Hay un viejo cuyas venas se inundaron con nostalgia. Sus ojos no pueden obviar que la sangre joven se diseminó por doquier y que ahora sus años mozos son breves recuerdos de antaño en las memorias colectivas.
Es un hijo de otra época, y lo sabe bien. Fue idolatrado como un gigante y un pionero, un visionario adelantado a su tiempo, pero hoy es tan solo uno más entre una decena de los de su clase.
Ese viejo lleva por nombre Mall San Pedro y tiene 21 años a cuestas (que aunque parecen muy pocos en términos de vida humana, en realidad son muchos para un mall en tierra tica).
Pero el gigante de Montes de Oca ha conservado un secreto para sobrevivir a la llegada de malls más jóvenes, llenos de vitalidad y con ideas distintas. Es cierto que se ha quedado rezagado en el tiempo, pero ante todo, siempre supo que debía transformarse, una y otra vez, para encontrar su nicho.
Erigió sus altísimas paredes de color terracota cuando en el país no había más que centros comerciales que bien se podrían definir como aglomeraciones de tiendas con pasillos y estacionamientos al aire libre.
Su fundador y aún presidente, Donald Formal, era entonces un inversionista que viajaba mucho y a quien se le ocurrió implantar en Costa Rica un mall como los muchos que veía en las urbes de otros países, como Miami.
Eligió como cuna una finca cafetalera de dos hectáreas, propiedad de la familia Dent, y en 1993 empezó allí una excavación de 96.000 metros cúbicos que gritaba a diestra y siniestra que ahí se levantaría un edificio importante, de grandes dimensiones.
Según reportaba La Nación de esa época, las obras del mall arrancaron sin los permisos municipales de construcción, ni los del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU), el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA), el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) y el del Colegio Federado de Arquitectos e Ingenieros.
Muchos fueron los intentos del entonces alcalde de Montes de Oca, Gerardo Chávez, para que la Guardia Civil se presentara en el sitio y paralizara las obras, pero fueron infructuosos.
Sin pelos en la lengua, el propio Chávez lo reconocía: “Como se trata de la danza de los ¢3.500 millones, parece que Seguridad no le ha dado el mismo interés que si se tratara de evacuar a un campesino”.
Para ser exactos, el presupuesto ascendía a ¢3.563 millones, de capital proveniente de la familia Formal, créditos de los bancos Nacional y Anglo, además de las preventas de los locales.
Así, el Mall San Pedro se abrió paso hasta colocar la última piedra de sus 90.000 metros cuadrados, tras 26 meses de construcción incesante. Se necesitaron 1.112.166 horas de mano de obra para levantarlo, y un solo hombre hubiese tardado 147 años en construirlo.
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El centro comercial por fin abrió sus puertas al público el 29 de junio de 1995, en el día de San Pedro y San Pablo, con la inauguración del cine y muchos de los locales aún vacíos.
“‘Mirá, superlindo, esto es como estar en Miami. ¡Qué belleza de lugar’, se repite por todos lados. Algunos son más críticos: ‘Vale que por dentro es bonito, porque por fuera… nada que ver’”, relataba la periodista Vanessa Bravo tras una visita al moderno centro comercial, que atraía la curiosidad de cientos de josefinos.
La apertura de las cinco salas de CCM fue el primer paso para la que luego sería una lenta agonía para los demás cines del país, que tenían, a lo sumo, dos salas de proyección.
“San Pedro vino a innovar en cuanto al número de salas”, afirma Luis Carcheri, quien fue gerente de esa cadena hasta 1999.
El concepto de multicinema llegó para quedarse y, aparte del food court, fue el ancla para que la población diferenciara al Mall San Pedro del resto de centros comerciales, incluido Multiplaza Escazú, que había abierto dos años antes con una sola etapa y una inversión mucho más tímida.
En cuestión de un mes, al 31 de julio, los cines CCM ya habían facturado ¢33.488.515.
“Felizmente, tal fue el éxito de estas salas, que un año después el desarrollador del mall, el señor Donald Formal, animó a que se hiciera el segundo juego, de cinco salas más, en el cuarto piso”, comenta Carcheri.
En esos cines se quedó para siempre uno de los mejores recuerdos de infancia de Angie Rojas. Cuando tenía cinco años de edad, su padre la llevó a ver una película de Goofy.
El mall estaba recién construido y las butacas de las salas aún no estaban instaladas, así que se sentaron en el suelo, en una alfombra que compartieron con otra señora y una niña.
“Fue como tener la sala solo para nosotros”, dice Rojas. “Uno tan pequeño, ¡lo veía (al mall) tan grande!”.
Motivo de temores
La apertura de algo nunca antes visto por supuesto despertaba molestia y preocupación entre los vecinos de Montes de Oca.
El MOPT advertía que el centro comercial generaría un caos vial y hoy, 21 años más tarde, la rotonda de la Hispanidad parece un parqueo en las horas pico. Pero ¿sería culpa del mall o del exponencial crecimiento del cantón? En todo caso, la culpa se le atribuyó al edificio de los Formal.
“Abierto aún sin terminar, y por tanto, con menos clientes de los que tendría terminado, el mal(l) [léase “mal”] de San Pedro es ya una calamidad para quienes vivimos, trabajamos o simplemente tenemos que pasar cerca de la Fuente de la Hispanidad. Continuar la construcción y darle el fin previsto podría llegar a paralizar San Pedro de Montes de Oca y poner en peligro innumerables vidas inocentes”, rezaba una columna de opinión firmada por Luis Camacho en La Nación del 31 de agosto de 1995.
En medio de tal arrebato de paranoia, Camacho propuso convertir el edificio en un museo, un monasterio, una cárcel o, incluso, un laboratorio.
Techo para muchos
Pese al enfado de algunos, el mall había llegado para quedarse, pero con algunos cambios en su concepción inicial. Por ejemplo, se había pensado construir ahí un hotel, con casino, discotecas y una piscina en la azotea, pero en su lugar, Formal optó por instaurar un oficentro.
“Marriott y Hilton querían que tuviésemos todo eso para ser cinco estrellas. Pero a última hora vi que no era la zona apropiada para hacer un hotel tan grande, iban a ser 290 habitaciones. Preferimos desistir de la idea”, explica Formal.
“La principal profesión mía ha sido el desarrollo de casas y de construcciones, y me vine al viejo dicho: ‘Dedícate a lo que sabes hacer’. El hotel es tan complicado y caes en manos de una bandera de hotel y no tienes el control de negocio”, agrega.
La alberca, de hecho, sí existió en el octavo piso del segmento de oficinas. Formal recuerda que hace unos 14 años, en una fiesta privada de inauguración de un call center , Carmen Electra se lanzó a esa piscina.
“Ella traía un show y estaba muy de moda”, dice Daniel Solano, gerente general del Condominio Mall San Pedro. “Y estaba muy guapa”, prosigue Formal entre risas.
También estuvieron ahí los actores Ashton Kutcher y Bruce Willis, pero desde hace ocho años la piscina se secó y se tapó.
Las discotecas también se quedaron dentro del proyecto inicial. El mall tuvo en sus entrañas a PK2, a Coyote (local que enfrentó un recurso de amparo en 1997, cuando una mujer denunció que le negaron la entrada por ser afrodescendiente) y la legendaria Planet Mall, la cual escuchó las notas de artistas como Aleks Sintek, Rey Ruiz, Enrique Bunbury o Gustavo Cerati y de grupos como La Ley, Aterciopelados, Yes, Jarabe de Palo, The Wailers, Molotov y Bersuit Vergarabat.
De hecho en uno de los conciertos de esa banda, el cantante nacional Luis Montalbert se llevó un chasco inolvidable.
“A Planet Mall, si uno iba en gorra o pantaloneta, no podía entrar. Yo andaba con unos manganos, era la moda; así era como yo me vestía en aquella época”, explica.
“No me dejaron entrar y alguien de la organización se dio cuenta y dijeron: ‘No, manda huevo, es ese mae, dejémoslo entrar’”.
Dentro de las paredes del Mall San Pedro estuvo también el despacho personal del diputado y excandidato presidencial Otto Guevara, quien durante la campaña del 2010 era novio de la hija del presidente del mall , Deborah Formal.
“Somos apolíticos. Yo tengo mis tendencias políticas, pero no puedo mezclar eso, igual que no puedo llenar de banderas rojas y negras porque sea liguista”, se aventura a contestar Donald Formal cuando se le pregunta sobre la existencia de la oficina de Guevara. “Fue algo muy... muy especial. Pero aquí nunca hubo una bandera de un partido político”.
El oficentro albergó además a la sonada compañía BetonSports, que se promocionaba en su sitio web como “el servicio de apuestas más grande del mundo”.
La trasnacional –que ocupaba seis pisos en el Ofimall– cerró sus operaciones en el 2006 tras declararse culpable en Estados Unidos de delitos como transferencias fraudulentas, lavado de dinero y manejo de apuestas ilegales. Así, BetonSports dejó a 1.450 empleados sin trabajo.
Dejó de ser el mismo
Con el paso del tiempo, algunos de los inquilinos iniciales del Mall San Pedro se marcharon a nuevos horizontes y otros llegaron a ocupar los locales que dejaron vacíos.
Así, de a pocos, las tiendas de celulares y los salones de belleza y barberías comenzaron a inundar sus pasadizos.
Uno de esos emprendedores que vieron una oportunidad de negocio en el mall es Christian Vilallobos, quien a sus 18 años trabajaba en uno de los sportsbook que operaban ahí y abrió una tienda de ropa tipo surf & skate.
Luego, vio entre sus compañeros la necesidad de artículos tecnológicos, videojuegos, películas en DVD y celulares.
“El mall es considerado el lugar número uno para ir a comprar un teléfono, porque usted sabe que hay mucha oferta, y al mejor precio, porque tengo que competir con el que está a dos metros de mí”, comenta Villalobos.
Tiempo después, diversificó su negocio e incluyó también una tienda de reparación de celulares.
“Mi enfoque era dirigirme a los empleados que trabajaban en el mall, a todas las personas que diariamente tenían que venir al mall por trabajo. Era una fuerza consumidora bastante grande; en algún momento calculábamos que eran más de 3.500 empleados, más los de los edificios aledaños”, explica.
Villalobos tuvo también un salón de belleza junto con su exesposa, el cual terminó por transformar en una barbería moderna. Ahora está por abrir también un nuevo salón dirigido a mujeres.
Es propietario también de locales en el Paseo de las Flores, el Mall Internacional y Paseo Metrópoli y, comparativamente, puede asegurar que en ningún otro mall se vende tanto como en el de San Pedro.
Sin embargo, lamenta que en años recientes se haya descuidado la imagen del pionero. En algún momento, recuerda, incluso se le había apodado el “Polódromo” y era visto de manera “despectiva” debido al tipo de clientes que comenzó a atraer.
“La evolución del mall no fue la mejor. Tiene una ubicación privilegiada, pero eso no era todo; había que estarle fomentando la publicidad y el ingreso de negocios con más nombre que complementaran los que ya estábamos, y más bien se fue descuidando esa parte”, afirma el empresario.
Por eso, no pocas veces ha escuchado a colegas de otros locales decir que si para diciembre la situación no mejora, tendrán que marcharse.
En un recorrido en un día cualquiera, se pueden observar muchos rótulos que dicen: “Se alquila” o “Se vende” en las vitrinas, aunque el vicepresidente del mall, Donald Formal hijo, asegura que tan solo un local está en alquiler.
Lo cierto es que con el nacimiento de nuevos y más modernos malls en otras zonas del Gran Área Metropolitana, el público se dispersó y, aunque Formal asegura que el suyo sigue siendo el centro comercial más visitado del país, los dueños de locales y hasta el mismo público avisoran un panorama muy distinto.
Gabriela Valverde, por ejemplo, conserva el día en que conoció el Mall San Pedro como el más preciado de sus recuerdos. Es más, aún tiene fresca la fecha, como si hubiese sido ayer: 23 de febrero de 1999, el día en que tuvo la primera cita con quien hoy es su esposo.
“Fue una cita a escondidas porque mi mamá no sabía. Yo soy hija única y Dios libre yo le llevara a mami un novio, aunque ya tenía 19 años. Así que le dije una mentira blanca y me fui”, relata Valverde.
Era domingo y llegaron en un bus desde Aserrí. La tanda para ver La Guerra de las Galaxias: La amenaza fantasma era a las 4 p. m., así que primero almorzaron en uno de los balcones del food court.
“El mall era algo monstruoso; yo ahí me perdía”, dice. “Era algo sin palabras, era muy lindo ir ahí . Ya luego el paseo suyo era ir al mall y con solo decir el mall, ya usted sabía cuál era. El mall era el mall”.
Aunque Valverde reconoce que el de San Pedro tiene un lugar especial para ella por la admiración que le provocaba, también admite que tiene al menos 10 años sin entrar por sus puertas.
Consciente de su talón de Aquiles, el viejo Mall San Pedro se enrolló las mangas y puso manos a la obra en el que será el primer gran remozamiento en su historia.
Este mes anunció que invertirá $4,5 millones para renovar su imagen y hacer frente al nacimiento de centros comerciales más modernos.
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“Lo que ha hecho la competencia está bien hecho. Están bonitos. Aprendieron de mí, me imagino. Me mejoraron, es verdad, y diay...”, admite Formal, con un dejo de humildad.
Aunque el empresario prefirió no profundizar mucho en los cambios, mencionó que se pintará por fuera, se le cambiará la decoración, se colocarán escaleras eléctricas nuevas, que se cambiarán las barandas de metal que caracterizaban a este mall por unas más modernas de vidrio y que se colocará en la fachada una pantalla gigante en la que se transmitirán los partidos de la Selección Nacional, para volver a llenar de camisetas rojas la Fuente de la Hispanidad.
También los cines vivirán su primera gran transformación, con nuevas butacas y pantallas y la incorporación de salas especiales, confirmó Adrián Vargas, gerente general de CCM Cinemas.
“¡Ya era hora!”, dice Christian Villalobos. “Es una bendición”.
* * *
El viejo despertó de su letargo. La nostalgia se convirtió en un reto avasallador para él.
Es ahora o nunca: sabe que es momento de volver a salir a la conquista, de volver a ser aquel emprendedor agresivo y rebelde que despertaba estupor ante las miradas ajenas. Solo que ya no es un chiquillo... pero sigue siendo el primero, el pionero.