No existe otro cineasta en el mundo cuya carrera se haya extendido desde el cine mudo hasta nuestra era de video digital ubicuo. Desde un documental de 1931 hasta un cortometraje del 2014, Manoel de Oliveira pulió un estilo muy personal, altamente literario y paciente.
A lo largo de tan extensa trayectoria, Oliveira mezcló los lenguajes del cine y del teatro: en sus películas, los actores reafirman su postura como tales, rompen la "cuarta pared" para hablarle a la audiencia, y transforman los textos dramáticos en oportunidades para indagar en la voz, el sonido y la escenografía.
Un ejemplo de este interés fue Amor de perdición (1979), que adapta una novela del portugués Camilo Castelo Branco para bucear en el pasado de su nación y plasmar en el cine las huellas literarias que su cultura engendró.
También destacaron cintas como El zapato de raso (1985), La divina comedia (1991), La carta (1999) y El extraño caso de Angélica (2010), éxito inesperado en el Festival de Cannes.
Muchos de sus grandes experimentos tuvieron audiencias muy reducidas a lo largo de sus 106 años de vida. Quizás tras su muerte empecemos a ver más retrospectivas y restauraciones que subrayen que su talento se prolongó tanto como el admirable compromiso con su oficio.
Editor web en La Nación. MA en Programación y Curaduría de Cine (Birkbeck, Universidad de Londres). Más de 12 años de experiencia en periodismo de cultura y arte. Bachiller en Periodismo y Producción Audiovisual de la Universidad de Costa Rica. Curador audiovisual con experiencia en el CRFIC, el MADC, espacios independientes y eventos.
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