Tal vez esta escena apele a su nostalgia: es sábado por la noche, la familia está en la casa. ¡Qué bonito ver una película todos juntos! Hay acuerdo y alguien se dispone a ir al videoclub del barrio a alquilar una cinta.
El club vecino está abierto y listo para recibir a su cliente, a esa persona que por mes pagaba unos ¢5.000 de suscripción. El negocio estaba adornado en sus paredes con cajas de casetes de VHS ilustradas con las portadas de los filmes de moda, los clásicos, las comedias, las películas para adultos y también para los niños. Había una sección especial de estrenos, que llegaban a los clubes semanas (o meses) después de su puesta en las salas de cine.
Los carteles de las películas eran, sin lugar a dudas, un llamativo extra para los clientes. Quien atendía el lugar hacía sus recomendaciones, brindaba detalles y datos de las películas; era todo un conocedor del cine, tenía que serlo.
El título elegido fue Rocky V, el bombazo de la pantalla grande que en 1990 “culminaba” la saga del boxeador protagonizada por Sylvester Stallone. Unas palomitas de maíz hechas con bastante mantequilla (en una olla, en la cocina... nada de microondas) y la velada estaba lista.
Dos días después la familia regresó, eso sí, rebobinada, la película al club. Tal vez salieron del video con otra cinta, o a lo mejor esperaron a la próxima semana para alquilar una nueva.
La realidad actual de los clubes de video es totalmente diferente a la que se vivía hace tres décadas.Y sí, han pasado 30 años (e incluso más) desde que la moda de alquilar filmes para ver en casa llegó a Costa Rica y estos negocios pululaban en todas las comunidades.
Del Betamax pasamos al VHS, de los casetes al DVD y Blu-Ray. Ahora son los intangibles servicios de streaming los que reinan en la oferta de entretenimiento para el hogar.
Por eso nos hicimos la pregunta: ¿cómo sobreviven actualmente los videoclubes? Y es que la pandemia ha sido la última prueba de una cadena de cambios forzados para estas pequeñas empresas, enfrentadas de por sí a una competencia al estilo David contra Goliat que han asumido desde la llegada de la primera gran plataforma digital, Netflix, y que en los últimos años vivió un repunte exorbitante, dando así paso a otras opciones en Internet como YouTube, Disney+, HBO Max, Amazon Prime Video, Google Play y Apple TV; por mencionar apenas a las más grandes.
Cuestión de derechos
Cabe destacar que la mutación del negocio del alquiler de películas derivó en que ahora los clubes las vendan, por lo que el cliente adquiere el DVD y puede conservarlo. Esto se debe a la proliferación de la tecnología para clonar caseramente películas (de hecho las películas que usted adquiere bajo este formato no son originales, sino copias).
Así, ahora la posibilidad de ofrecer en DVD la película de moda ya no es exclusiva de los videoclubes, sino que también se da en el minisúper, la pulpería de la esquina, la feria del agricultor y hasta en la calle. La calidad, eso sí, varía según el “pedigrí” del vendedor (no espere mucho de una película comprada en el bus).
¿Y los derechos de autor? El tema no es el preferido de quienes operan los videoclubes y ha sido motivo de una larga enemistad con los distribuidores y exhibidores cinematográficos. Aún así, muchos dueños de estos negocios aseguran que su actividad está a derecho y que pagan por los filmes que ofrecen a sus clientes, aunque todas esas películas incluyan leyendas que advierten que su clonación y venta no es permitida.
Antes, los tiempos de promoción y distribución de las películas tenían un orden que se mantuvo invariable por mucho tiempo: el estreno era exclusivo de los cines y solo cuando salían de cartelera se lanzaban al mercado doméstico, para luego emitirse por televisión abierta y canales de cable. Sin embargo, con la aparición del Internet y la digitalización del mercado, la cadena se rompió y los estudios y productoras perdieron buena parte del control sobre sus títulos. Ahora, es común que la película que se estrena hoy en cines o en Netflix aparezca menos de una semana después clonada en el minisúper de su barrio (y aún antes para ser descargada de plataformas piratas en línea).
Por eso, independientemente de dónde la adquiera, no pierda de vista que Warner Bros. no está feliz con la copia de El Escuadrón Suicida que usted ya tiene en su casa, cuando no han pasado 15 días de su debut en la pantalla grande.
Dicho lo anterior, volvamos a los clubes.
En la casa
Desde hace muchos años que los suscriptores afiliados a los clubes de video optaron por mejor pagar esa mensualidad a las plataformas digitales. Así lo afirman tres empresarios que todavía tienen sus negocios de videoclubes con vida. Sí, les ha afectado la competencia, así que el negocio tuvo que cambiar con el tiempo.
Ahora las películas en DVD ya no se alquilan, sino que se venden. Los clubes han echado mano de la versatilidad para mantenerse y así conservar a sus clientes.
La opción de ver películas en estreno casi que al mismo tiempo en que se exhiben en cines es uno de los puntos a favor de las plataformas digitales (modelo que servicios como HBO Max y Disney+ han potenciado durante la pandemia), aunado también está la ventaja de tener acceso a un catálogo exclusivo de series y producciones fílmicas.
Sin embargo, todavía hay personas que prefieren ir a buscar las películas o series a los clubes de video para tenerlas en formato físico e incluso coleccionarlas. A este público es al que apuntan dichos negocios, así como a quienes están poco familiarizados con la tecnología, tienen acceso limitado a Internet o bien buscan títulos clásicos o de nicho que no son comunes en las plataformas de streaming.
Ivonne Ramírez es la propietaria de Winners Videoclub, ubicado en Paracito de Moravia. El negocio lo empezó ella hace 12 años y ahora lo tiene instalado en su casa de habitación, pues debido a la pandemia y la considerable baja en las ventas de las películas tuvo que cerrar el local.
“Cuando yo inicié existía el VHS y apenas estaba saliendo el DVD. El negocio lo empecé porque me quedé sin trabajo y ya tenía un hijo al que cuidar. En aquel momento inicié con 200 títulos aproximadamente, que en la mayoría eran DVD. En ese momento había pocas personas que tenían aparato reproductor de discos DVD, así que lo que hacía era que yo misma pasaba las películas de VHS a disco”, recordó Ramírez.
Ella vivió la era de oro de los videoclubes y le sacó buen provecho. Sin embargo, en los últimos tiempos afirma que ha tenido que diversificarse para salir adelante.
“Ha sido bastante difícil, porque además de las ofertas digitales, también se nos vino la pandemia el año pasado. El reto es mayor, pero uno va saliendo”, dijo.
La empresaria explicó que su tienda está en su propia casa y que como ella es la que la trabaja a diario, ha podido salir adelante. Además, ha ideado opciones para ofrecerles a sus clientes como las promociones, facilidades de pago, horarios y hasta el servicio de entrega a domicilio.
Recuerdo que hubo un tiempo en que hacían allanamientos en los clubes porque muchos lo que tenían eran copias piratas de las películas. A mí no porque yo lo tenía todo en ley
— Armando Fallas, Cinema Videoclub
El enfoque del negocio es comprar películas y hacer copias para venderlas. Pero también aprovechó su espacio y la ubicación de su casa, que está cerca de centros educativos, para poner un servicio de fotocopiadora.
Desde el 2015, Winners Videoclub dejó de trabajar con suscripciones y ha optado por la venta. “Tengo la facilidad de que un familiar vive en el extranjero y allá les llegan las películas más rápido que aquí. Él compra el filme y me lo hace llegar para que yo haga las copias”, comentó.
El por qué sigue el negocio con vida responde mucho a la fidelidad de los clientes que durante muchos años fueron suscriptores. “Me ha comentado la misma clientela que a veces esperan una película para verla en una plataforma, pero que duran mucho en llegar. Otras veces tienen que pagar extra para verla al mismo tiempo del estreno y les sale más barato comprar la película y de paso se las dejan. En precio es mucho más cómodo pagar ¢1.200 por un DVD que ¢9.000 por un acceso que solo está disponible pocos días”, explicó.
Consentir al cliente
Los esposos Zoraida Trejos y Armando Fallas son los orgullosos dueños de Cinema Videoclub, de Ipís de Goicoechea. Desde hace más de 30 años el videoclub ha llevado las mejores producciones del cine y la televisión a los hogares de muchas familias.
Empero, ya no tienen un local para exponer sus más de 100.000 títulos, sino que lo hacen con honor en la sala de su casa que ahora está convertida en todo un museo del cine. “Mi esposo fue el que comenzó con el club, creo que somos los más viejos del país”, contó Zoraida.
Cuando ellos empezaron con la idea de montar el club, el negocio estaba empezando a agarrar fuerza fuera de nuestro país y ellos vieron una muy buena oportunidad para montar algo propio con el dinero que obtuvo Armando de las prestaciones que le pagó la empresa para la que trabajaba y a la cual renunció para tener su propio emprendimiento.
“En ese tiempo hacer el videoclub era algo muy caro porque había que comprar los VHS que costaban su buena plata”, recordó Fallas.
El empresario narró que su club comenzó siendo algo muy sencillo, tanto que las portadas de las películas eran fotocopias a blanco y negro de las originales y estaban pegadas sobre esterofón. Cinema Videclub inició con 125 películas; todo lo que Fallas recibió de su liquidación lo invirtió en su sueño que empezó en una ventana de su casa.
El club fue surgiendo y Fallas hizo mancuerna con los dueños del famoso videoclub Hollywood, de quienes recibió asesoramiento, así como de una empresa que tenía los derechos de autor de los filmes para Costa Rica; a ellos les compraba los videos.
“Recuerdo que hubo un tiempo en que hacían allanamientos en los clubes porque muchos lo que tenían eran copias piratas de las películas. A mí no porque yo lo tenía todo en ley”, dijo.
Del Betamax pasamos al VHS, de los casetes al DVD y Blu-Ray. Ahora son los intangibles servicios de streaming los que reinan en la oferta de entretenimiento para el hogar.
El trabajo iba viento en popa hasta que hace unos ocho años, según recuerda, comenzó a tomar fuerza Netflix y poco a poco sus clientes se trasladaron a esa plataforma.
“Ahí empezaron los problemas. Venían menos clientes, empezaron a irse a Netflix. El negocio empezó a irse para abajo, empezamos a ver las cosas horribles, ya no podíamos tener empleados. Además se vino el IVA (impuesto sobre valor agregado) y la pandemia”, contó.
El matrimonio Fallas Trejos recibió un golpe directo y se vio en la necesidad de cerrar su local y trasladar las películas a casa que durante tres décadas sacaron adelante a puro alquiler de series y filmes.
“Transformamos nuestra casa completamente. Nos acomodamos bien, todo lo que teníamos lo guardamos, los cuadros, los muebles. Convertimos las paredes en estanterías, la casa es el club ahora”, contó Zoraida.
Fallas también es pintor, una faceta que se ha visto afectada por la pandemia porque ya no vende sus obras debido a que sus clientes optan por invertir el dinero en otras necesidades. Pero en combinación con el club y las clases que da de manera virtual, la familia ha salido adelante.
Fallas y su esposa reconocen que la venta de películas se ha mantenido gracias al buen trato que siempre le han ofrecido a sus clientes y a las nuevas facilidades que han implementado en el club. “Primero que todo tenemos más de 100.000 títulos que incluyen clásicos que cuesta mucho encontrar en las plataformas, tenemos películas desde que existe el cine mudo hasta la actualidad. Vendemos las películas y hasta las llevamos a las casas, cumplimos las exigencias de los clientes”, aseguró.
Los esposos afirman que tienen unos 900 clientes activos que, por supuesto, no llegan todas las semanas a buscar títulos, pero que sí al menos una vez al mes los visitan.
Entre los servicios que ofrecen en Cinema Videoclub están el montaje de audio y subtítulos a películas, también venden los filmes en formatos DVD y Blu-Ray.
En los servicios de streaming entrás a buscar algo para ver y te puede llevar mucho tiempo encontrar algo que te llame la atención
— Rolando Monge, RGB
La manera de mantener el negocio es invirtiendo en la compra de películas para hacer las copias, también pagan servicios de descarga de sitios web que cuentan con los permisos respectivos para ofrecerles a sus clientes las copias con la mejor calidad.
Sobre la competencia que viven en la actualidad contra las plataformas digitales, los esposos están de acuerdo en que es en desigualdad de condiciones, pero que no dejarán de luchar.
“Es una competencia del débil contra el fuerte, ellos son los multimillonarios, son los dueños del mundo. Netflix, por ejemplo, hace películas con los artistas más caros que se puede imaginar. Ni siquiera es una competencia con la gente que vende en la calle o con los minisupermercados, no, es contra las grandes cadenas”, comentó Fallas.
Incluso aseguró que no es una disputa entre los dueños de videoclubes, pues más bien en el gremio se busca cómo apoyarse entre ellos. “Si alguien no tiene una película viene a mi club y me la compra para vendérsela a su cliente”, finalizó.
Versatilidad, el secreto
En Alajuela y Heredia llaman la atención unos locales de películas con mucho colorido y con un olor a palomitas de maíz que encanta a cualquiera que pase cerca.
Se trata de RGB, empresa de Rolando Monge y Marcela Cuesta, quienes se han dedicado desde hace ocho años a innovar el negocio de los videoclubes. Entrar a uno de sus establecimientos es vivir una experiencia sensorial que entra por los ojos gracias a la decoración y que culmina en el gusto por el delicioso sabor de las palomitas de maíz que también venden.
Para esta pareja todo debe de ser integral, así que procuran que los clientes que los visitan se sientan como en la recepción de una sala de cine e incluso sean atendidos por personal conocedor y especializado para brindar un trato más personal.
“Creemos firmemente en que si pensamos en grande, todo será en grande. Decidimos hacer una inversión muy importante para que, por ejemplo, si llega un niño a tomarse una foto con la figura de Darth Vader y se va contento, ya estamos satisfechos nosotros”, explicó Monge.
Antes de RGB, Rolando y Marcela eran propietarios de una licorera, pero decidieron cambiar y aventurarse a las películas justo cuando las plataformas digitales vivían su entrada triunfal a la contienda por la preferencia del público.
“Cuando hicimos el cambio nos decían que nos habíamos vuelto locos porque una licorera es un negocio para siempre. No nos arrepentimos, tuvimos la visión y creíamos fielmente en lo que estábamos haciendo, aunque al principio no teníamos muy claro lo que queríamos”, contó Marcela.
Para la pareja, RGB no es un videoclub sino un concepto, y ese es uno de los secretos que los ha hecho mantenerse fuertes en el mercado de la venta de películas y series.
Como los otros clubes acá reseñados, en RGB hace mucho tiempo que no se manejan las suscripciones mensuales y el alquiler de DVD.
“Hay un punto importante que no te ofrecen los servicios de streaming y es que entrás a buscar algo para ver y te puede llevar mucho tiempo encontrar algo que te llame la atención. En RGB tenemos personas que hacen recomendaciones y que conocen al cliente para decirles qué les puede gustar. Tal vez alguien entra a comprar palomitas porque son seducidos por el olor, pero se llevan una película”, agregó Monge.
De acuerdo con los empresarios, la guerra de la tecnología contra los videoclubes siempre ha existido. Antes, afirman, se iban a alquilar cintas de VHS, pero estaba entrando a regir la televisión por cable; ahora es lo mismo, pero con las plataformas digitales. Sin embargo, Monge afirma que ellos tratan de no verlo de esa manera, sino como un esfuerzo que beneficia a todos porque de no haber películas en los cines o en las plataformas digitales, ellos no tendrían producto para vender.
Otro de los puntos a favor para mantenerse activos en RGB y lograr además que la empresa siga creciendo ha sido la necesidad de pertenencia que tiene el ser humano. Un ejemplo de esto es cuando un niño le pide a su padre que le compre una película que aunque ya tiene en su dispositivo móvil, la quiere sostener en sus manos.
Por último, la oferta de RGB en cuanto a títulos también es muy variada. Ellos manejan más de 25 mil producciones con una amplia gama que abarca series y películas clásicas y, por supuesto, las más recientes.
“Hay mucho que no se encuentra en la red y eso es lo que llegan a pedir los clientes. Hacemos una inversión muy importante en la compra y la descarga para ofrecerle al público lo que busca. Por ejemplo llegó un muchacho buscando la serie Perdidos en el espacio para regalársela a su papá”, finalizó Marcela.
¿Dónde?
Winners Videoclub: Ubicado en Paracito de Moravia, del puente grande 50 metros al este frente al antiguo Ebais. Teléfono: 8330-0290.
Cinema Videoclub: Del cruce de Ipís y Coronado, 300 metros noreste, entrada sin salida. Teléfono: 7138-6986.
RGB: Locales en San Pablo de Heredia, en Santa Lucía de Barva de Heredia y en La Agonía de Alajuela. Teléfono: 2263-0102.