seguro para consumirla. “Luego”, continuó él en su entrevista con el Post, “se encargarán del cuerpo. Me incinerarán y enviarán las cenizas a Mimi, en California. Todo esto cuesta unos $15.000”.
Mimi viajará con él. “Volamos el 8 de julio y hacemos el procedimiento el día 13″, agregó. Lejos de las noches desenfrenadas de Studio 54 donde lo inesperado se imponía sobre lo planeado, en esta oportunidad está todo pensado. “Nos alojaremos en un lugar precioso, un resort en el lago. Luego, el miércoles 13, ya en el apartamento que tiene Dignitas. Me tomo una copa, me duermo y ya está”.
La organización proporcionará a Fleischman una medicación para acabar con la vida y un lugar seguro para consumirla. “Luego”, continuó él en su entrevista con el Post, “se encargarán del cuerpo. Me incinerarán y enviarán las cenizas a Mimi en California. Todo esto cuesta unos $15.000”.
Donde todo comenzó
Según una biografía elaborada por Infobae, Fleischman creció en Great Neck (Long Island), conoció la escena del jazz de Harlem en los años 50 y se graduó en la Escuela de Administración Hotelera de Cornell. A finales de la década de los 70 se divertía con frecuencia en Studio 54, donde conoció a los propietarios del club, Ian Schrager y Steve Rubell, y después de que ambos fueran condenados por evasión de impuestos en 1980, asumió la deuda de Studio 54 y se quedó con el mítico lugar.
Por su parte, El País de España agregó, siempre a raíz de la noticia de la muerte anunciada, que Fleischman le concedió una segunda vida al club gracias a las actuaciones de estrellas incipientes como Madonna, Duran Duran o Culture Club, y a un grupo de asiduos como Boy George, Janet Jackson, Alec Baldwin, Lionel Richie, Jean-Michel Basquiat, LaToya Jackson o Cyndi Lauper.
Durante cinco años, hasta su cierre definitivo en 1986, el Studio 54 volvió a brillar con las luces de la bola de discoteca, bajo la que habían bailado personalidades como Liza Minnelli, Elizabeth Taylor, Truman Capote o Andy Warhol.
Fleischman le concedió una segunda vida a Studio 54 gracias a las actuaciones de estrellas incipientes como Madonna, Duran Duran o Culture Club, y a un grupo de asiduos como Boy George, Janet Jackson, Alec Baldwin, Lionel Richie, Jean-Michel Basquiat, LaToya Jackson o Cyndi Lauper.
— El País, España
“El dueño de Studio 54 era una semi celebridad”, recordó un reportaje de The New Yorker. “A las 4 de la mañana seleccionaba a un grupo de personas en la limusina y se desplazaban a la discoteca Crisco, un local nocturno llamado así por el lubricante preferido por los gays de Manhattan, donde se embebían en una mezcla de cocaína y ketamina en polvo preparada por el propietario del club. “Había buena música y sexo por todas partes”, rememoraría Mark años después, en varias entrevistas.
Y el protagonista de esta historia agrega: “Me gustaba estar colocado. Así que me drogaba y bebía. Posiblemente, este (estado de salud) se deba a que bebía mucho y consumía drogas”. Aun así, agregó: “No me arrepiento de ninguna parte de mi vida”.
En el 2017, Mark publicó un explosivo libro de memorias, Inside Studio 54 (Dentro de Studio 54), e incluso contrató una millonaria póliza de seguro por difamación para estar cubierto en caso de que alguien lo demandara por revelar lo ya olvidado.
Como dicen prestigiosos medios mundiales, para el 13 de julio aún falta tiempo y todavía Mark podría cambiar de idea. Sin embargo, él parece decidido: “Cuanto más lo pienso, más quiero hacerlo”.
Sexo, drogas y placeres
En abril pasado, Infobae publicó un extenso artículo titulado El recuerdo de Studio 54: las interminables noches de sexo, drogas y placeres prohibidos en la discoteca neoyorkina que marcó una época”.
La nota vino al caso con motivo del 45 aniversario de la inauguración del club nocturno, elegido por las celebridades y artistas de moda en los años setenta y que se convirtió inmediatamente en leyenda.
También explica por qué era tan difícil entrar, profundiza en las anécdotas más disparatadas y repasa los problemas de los dueños con la justicia, así como el abrupto final de la discoteca más famosa de la historia.
La detallada crónica, del periodista Matías Bauso, prácticamente ubica al lector en aquel tremendo suceso social, casi medio siglo atrás.
“El 26 de abril de 1977, 45 años atrás, miles de personas se agolparon en la Calle 54 de Manhattan. Había vallas, policía, fotógrafos. Se inauguraba una nueva discoteca. Decían que nunca se había visto algo igual. La promoción previa había conseguido su objetivo. Todos querían estar allí. El portero no se cansaba de rechazar gente. El criterio era arbitrario. Uno de sus dueños se paseaba por la puerta saludando con énfasis a las celebridades que arribaban. Frank Sinatra, Warren Beatty y Mick Jagger no pudieron superar la muralla de curiosos y se perdieron la noche inaugural en la que cantó Diana Ross”.
Cuenta el cronista que, a pesar del megaéxito de aquella primera noche, los días que siguieron el flujo de clientes decayó notablemente, probablemente porque se corrió el rumor de los rechazos masivos en la puerta, el día de la inauguración, y la gente tenía temor de no poder pasar de la puerta.
Pero todo cambiaría pocas semanas después.
“Esa noche era el cumpleaños de Bianca Jagger. Mick reposaba en un sillón con la camisa abierta. De pronto las luces se apagaron, atronó Simpathy for The Devil y Bianca entró montada en un hermoso caballo blanco. Delante abría el paso un joven alto y musculoso desnudo, que portaba solo un bodypainting que simulaba un smoking. No era para menos. Era una noche de gala. Cuando Bianca desmontó, una modelo desnuda se subió y cabalgó por la pista como una Lady Godiva Disco. La foto con la esposa del Rolling Stone a caballo en el medio del boliche cambió la historia. A partir de ese momento, cada noche de los siguientes tres años, cientos de personas se agolparon en la puerta de Studio 54, tal vez la discoteca más famosa de la historia”.
La leyenda duró mucho más que su apogeo. Fueron 33 meses en los que un club nocturno se convirtió en el centro de Nueva York. Studio 54, nacido de la ambición de dos jóvenes, Ian Schrager y Steve Rubell, transformó las noches de la gran ciudad.
Por su parte, El País de España recién analizó el fenómeno de Studio 54, siempre en el contexto del inminente suicidio asistido de su estrambótico dueño.
“Si Fleischman pudo revitalizar el club fue por situarse en una época y un periodo concreto: poco tiempo después de la invención de píldora anticonceptiva y antes de la crisis sanitaria provocada por el virus del sida. Studio 54 tenía la elegancia y el estatus que le otorgaron sus famosos clientes, pero en la pista de baile era un lugar democrático: las celebridades se codeaban con la gente anónima, los homosexuales y los heterosexuales bailaban bajo las mismas luces y las drogas estaban presentes en todos los rincones del club.
“Los VIP que buscaban intimidad acudían al despacho de Fleischman. Allí, el empresario tuvo que contratar a una joven cuya tarea principal era preparar las líneas de cocaína: “Había tanta gente alrededor de mi escritorio que se necesitaban 30 o 40 rayas de cocaína, y tenían que ser todas idénticas, aquella chica era la encargada de hacerlas y servir champán”.
Como escribiría Mark décadas más tarde, en sus escandalosas memorias: “Me lancé con todo mi corazón, entreteniendo a las estrellas más grandes del mundo con champán y cocaína”, escribió en sus memorias.
Como curiosidad, el nombre del legendario club surgió de una combinación del uso anterior (era un estudio de televisión) y la calle en que se encontraba.
Todo lo prohibido
La secuencia de anécdotas es interminable. Y la de personajes, también. Por ejemplo, como cita Infobae, está la historia de quien fue empleado como un simple portero (resguardador de la entrada) y se convertiría en una de las personas más aduladas de Nueva York.
Se llamaba Marc Benecke y tenía 19 años. Llegó al puesto de casualidad. Parecía que no debería lidiar con demasiados problemas ni exigencias. Se le requería pulcritud, amabilidad y levantar y bajar la soga de terciopelo que franqueaba el paso en la entrada del lugar.
Él lo vio como una posibilidad de conocer gente interesante, aunque su principal razón era utilizar su salario para pagar sus estudios de abogacía.
“Pero ese trabajo protocolar se convirtió muy rápidamente en uno de los más influyentes de todo Nueva York. Y Marc se convirtió en la persona a seducir. Mientras las largas filas esperaban para entrar, Benecke las recorría con lentitud, examinando a los que deseaban ingresar a Studio 54. Era una mirada panorámica pero profunda. Una especie de scanner que detectaba detalles que determinaban quién obtenía el pase al paraíso y quién no. Unos zapatos estrambóticos hacían entrar a alguien y un peinado demasiado formal hacía que fuera rechazado. Pero nadie tenía la clave. Era como una contraseña que cambiaba todos los días”, describe el cronista Bauso.
“Lo único que se mantenía firme, que permanecía en el tiempo, era la arbitrariedad de los que dejaban pasar o no. Hoy sería un escándalo. Se hablaría de discriminación. Pero uno de los secretos del éxito de Studio 54 fue la dificultad para ingresar. Generar una expectación desmedida, demostrar que no cualquiera lo hacía. Y, la clave, residía en que no había parámetros determinados. Un concepto etéreo, indefinible como tener onda. Así podían mezclarse drag queens, jóvenes con apretados pantaloncitos de tenis, hombres de traje, mujeres con vestidos de noche o uno de los Village People ataviado como su personaje aún antes de integrar el grupo”, agregó Bauso.
Luego, Bauso ilustra en su texto una imagen surrealista:
“Benecke desechaba personas -hasta miles por noche- con un breve meneo de cabeza, o un gesto despectivo de su mano. “Por favor, Marc. Por favor, Marc” era la frase, el ruego más escuchado en Manhattan.
Se dice que esta política restrictiva, a la postre, fue el principio del fin de Studio 54, pues se cuentan anécdotas de gente poderosa o millonaria a la que le fue negada la entrada alguna vez. La prensa rosa también se acercaba a la puerta para captar la contrariedad de quienes recibían un no rotundo, sin explicaciones, en su intento por ingresar.
Con el tiempo, los rumores de lo que ocurría adentro se popularizaron. Por ejemplo, se hablaba mucho del llamado salón del sótano, una suerte de “salón infernal o salón de los placeres prohibidos”.
“La lista es impresionante. Sería más fácil decir quién no era habitué de Studio 54. Jack Nicholson, los cómicos de Saturday Night Live, Diana Ross, Bianca Jagger, Andy Warhol, Liza Minelli, Calvin Klein, Truman Capote, Woody Allen, Cher, Debbie Harry. Cada celebridad que pasó por Nueva York en esos años estuvo una noche en esa pista. Se decía que las estrellas que iban a los Late Night Shows televisivos de Johnny Carson y otros presentadores, después de salir de los canales, terminaban en Studio 54″, reseña Infobae.
“En un sillón podían charlar David Bowie, Mick Jagger y Liz Taylor; en la pista Margaret Trudeau bailaba con el actor de moda. Calvin Klein, de madrugada, entraba en la cabina y oficiaba de disc jockey por una hora; un millonario dueño de medio Manhattan podía tomar algo con una drag queen; Stallone abrazaba a Michael Jackson y cualquiera podía terminar teniendo sexo con cualquiera en uno de los baños, en un reservado o hasta en un rincón algo oscuro de la pista”.
En las fotos de aquella época, además, destacan tres celebridades cuya su presencia hoy provocaría un escándalo: Brooke Shields con 14 años y una Tatum O’Neal adolescente.
Los meseros y meseras llevaban muy poca ropa (a veces breves taparrabos como si se trataran de émulos de Tarzán y Jane) y los clientes los manoseaban y eran manoseados por ellos. Para una celebración estuvieron ataviados como cupidos con corazones, flechas y pequeñas alas.
Otro beneficio de las celebridades era que tenían protección anti paparazzis. Las fotos se consensuaban, nadie salía registrado en una aventura extramatrimonial ni consumiendo sustancias prohibidas. Las fotos que eran “robadas” sólo eran de momentos inocuos. Famosos bailando, tomando algo, riéndose. Ni siquiera Ron Galella, el más temido paparazzi, lograba violar esa intimidad. Solo les quedaban las imágenes de entrada y salida del club.
Tras el cierre de Studio 54, según reseña El País, Fleischman acudió al centro de desintoxicación Betty Ford a petición de su esposa, pero no le sirvió de nada: “Al final, me desintoxiqué en Rancho La Puerta”, declaró en una entrevista para Paper Magazine en 2017, “estaba en la cima de esta montaña, que se considera una montaña mágica. Los chamanes habían estado yendo allí durante miles de años. Y, de una forma u otra, me coloqué con aquella sensación de estar completamente sano, en forma y poder escalar aquella montaña”.
El rocambolesco Fleischman volvió a Rancho La Puerta más de 55 veces, en todas las ocasiones en que necesitaba volver a sentir el colocón de la naturaleza: “Más barato y mejor que las drogas”, declaró, “eso me ha permitido vivir más tiempo”.
Pero bueno, de vuelta al presente, Fleischman se prepara para su viaje final. Mientras esperan el momento del suicidio asistido, él y su esposa Mimi han comentado que, como no conocen Zurich, posiblemente hagan algo de turismo en Suiza. Luego, para Mark, todo habrá terminado.