"Cada uno es dueño de sus miedos y de su angustiado corazón. Cada uno es dueño de su rabia, de su exilio, su cabanga y su dolor.
Cada uno es dueño de sus sueños, de su terca y hermosa utopía. Cada uno es dueño de sus dudas, de su sed de libertad y de justicia; pero unidos lograremos, a pesar de los escépticos, convertir en fértil aguacero esta inmensa sed de paz y libertad.
Solo unidos lograremos, sin perder jamás la dignidad, abrazarnos en la lucha sin prejuicios y la violencia de raíz erradicar.
Cada uno es dueño de su paraíso, de su infierno y de su propia soledad. Cada uno es dueño de su compromiso, su esperanza y su ansiada libertad.
Cada uno es dueño de su fe, de su dicha y de su felicidad. Cada uno es dueño de su empeño, su pequeña y su íntima verdad.
Solos somos un río, juntos somos un mar. Todos somos patria para multiplicar, juntos nuestro canto se hace voz plural; un pueblo firme y unido que a pesar de estar herido lucha por su libertad".
Desde su segundo exilio en Costa Rica, Luis Enrique Mejía Godoy hizo este escrito. Pronto será una canción, una más que se suma al amplio repertorio de corte político y social que en sus más de 50 años de carrera ha creado para ser una voz del pueblo nicaragüense que, también desde hace muchos años, lucha por la libertad de una represión, represión que vivió desde finales de los 70 y que en la actualidad revive frente al gobierno de Daniel Ortega.
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Acompañado por su esposa Lucía, viven en una casa prestada y espera con toda su fe, poder regresar a estar con su familia, aunque tiene muy claro que para volver a su tierra, podría pasar un buen tiempo. Sin embargo, desde su trinchera, que es la música, Mejía Godoy sigue apoyando la causa del pueblo, la de los jóvenes, las madres, los niños y los hombres que día a día se levantan para luchar por su Nicaragua.
Radicado en Costa Rica desde julio del 2019, Luis Enrique Mejía Godoy, el cantor de la revolución, pilar de una de las dinastías musicales más importantes de Nicaragua y Centroamérica (junto a su hermano Carlos y sus sobrinos Luis Enrique y Perrozompopo), habló largo y tendido sobre lo que extraña de su patria, el por qué de sus canciones, el amor que profesa por su país y, por supuesto, de la traición que siente en su alma al ver lo que sucede en Nicaragua desde abril del 2018, cuando el pueblo salió a las calles a protestar en contra de la reforma al seguro social impuesta por el gobierno de Daniel Ortega y que desencadenó en una represión oficial que ha causado decenas de muertes, presos políticos, exiliados, torturados y desaparecidos, por mencionar solo unos casos.
Luis Enrique alzó, una vez más, la voz por sus compatriotas, esos que defendió con la canción y la guitarra hace más de 40 años cuando unió su talento a los ideales del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que luchó por quitar del poder a Anastasio Somoza.
En su segundo alejamiento de Nicaragua, el compositor canta y habla en contra de la represión encabezada por Ortega, hombre con quien en su momento comulgó en los valores de la revolución sandinista.
-¿Qué pasa en Nicaragua, siente que hay contradicciones?
-Como dice la poeta Gioconda Belli: hay muchas cosas violentamente dulces y hermosamente difíciles porque vengo de un país que tiene una historia muy convulsa. La historia de Nicaragua no se entiende de otra manera más que de grandes sobresaltos, grandes contradicciones; estamos hablando de que arrastramos más de 200 años así.
-¿Hay responsables?
-Creo que el mayor daño, si se puede decir de esta manera, que se le ha hecho a mi país viene de los políticos, no importa de qué tendencia sean. Hemos pasado dos revoluciones que fueron la liberal y la sandinista, de por medio una dictadura, golpe de estado, cuartelazos; eso sin meter los problemas naturales que son una respuesta de la naturaleza por el mal cuido que hemos tenido. Parece que los nicaragüenses estuviéramos siempre a prueba y quizá por eso ahora la parte positiva es que también somos generosos, solidarios, abiertos, trabajadores y como decía el poeta Pablo Antonio Cuadra: un pueblo en perenne éxodo.
-Usted fue parte de la Revolución Sandinista desde su trinchera, ahora esa organización que está en el poder es contra la que protesta...
-En la Revolución Sandinista entendí que no había ninguna otra opción por la que Somoza hubiera dejado al pueblo más que por una rebelión armada, aunque yo nunca luché con y por las armas, nunca fui amigo de eso. Al final eso fue lo que sucedió aunque se trató de evitar muchas veces, finalmente pasó, fue un costo muy alto de sangre, de sacrificio y de víctimas inocentes que no tenían que ver con uno o con otro lado.
-Cuando hay en un país una insurrección armada significa que si no hay conducción eso va a la anarquía, al caos; entonces en ese sentido era bueno que hubiera un movimiento, que no era un partido político que fue el Frente Sandinista de Liberación Nacional que vanguardizó esa insurrección. Yo no era militante, pero era simpatizante y puse mi canto al servicio de esa causa que entendía que era la causa de todo el pueblo.
-Había esperanza...
-Nosotros románticamente creímos que quizás podíamos hacer, entre comillas, un experimento socio cultural y económico que no se parecía a ninguna de las revoluciones hasta ese momento. Era lógico pensar así, no era tan loco porque había cristianos, marxistas, pequeña burguesía, campesinos, obreros, partidos políticos, movimientos, muchas mujeres e inclusive niños; era una insurrección totalmente popular y por eso creo que tuvo gran simpatía en todo el mundo y más en países tan cercanos como Costa Rica, que somos pueblos hermanos y sentían como propia esa lucha, tanto que no solamente participaron sino que murieron muchos costarricenses en esa lucha contra la dinastía de los Somoza. Todas estas razones llevaron a que esa revolución fuera algo como nueva, mágica, renovada.
-Sacrificada...
-Una experiencia linda, hermosa, sacrificada, muy dura. En lo primero que me pongo a pensar en estas situaciones es en las madres que son las que siempre sufren; una cosa muy particular de Nicaragua es que no son los padres, no son los hombres los que salen, son las mujeres. Entonces se convierte en una política de la revolución darle a la mujer un lugar preponderante e importante para, en primer lugar, recuperar sus derechos ancestrales, pero también como un tema de justicia. Uno nunca está hablando del papa sino de la mama, ahí están las madres de los héroes, de los desaparecidos, de los torturados, de los encarcelados, de los emigrantes, de los asilados; son las madres las que están en las cárceles llevando comida, sufriendo por sus hijos, esas madres también están manifestándose.
-¿Hay diferencias entre lo que pasó en la Revolución Sandinista y lo que vive Nicaragua actualmente?
-Claro, el mundo es distinto por eso quizá es más compleja porque es una lucha cívica, sin armas, o por lo menos por parte del pueblo porque la represión es armada y estúpidamente manejada a nivel de una represión terrible y sangrienta.
-Las comparaciones no son buenas porque no sé si Somoza en las actuales circunstancias haría lo mismo, pero ahora estamos hablando de alguien que fue guerrillero, que estuvo preso, que su madre sufrió por él y por sus hermanos y que está traicionando al pueblo o se quiere perennizar en el poder. Si Daniel Ortega hubiera entendido que no es un dios, que no puede ser perfecto y que algo estaba fallando, hubiera dicho “pongámonos de acuerdo” y no hubiera habido derramamiento de sangre.
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-El pueblo volvió a despertarse...
-Estos jóvenes dieron la cara, los llaman los nietos de Sandino. Nosotros creíamos que los jóvenes estaban más preocupados en sus celulares y en sus redes sociales pero nos dieron una gran lección, salieron a la calle y dijeron no. Lamentablemente el régimen respondió primero con mucha violencia que pasó a armas de guerra, francotiradores y paramilitares que es lo peor que ha sucedido en Nicaragua porque eso provocó una descomposición social muy grande.
-¿Lo considera una guerra?
-No es una guerra porque no hay dos bandos armados, no. Aquí está el pueblo absolutamente desarmado, solo con la bandera blanca y azul de la patria; es cierto que hubo manifestaciones de posiciones muy fuertes con tranques, barricadas y cosas así que también las hubo en Chile y mucho más fuertes, también en Perú, Bolivia, Ecuador, Barcelona; Nicaragua no es una excepción. No es que estemos de guerreristas, absolutamente no, estamos convencidos de que esta lucha tiene que ser cívica, estamos convencidos de que no debe de haber muertos, encarcelados o desaparecidos.
-¿Cree que fuera de Nicaragua los demás países sepan realmente lo que está pasando?
-Es muy curioso que en Costa Rica, Guatemala, El Salvador, México o Panamá no se conozca a profundidad lo que está sucediendo en Nicaragua. Esto es un reclamo también a los medios de comunicación porque es como no querer ver porque es sorprendente, no puede ser que en Nicaragua esté sucediendo algo así otra vez.
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-¿Se siente traicionado por el grupo del cual defendió sus ideales?
-Me siento traicionado porque yo fui un joven en ese momento que estaba con todos los ideales de hacer una revolución que fuera para todos democrática, con igualdad, con equidad de género, con igual participación, salud, educación gratuita; lo que nunca tuvimos. Yo soñaba con un país sin ejército, con un país con más escuelas que cuarteles, con más guitarras que fusiles; por eso escribí canciones como Cuando crezcas pueblo mío en el 71, y ahora me pregunto cómo es posible que tantos años después yo esté hablando de lo mismo. Aún canto algunas canciones muy viejas que no perdieron la vigencia, pero desde el 18 de abril del 2018 he hecho entre 25 y 30 canciones más.
-¿Por qué decidió estar ahora de nuevo del lado del pueblo?
-Es un enfrentamiento, una confrontación entre nuestro mismo pueblo por un problema fundamentalmente ideológico, vuelvo a repetir qué daño le han hecho los políticos a nuestro pueblo. Yo he tenido mucha suerte porque nunca estuve preso, ni me torturaron, pero de alguna manera he sido perseguido u odiado por las ideas. No tengo esa experiencia terrible de perder a un hermano o un padre; sin embargo mi conciencia me dicta estar del lado correcto y por eso estoy de este lado.
-¿Qué les dice a los jóvenes?
-Yo escribí sobre la ambición al poder, sobre estar cegados, escribo contra el rencor y la venganza; les digo a los muchachos que ellos tienen una gran responsabilidad, yo los voy a apoyar pero esta lucha no me toca vanguardizarla a mí, no es mi generación; pero necesitamos apoyarlos. Lo otro es decirles a los políticos que ya les pasó su chance, que le den un chance a la juventud.
-¿Está seguro de que con la palabra se llega a concientizar, lo ha comprobado?
-Absolutamente. He estado con madres, con jóvenes, con torturados, con exprisioneros, con mucha gente fuera y dentro de Nicaragua; estoy convencido de que lo que hago es arte, no soy un panfletero ni un propagandista, tampoco tengo partido político, sí tengo una posición que es al lado del pueblo, pero no quiere decir que no entienda que hay que organizarse, pero hay que dejar que los jóvenes tengan la palabra.
-Esa es una gran responsabilidad..
-Estoy convencido de eso. El poeta Gabriel Celaya dijo que la poesía es un arma cargada de futuro, yo lo aplico a la canción porque la canción es un arma cargada de futuro, una herramienta para la paz. Si algo percibo al final de todo esto es que la paz y la felicidad son utópicas.
-¿Hay esperanza?
-Soy una persona optimista, una persona de fe no solamente porque creo en Dios, pero no se lo dejo todo a él. Le pido a Dios que me dé fortaleza, pero no que me deje las cosas fáciles, Dios no nos va a resolver esto. Creo que tengo mucha responsabilidad porque mucha gente me escucha, no solo me aplaude porque le gusta lo que hago, estoy seguro de que llego a la conciencia de las personas.
-¿Hay que seguir escribiendo canciones?
-Son más de 25 discos grabados con canciones de distintos temas a lo político y económico; canto sobre la naturaleza, el ser humano, el amor, la pareja, la familia, la herencia. Lo que pasa es que estas coyunturas a veces te golpean tanto que, como le decía a mi hermano Carlos, no aguanto la presión, siento que la conciencia me pregunta qué pasó con los presos políticos, qué pasó con las madres, con los niños.
-Este es su segundo exilio en Costa Rica. ¿Qué les dice a los ticos?
-Costa Rica es mi segunda patria, viví 12 años intensos aquí. Estoy seguro de que tienen muchos problemas pero les digo a los ticos que cuiden y defiendan esta democracia, que no estén al margen, que participen pero respétense porque eso es lo que Nicaragua hasta ahora no ha logrado. Estamos en un momento muy difícil porque para llegar a la unidad tenemos que ponernos de acuerdo, antes de llegar a un diálogo con el gobierno tiene que haber uno entre nosotros; yo no juego ningún papel más que el de concientizar, motivar y movilizar.
-¿Qué necesita Nicaragua para llegar al cambio?
-No vivo en Nicaragua, no puedo vivir en mi país, estoy exiliado en Costa Rica y me duele Nicaragua. Quizá lo que yo diga no tiene mayor importancia, habría que preguntarles a los dirigentes políticos y a los que dicen que están realmente interesados en lo que pasa. No me gusta ser extremista, no sé si esto sonará así, pero en Nicaragua lo que tiene que haber es un cambio de sistema, un cambio de presidente con unas elecciones supuestamente democráticas, vigiladas y no amañadas no es suficiente; no, no, porque qué pasa con la Corte Suprema de Justicia, con el Consejo Superior Electoral, con la policía, con el ejército.
-¿Cómo está Nicaragua?
-El país está enfermo, donde lo toqués le duele. El país está maltratado, violado. La Nicaragüita está abusada en todo el sentido de la palabra; en este momento hay toda una efervescencia por todo este asunto. Yo decía que antes de unas elecciones preferiría que eligiéramos un gobierno de transición para que ese gobierno sea el que ordene sin violencia, que a nadie se le ocurra ir por las armas a casa presidencial porque no comulgo con eso. Tenemos que agotar absolutamente todo para poder contar con el apoyo de la OEA, de la ONU, de países democráticos, no estamos pidiendo dinero, lo que pedimos es que nos escuchen, que nuestra voz no sea un grito en el desierto. El consenso es lo más sensato, el consenso nacional, la patria primero.
-¿Qué extraña de su país?
-Extraño todo, el olor de la tierra, la comida, mis hijos, mis nietos que todos están allá; solo mi hermano Carlos y yo estamos entrando y saliendo. No sé cuándo vamos a regresar, no sé si habrá condiciones para regresar; la razón por la que yo no estoy en Nicaragua es porque estoy seguro de que no me van a dejar hablar, que no me van a dejar expresarme, que no me van a dejar hacer ni un concierto. Yo soy un profesional que vive de mi trabajo y estoy seguro de que no me van a dejar cantar ni un bolero.
-¿Lo han presionado en algún momento?
-Empezaron a llegar las amenazas por redes sociales, yo no les hacía mucho caso porque en eso también hay mucha tontería y manipulación. De parte del gobierno no, sería deshonesto decir lo contrario y no me gusta jugar con eso; la verdad es que no, ni de parte el gobierno ni de migración aunque me preguntan para dónde voy o qué andaba haciendo. Yo salí a distintos países por mis compromisos y esos compromisos empezaron a tener un objetivo distinto porque quise dirigir mis conciertos en solidaridad con lo que estaba sucediendo en Nicaragua, las canciones empezaron a tener respuesta de la gente.
-¿Le hace falta escribir una canción?
-Siempre. Es un lugar común decir que las canciones son como los hijos, que no hay preferidos; pero en el proceso es esa energía que te duerme los dedos, las manos, los labios, la emoción que me eriza la piel. Es el gozo, no soberbio porque no estoy diciendo que hago la mejor canción del mundo, pero es mi canción, yo soy su papá, la estoy pariendo. Soy realmente responsable de cada palabra y sé del poder que tienen. Somos cronistas de la realidad y aunque ficcionemos algo siempre está ligado a la realidad que es tan dura.
-¿Qué significa la familia Mejía Godoy para Nicaragua?
-Es una cosa que no me sienta bien, me encanta hablar de mi familia pero me gusta más que otra gente lo haga porque tenemos que ser humildes y eso lo aprendimos de mi padre que era carpintero, fabricante de marimbas y guitarrista. Mi abuelo, mi bisabuelo, mis tías, todos fueron músicos, la música es como el pan o la tortilla de todos los días porque estaba ahí. Nosotros no fuimos a buscar la música a ninguna parte, estaba ahí en los ensayos de las marimbas de mi padre, en los bailes, en las serenatas y así nosotros retroalimentamos a nuestros hijos y nietos sin imponerles nada. Pero mucho cuidado, no es la única familia de músicos nicaragüenses, lo que pasa es que nosotros somos más desbochinchados, más pata e’perro, más deshinibidos.
Concierto
Este viernes 14 de febrero Luis Enrique Mejía ofrecerá un concierto especial para celebrar el Día del Amor y la Amistad.
La cita es en Mundoloco, en San Pedro, a partir de las 8 p. m. El espectáculo se titula 20 canciones de amor y en él el nicaragüense hará un repaso por sus temas más románticos al ritmo de boleros, sones y mazurcas. En la música lo acompañarán Luis Manuel Guadamuz (guitarra), Jonathan Delgado (piano) y Bernal Monestel (percusión).
Las entradas valen ¢14.000.