Han pasado más de 80 años desde un día de campo que el expresidente León Cortés Castro organizó en la afamada hacienda El Coyolar, en Orotina, allá por el año 1940. En ese entonces, la casa pertenecía a don Fernando Castro y contaba con un gran potrero con decenas de árboles frutales.
Su atractivo natural convertía a aquella propiedad en el escenario perfecto para que diputados y otros políticos de la época se trasladaran en tren para disfrutar de una fiesta inolvidable con comidas, bailes y mucha música, en un encuentro sin duda muy exclusivo.
Quizá para ese entonces don Guillermo Ramírez no era un político, ni un distinguido integrante de la clase alta. Aún así, aquel adolescente que daba sus primeros pasos en la música fue uno de los presentes en el agasajo.
¿La razón? Él era uno de los integrantes del grupo musical Marimba Escazú, quienes estuvieron a cargo de amenizar la fiesta.
“Las marimbas para mí han sido un instrumento muy agradable, muy criollo y además, nuestro trabajo de toda la vida. Mi padre siempre nos impulsó a seguir sus pasos e inclinarnos por esta rama de la música y recuerdo que cuando estábamos pequeños, varios profesores de música venían a mi casa a enseñarnos”
— Guillermo Ramírez
Hoy, a sus 93 años, recuerda lo mucho que representó ese picnic en su vida, la cual siempre estuvo marcada por la marimba.
“Vieras qué paseo más bonito. Recuerdo que don León Cortés estaba a punto de ser presidente y nos contrató para tocar en la fiesta. Entonces íbamos con todos los diputados en el tren y de camino el tren atropelló una vaca, porque había mucho ganado en la calle.
“Después, cuando llegamos, nos pusieron debajo de unos palos de mango, en un potrero inmenso y a la hora del almuerzo me dieron una caja de comida, como nunca había comido en mi vida”, relata entre risas.
Así era cada fiesta a la que asistía el ensamble, donde las personas disfrutaban y bailaban al son de la marimba, la guitarra, el acordeón y el saxofón (un conjunto que en la actualidad cuesta mucho ver); y que hoy son parte de las cientos de anécdotas que don Guillermo guarda entre sus recuerdos.
Él es el último marimbista de Escazú de la agrupación original, fundada en 1935 por su padre, Miguel Ramírez, y a la que se incorporó cuando tenía unos siete u ocho años.
“Las marimbas para mí han sido un instrumento muy agradable, muy criollo y además, nuestro trabajo de toda la vida. Mi padre siempre nos impulsó a seguir sus pasos e inclinarnos por esta rama de la música y recuerdo que cuando estábamos pequeños, varios profesores de música venían a mi casa a enseñarnos, para que aprendiéramos más de lo que sabíamos”, comenta don Guillermo.
Sin embargo, debido a su avanzada edad y algunos problemas de salud, el veterano músico ya se retiró... aunque de vez en cuando “mata fiebre” con una de las tantas marimbas que hay en su casa.
Una historia familiar
La marimba le ha dado todo a la familia Ramírez. Prueba de ello es que el padre de don Guillermo, Miguel Ramírez (quien fue el primero en heredar a sus descendientes la pasión por este instrumento), pudo comprar su finca Ñor Lico, en Escazú, precisamente con lo que ganaba en cada actividad que los contrataban para amenizar.
A la fecha varios de sus hijos y nietos siguen viviendo en la propiedad (incluido don Guillermo y su hijo, Luis Guillermo Ramírez, quien es el único que heredó el amor por la música y la marimba).
“Mi abuelo compró todo lo que tenía con la música de marimba pequeña”, relata don Luis Guillermo, quien es el que actualmente está a cargo de los proyectos musicales del clan.
La historia de los Ramírez con la música empezó cerca de 1880, cuando don Miguel, entonces de 18 años, y uno de sus primos, que tocaba marimba, decidieron unirse y comenzaron a viajar de pueblo en pueblo por la meseta central, tocando marimba, maracas y guitarra.
“Iban pie o a caballo a tocar marimba pequeña. Se iban desde Escazú y duraban hasta tres días o una semana, más que todo a Alajuelita, Santa Ana, Pavas, Santo Domingo, Moravia y Cartago”, relata don Luis Guillermo, de 63 años.
Cinco años más tarde, en 1885, don Miguel decidió comprar una marimba aún más pequeña para que sus hijos Antonio, Guillermo y Eduardo Ramírez aprendieran del instrumento, mientras él y su primo continuaban con sus preciadas giras.
Para el año 1935, cuando sus hijos ya estaban más grandes, don Miguel creó el grupo Marimba Escazú en la que tocaba junto a ellos y algunos otros músicos. Así, poco a poco fueron, ganando fama y se posicionaron como referente en la escena musical del Gran Área Metropolitana (GAM).
Fue así como surgió la oportunidad de adquirir por ¢350 colones la marimba Costa Rica, un instrumento que llegó al país proveniente de Guatemala y que pertenecía a los hermanos Sanabria, músicos destacados en esa época que la habían adquirido para viajar y presentare por diferentes países de Europa.
Dicha marimba era envidiada por muchos, ya que se trataba de lo más novedoso que había en el mercado. Se trataba de una marimba escuadra, conformada por dos marimbas (una de ellas con doble teclado), hecha con madera Cristobal y en la que podían tocar hasta siete personas al mismo tiempo.
Sin embargo, no había pasado ni una década desde que los Sanabria la adquirieron cuando un accidente la destruyó.
“Cuando los hermanos Sanabria viajaban hacia Limón, para agarrar un barco que les iba a permitir darle la vuelta al mundo, el tren se descarriló y la marimbas se despedazó. Entonces, el gobierno de Costa Rica corrió para darles una nueva, que mandaron a comprar de nuevo a Guatemala y la marimba Costa Rica la guardaron en una bodega en Limón. Entonces, mi abuelo se fue para allá y la compró”, detalla don Luis Guillermo, músico de la tercera generación de marimbistas Ramírez.
Con la marimba ya en Escazú, la familia se propuso arreglarla y dejarla como nueva. Y así fue, el instrumento quedó listo para volver a escena... eso sí bajo el nombre Hermanos Ramírez Costa Rica.
Desde entonces esta fue la estrella de cada presentación de la Marimba Escazú, la cual trasladaban en un carro de carga para la presentación.
“Fueron a cumpleaños, matrimonios, fiestas de 15 años, fiestas patronales, inauguración de escuelas, colegios, tocaban en el gobierno central y en todas las instituciones, porque tenía mucho auge. Tocaban en el Country Club, en el Club Unión, en Cartago, en los famosos bailes de gala de los pueblos y las provincias y también tuvieron un mano a mano con la mejor marimba del mundo, que fue la Marimba Madera de mi Tierra”, dice Luis Guillermo Ramírez.
También se presentaron en Pérez Zeledón, a Puntarenas, a Limón y en la frontera con Panamá.
Sin embargo, conforme pasaron los años, la época dorada de la marimba fue pasando. Sus músicos originales se fueron retirando y de pronto Antonio, Eduardo y Guillermo, hijos de don Miguel Ramírez, fueron los únicos que quedaron en la agrupación. No obstante, ellos continuaron con este proyecto musical hasta 1990, aproximadamente, cuando el ensamble finalmente dejó de funcionar.
Los últimos en formar parte de la agrupación fueron don Guillermo y su hijo Luis Guillermo; no obstante, ya el papá estaba cansado y fue su hijo el único de la familia que quería continuar con la tradición.
“Yo sigo tocando pero ya con otros muchachos, porque nadie siguió. Solo un muchachito, un primo mío que se llama Leonel Aguilar viene a tocar un poquito de marimba, pero no siguió él con la tradición familiar. Pero ahora he visto que mis sobrinos nietos son muy chispas para la música y ya tengo marimbas chiquititas para ellos, que son seis chiquitas y chiquitos de diferentes edades”, cuenta Ramírez, de 63 años.
Por ello, no pierde la esperanza de que en un futuro sean ellos los que mantengan la tradición y sean la siguiente generación Ramírez en ser los dueños de la imponente marimba centenaria que aún se encuentra en perfectas condiciones y que don Guillermo continua viendo con cariño (y que de vez en cuando toca).
“Es una joya muy preciada para la familia”, afirma.
A tiempo del rescate
En la propiedad de la familia Ramírez abundan las marimbas: hay unas grandes, está la de escuadra, también hay una portátil y unas pequeñas para los niños de la casa. Además, hay una que don Luis Guillermo Ramírez construyó con un trozo de madera que recogió de unas gradas de barrio Amón, y es la que ahora utiliza.
Él se niega a renunciar a la tradición familiar que su abuelo y su padre tanto impulsaron, y aunque la pandemia terminó por arrebatarle el trabajo, ha encontrado en las ferias del agricultor un sitio para hacer lo que tanto le gusta y ganar un poco de dinero. A veces va solo, a veces lo acompañan otros músicos de Escazú.
“Ya no es como antes, no tengo músicos fijos, hasta ahora lo que tengo es un muchacho con guitarra que me está ayudando y a veces hay otros marimbistas que me van a ayudar, pero no es siempre”, dice.
Aunque considera que el valor de la marimba se ha perdido a pesar de ser un símbolo nacional, debido a que no se le da la misma importancia que antes en los centros educativos, gobiernos locales e instituciones culturales, él se ha propuesto destacar las bondades de este instrumento tan tradicional en Costa Rica.
“La marimba ha sido como el eje central de mi vida, de muchos vecinos de Escazú quienes se casaron con la marimba, quienes hablan de los bailes que se organizaban con la marimba, y las actividades del recuerdo que habían en las escuelas... todo era con marimba, era como algo cotidiano. Ahora se ha vuelto algo de muy de vez en cuando”
— Guillermo Ramírez
Don Luis Guillermo lamenta que eso ocurra en la actualidad, pues asegura que con la marimba las personas pueden sentir un alivio, un descanso sónico.
“El gobierno central no les dan el apoyo que merece, hay falta de información desde las escuelas y además, los maestros no saben nada de marimbas. Nadie ve a un chiquito que salga corriendo cuando oye o ve una marimba, la realidad es que cuesta mucho que se interese, pero ¿cómo se van a interesar si no la escuchan, ni tampoco la ven?... no se puede.
“Y si usted ve, cuando hay una marimba en una actividad la gente reacciona bien, les gusta ese cambio de sonido. Y más si es un instrumento bien ejecutado, cuando se siente la vibra que suelta. Es que suelta aquella alegría y duele el hecho ver que se haya perdido o que se haya ido cambiando por otro tipo de música”, reprocha.
Lo que él dice es apoyado por don Guillermo, quien aplaude que su hijo quiera volver a poner en el radar la música de marimba que tantas alegrías ha llevado a su familia.
“La marimba ha sido como el eje central de mi vida, de muchos vecinos de Escazú quienes se casaron con la marimba, quienes hablan de los bailes que se organizaban con la marimba, y las actividades del recuerdo que habían en las escuelas... todo era con marimba, era como algo cotidiano. Ahora se ha vuelto algo de muy de vez en cuando”, comenta el casi centenario marimbista.
Por ello, don Luis Guillermo ha decidido crear la Asociación Cultural de Marimbistas, Marimberos y Afines, donde se busca explotar todo el talento de la zona a partir de un proyecto cultural.
Pese a que esta es una organización que se conformó en pandemia, hasta ahora no ha podido salir adelante dada la falta de recursos de los músicos, quienes han visto sus ingresos limitados precisamente por los efectos de la covid-19. Su idea es poder conseguir aunque sea un patrocinio, para que más artistas jóvenes de la zona puedan explotar el uso de las marimbas.
“Creo que estamos en un buen momento para salvar la marimba. Con estrategias podemos impulsarla de nuevo. Por ejemplo, mi estrategia sería que nos pongan a la par de una orquesta buena y nos den 15 minutos para que la gente vea la diferencia en sonido a la hora de escuchar. No estoy diciendo que otros grupos no tocan, solo que lo hacen muy duro. Entonces, a la hora de poner una orquesta con esa magnitud de sonido y a la par se le pone a una marimba y se va a sentir ese cambio tan dulce”, detalla.
Lo que más lamenta don Luis Guillermo es que se haya desplazado la música de un símbolo nacional, para darle paso y prioridad al reguetón, por ejemplo.
Además, afirma que ya los padres no se acercan a los marimbistas como antes, para que sus hijos puedan apreciar las maravillas de este instrumento musical y se enamoren de este.
“A veces siente uno una desilusión tan grande de ver que hay música tan linda y que la están cambiando por un reguetón, que es lo que ahora le ponen a los niños. Y eso duele, porque uno ve la falta de conocimiento de la gente y el niño tampoco tiene la culpa, porque no hay nadie que le haya dicho al chiquito: ‘escuche la marimba’, o que lo carguen para que la vea el teclado”, asevera.
Y a pesar de que sabe que es complicado cambiar el paradigma, afirma que mantendrá su lucha, por su padre, Guillermo Ramírez, el último marimbista de Escazú de los años 1930, quien desde el corredor de su casa contempla a su hijo tocando la centenaria marimba de escuadra que tantas alegrías le ha dado a la familia.
Contacto
Tanto la Marimba Escazú como la Asociación Cultural de Marimbistas, Marimberos y Afines se pueden contactar con Luis Guillermo Ramírez, al teléfono 8314-8891, o bien al correo electrónico marimbaescazu@gmail.com.